Ayer se anunció el lanzamiento del Chromebook, el segundo cacharro ideado por Google (y no será el último) para reforzar la integración vertical de todos sus servicios (y para no perder comba, claro, respecto a su principal contrincante, Apple, el príncipe de todas las integraciones verticales). La nueva generación de dispositivos digitales apenas tienen nada […]
Ayer se anunció el lanzamiento del Chromebook, el segundo cacharro ideado por Google (y no será el último) para reforzar la integración vertical de todos sus servicios (y para no perder comba, claro, respecto a su principal contrincante, Apple, el príncipe de todas las integraciones verticales). La nueva generación de dispositivos digitales apenas tienen nada en su interior que no sea un navegador a través del cual se accede al software necesario para ejecutar las funciones y disfrutar de los servicios que el gigante norteamericano nos proporciona. Un sólo proveedor, Google, acapara software, hardware, computadoras, servicios y contenidos, o lo que es lo mismo, hemos alcanzando un grado de libertad inusual y de riqueza inusitada en el acceso a contenidos y servicios al precio, eso sí, de una extraordinaria concentración y de una pérdida casi completa del valor de la privacidad.
Tal como dice Slavoj Zizek en Corporate rule of cyberspace, «la formación de «nubes» viene acompañada por un proceso de integración vertical: una sola empresa o corporación tendrá una participación cada vez mayor en todo los niveles del ciberespacio, desde las máquinas individuales (Pcs, IPhones, etc.) y el hardware necesario para albergar la «nube» de datos y programas, hasta el software en todas sus formas (audio, video, etc.). El «acceso», que es la palabra mágica que abre las compuertas de la nube intangible, promete servicios de toda índole, disposición ubicua de cualquier clase de contenido, colaboración masiva inusitada entre personas de cualquier rincón del orbe… aunque todo ello «basado en la privatización virtualmente monopolizada de la nube que proporciona ese acceso». A propósito: nada hay de natural en la evolución de las tecnologías y la computación hacia este extremo paradójico. Tal como puede leerse en un blog de Microsoft, que a su vez toma el contenido de una entrada de la Wikipedia: «los detalles son abstraídos de los consumidores que ya no tendrán la necesidad de poseer conocimiento alguno o tener control sobre la infraestructura tecnológica de la nube que los soporta». Traducido: a más servicios y mejor acceso, más alienación y falta de control.
Si los editores leyeran a Zizek con más detenimiento quizás cayeran en la cuenta que en su texto está contenida una advertencia fundamental: ponerse en manos, exclusivamente, de los grandes operadores que ya han desembarcado en nuestro país y que prometen (como el lobo con piel de oveja) una convivencia pacífica y mutuamente beneficiosa, es, simplemente, no comprender de qué forma se está construyendo la web y de qué manera se están integrando, en estricta verticalidad y vocación monopolística, software, hardware, servicios y contenidos. O abren sus propios espacios, gestionados de manera abierta y colectiva, o sucumbirán inevitablemente a las «reglas corporativas del ciberespacio».
http://www.madrimasd.org/blogs/futurosdellibro/2011/05/13/133309