Un año y medio después del comienzo de la llamada Primavera Árabe y de las protestas en la plaza Tahrir de Bagdad, la encuesta de opinión pública nacional realizada por el centro Greenberg Quinlan Rosnerrevela un cambio importante en la percepción pública de la cuestión política en Iraq. En mayo de 2012, el centro Greenberg […]
Un año y medio después del comienzo de la llamada Primavera Árabe y de las protestas en la plaza Tahrir de Bagdad, la encuesta de opinión pública nacional realizada por el centro Greenberg Quinlan Rosnerrevela un cambio importante en la percepción pública de la cuestión política en Iraq.
En mayo de 2012, el centro Greenberg Quinlan Rosner publicó los resultados de una encuesta llevada a cabo en abril sobre diferentes cuestiones relacionadas con la política interna y la situación del país. Los resultados muestran que para la mayoría de la población iraquí, en todas las regiones excepto en el norte del país, lo importante es que Iraq tenga un líder fuerte que garantice la seguridad del país, incluso a cambio de limitar las libertades individuales. Además, los principales problemas que la sociedad percibe están relacionados con el desempleo (55%) y el suministro de servicios básicos como la electricidad y el agua (42%). La mayoría de los encuestados (68%) están a favor de la creación de un grupo de partidos políticos que se declaren la oposición oficial, encargada de proponer alternativas políticas a las propuestas del Gobierno. Finalmente, el informe asegura que la mayoría de los encuestados en todas las regiones excepto en el norte del país están en contra de la creación de regiones autónomas en Iraq, similares a la región del Kurdistán.
Los resultados de esta encuesta abren muchas cuestiones sobre lo que hasta ahora se había pensado respecto a las preferencias políticas y las posiciones políticas de la población iraquí. Como explica Haider Ala Hamoudi para JURIST , «hace solo unos años nada de esto se podría haber previsto. Entonces, la expectación giraba en torno al hecho de que la descentralización de Iraq era inevitable, y que el federalismo era la única manera de reducir la incontrolable violencia». La mayoría de los iraquíes no quieren dividir el país en regiones más autónomas y separadas, con un funcionamiento parecido al de la región norte del Kurdistán, que tiene su propio gobierno, ejército y legislación. Como explica Cathrin Schaer para web Niqash , «se creía que el país se dividiría con un criterio sectario a través del establecimiento de las regiones independientes suníes y chiíes». Pero según este informe, «casi el 70% de los iraquíes no quieren que eso llegue a suceder».
Estos resultados han visto su reflejo en los movimientos de protesta iraquíes durante la llamada Primavera Árabe. El movimiento de jóvenes en Iraq que empezó en febrero de 2011 pedía «el fin del sectarismo, de la corrupción y de la tiranía, así como la creación de un gobierno nacional de salvación, con el fin de nombrar un consejo constituyente para redactar una nueva constitución» ( Aswat al Iraq ). Este movimiento movió a miles de simpatizantes en febrero de 2011, cuando la plaza Tahrir de Bagdad se inundó de ciudadanos que pedían reformas. Según algunas publicaciones , este movimiento ha perdido fuerza y ahora solo consigue aunar entorno a cien manifestantes en las protestas de los viernes. «El momento de febrero de 2011 ya no existe». Según algunos organizadores, existen recelos entre los propios miembros del movimiento. «Cuando hicimos lo que hicimos en febrero, teníamos más fe y esperanza. No quiero decir que cometimos un error, pero no fuimos realistas».
Pero los jóvenes no están solos en la lucha contra la separación y el sectarismo en Iraq. Las mujeres iraquíes también se han unido para luchar por sus derechos. Un ejemplo de esta lucha es el de Hanaa Edward que ha creado la red Al Amal. Esta iniciativa se centra en las mujeres, víctimas de décadas de dictadura, sanciones, guerra y violencia sectaria. Hanaa Edward incide en que «en 2011 vimos protestas y manifestaciones semanales que unían a jóvenes de grupos sociales diferentes en contra del sectarismo, de la corrupción y del ataque a libertades públicas». No le da miedo enfrentarse a los que ocupan los grupos de poder iraquíes, y tiene claro lo que necesita su país y los objetivos de su lucha. «Tras 35 años de sangrienta dictadura en este país, lo primero que necesitamos es la transición de un régimen totalitario a una cultura de derechos humanos y democracia. Este periodo de transición no es fácil. Pero los estadounidenses han creado el caos en esta transición. Y no solo ellos; ni siquiera nuestros políticos son capaces de hacer lo necesario para reconstruir el país».
A pesar de la insistencia de analistas internacionales y la mayoría de los medios de comunicación respecto a las divisiones sectarias en Iraq, como principal obstáculo para la reconstrucción del país, el informe del centro Greenberg Quinlan Rosner y las diversas acciones sociales que se han emprendido, tanto las que empezaron con la llamada Primavera Árabe, como otras que ya existían, muestran que hay un sentimiento compartido en la sociedad iraquí de lucha contra este sectarismo. Echando la vista atrás, estos sentimientos nos obligan a recordar al Iraq desarrollado y boyante.
No hay duda de que será difícil curar las heridas provocadas por la violencia de los últimos años, igual que tampoco la hay de que en Iraq está afianzado un sentimiento compartido por reconstruir el país a través de la unidad.