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Violadas en Iraq, un crimen ocultado

Fuentes: Frontline World

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

os tres policías le metieron un saco de arpillera a Jalida por la cabeza y se la llevaron al Ministerio del Interior iraquí en Bagdad. Allí la interrogaron y la golpearon, saltándole los dientes delanteros. Después, le arrancaron las ropas y se turnaron para violarla.

«Una vez acabaron, un cuarto hombre entró en la habitación», me contó Jalida, apagando un cigarrillo para encender otro. «Era un oficial. Pude ver su rango en las hombreras. Me miró y dijo: ‘Oh, qué mala suerte que estés sangrando, se suponía que ahora me tocaba a mí'». El oficial ordenó a sus hombres que se deshicieran de Jalida. La envolvieron en una manta, la metieron en un coche y la tiraron, sangrando, sobre una acera de Bagdad.

Poco después de sufrir la violación, Jalida huyó a Jordania y de allí a los Estados Unidos. Su madre y su hermana continúan viviendo en Iraq.

«Nadie sabe exactamente cuántas mujeres iraquíes han sido violadas desde que en 2003 se produjo la invasión estadounidense, pero los activistas iraquíes y extranjeros sitúan la cifra en varios miles».

Los grupos que trabajan por los derechos humanos empezaron a darse cuenta del aumento en las violaciones en Iraq inmediatamente después de la caída del régimen de Saddam Hussein, consiguiendo múltiples pruebas de demostraban que las diversas facciones estaban atacando a las mujeres. En 2008, Amnistía Internacional informó que «miembros de grupos armados islamistas, milicias, fuerzas gubernamentales iraquíes, soldados extranjeros de la Fuerza Multinacional dirigida por EEUU, junto con quines integraban los efectivos de los contratistas extranjeros de la seguridad militar privada estaban perpetrando crímenes específicamente dirigidos contra las mujeres y las niñas, incluida la violación».

El informe decía además que las autoridades iraquíes casi nunca perseguían esos crímenes, que ni siquiera los registraban.

Bajo el gobierno del Partido Baaz de Saddam, las fuerzas de seguridad utilizaban la tortura y violación contra los prisioneros políticos. Y el hijo mayor del dictador, Uday, daba órdenes para que le llevaran a su palacio a cualquier mujer a la que hubiera echado el ojo. Pero en absoluto la violación era un crimen extendido.

«Había ley», dijo Yanar Mohammed, una abogada y feminista iraquí que trabaja por los derechos de la mujer. «Nadie iba por ahí violando».

Según Mohammed, que dirige la Organización para la Libertad de las Mujeres en Iraq, una ONG que trabaja directamente con las víctimas de violación: «A finales de 2003, todo el mundo conocía historias de cinco o diez mujeres que habían sido secuestradas; algunas fueron violadas y arrojadas a las cunetas, otras desaparecieron».

Los doctores iraquíes me dijeron que empezaron a ver también un aumento de los casos de violación un mes después de que empezara la guerra. El caos y la violencia sectaria se tragaron Iraq a toda velocidad tras la caída de Saddam, dejando a las mujeres en una situación de especial vulnerabilidad. Sólo en 2005, la organización de Mohammed estima que se produjeron 2.000 violaciones de niñas.

En marzo de 2009, Oxfam informó que el conflicto había dejado viudas a 740.000 mujeres iraquíes, la mayoría de ellas perdieron a sus maridos a partir de la invasión de 2003. Esto significa que cientos de miles de mujeres iraquíes carecen de la protección tradicional de los miembros masculinos de la familia, incluyendo maridos, hermanos y padres, habiendo quedado totalmente indefensas frente a la violación.

En muchas zonas del país donde la justicia tribal ha llenado el vacío dejado por la guerra, las víctimas de violación se enfrentan a un doble riesgo. A menudo son rechazadas y a menudo asesinadas por familiares para eliminar la supuesta vergüenza que el abuso conlleva para el honor de la familia.

Hanan Edgar, directora de la Red de Mujeres Iraquíes en Bagdad, me dijo que esa práctica, conocida con el hombre de «asesinatos por honor» cuenta con el apoyo tácito del gobierno iraquí. Aunque el asesinato premeditado en Iraq conlleva una sentencia de cárcel de al menos quince años, la sentencia típica por un asesinato por honor supone unos seis meses de cárcel, manifestó.

Para poder averiguar más datos sobre el drama de las violaciones en Iraq, viajé a Bagdad en marzo con la fotoperiodista Mimi Chakarova [véase al final enlace con vídeo realizado]. Había entrevistado ya a varias víctimas iraquíes de violaciones que estaban viviendo como refugiadas en la vecina Jordania. Allí supe del trabajo que Mohammed realizaba a través de su organización en Iraq. Allí fue donde me encontré con Jalida y pude escuchar su historia.

Mohammed se convirtió en nuestra guía para poder entrar en el mundo oculto de los abusos sexuales contra las mujeres en Iraq. Su organización es el único grupo no gubernamental que actúa en la región semi-autónoma kurda ofreciendo refugio a las víctimas de violación.

Nos llevó varias semanas de cuidadosas negociaciones poder ganarnos la confianza de las mujeres que dirigen la red clandestina de refugios y de las víctimas que allí se refugian. Mohammed y otras voluntarias viven con el constante temor de posibles represalias por parte de las milicias sectarias.

Nos alojamos en un hotel fuertemente fortificado en el centro de Bagdad, fuera de la seguridad relativa de la Zona Verde. Cuando salíamos del hotel, vestíamos negras abayas combinándolas con pañoletas en la cabeza. Entrevistar a la gente en la calle estaba fuera de toda posibilidad: atraería demasiada atención. Y cuando nuestra intérprete iraquí preguntaba a las mujeres sobre sus experiencias, a menudo se negaba a traducir sus historias porque se sentía abochornada.

Con frecuencia, las mujeres iraquíes se sienten demasiado avergonzadas o aterradas como para informar de la violación a la policía; y cuando informan del abuso, los oficiales normalmente desestiman sus afirmaciones. Confirmando el informe de Amnistía Internacional, un portavoz del gobierno me dijo que el gobierno iraquí no registra los casos de violación. Cuando le pregunté por qué no, no acertó a dar una respuesta.

Salma Jabou, asesora del Presidente Talabani para los asuntos de la mujer, me dijo que Iraq no tiene leyes que protejan a las víctimas de violación. Las fuerzas estadounidenses, que supuestamente se preparan para una retirada gradual, tampoco tienen autoridad para interferir y, como se indicaba al principio, son también autores de este tipo de delitos. El Ministerio para Asuntos de la Mujer, constituido en 2003, ha hecho tan poco para proteger los derechos de la mujer que Nasal Al-Samaraie, la ministra designada, presentó su dimisión en marzo, diciendo que su misión «era muy difícil, cuando no imposible, de llevarse a cabo».

Tal labor ha quedado casi exclusivamente en manos de las agencias no gubernamentales de la ayuda internacional. La red de refugios de Mohammed está parcialmente financiada por la organización internacional por los derechos de la mujer MADRE, que tiene su sede en Nueva York. La portavoz de MADRE, Yifat Susskind, me dijo que la red de Muhammed ha dado refugio y asesorado a miles de mujeres iraquíes desde que se abrió el primer refugio en 2004. A pesar de que necesita mucho más apoyo, Mohammed dice que el gobierno iraquí le ha negado a su grupo el permiso para que los refugios puedan funcionar oficialmente y, asimismo, le ha negado cualquier tipo de ayuda, viéndose obligada a albergar a las mujeres en destartalados apartamentos infectado de ratas, para esconderlas no sólo de potenciales asaltantes sino también de las autoridades iraquíes.

Según un reciente informe de Amnistía Internacional, varios pistoleros atacaron un refugio de mujeres en la región norteña controlada por los kurdos. Al parecer, los hombres eran parientes de una de las mujeres que había buscado refugio. Los refugios de Mohammed representan, por todo el país, tan sólo un puñado de casas seguras para las víctimas de violación.

Incluso nuestra propia visita a una casa-refugio para mujeres en Bagdad provoca riesgos para las refugiadas: como extranjeras, podríamos atraer la atención sobre el refugio. Para ayudar a proteger su paradero, no se nos permitió llevar a nuestra traductora, una estudiante de post-graduado en la Universidad de Bagdad. Para poder llegar hasta el refugio, tuvimos primero que reunirnos con una voluntaria en la sede de la organización. Allí, nos pusimos abayas y velos. Para más seguridad, esperamos hasta que anocheció. Entonces, otra voluntaria nos llevó a través del polvoriento laberinto de las calles de Bagdad ahítas de impactos de bala.

Cuando llegamos, caminamos arrastrando los pies a través de la puerta de contrachapado del refugio de la misma forma en que se mueven la mayoría de las mujeres iraquíes que se han convertido en blanco: con los ojos bajos, la cabeza inclinada y en silencio: como sombras.

Enlace con el texto original y con el vídeo grabado por Mimi Chakarova titulado «Iraq: Viviendo a escondidas»:

http://www.pbs.org/frontlineworld/stories/pakistan802/video/video_index_baghdad.html#react