Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La vida en Iraq está mejorando. Un ejemplo: hace dos o tres años, los tatuadores en Bagdad trabajaban horas extra creando tatuajes distintivos para los hombres que temían morir en la matanza entre sunníes y chiíes.
Sabiendo que se mutilaban las caras de muchos de los que morían, las víctimas potenciales deseaban que sus familias pudieran identificar sus cuerpos por medio de una marca especial que sólo conocían sus familiares más cercanos. Un hombre tenía un olivo tatuado porque su padre había plantado uno el día que él nació.
Este ritual truculento ya no se lleva a cabo porque Iraq es ahora un lugar más seguro de lo que era en el peor momento del baño de sangre sectario de 2005-7, cuando en las morgues se amontonaban 3.000 cadáveres al mes. Los tatuadores afirman que sus clientes prefieren hoy que se les tatúe un halcón, un tigre o un dragón únicamente por razones decorativas.
La cuestión es que la seguridad en Iraq está mejorando, pero muy poco. Bagdad es más segura que antes, pero sigue siendo extremadamente peligrosa, claramente peor que Kabul, quizá sólo detrás de Mogadisco en Somalia.
Iraq sigue sufriendo un terrible nivel de violencia y a pesar de la propaganda que elogia los logros de la «oleada» militar estadounidenses que supuestamente trajo paz a la mayoría del país, la violencia nunca ha sido vencida verdaderamente. Los medios de comunicación, tanto extranjeros como iraquíes, se vieron de pronto llenos de noticias positivas, como el retorno de cinco millones de refugiados a sus casas a pesar de que en la práctica hayan vuelto pocos.
Exagerando hasta qué punto Iraq ha vuelto a la paz desde 2007, los gobiernos iraquíes y estadounidense han querido dar la impresión de que el aumento de atentados en el pasado mes significa que el país está volviendo a la guerra. El ministro iraquí del interior afirma que en junio murieron 450 civiles, el doble que el mes anterior, y que otros 566 civiles murieron en julio después de que las tropas estadounidenses se retiraran de las ciudades iraquíes el 1 de junio.
Cuando volví de Iraq la gente me solía preguntar con esperanza si «las cosas iban mejor» después de la oleada. De manera rutinaria les explicaba que pudiera ser que Bagdad estuviera «mejor», pero sigue estando muy mal. Una pregunta más común estos días concierne a si «la seguridad se está desintegrando ahora que los estadounidenses se han ido de las ciudades» o no. Desde luego, ha habido explosiones de bomba más devastadores y más personas han resultado muertas o heridas*. Pero cuando los estadounidenses tenían más poder en Iraq nunca fueron capaces de detenerlo.
Independientemente de quién se encargue de la seguridad, es imposible impedir que camiones abarrotados de explosivos o suicidas se estallen en mercados, mezquitas o estaciones de autobús donde causan el máximo de víctimas civiles
El objeto de los ataques son casi invariablemente la mayoría chií de Iraq y el objetivo es provocar a los chiíes a tomar represalias contra la minoría sunní, que a su vez puede volver a apoyar a al-Qaeda en Iraq o a buscar apoyo en un Estado extranjero. Has el momento los chiíes iraquíes no han picado el anzuelo.
Los espectaculares atentados recientes desvían la atención del hecho de que las dos guerras que convulsionaron Iraq tras el derrocamiento de Sadam Husein por el ejército estadounidense en 2003 han acabado completamente. La primera fue la de los árabes sunníes (20% de la población) contra la ocupación estadounidense y duró desde 2003 hasta mediados de 2007. Acabó provocando un segundo conflicto, esta vez una guerra civil extraordinariamente sangrienta entre sunníes o chiíes (el 60% de la población). La guerra acabó con la victoria chií y se luchó principalmente en Bagdad y el centro de Iraq, lo que obligó a los insurgentes sunníes a acabar su guerra de guerrillas contra los estadounidenses.
Ninguna de las dos guerras parece que vaya a volver a empezar o a volver a los antiguos niveles de violencia. Las tropas estadounidenses se están yendo. Sus fuerzas de combate estarán fuera de Iraq en un año. Todas las tropas se irán para finales de 2011.
El gobierno iraquí está interpretando estrictamente el Acuerdo sobre el Estatuto de la Fuerzas (SOFA, en sus siglas en inglés) firmado entre Estados Unidos e Iraq el año pasado que limita y controla las acciones militares estadounidenses. Algunos oficiales estadounidenses han sugerido retirarse antes de lo planeado en vez de ver a sus tropas confinadas en bases como si fueran prisioneros.
La retirada militar estadounidense estabiliza Iraq hasta un grado nunca admitido por los protagonistas de la invasión original. La ocupación extranjera hizo que se profundizaran los odios sectarios y étnicos porque las tres principales comunidades iraquíes adoptaron actitudes radicalmente diferentes hacia ella. Los kurdos la apoyaron (aunque Kurdistán no estaba ocupado), los sunníes lucharon contra ella y los chiíes cooperaron con ella, sólo mientras necesitaron hacerlo para adquirir poder ganando las elecciones y formando gobierno.
La ocupación estadounidense desestabilizó Iraq de una segunda manera porque asustó a los vecinos de Iraq. Esto apenas sorprende ya que los neo-cons de Washington buscaban abiertamente un cambio de régimen tanto en Teherán y Damasco como en Bagdad. Mientras permanezca en Iraq un ejército de tierra estadounidense, siempre van a animar a los grupos de guerrilla sunníes y chiíes a atacar a las tropas estadounidenses.
Mientras se van los estadounidenses varios peligros acechan a Iraq. Uno es que los Estados sunníes se nieguen a aceptar al primer gobierno dominado por chiíes en el mundo árabe desde que Saladino derrocó a los fatamidas y alienten a la resistencia sunní contra de él. El segundo peligro es que los victoriosos, en este caso árabes y kurdos que son los que forman la actual coalición de gobierno en Bagdad, se peleen y lleguen a las manos.
La pelea de los kurdos con el ministro iraquí Nouri al-Maliki es por el control por territorios que se disputan y que fueron capturados por los kurdos en 2003. Dos fuerzas armadas diferentes, leales a Bagdad y a los kurdos respectivamente, están tratando de dominar esta tierra de nadie. Cada parte está amenazando seriamente, pero puede que en última instancia ambos anden con pies de plomo porque tienen mucho que perder en una guerra real en la que ninguno podría lograr una victoria decisiva.
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*N. de la t.: En el momento de traducir este artículo, 19 de agosto, se han producido seis atentados seguidos con una diferencia de escasos minutos cerca de la llamada Zona Verde en el centro de Bagdad que, por el momento, han causado 95 muertos y 562 heridos. Recordemos que el gobierno iraquí ha decidido consultar próximamente en referendum a los iraquíes si desean continuar el SOFA. Para muchos observadores estos atentados que se viene produciendo desde junio son una forma de intimidar a la población y de hacer ver que siguen necesitando la presencia estadounidense. Como es habitual, ni el gobierno ni las autoridades de ocupación investigan estos atentados o cuando lo hacen no dan a conocer los resultados de la investigación.
Patrick Cockburn es autor de Muqtada: Muqtada Al-Sadr, the Shia Revival, and the Struggle for Iraq
Enlace con el original: http://www.counterpunch.org/patrick08172009.html