Carlos Bardem. MANOLO FINISH El escritor Carlos Bardem (Madrid, 1963) es también un analista incisivo de la actualidad que siempre destaca la importancia de la cultura como pólvora de los cambios sociales. «Un pueblo formado es un pueblo crítico», indica. Bardem, que califica de «peligrosísimos y vergonzosos» los acuerdos con Vox suscritos por el […]
Carlos Bardem. MANOLO FINISH
El escritor Carlos Bardem (Madrid, 1963) es también un analista incisivo de la actualidad que siempre destaca la importancia de la cultura como pólvora de los cambios sociales. «Un pueblo formado es un pueblo crítico», indica. Bardem, que califica de «peligrosísimos y vergonzosos» los acuerdos con Vox suscritos por el PP y Ciudadanos, tampoco duda al afirmar que vivimos «el gran engaño de la libertad de prensa» porque gran parte de los mensajes que consume la opinión pública se filtran desde el poder. «Ahora están blanqueando una marca fascista como Vox». Cada época tiene sus miedos.
Los del siglo XIX, por ejemplo, eran negreros. Así lo narra el actor y guionista en la novela que acaba de presentar, Mongo Blanco (Ed. Plaza & Janés), donde recrea la peripecia de un marino español casi desconocido, Pedro Blanco, que hizo de la trata de personas su modo de vida hasta convertir Cuba en una finca donde se hacía trizas la piel oscura de los esclavos. «Es curioso comprobar cómo elegimos las partes de nuestra historia que podemos o debemos conocer», afirma. Pero de aquel horror se benefició España. «Pedro Blanco era Mongo Blanco, el nombre con el que se conocía a los grandes reyes del esclavismo en el siglo XIX».
Fiel a su crítica de la crítica, retrata a un monstruo alentado por el poder político de su tiempo, «la época gloriosa de la esclavitud», que emprende una aventura histórica repleta de pasajes de una crudeza atroz. «Es una actualización del género porque aunque me crié con Emilio Salgari, Jack London, Herman Melville y Joseph Conrad pertenezco a un mundo que ha conocido Auschwitz, que ha visto cómo lanzaban bombas nucleares sobre la población civil, que ha estudiado el genocidio de Ruanda», reconoce. Por eso, quizá, en Mongo Blanco no sólo reinterpreta una historia ignorada en España sino que la sazona con dos de las temáticas que más obsesionan a este escritor ilustrado, dos ingredientes perfectamente humanos: la memoria, siempre construida a posteriori para ser indulgente con sus propios pecados; y la locura, ese otro monstruo que tanto asusta a la sociedad de la exigente lucidez que hoy vivimos.
La esclavitud se asocia a los campos de algodón del Misisipí pero usted convierte a un español en el mayor negrero del siglo XIX. ¿Cuánto de cierto hay en la historia de Pedro Blanco?
Relacionar la esclavitud exclusivamente con EE.UU. y con Kunta Kinte es una de las paradojas que me llevaron a escribir Mongo Blanco porque en España siempre se ha omitido que en las plantaciones de caña de azúcar de las colonias de Cuba y Puerto Rico se perpetraban las mismas atrocidades que se cometían a orillas del Misisipí a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Era el momento de las grandes revoluciones industriales basadas en la economía de plantación, es decir, la del algodón y de la caña, que necesitaban cientos de miles de esclavos para ser rentables. Y ahí estuvo España. Para que te des cuenta de la dimensión que alcanzó este drama, se calcula que más de 12 millones de personas fueron raptadas en África y vendidas en Louisiana, Puerto Rico, Cuba y Brasil entre 1450 y 1850. Y eso sin contabilizar el tráfico ilegal de esclavos porque, entonces, el volumen total puede elevarse a los 83 millones de seres humanos. De hecho, para los negreros era preferible desembarcar la carga humana en una playa desierta de Matanzas que en el puerto de La Habana ya que así aumentaba sus ingresos al evitar el pago de aranceles y todo tipo de impuestos comerciales. Aquello fue una bestialidad.
EL ORIGEN DE MUCHAS FORTUNAS DE ESTE PAÍS, Y TAMBIÉN DE MUCHAS DE LAS ACTUALES INSTITUCIONES, ESTÁ EN LA SANGRE DE LOS ESCLAVOS
Pocos saben que España fue el último país europeo en acabar con el esclavismo.
Sí, los españoles fuimos partícipes destacados de ese periodo de oro de la trata de personas pero es curioso comprobar cómo elegimos las partes de nuestra historia que podemos o debemos conocer y cuáles no.
¿Por qué lo dice?
Porque el origen de muchas fortunas de este país, y también de muchas de las actuales instituciones, está en la sangre de aquellos esclavos y en la trata de seres humanos que se practicó. España abolió la esclavitud en 1846, casi 40 años después que el resto de países europeos. Y lo hizo con una matización muy hipócrita: suprimiendo la esclavitud en la Península pero manteniéndola en Cuba hasta 1886. ¿Por qué? Porque desde los inicios de la conquista, Cuba fue la tierra perfecta para aplicar ese aforismo tan maravilloso, el de «se acata pero no se cumple». El poder de las élites cubanas, todas ellas inmersas en la trata de seres humanos, llegó a ser tan fuerte e inmenso, generaban tanta riqueza, que se decidió concederles una excepción legal para que prolongaran la esclavitud. Sólo hubo un país en el mundo que lo abolió después que los españoles y fue Brasil, aunque para entonces ya era una república independiente.
Llega a comparar al protagonista de su novela, Pedro Blanco, con el narcotraficante Pablo Escobar. ¿Cuáles fueron sus similitudes?
Hablaría de sus diferencias. El personaje real en el que me basé para escribir Mongo Blancofue un excepcional marino y un aventurero arriesgado que siempre actuó bajo la protección del poder político de su tiempo mientras Escobar terminó muriendo a manos del Ejército colombiano. Pedro Blanco fue un tipo brillantísimo que logró transformar la trata de esclavos mediante un conocimiento detallado de los avances técnicos de su tiempo. La prueba es la construcción del ferrocarril en Cuba. Siempre nos han dicho que el primer tren español fue el Barcelona-Mataró de 1848. No es del todo exacto. La línea La Habana-Bejucal entró en funcionamiento en 1836 para transportar el azúcar y otras mercancías en el instante de mayor expansión económica y, consecuentemente, de mayor necesidad de mano de obra esclava. Ahí surge Pedro Blanco. Y no sólo eso, sino que también solucionó los problemas que había con el flujo de esclavos desde África y que no saciaba la demanda creciente de los negreros. Hasta su llegada al negocio, el tráfico de seres humanos dependía de las guerras tribales y de la estación de lluvias que obligaba a los barcos a esperar anclados frente a la costa durante semanas favoreciendo los brotes de enfermedades tropicales y los motines. Pues bien, Blanco inventó el cash and carry, el paga y llévatelo, mediante un sistema muy complejo de señales codificadas que aceleraban las cargas de los barcos y la creación de almacenes permanentes de esclavos en suelo africano. Yo no creo en las personas excepcionales ni en los grandes monstruos sino que cada momento engendra sus héroes y sus villanos necesarios. Este tipo fue uno de estos.
Es decir, un negrero de fama internacional.
Fue el artífice de la creación de un pequeño reino entre lo que hoy podría ser Sierra Leona y Liberia dedicado a mantener a todos jefes tribales en guerra permanente mediante el suministro de la santa trinidad, es decir, de ron, pólvora y mosquetes. Su estrategia era convencerles de que resultaba más rentable esclavizar al pueblo vecino que cultivar la tierra. Y, claro, el precio que pagaron fue la ruina.
¿Observa similitudes con diferentes formas de explotación que hoy se denuncian?
En todas las sociedades, los momentos de máximo enriquecimiento de las élites han coincidido con las grandes atrocidades y las grandes fracturas morales. Pero por centrarnos en la historia contemporánea de España te diré que hay dos periodos destacados. Uno es durante la época de la trata de esclavos y otro la guerra civil y la postguerra franquista. Fueron dos momentos que abrieron las puertas a la explotación y a la conformación de grandísimas fortunas. Es un hilo rastreable con vasos comunicantes. Cuando escribía esta novela me pregunté varias veces cuánto de siglo XIX tenemos todavía en este país. De aquellos polvos vinieron estos lodos que hoy tenemos.
La política de Donald Trump contra la migración, ¿responde a la mentalidad de un negrero?
Es horripilante pero igual de terrible que lo que sucede en el mar Mediterráneo, convertido ya una gran fosa común. Curiosamente, todo este drama está marcado por la agenda de populistas y demagogos de extrema derecha que han comprado dirigentes a los que se suponía diferencias ideológicas. El fondo del asunto es absurdo porque tanto nosotros como los estadounidenses necesitamos a los inmigrantes para funcionar, pero en esta ola de fragmentación de las conciencias, de enfrentamiento entre las élites y los arrinconados por la única revolución que tristemente ha triunfado de verdad, la neoliberal, sólo se sostiene con la propagación del odio al diferente y la creación de enemigos imaginarios. El objetivo que persiguen es que nadie gire la cabeza hacia arriba y se revuelva.
¿Siguen existiendo esclavistas al servicio del poder, como Pedro Blanco, en el mundo actual?
Por supuesto que tenemos nuestros pedros blancos. Ostentan los mismos cargos que desempeñaban los negreros de la época de Pedro Blanco. Hablo de esos financieros que nunca pusieron un pie en África pero hacen negocios con la situación de miles de personas. Grandes nombres son ennoblecidos y que vemos en muchas calles y plazas de nuestras ciudades mientras miles de subsaharianos son retenidos en el norte de África bajo un régimen esclavista porque los países europeos pagan dinero para que no puedan llegar a nuestras costas. Me refiero también a la formas de precariedad laboral que se han impuesto. Hace unas semanas escuchábamos decir a una señora que va a ser presidenta de la Comunidad de Madrid que no llamemos contratos basura a los contratos basura porque hay gente que quiere esa basura. Esa es la mentalidad de una negrera.
¿Quiere hablar de la situación política en España?
Sí, hablemos de Mordor.
¿Cómo valora los acuerdos de PP y Ciudadanos con la extrema derecha?
Me parecen peligrosísimos y vergonzosos. Me sorprende el blanqueamiento que hacen los medios de comunicación, los foros de discusión y algunos centros políticos de la marca Vox porque son neofascistas al servicio de la revolución neoliberal. Y aunque es cierto que la democracia lleva el gen de su autodestrucción en su interior, soy un firme defensor de la paradoja de la tolerancia de Karl Popper, aquella que dice que si eres demasiado tolerante con los intolerantes, éstos terminarán aprovechándose para destruirte. Por lo tanto, con el fascista ni se dialoga ni se razona. Al fascista se le combate. Y la obligación de los verdaderos demócratas de este país es combatir a esta gente.
CON EL FASCISTA NI SE DIALOGA NI SE RAZONA. AL FASCISTA SE LE COMBATE
Pero el apriorismo de la democracia dice que todas las ideas son respetables y defendibles mientras no se emplee la violencia.
Esa es una falacia que utilizan para colarnos muchas cosas. No todas las ideas son respetables y la línea que marca su límite son los derechos humanos y los derechos civiles. Si un partido defiende el odio disfrazado de machismo, racismo, xenofobia u homofobia como Vox no puede ser respetado ni puede tener un hueco en nuestra sociedad. Creo que hemos llegado a un punto en el que deberíamos poner pie en tierra y enfrentarnos a esta gente con decisión.
Se refería a los medios de comunicación, ¿qué papel están jugando en este escenario?
En España hay muchos periódicos y muchos canales de televisión pero, casualmente, todos pertenecen a las mismas personas y grupos. Vivimos en el gran engaño de la libertad de prensa porque gran parte de los mensajes que consumimos se filtran desde el poder. Escuche si no las tertulias. Cada vez que hablan los famosos tertulianos, a quienes yo denomino tontulianos a sueldo, repiten las mismas cosas como alumnos de primero de Goebbels. Insisten en una mentira las veces que sea necesario para que creamos que dicen la verdad. Por ejemplo, se blanquea a Vox pero consideran que ser antifascista es un estigma, casi un insulto. Pues les diré una cosa: todos los antifascistas que he conocido en la historia son héroes, gente que dio su vida por la justicia y la libertad de los demás.
Muchos coinciden que la política está asumiendo el estilo grotesco de algunos formatos de televisión.
Sí, algunos de los tertulianos habituales realizan comparaciones que me resultan aberrantes. Por ejemplo, cuando equiparan a Podemos con Vox. Lo preocupante es que algunos periodistas, a los que guardo un gran respeto profesional, no lo rebatan o no se levanten de la mesa en ese momento.
¿No será que España sigue siendo un poco rehén de su pasado?
Es una anomalía histórica dentro de un entorno cultural y geográfico muy definido. Somos el único país occidental donde una dictadura fascista se mantuvo en el poder 40 años por intereses geoestratégicos principalmente de EE.UU. Eso nos legó un relato falsario, más cerca del cuento mitológico que de una investigación científica y documentada de unos hechos. Hemos aprendido la historia fragmentada de nuestro país, la que nos dice qué podemos saber y qué no. Por eso no sabemos nada de los esclavistas españoles del siglo XIX. Y así nos vendieron la santa transición, con sus luces y sombras, que tuvo mucho más de santa impunidad. En España no se produjo una desfascisficación de la sociedad sino que nos transfirieron instituciones franquistas como el Tribunal Supremo, no se revisó el expolio económico practicado por las élites durante cuatro décadas ni las atrocidades que cometieron mientras el dictador era enterrado en un mausoleo. Todas esas costuras han entrado ahora en contradicción abierta con la modernidad y el progreso.
¿No tiene esperanza en el futuro?
Soy un optimista impenitente, aunque no tenga razones para serlo, y creo que este rebrote de la derecha orgullosa, esta reivindicación del franquismo que han hecho unos jueces paralizando la exhumación de un dictador contra la decisión del Congreso, no aguantará mucho más, pero me resulta inaudito que la voluntad de la familia Franco, de unos magistrados del Supremo y del abad del Valle de los Caídos puedan estar por encima del dictamen de un Parlamento. ¿Dónde queda la sensibilidad hacia millones de españoles a los que nos parece que eso es una injusticia? Eso demuestra que España es una democracia ritual, no real. Hay algo que está mal hecho de partida.
¿Cómo cambiar esta resistente dinámica?
Pues con la formación de un gobierno progresista. Espero un ejecutivo a la portuguesa, de izquierda, de coalición o con la fórmula que sea pero que sirva para avanzar en la dirección del progreso, empezando por el fin de la impunidad que aún existe en España.
¿Es la literatura una forma de combatir la manipulación, de hacer a la gente más libre?
Siempre digo que leer, tener un libro en la mano, es un acto de rebeldía. Y la prueba es que lo primero que recortan los gobiernos de derechas es la cultura. ¿Por qué? Porque lo último que quiere esa gente es tener un pueblo formado, un pueblo crítico. La obligación de la cultura es plantear preguntas y cuestionarlo todo. Así que, como dijo Luis García Montero, no se puede separar la educación de la cultura.
¿Hay algo que no le hayan preguntado en los últimos días?
No, la verdad (risas). Creo que el libro está teniendo una recepción magnífica y me han dado espacio para contar casi lo que he querido. Hombre, siendo un poco detallista entiendo que vivimos en la era del titular-anzuelo, pero me llama la atención que en todas las entrevistas hablamos de literatura pero el titular siempre es de política. Espero que en este caso sea diferente (risas).