Uno de cada seis dólares asignados a contratos y subvenciones desde la invasión de Iraq y Afganistán ha sido malversado, según una investigación, cuyos detalles, sin embargo, no se expondrán hasta 2031. Mientras se aproxima el plazo límite para la retirada de las tropas estadounidenses de Iraq, cada vez salen a la luz más casos […]
Uno de cada seis dólares asignados a contratos y subvenciones desde la invasión de Iraq y Afganistán ha sido malversado, según una investigación, cuyos detalles, sin embargo, no se expondrán hasta 2031.
Mientras se aproxima el plazo límite para la retirada de las tropas estadounidenses de Iraq, cada vez salen a la luz más casos de militares y contratistas que abandonaron el campo de batalla con los bolsillos llenos.
En total, según datos de la comisión que investiga contratos militares, se han perdido entre 30.000 millones y 60.000 millones de dólares. La cifra es particularmente escandalosa dado que los fondos que Washington otorgó para la reconstrucción en Iraq alcanzan unos 62.000 millones.
Escándalo bajo llave hasta 2031
La comisión creada para investigar y sacar a la luz el derroche en Iraq y Afganistán ha sido suspendida después de que el gobierno dejara de financiarla. Además, los resultados de la indagación están sellados hasta el año 2031 por contener «información sensible».
«Ellos no quieren que sean examinadas ciertas personas que ocupan altos cargos. El Congreso estadounidense desea ocultar el fracaso de su invasión en Iraq», comenta Michael O’Brien, autor del libro ‘America´s Failure in Iraq’.
O´Brien, que en 2006 trabajó como contratista del Departamento de Defensa en Iraq, citó el ejemplo de un proyecto para reconstruir una base iraquí. «Cuando le pregunté al responsable estadounidense que se dedicaba a la construcción cuánto había costado, pensaba que me diría ‘3 ó 5 millones de dólares’ y resultó que se trataba… ¡de 160 millones!», se sorprende O´Brien.
Cabezas de turco
Aunque la cantidad de personas acusadas y condenadas por sobornos y fraude en Iraq y Afganistán nunca ha sido tan alta, en su mayoría son soldados que lograron enriquecerse ilegalmente, mientras que los casos de despilfarro a gran escala han quedado en la sombra.
Entre los casos expuestos está el de un marinero que mandó 43.000 dólares en una caja de ropa para sus familiares. En otro caso un soldado transportó miles de dólares metidos en un peluche.
Aun así, estos casos son sólo una gota en el enorme mar del fraude del ejército estadounidense y de las empresas contratistas que operan en Iraq y en Afganistán.
«El malgasto de los fondos comenzó a pequeña escala- mil o un par de miles de dólares por aquí y por allá- y creció hasta los cientos de millones de dólares», asegura Peter Van Buren, empleado del servicio exterior del Departamento de Estado.
Ese dinero «fue gastado en hospitales que nunca abrieron sus puertas y en cárceles que nunca acogieron a ningún prisionero», añadió.
Y mientras las autoridades presentan demandas contra soldados por algunos miles de dólares, cabe preguntarse si EE.UU. se atreverá algún día a revelar los verdaderos datos de la investigación: si los fondos se pierden para siempre entre peluches y cajas de ropa o en las cuentas bancarias de grandes contratistas.