El objetivo era crear una gran obra para la sede del nuevo Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra. El proyecto elegido fue el del español Miquel Barceló y comenzó a ejecutarse el 9 de abril de 2007. El coste ha sido superior a los 20 millones de euros de los cuales 11 […]
El objetivo era crear una gran obra para la sede del nuevo Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas en Ginebra. El proyecto elegido fue el del español Miquel Barceló y comenzó a ejecutarse el 9 de abril de 2007. El coste ha sido superior a los 20 millones de euros de los cuales 11 millones salieron de los bolsillos españoles. No sé por qué motivo o con qué afán de protagonismo, que más parece complejo de inferioridad, España ha querido ser la benefactora de la grandilocuente obra.
El Ministro de Exteriores español, el Sr. Moratinos fue bombardeado en una rueda de prensa respecto al gasto, pero él esquivó los dardos con frases como: «No voy a contestar sobre el coste porque el arte no tiene precio. Es de necios confundir valor y precio».
Por si fuera poco, la polémica se amplía por que de esos 11 millones de euros, 500.000 salieron de una partida supuestamente destinada a comprar «vacunas» para los niños del tercer mundo. El Gobierno ha negado que se haya desviado dinero de la lucha contra la pobreza para restaurar la sala pero el PP ha sacado el palito de remover y quiere respuestas. De ser cierta esta terrible denuncia, a euro por vacuna asumimos que la obra ha costado miles, si no millones de vidas humanas.
También es grave el hecho de que ese dinero (vacunas aparte) es dinero publico, no es del presidente Zapatero que presumió como ninguno y no dudó en ofrecerlo para pagar, no es del Rey que inauguró como si la hubiera pagado él mismo de su bolsillo aunque por supuesto, no puso un céntimo. No es moralmente aceptable que un Ministro diga que el arte no tiene precio cuando lo han pagado todos los españoles con sus impuestos. Españoles que hoy en día sufren crisis y algunos se van a ver despojados de sus casas por culpa de unos miles de euros. Sin hablar de las empresas que bien habrían podido permanecer abiertas con una simple ayuda pos parte del gobierno. No, la ayuda del gobierno será solo para los banqueros en una oscura e incomprensible acción de rescate. Le ha regalado a Ginebra un techo, cuando en España hay miles de personas sin techo.
Pero es arte, es decir, cultura. Esa cultura que el PSOE supuestamente defiende y ha sido punta de lanza para las elecciones. Por eso resulta extraño y sospechoso que Zapatero gaste 11 millones en una sola obra de arte cuando las ayudas del Ministerio de Cultura a los pintores son prácticamente inexistentes, o cuando la nueva ley de cine (por ejemplo) ha borrado del texto la palabra cultura sustituyéndola por industria, imposibilitando que los pobres creadores consigan un céntimo del estado.
El dinero del estado solo se destina ahora a obras que puedan ser orgullo patrio, como las de Almodóvar o Barceló. Las que ganen premios, las que vengan avaladas por grandes firmas. Los pobres que se metan debajo de la alfombra y desaparezcan. Las subvenciones al arte en España son mínimas, escasas, racionadas y lentas. Hay pintores que se mueren de hambre, pero Barceló, por algún enchufe incomprensible, ha recibido un encargo de 20 millones. Es la paradoja: se gastan más en anunciar las ayudas que en las ayudas mismas.
¿No se supone que los regalos a funcionarios son ilegales? ¿Y entre gobiernos? ¿Si Zapatero o el Rey reciben y aceptan tan solo un boceto o un cuadrito de M. Barceló, podríamos considerarlo corrupción? Es el arte de la política, que tampoco parece tener precio.
Zapatero le ha pillado el gusto a los flashes, los discursos, la grandilocuencia… le gustan las grandes palabras. Se va al extranjero a cosecharlas y nos las trae a los españoles como triunfos de caza, como joyas y con eso trata de hacernos olvidar las pequeñas palabras… crisis, hipoteca, paro… palabras que incluso para él mismo fueron grandes un día, olvidado ya. ZP ha perdido la noción del tamaño y sí, el tamaño importa, porque la palabra crisis que casi no es capaz de leer en sus discursos de lo pequeña que intenta parecerle, es enorme, y crece, es tan grande que ni con un tratado europeísta internacional puede cubrirla. Zapatero vino del G20 pensando que hizo algo grande, decisivo, que ha traído soluciones… pero no. Solo ha traído una foto: – ¿Ven? Me he hecho una foto con los poderosos, es decir, soy uno de ellos… -¿Ven? ¡Hemos pintado el techo de las Naciones Unidas y el mundo nos da las gracias! ¡Hagan la foto! Como si esas fotos pasaran a la historia ¡pero la historia tiene tantas fotos como esa! ¿Alguien sabe quién fue el dueño del mundo, el manda más, el Cesar del Imperio Romano en el año 218 D.C.? Cada vez menos. Seguro que Heliogábalo (amo y señor en el año 218 d.c.) sintió que tenía la historia a sus pies. Le asesinaron en el 222 D.C. y otro ocupó su lugar. Así de efímero es el poder y así de hambriento es el olvido. Fechas de caducidad.
Y aquel Zapatero orgulloso que no quiso levantarse frente a la bandera americana, ahora pierde hasta las formas para poder estar cerca, en la foto de la Casa Blanca. ¡Cómo hemos cambiado! Es lógica la decepción de muchos votantes, sobre todo de izquierda, que ven a Zapatero volverse diestro por momentos. Será por esa decepción, que han perdido ya el margen de votos que les daba la victoria electoral.
Las intenciones serán buenas, el «gesto» será positivo y abrirá no sé qué puertas y no sé a quienes, pero es muy fácil ser generoso cuando no es tu dinero. Es muy fácil pretender entrar en la historia con la «Unión de civilizaciones» si todo te lo financian los que hoy se quedan sin trabajo. Que conste que no veo con malos ojos esa Unión de Civilizaciones, al revés, comparado con el trío de las Azores es todo un contraste, resulta un esfuerzo loable, pero creo que Zapatero esta desviando sus obligaciones laborales hacia sus aspiraciones personales.
Si la obra en cuestión es buena o no, mala o no, es subjetivo. No seré yo quien diga que la obra es una estafa. Dios me libre de opinar que la obra es una porquería o de decir que es una capilla sixtina a manguerazos, que es como volver a las cavernas… pero sin gracia y sin alma. No, no diré tal cosa, al revés, el arte no tiene la culpa, el artista no es quien ha cometido la irregularidad moral o política, aunque me gustaría saber su opinión, ahora enterado de que su obra la han costado las vacunas destinadas a miles de niños en el tercer mundo. ¿Tan cara debe ser una obra de arte? Sí diré que la obra que refleja perfectamente la mediocridad insípida actual del ser humano, la falta de sentimientos de los políticos. Tiene la cualidad imperativa de no tener capacidad alguna de ofender a nadie, ni levantar pasiones, ni polémicas espirituales. Vacío total y políticamente correcto. Un desnudo, como el de Miguel Ángel en la Capilla Sextina hubiera sido, hoy en día, todo un escándalo, inaceptable.
Fotos ONU Ginebra.