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Yo no aparté la mirada

Fuentes: An Arab Woman Blues

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández


Cuadro del artista iraquí Abdel Amir Alwan

«Los hospitales especializados en el tratamiento del cáncer han pedido a las autoridades iraquíes que con toda urgencia procedan a reabastecerles de productos sanitarios, porque la carencia de medicinas esenciales está poniendo en peligro la vida de miles de pacientes.

Los enfermos están muriendo de cáncer ante la falta de medicinas en los hospitales públicos. Las farmacias privadas están vendiendo los productos a precios altísimos y las familias pobres no cuentan con recursos para poder comprarlos», declaró Ibrahim Muhammad, un alto funcionario del Centro para la Investigación del Cáncer del Ministerio de Sanidad.

«Todos los hospitales de Iraq presentan serias carencias de medicinas indispensables tales como el mezhotrexate, muy utilizado en los casos de cáncer de mama, cáncer de huesos y en ciertos casos de leucemia; la cyclofosfamida utilizada en cáncer de pulmón y en los linfomas, así como la vindesina, utilizada en todos los casos», añadió Muhammad. «Para empeorar aún más la situación de los pacientes, algunos de los aparatos utilizados en radioterapia están estropeados y a la espera de ser reparados.»

Según Muhammad, algunos de los pacientes más acomodados están marchándose al extranjero para recibir tratamiento si es que pueden conseguir visado, pero las familias pobres están desesperadas porque no pueden acceder a un tratamiento privado. «Basándonos en la información que recibimos en nuestro centro, al menos 60 personas han muerto de cáncer en Iraq en los pasados dos meses debido a la falta de medicinas. Si no se aplica tratamiento, el cáncer se desarrolla velozmente en algunos pacientes y, si la situación continúa como hasta ahora, habrá más decesos en las próximas semanas», señaló.

Los traficantes del mercado negro

Fua’ad Abdel-Razaq, oncólogo del Hospital para el Estudio del Cáncer de la capital, Bagdad, dijo que es fácil ver traficantes del mercado negro en las puertas de los hospitales vendiendo medicinas para el tratamiento del cáncer.

«Además de los elevados precios, muchas de las medicinas (ilegalmente vendidas) han caducado ya y las desesperadas familias las compran en un intento de salvar las vidas de sus seres amados, pero así están poniendo en peligro a los pacientes», añadió Abdel-Razaq.

Los doctores del Hospital de Pediatría y Maternidad de Basora declararon que cada mes se presentan 20 nuevos casos de leucemia y cáncer entre los niños. «Nos duele ver aparecer por nuestras clínicas a tantos niños que padecen cáncer, sobre todo porque sabemos que van a morir al no poder recibir tratamiento alguno», dijo el Dr. Ali Hashimy, un oncólogo del hospital. «Si pudiéramos disponer de medicinas, podríamos salvar al menos al 70%».

Apuesto a que pensaban que era un artículo de los años de las sanciones. Error.

Este es un artículo de IRIN (1) que apareció ayer y que tiene fecha del 4 de octubre de 2007.

Todos y cada uno de los iraquíes con los que me encuentro me dicen que los años de las sanciones parecen «años dorados» comparados con lo que pasa ahora. Los años dorados. ¡¿Pueden imaginárselo?!

Hablando de los «años dorados» de las sanciones, recuerdo que perdí a un tío porque el hospital no tenía tinta para hacer electrocardiogramas ni tampoco rayos X. Prohibidos por el comité de sanciones. Falleció por una afección de pulmón y corazón a los 54 años de edad. Y cómo perdí también a otro tío a causa del cáncer y de que no había medicamentos disponibles ni tampoco morfina. Prohibidos por el comité de sanciones.

Recuerdo también cómo veía a niños pequeños con leucemia y otras enfermedades haciendo cola durante días con la esperanza de conseguir tratamiento. Muchos de ellos murieron mientras esperaban. Nunca olvidaré sus rostros ni sus ojos. La desesperación y el miedo estaban marcados en ellos con la eterna pregunta: ¿POR QUÉ? ¿QUÉ HEMOS HECHO?

Y nunca olvidaré tampoco a los doctores, tratando de parecer enteros delante de ellos y derrumbándose y llorando en privado…

¿Cómo podría olvidar los «años dorados»?

Pero ahora se coge a los pacientes de los hospitales, se les arrastra fuera de sus camas y se les dispara. O se les abandona para que mueran por la falta de medicamentos y tratamiento. Eso si son lo suficientemente afortunados como para poder acceder a un hospital que funcione o si pueden encontrar un médico, porque la mayoría de ellos han huido del país. ¿Recuerdan la fuga de cerebros de la intelligentsia iraquí?

¿A quién culpar en esta ocasión? ¿A Saddam Hussein y sus armas de destrucción masiva?

Puedo entender por qué los años de las sanciones son considerados los «años dorados» en comparación con el Iraq de hoy.

Pero sólo quiero refrescar su «memoria colectiva» o ¿debería decir su «conciencia colectiva»?, asumiendo que tengan una… Quiero compartir con Vds. un maravilloso escrito de alguien que, durante aquellos «años dorados», visitó Iraq en diversas ocasiones. Su nombre es George Capaccio y esto es lo que expresó:

Yo no aparté la mirada

No, no aparté la mirada

de las cosas que fui a ver

en una tierra en la que el hambre era antes algo raro

hasta que las sanciones y la guerra se juntaron en una plegaria.

Ví mujeres de negro mendigando por las esquinas

y niños demasiado pobres para ir al colegio

vendiendo cigarrillos y keroseno

para mantener a flote a sus familias.

Ví padres corriendo angustiados a los hospitales

con los niños en los brazos,

y salas de urgencia desbordadas de pacientes

que trataban de contener su dolor sobre el suelo ensangrentado.

Ví ambulancias sobre escombros

cayéndose a pedazos en un descampado

porque las ambulancias son armas de guerra

y no pueden ser reparadas en Iraq.

Ví tanques de oxígeno alineados en fila,

esperando las válvulas que nunca llegan,

y salas de hospitales desnudas hasta los huesos.

Todo había desaparecido, arrastrado y vendido

en el intento de conseguir hasta los más sencillos suministros:

una bombilla, un cubo, una bolsa de pañales.

Ví a una niñita, de nombre Amani Kasim,

encogida en una manta mugrienta,

con la carita confinada en una máscara de oxígeno

y el cuerpo marchito y descolorido

roto de desnutrición intensa.

Ví a una muchacha de catorce años, de nombre Amira,

que no podía tenerse en pie ni articular palabra,

muriéndose de cáncer.

«Dos, quizá tres días más», decía el doctor.

«No tenemos los medicamentos necesarios

tan sólo podemos darle cuidados paliativos.»

Estaba tan delgada, tan débil

que ni siquiera podía despegar la cabeza de la almohada.

Y le acaricié la frente y la mejilla

y los oscuros rizos de pelo

que le caían sobre el rostro.

Una colapsada bolsa de sangre se helaba por encima de ella.

La madre y la abuela lloraban suavemente

suplicando la misericordia divina.

Y también ví otras madres vigilando las incubadoras

sin termostato

que podían recalentarse.

Ví sangre y orina

sobre camas sin sábanas,

y puñados de moscas alrededor de las botellas de leche maternizada,

y la tristeza en los ojos de los doctores

cuando me contaban qué bebés

vivirían o morirían.

No, no aparté la mirada.

Y acaricié cada frente,

susurrándoles al tocarlas:

«Tu vida es parte de mi vida y cuando te vayas

lloraré.»

Ví a una generación de madres

cuidando de sus niños.

Las escuché pedirme medicinas

y sentí cómo sus manos abiertas

sólo encontraban el vacío en las mías.

Este es sólo un escrito. George tiene mucho más que compartir sobre sus experiencias en Iraq. Tan sólo desearía que alrededor hubiera mucha más gente como George. Pueden contactarle en: [email protected]

N. de la T.:

(1) Enlace con el artículo de IRIN referido por la Sra. Anwar:

http://www.irinnews.org/Report.aspx?ReportId=74632

Enlace con texto original en inglés:

http://arabwomanblues.blogspot.com/2007/10/i-did-not-look-away.html