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Vivan las caenas (digitales)

Fuentes: Los futuros del libro

Sobre el encuentro auspiciado por la UNESCO en torno al sugerente asunto de The book tomorrow: the future of the written word, con la aspiración, por tanto, de reflexionar sobre el papel del libro y la lectura, de los nuevos soportes y las nuevas formas de creación, estudio y entretenimiento. De lo que llevo visto […]

Sobre el encuentro auspiciado por la UNESCO en torno al sugerente asunto de The book tomorrow: the future of the written word, con la aspiración, por tanto, de reflexionar sobre el papel del libro y la lectura, de los nuevos soportes y las nuevas formas de creación, estudio y entretenimiento.

De lo que llevo visto y leído creo que lo más reseñable es, sin duda, la reflexión de Richard Stallman, su certera descripción de lo que, hace bien poco, Slavoj Zizek describiera en Corporate rule of cyberspace, las reglas corporativas del ciberespacio: somos tanto más ricos en el acceso a los contenidos digitalizados cuanto más nos dejamos encadenar por tecnologías y lenguajes propietarios, por nubes etéreas e inalcanzables que registran sistemáticamente nuestra actividad y nuestra identidad, y que ni siquiera nos permiten poseer aquello que creemos que poseemos. Stallman, en un texto corto, rotundo y sencillo, dice: «los libros electrónicos, tal como son usados en la actualidad, atacan la libertad de los lectores. Por ejemplo, el timo del Kindle de Amazon deniega a los usuarios la libertad de adquirir libros de manera anónima; darlos, prestarlos o venderlos; conservarlos durante todo el tiempo que se desee; incluso la libertad de poseer un libro. Hace todo eso a través de unas esposas digitales (software malicioso que restringe las libertades de los usuarios) y por medio de instrumentos legales. Los libros electrónicos encriptados requieren el uso de software propietario, software sobre el que los usuarios no tiene control porque el software libre que sería capaz de leerlo, está censurado en Estados Unidos y en la Unión Europea».

Y Stallman, como activista de los derechos civiles fundamentales, apela a la responsabilidad de los lectores: «nosotros, lectores, debemos defendernos de ese ataque. No debemos darnos por satisfechos con un mero cambio parcial que respete parte de nuestras antiguas libertades. En nombre de la libertad nosotros, lectores, debemos rechazar los libros electrónicos y realizar campaña contra ellos hasta que respeten nuestras libertades. Debemos insistir en que los ebooks puedan ser comprados (no, simplemente, licenciados); en que puedan ser adquiridos anónimamente; que no demanden la aceptanción de condiciones contractuales restrictivas; y que sean publicados en formatos basados en estándares abiertos, de manera que la gente pueda escribir y usar software, libremente, para leerlos». Es improbable, sin embargo, que los usuarios y lectores se amotinen para pedir algo similar. Más bien, al contrario, como en tiempos de Fernando VII, sería más probable que se escuchara ¡Viva las caenas!, porque no otra cosa es el uso de dispositivos digitales conectados con plataformas de distribución y comercialización de los mismos fabricantes mediante tecnologías y lenguajes propietarios. Pero que tire el primer IPod quien no haya utilizado nunca un dispositivo encadenado.

La cuestión, a mi entender, no es tanto que los lectores se rebelen como que los editores y los autores entiendan las consecuencias de dejar todo en manos de unos pocos, de los efectos que sobre su independencia pudiera tener, y abogaran por la construcción de una plataforma propia e independiente por medio de la cual promocionar, distribuir y comercializar sus fondos bibliográficos, libres de cortapisas legales y trabas digitales.

Fuente: http://www.madrimasd.org/blogs/futurosdellibro/

rCR