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¿1984 ó 2000 y tantos?

Fuentes: Rebelión

Tengo un amigo que comparte todas mis opiniones menos una (eso ya es un amable inconveniente): él no cree que el sistema capitalista sea lo más parecido a la estructura descrita por el escritor británico George Orwell en su novela «1984». Descabellada le parece mi idea de que el sistema capitalista avanza hacia la consolidación […]

Tengo un amigo que comparte todas mis opiniones menos una (eso ya es un amable inconveniente): él no cree que el sistema capitalista sea lo más parecido a la estructura descrita por el escritor británico George Orwell en su novela «1984». Descabellada le parece mi idea de que el sistema capitalista avanza hacia la consolidación de una dictadura invisible de dimensión global. Mi amigo pretende aclararme que, según respetables autores, el término «dictadura invisible» sólo es atribuible a formas de gobierno personalistas y autoritarias. Eso suena simple, fácil y hasta bonito (¡qué lindo!), le digo a mi amigo; pero, ¿cómo podríamos definir a un sistema mundial que ha sistematizado todos los espacios de vida en la tierra bajo el manto invisible del progreso?

«1984», la importante novela que Orwell escribió en 1948 y publicó un año más tarde, presenta conceptos que parecen sacados de nuestra siempre instantánea (y desechable) actualidad. El omnipresente Gran Hermano, el Ministerio del Amor, el Ministerio de la Paz, el Ministerio de la Abundancia, el Ministerio de la Verdad y la Policía del Pensamiento y de la neolengua (transformación del léxico con fines represivos: lo que no está en la lengua no puede ser pensando) son las claves de un entramado sofisticado de dominación mundial. Es cierto que en el tiempo, y sobre todo luego de la caída de la Unión Soviética, muchos analistas señalaban que «1984» era una crítica directa al comunismo. Esto (de nuevo con lo simple y lo bonito) podría resultar lógico si leemos la novela con los ojos del entretenimiento y abandonamos los de la interpretación. «1984» centra su trama en una sociedad futura dividida en dos grupos: los integrantes de un Partido Único, que son los idiotas al servicio del poder, y la gran masa de pobres que es dominada por la represión y el miedo como doctrinas de gobierno. Eso (permíteme decirte amigo mío), hasta la Guerra Fría podía ser atribuible a una hipotética sociedad comunista. Hoy, en los 2000 y tantos, cuando el único sistema de dominio planetario es el consumismo automatizado, sólo desde el chantaje o desde la ingenuidad se podría asegurar que el Partido Único, el Gran Hermano y la Policía del Pensamiento son las pruebas del crimen para denunciar el peligro de un supuesto comunismo totalitario.

Para nadie es un secreto que el mundo es dominado, en sus formas y en sus fondos, por la lógica capitalista. Y desde esa lógica se inventan enemigos sólo para distraer la atención de las mayorías. Mientras, se profundiza la sofisticación del entramado y se agudiza la estupidización del colectivo. En este momento de la historia (impositivamente circular) no haría falta mucha imaginación para suponer que el Partido Único lo representan las grandes corporaciones, el Gran Hermano las siempre nuevas tecnologías y la Policía del Pensamiento es la represión global (a través del miedo) contra la individualidad y la respuesta (o pregunta) crítica. El caso de los cuatro Ministerios (Amor, Paz, Abundancia y Verdad) es patéticamente actual. Sirven, en el marco del simplismo que nos invade, cada uno desde su ángulo, para administrar lo mucho y lo poco que conviene.

A más de uno (como le ocurre a mi amigo) estas afirmaciones le podrían parecer producto de un «delirio creativo». Sin embargo, lamento informarles que cada vez avanzamos más aceleradamente hacia la instauración de una nueva realidad fabricada según la conveniencia de un pequeño grupo de poder. En el tiempo, por ese grupo pasarán sólo los elegidos que puedan garantizar la permanencia de semejante estructura. La ignorancia permitirá que las mayorías se crean poseedoras de una comodidad que en realidad es propiedad de unos pocos (los elegidos). Quien dude de tal hipótesis le invito a observar, con el detenimiento que nos impide la avasallante instauración de esta nueva realidad, la sociedad de la prisa que gira a nuestro alrededor. Bastaría hoy permitirse un lujo tan necesario como la contemplación para comprender que (como si de una mala película de ciencia ficción se tratara) cada segundo somos más máquinas y menos humanos.

Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.