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¡Ven a Grecia! Encontrarás el alma de Europa

Fuentes: Rebelión

Si el sueño de un buen musulmán es viajar a La Meca antes de morir, el sueño de todos nosotros debería ser ver, tocar, respirar, por lo menos una vez en la vida, el Partenón, el símbolo más puro del alma griega que, de una forma u otra, habita en todos los hombres y mujeres que, sin raíces, son incapaces de construir futuros atractivos y sostenibles.

    Zeus soltó dos águilas desde ambos extremos de la Tierra para determinar, en el punto de encuentro, donde estaba el centro del mundo. Allí se erigiría el templo de Apolo, dios de la luz que llegaría a todos los rincones del Mare Nostrum y del mundo conocido. ¿Puede haber mayor aventura que surcar los mares que describió Homero o el ágora donde Platón transmitía las enseñanzas de Sócrates “el mejor de todos los hombres”? ¿Puede haber reto más encantador que pisar la tierra donde Aristóteles instruía a Alejandro, el héroe que sentó las bases de la Biblioteca de Alejandría que llegó a albergar hasta 900.000 manuscritos? Si el sueño de un buen musulmán es viajar a La Meca antes de morir, el sueño de todos nosotros debería ser ver, tocar, respirar, por lo menos una vez en la vida, el Partenón, el símbolo más puro del alma griega que, de una forma u otra, habita en todos los hombres y mujeres que, sin raíces, son incapaces de construir futuros atractivos y sostenibles. La comunión con el Partenón nos acompañará, como una experiencia sagrada, el resto de nuestras vidas. Cuentan los aedos que, en El Erecteión, donde se encuentra El Pórtico de las Cariátides, Atenea y Poseidón reclamaron su soberanía sobre el Ática. Poseidón clavó con furia su tridente haciendo brotar un manantial de agua salada, pero Atenea actuó con amor y plantó el olivo. Los dioses, con Zeus a la cabeza, decidieron que la soberana del Ática fuera Atenea pues, además de no haber utilizado la violencia, había hecho el regalo más hermoso que se puede hacer: el olivo. Cuando paseéis por el Partenón fijaos en las Cariátides y miradlas desde todos los ángulos. Es un placer para los ojos y los sentidos. El arquitecto romano Vitruvio nos cuenta:

  Caria, ciudad del Peloponeso, conspiró contra los griegos con la ayuda de los persas. Los griegos, tras vencer a sus enemigos, conquistaron “la polis” que los había traicionado, pasaron a cuchillo a todos sus habitantes y se llevaron a sus matronas como esclavas. Para dejar constancia de su traición y para que jamás fuera olvidada, reprodujeron a seis carias (de 1,77 metros de altura) vestidas con túnicas y soportando con sus cabezas, a modo de castigo eterno, el entablamento del templo.

    Cuando visitéis el Partenón, deleitaos con esa única e irrepetible arquitectura que conjuga belleza, armonía y música hecha mármol. Su construcción se inició en la Edad de Oro de Pericles. Sus arquitectos, Calícrates e Ictino, trabajaron a las órdenes de Fidias.

    Tras visitar el Partenón deteneos en la prisión de Sócrates, que se encuentra a los pies de la Acrópolis. Podréis ver las rejas y la cueva donde “el padre de todos los filósofos” pasó sus últimos momentos antes de tomar la cicuta.     

    Es un buen lugar para meditar acerca del precio que pagan grandes hombres por empeñarse en que la humanidad abandone “los tiempos de la oscuridad”. Pasead por el ágora, contemplad los magníficos restos de sus templos y los bustos de las esculturas de sus pórticos, como el de Herodoto, el Padre de la Historia.

    Disfrutad de las terrazas al aire libre de los acogedores restaurantes del barrio de Plaka. Deleitaos con una exquisita cena griega, probad “la moussaka y la pikilia”, las ensaladas y los yogures, el riquísimo queso de cabra, etc. y brindar con sus generosos vinos que nos traen aromas del vinoso ponto. Paladead un café turco con unos chupitos de ouzo o metaxa.

    Después, con calma -en Grecia no es aconsejable la prisa- decide en compañía de tu amante o amigos la ruta que os marque el corazón: ¿Sus museos? ¿El Parnaso? ¿Delfos? ¿Olímpia? ¿Creta? ¿Itaca? ¿Quién no ha soñado con visitar la patria de Ulises? Si elegís ese viaje, no olvidéis llevar en vuestro bolsillo el maravilloso poema “Ítaca” de Kavafis. En todos esos lugares encontrareis restos de héroes y dioses que forjaron Europa. Al final, descansad en las playas de aguas cristalinas de las blanquísimas islas griegas -donde siempre os recibirán con una sonrisa y una canción- y gozad con el vuelo de las homéricas gaviotas de dorso ceniciento y las inolvidables puestas de Sol de Santorini, donde – dicen los aedos- bajo sus aguas se ocultan los restos de la Atlántida.

El blog del autor es Nilo Homérico