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20 años de cines africanos en Nueva York

Fuentes: Rebelión

Han pasado 20 años desde que Nueva York acogiese por vez primera un festival de cine dedicado en su totalidad a directores y obras de proveniencia africana. Corrían los años 90, y las complicaciones para contactar con directores y productores fuera de las fronteras del continente, la lentitud en los procesos de subtitulación y la […]

Han pasado 20 años desde que Nueva York acogiese por vez primera un festival de cine dedicado en su totalidad a directores y obras de proveniencia africana. Corrían los años 90, y las complicaciones para contactar con directores y productores fuera de las fronteras del continente, la lentitud en los procesos de subtitulación y la insuficiente calidad de muchas de las copias, habían llevado a instituciones cinematográficas y artísticas punteras como MOMA o Film Forum a abandonar la idea de traer las mejores perlas audiovisuales africanas a la gran manzana. El hambre cultural del público local se colmaba entonces con programas de cine asiático, iraní o de Europa del este, lo que creaba un desequilibrio si cabe aún más lacerante por la cobertura que los medios de comunicación y las cadenas de televisión ofrecían sobre África. Guerras, enfermedades, hambrunas y golpes de estado constituían el día a día al sur del Sáhara para un norteamericano medio. A las imágenes que la CNN o la BBC escupían periódicamente se añadían las idealizadas panorámicas selváticas y salvajes, siempre fuera de la historia, de la National Geographic o las animaciones de la factoría Disney. Con El Rey León a punto de batir récords en las pantallas de todos los teatros y en los tablones de Broadway, el espacio reservado para un África real en los EE.UU. era exiguo. A los hombres y mujeres neoyorquinos tan sólo les quedaba recurrir a los músicos de ascendencia africana para asomarse al continente más olvidado. Gracias a la música, se había mantenida viva la llama de la curiosidad sobre África durante más de un siglo, pero no era suficiente…

El cine africano clamaba por hacerse con un espacio en la abigarrada vida cultural y artística de Nueva York, una metrópolis que, para empeorar todavía más la situación, ha venido acogiendo a una numerosa comunidad de procedencia africana desde los albores del siglo XX; una comunidad que se debía contentar por aquel entonces con comedias o series de televisión afroamericanas para encontrar algo que, lejanamente, tuviese cierto sabor afr(oamer)icano…

Las guerras de independencia y los golpes de estados subsiguientes inundaron el continente africano desde finales de los años 50. En Sierra Leona, el golpe de estado de 1967 forzó al exilio político a muchas familias, entre ellas la de Mahen Bonetti, fundadora del Festival de cine africano de Nueva York y su directora durante sus dos décadas de existencia. Con apenas treinta años, la magia del cine, los recuerdos de infancia en su país natal y las ansias de encontrar imágenes que contrarrestasen esa representación maniquea y tremendista de África con la que la bombardeaban desde los medios de comunicación, llevarían a Mahen Bonetti a lanzarse a la búsqueda de un espacio alternativo desde el que reunir a creadores y obras en una celebración de la diversidad humana, cultural y artística del continente en su país de acogida: los EE.UU. Su periplo comenzó en la década de los ochenta en Manhattan, a donde se había trasladado y que se acabaría convirtiendo en su hogar y residencia permanente. Aunque Nueva York brillaba como excepción en el panorama global, rugiendo hambrienta de cosmopolismo ante nuevas propuestas artísticas llegadas de los más lejanos puntos del planeta, era aquella una época en la que la movilidad de ideas y personas era escasa para los estándares actuales. Tras su breve paso por Newsweek , trabajo que compaginaba con la organización de las «African 1987», unas veladas artísticas en las que se reunían personas de lo más variopinto con la música y el arte africanos como elementos aglutinadores, Mahen Bonetti seguía sintiéndose insatisfecha en su obsesión por mostrar la «verdadera África» a sus conciudadanos y amigos. Era consciente de que el formato de esos encuentros no le permitían transmitir toda la complejidad de la realidad africana, lo que la incitaba a seguir buscando una manera más adecuada de lograr su objetivo. La visita al festival de cine de Locarno el verano de 1989 le daría la respuesta que llevaba buscando durante años. En el cantón italo-suizo se toparía con «Thirty Years of African Cinema», una retrospectiva que la conmocionaría de tal modo como para impulsarla a embarcarse en la creación de un festival de cine africano para la ciudad de Nueva York (AFF), una decisión que cambiaría radicalmente su vida y abriría puertas a los cines africanos en América.

En 2013, lejos parecen quedar los esfuerzos iniciales para encontrar apoyos institucionales públicos y privados, el peregrinaje a África y los primeros contactos con unos directores que manifestaban abiertamente sus sospechas al ver cómo una mujer sin formación académica ni experiencia profesional cinematográficas se les acercaba con la increíble proposición de proyectar sus películas en la soñada Nueva York. Su entusiasmo y perseverancia, unidos a la gran familia de trabajadores, colaboradores y voluntarios con los que se ha sabido rodear, y que han sido parte sustancial de AFF durante todo su periplo vital, han convertido a este festival de cine africano en uno de los más respetados y longevos hasta la fecha a nivel internacional.

En 1993 y con el apoyo de Richard Peña desde el Film Society del Lincoln Center, la primera edición de AFF vio la luz bajo el título: «Modern Days, Ancient Nights: Thirty Years of African Filmmaking». Desde entonces, el festival desborda temporal y espacialmente su sede central en el Lincoln Center, la cual se ha convertido en la punta de un iceberg que regresa cada año, puntual, en primavera. Durante el resto del año académico su base se ensancha con los programas educativos de las escuelas públicas del distrito de Nueva York y, en el resto de las estaciones, extiende sus tentáculos por todo el país con el ciclo móvil «Traveling Series» y, más allá de las fronteras de los EE.UU., a través de las innumerables colaboraciones de AFF con África, el Caribe y Latinoamérica.

Como viene siendo costumbre en sus últimas ediciones, el festival se desarrollará durante los meses de abril y mayo en tres sedes consecutivas: el Lincoln Center de Manhattan, el Maysles Institute, situado en el mítico bulevar Malcom X de Harlem y la Academia de música de Brooklyn (BAM). Con una cantidad admirable de estrenos nacionales, cubriendo todos los géneros y formatos y prestando atención tanto a grandes autores como a nuevas estrellas, el Lincoln Center ofrecerá en la semana del 3 al 9 de abril un mapa audiovisual del continente africano y de su población en la diáspora. El relevo lo toma el Maysles Institute del 2 al 5 de mayo, continuando en su labor de dar a conocer al grupo de entendidos que conforman su público lo más granado del formato documental africano. Más difíciles de clasificar resultan las películas que se podrán ver en el BAM, con una variada selección de largos de ficción, documentales y obras de animación que serán del gusto de todo tipo de públicos. Este año, además, se incluyen proyecciones y conferencias en Queens y el Bronx, como símbolo del trabajo que se viene realizando con las comunidades de ascendencia africana en cada uno de los míticos cinco boroughs de Nueva York: Manhattan, Queens, Bronx, Brooklyn y Staten Island (el último emplazamiento estival de la programación de AFF).

Para celebrar por todo lo alto su 20 cumpleaños y otorgándoles de nuevo el lugar central que han venido ocupando, algunos de los más granados directores africanos se darán cita durante el festival. El senegalés Moussa Touré, quien ha estado en la mirilla de la prensa internacional recientemente por la selección en Cannes de su último filme ( La pirogue ) que ganó el 2º premio en FESPACO, regresa a AFF con TGV (1998), uno de los grandes hitos del cine reciente africano. TGV dialogará con dos de las obras más poéticas e íntimas del archipremiado cineasta maliense-mauritano Abderrahmane Sissako: el mediometraje La vida en la tierra (1998) y el cortometraje Octubre (1993) , donde experimenta con la forma cinematográfica y diluye las fronteras entre la ficción y el documental. La camerunesa Osvalde Lewat, una de las voces más destacadas del documental africano, presenta su última obra codirigida con Hugo Berkeley ( Land Rush ) en la que investigan las paradojas y los efectos que la inversión extranjera empeñada en crear una agricultura extensiva ha producido en los territorios de Mali. De Marruecos llega Faouzi Bensaïdi con Mort à vendre ; un noir presentado en Toronto y seleccionado por su país para ir a los Oscars y que es, sin lugar a dudas, uno de los platos fuertes del programa. Desde el terremoto que produjo entre crítica y público su segunda película WWW: What a Wonderful World (2006), Faouzi Bensaïdi, ya en el radar del mundillo cinematográfico y teatral como actor y guionista ( Lejos , de André Téchiné, 2001), se ha convertido en uno de los directores más interesantes de su generación.

Tratándose de homenajear al cine africano no podía faltar el senegalés Sembène Ousmane, reconocido por tantos como el «padre del cine africano», que verá proyectadas dos de sus películas el día de la inauguración, acompañadas por su biógrafo el profesor Samba Gadjigo. Las dos obras elegidas para recordar al escritor, director, actor, productor y activista fallecido en 2007 son Borom Sarret (1963), y Gueelwar (1992). Por todos conocido, Borom Sarret es un clásico ineludible de la historia de los cines africanos, considerada la primera película realizada en el continente por un oriundo, con temática y personajes asimismo africanos. Gueelwar , un incisivo y cómico retrato de los vicios y virtudes de la sociedad senegalesa de su tiempo, rinde tributo a la continuidad del festival, al haberse incluido en la primera edición del mismo en 1993 y regresar veinte años después. En un año en el que el festival ha elegido como título «Looking Back, Looking Forward: 20 Years of the New York African Film Festival», y que coincide con los 50 años del nacimiento del cine africano, recuperar a Sembène parece una decisión más que acertada obligada. No faltan tampoco películas de cineastas noveles. El traer una amplia selección de novedades al otro lado del océano Atlántico ha sido la tendencia de AFF en las últimas ediciones, la cual tiene continuidad este año de recuerdos, honras y festejos. Desde las capitales de Costa de Marfil y Kenia nos llegan respectivamente Burn It Up Djassa , de Lonesome Solo y Nairobi Half Life , de David Tosh Gitonga, dos ejemplos del espacio frenético que las nuevas manifestaciones urbanas musicales y artísticas ligadas a las nuevas tecnologías están tomando en el continente. Las conversaciones que establecen con obras y directores de su misma generación en otras latitudes es visible igualmente en el debut cinematográfico de Chinonye Chukwu Alaskaland , un relato autobiográfico ficcionalizado sobre las dificultades que entraña hacer las paces con tu herencia cultural si eres un nigeriano creciendo en Alaska. Este año le toca el turno a Patricia Benoit para hacernos meditar sobre la diáspora caribeña en Stones in the Sun . La sinceridad a la hora de enfrentarse a un tema tan crudo como el de los conflictos que surgen entre emigrados económicos y exiliados políticos de Haití en los EE.UU. produce un antes y un después en las narrativas audiovisuales que existían hasta ahora en la materia.

Entre las películas más comerciales resalta la épica Toussaint Louverture de Philippe Niang, con dos grandes estrellas de lo más fotogénico entre su elenco: Aïssa Maïga y Jimmy Jean-Louis, quien estará presente en la inauguración del festival para el deleite de curiosos y seguidores. Los países lusófonos tampoco podían faltar, y en el afán de otorgar destacada presencia a temas e historias de mujeres se ha elegido como representante a Virgem Margarida del veterano director Licinio Azevedo. Situado en los campos de reeducación para prostitutas que el Mozambique revolucionario del FRELIMO instituyó al fin de la guerra de independencia contra Portugal, Virgem Margarida es un relato épico atemporal de solidaridad y lucha femeninas que trasciende fronteras.

Una exposición de fotografías tomadas con smartphones en el África contemporánea con el título «Everyday Africa», las mesas redondas con directores y actores que acompañan cada proyección, una lista de cortometrajes rica y selecta, así como la gran gala que tendrá lugar el viernes 5 de abril, dan el flamante pistoletazo de salida a un programa que continuará en las aulas de la Universidad de Columbia el 18 de abril con la conferencia «African Filmmaking in the Digital Era: Bringing New Audiences to African Cinema», para proseguir su rumbo poco después en los teatros de Harlem y Brooklyn. Están a punto de empezar dos meses de celebración de 50 años de cines africanos y de 20 años del festival de cine africano pero, sobre todo, de forzarnos a reflexionar sobre el papel que los cines africanos han tenido hasta la fecha y sobre el apasionante futuro que se les abre a estas cinematografías…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.