Abu Musab al-Zarqaui estaba aún con vida cuando la policía iraquí llegó a la casa bombardeada por la aviación estadounidense, dijo el viernes un portavoz del ejército. El mayor general Bill Caldwell manifestó que supo que al-Zarqaui estaba vivo después de recibir información sobre la operación militar en la que murieron el líder terrorista jordano […]
Abu Musab al-Zarqaui estaba aún con vida cuando la policía iraquí llegó a la casa bombardeada por la aviación estadounidense, dijo el viernes un portavoz del ejército.
El mayor general Bill Caldwell manifestó que supo que al-Zarqaui estaba vivo después de recibir información sobre la operación militar en la que murieron el líder terrorista jordano y varios de sus allegados, entre ellos su asesor espiritual.
Caldwell efectuó sus declaraciones a los periodistas del Pentágono desde Bagdad.
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«Murmuró algo pero era indescifrable y fue muy corto», expresó Caldwell.
El ejército estadounidense había difundido más temprano imágenes del rostro herido de al-Zarqaui e informó que había sido identificado por sus huellas dactilares, tatuajes y cicatrices.
Algunas muestras biológicas de su cadáver fueron enviadas a un laboratorio forense del FBI en Virginia para que se realicen exámenes de ADN. Se esperaba que los resultados estuvieran listos en tres días.
Caldwell dijo el viernes que las autoridades identificaron visualmente a al-Zarqaui al llegar al lugar del ataque aéreo.
Manifestó que cuando el insurgente «intentó abandonar la camilla, todos lograron devolverlo … Murió poco tiempo después por las heridas que sufrió durante el ataque aéreo.
«De hecho lo vimos vivo», expresó Caldwell. «Se movió algo en la camilla y murió poco después. La policía iraquí confirmó que fue encontrado con vida».
Al-Zarqaui, por quien Estados Unidos ofrecía una recompensa de 25 millones de dólares, murió el miércoles a las 6.15 de la tarde tras una intensa búsqueda de dos semanas que según las autoridades norteamericanas condujo primero a su consejero espiritual y luego a él.
El general estadounidense George Casey, comandante de las fuerzas norteamericanas en Irak, dijo en ese momento que el ataque aéreo apuntó a un «refugio aislado».
Cuatro personas, entre ellas una mujer y un niño, murieron junto a al-Zarqaui y su asesor espiritual, Abu Abdul-Rahman al-Iraqi.