Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
Cuadro del artista iraquí Mahud Ahmad
¡Qué raro, qué extraño título!… Me siento asustada de mí misma.
¿Cómo es que se me ha llegado a ocurrir?
No sólo estoy sorprendida por el título que ha fluido desde mi inconsciente, presionando e imponiéndose, a pesar de su aparente crudeza… He dudado mucho también sobre en qué blog publicarlo.
¿El blog sin censuras o el otro? Finalmente lo he incluido en éste.
No sé muy bien por qué. Quizá porque lo que estoy a punto de revelar en esta página, aún casi virgen, es muy personal, o quizá porque voy a tocar algo muy sagrado, muy profundo, y publicándolo en este blog, que no permite comentarios directos, ayudo a mi propio intento de salvaguardar su santidad…
Vds. y yo lo averiguaremos pronto. Porque no tengo aún una idea clara de lo que voy a escribir.
Como todo lo que fluye directamente desde el inconsciente, una tiene que aferrarse a un hilo, a una pista, a un indicador, que te lleve hasta la historia auténtica…
Y mientras tecleo estas líneas, estoy secretamente esperando ver qué es lo que se me revela. Estoy lista y preparada. OK, quizá no preparada, pero definitivamente lista para que me estalle ante los ojos.
Dos cosas han provocado esto. Una se produjo mientras leía algo sobre el exilio, y la otra surgió mientras recordaba un programa de televisión. Y ambas cosas están vinculadas.
Primero, el programa de televisión.
Recuerdo algún momento durante la ocupación estadounidense en curso de Iraq, o quizá fue durante la agresión israelí al Líbano, no estoy muy segura… Creo que debió ser en el primer caso, que Al Yasira invitó a algún psicoanalista para que hablara de las consecuencias de la ocupación en las mujeres iraquíes. Se trataba específicamente de las mujeres que habían perdido sus hogares a causa de los bombardeos o del exilio forzoso…
Y recuerdo indistintamente a ese analista diciendo que la palabra «hogar» o «un hogar» implican un fuerte simbolismo, especialmente para las mujeres. Una mujer que ha perdido su «hogar» se siente como si estuviera desnuda, como si la hubieran despojado de sus ropas. Su «hogar» es su seguridad, su capa, su manta, su capullo protector… Para las mujeres, perder sus «hogares» es un trauma en sí mismo… al cual hay que añadir otros traumas, de pérdida, abandono, pobreza, sufrimiento, pena, violencia, muerte…
Una mujer que pierde su hogar se siente totalmente abandonada. Creo que esto es en verdad así para la mayoría de las mujeres y sobre todo para las mujeres de Oriente Medio, que se sienten muy vinculadas a sus hogares y a lo que un hogar representa para ellas: marido, familia, niños, cobijo, alimento, seguridad, puntos de apego, puntos de referencia, puntos de sujeción a un terreno fundamental, en su propia y femenina realidad.
No es sólo una construcción física para las mujeres, es un edificio interior, alrededor del cual han levantado su vida. El centro alrededor del que giran. Puede ser una casa, un apartamento o una chabola, no importa…
El otro elemento era un artículo que estuve leyendo, el último de Robert Fisk. No es que sea muy forofa de Fisk, pero hablaba acerca de una familia armenia iraquí cuya figura materna fue acribillada a balazos no hace mucho en Bagdad por unos mercenarios australianos de seguridad, resultando muertos en el acto ella y su hijo, dejando detrás tres niñas huérfanas.
Las autoridades jordanas se negaron a permitir que las hijas se quedaran y las enviaron de vuelta en el primer avión que encontraron a ese agujero del infierno en que se ha convertido Bagdad.
Robert Fisk habló brevemente sobre esta familia armenia que había llegado a Iraq durante el Imperio Otomano. De cómo los ancianos de esta familia llegaron a pie desde Armenia a través de Turquía en su camino hacia Iraq…
Y de repente, me encontré llorando y sin poder entender por qué.
Entonces recordé…
Recordé a todas las mujeres de mi familia.
Recordé tanto a las mujeres de mi rama materna como paterna, y sus historias, que si bien eran diferentes, tenían la misma esencia…
Recordé a mi bisabuela que solía contarme en su árabe roto cómo hizo todo el camino desde Armenia a Mosul, teniendo que enterrar con sus propias manos a su marido y a su hijo en la nieve.
Recuerdo a mi abuela, cuando yo tenía doce años, contándome cómo transportó leña durante millas y millas hasta caer exhausta… y cómo ayudó a su madre a enterrar a su padre y a su hermanito en la nieve con sólo sus manos desnudas… hasta que las manos se le helaron.
Ambas trataban de ocultar sus lágrimas y cambiar de tema… Y ya a una edad más avanzada, mi abuela trataba de contar algún detalle más, pero de nuevo se reprimía y se callaba… Nunca sentí en sus voces odio alguno hacia los turcos o los musulmanes.
El caso fue que cuando llegaron a pie hasta Mosul, mi bisabuela, famosa por su belleza, se casó con un musulmán y tuvo otro hijo. El tío de mi padre era musulmán.
Creo que el Amor y la supervivencia son más fuertes que cualquier política…
Por otra parte, mi abuela se casó con un cristiano, un caldeo… De ahí mis raíces cristianas.
Sufrieron el exilio una y otra vez y tuvieron que abandonar sus hogares… Mi bisabuela falleció durante el cuarto exilio. Mi abuela, en el tercer exilio, habiendo perdido su hogar en tres ocasiones…
Las recuerdo a ambas, y no puedo sacudirme de encima aquella imagen de pérdida en sus ojos. No de pérdida material, sino de una pérdida profunda, de algo que una no puede describir exactamente con palabras.
Mi otra abuela sufrió el mismo destino. Pero el exilio llegó de forma diferente.
Alguien que a la fuerza ha de trasladarse de la tierra que la cobija, del entorno que le da seguridad, es una exiliada.
Por eso mi otra abuela también se convirtió en exiliada cuando la obligaron a casarse con alguien hacia el que no sentía nada. Obligada al matrimonio a una edad muy temprana. Nunca se recuperó de eso, hasta sus últimos días, jamás se recobró…
Exiliadas, exilio… expulsadas, abandonadas a los vientos del destino y de la buena voluntad de los «hombres».
Pero no se acaba todo ahí. Las otras mujeres de mi familia, incluyéndome a mí, han conocido también el exilio. Y así nos encontramos en tierras extrañas, entre extranjeros, arreglándonoslas nosotras mismas como podemos…
La única palabra que puedo encontrar para esta situación está en francés, y no estoy segura de cuál pueda ser su traducción en inglés. En francés hay una situación del ser llamada «désemparé» [desamparada].
La traducción oficial, «indefensa», no es exacta.
«Desamparada» es más profunda, mucho más que estar sólo indefensa.
«Desamparada» significa que has perdido todas las amarras, significa que eres como una barca sin remos que el viento va llevando lejos por algún mar proceloso… Es más que indefensa. Es algo que va penetrando profundamente en tu interior y te va arrancando tus lazos, alejándote a la fuerza de tu construida seguridad, no sólo física, sino psicológica, afectiva, emocional… seguridad.
El exilio es la antítesis del apego. En realidad, el exilio forzoso es otra forma de violación.
Si no eres mujer, puede que sea muy difícil que comprendas de lo que estoy hablando… Es algo casi biológico. Que te penetra profundamente en las tripas, en las vísceras…
Sólo he intentado ofrecerles unos cuantos reflejos de una historia personal.
Ahora, imaginen a miles de mujeres iraquíes en el exilio. Imaginen a los miles de viudas iraquíes que perdieron sus «hogares». ¿Pueden imaginar eso? ¿Pueden visualizarlo?
¿Pueden imaginar las consecuencias? ¿Las consecuencias morales, psicológicas, emocionales e incluso espirituales de todo eso?
Los hombres son unos matones. La mayoría lo son. No tienen útero y no entienden mucho de apego. No sólo apego, querencia, hacia una nación, bandera o causa, o incluso hacia una madre… Apego a la vida, a una vida que tantos dolores cuesta construir, como los dolores del parto, los dolores de dar a luz… Los hombres nunca entenderán eso.
Quizá los hombres no comprenden nada sobre el Amor, de ahí que destruyan con tanta rapidez lo que a las mujeres les lleva tanto tiempo construir…
Puedo ver a todos esos matones, a los destructores de hogares, de mujeres y del Amor, golpeando a mi bisabuela, a mis abuelas, a mi madre, a mis hermanas, a mis tías… golpeándolas con su ignorancia, con su odio, con su fortaleza física, con su instinto de muerte… y en eso se quedan. ¿Tienen algo más que ofrecer? Por desgracia, no.
Incluso los hombres que no tienen esas inclinaciones, no entienden nada… No entienden nada sobre úteros en exilio.
Y aquí va una canción para acompañar sus reflexiones, si es que las tienen…
Esta vida fugaz es como la última estrella de la mañana
Como un sol poniente o las rizadas olas del mar
Una brisa suave o el relámpago en una tormenta
Un sueño ondulante por toda la eternidad.
La arena resplandecía bajo la luz de la mañana
Y las dunas danzaban a lo lejos
La noche se disolvía dulce y prolongadamente en música
Y allí yacimos hasta el alborear del día
Y aquella mañana despertamos ante la llamada
Y embridamos nuestros camellos y atestamos de cosas sus sillas
El sol iba surgiendo por el oriente del cielo
Mientras iniciábamos camino hacia el clamor del desierto
Llamando, anhelando, arrastrando tu hogar contigo
Las tiendas se hacían más pequeñas según nos alejábamos
Sobre aquella tierra que nos habla de días pasados
De meses de paz y de años de guerra.
De las vidas de amor y de todas las vidas de temor
Llamando, anhelando, remolcando tu hogar contigo
Atravesamos los lechos de los ríos grabados en la piedra
Y subimos desconocidas montañas poderosas
Más allá de los valles, bajo el sol quemante
Hasta llegar al caravanserai
Llamando, anhelando, arrastrando tu hogar contigo
Llamando, anhelando, arrastrando tu hogar contigo
Qué vida es ésta que me empuja tan lejos.
Qué casa es ésa donde no puedo vivir
Que búsqueda es ésta que hacia delante me empuja
Mi corazón se siente en plenitud cuando estás junto a mí.
Llamando, anhelando, arrastrando tu hogar contigo
[Lorena McKennnitt «Caravanserai»
http://es.youtube.com/watch?v=N6V4kzM5Yos&eurl=http://uncensoredarabwomanblues.blogspot.com/]
Enlace con texto original :
http://uncensoredarabwomanblues.blogspot.com/2008/01/wombs-in-exile.html