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2019 y desafíos urgentes del Proyecto Bolivariano

Fuentes: Rebelión

Si algo ha indicado el año 2018 para el chavismo es que se cierra el recorrido de una estrategia. El primer tiempo pactado entre el pueblo y el gobierno de Nicolás Maduro para reconstruir orden y garantizar la gobernabilidad de la gente frente a la gobernabilidad de las élites económicas ha llegado a un límite, […]

Si algo ha indicado el año 2018 para el chavismo es que se cierra el recorrido de una estrategia. El primer tiempo pactado entre el pueblo y el gobierno de Nicolás Maduro para reconstruir orden y garantizar la gobernabilidad de la gente frente a la gobernabilidad de las élites económicas ha llegado a un límite, el descontrol económico ha devorado los consensos sociales y ha puesto en crisis los marcos políticos. Para recargar nuevo tiempo político hará falta un nuevo pacto. La incógnita a despejar es si las actuales relaciones de fuerza permitirán un nuevo pacto con la gente o un nuevo pacto entre élites.

Entre 2016 y 2018 se fraguó una estrategia de resistencia que, si bien sostuvo a la actual dirigencia chavista en el gobierno, no resolvió el asunto de la dirección del poder en el país: ¿quién gobierna la vida pública? ¿quién garantiza derechos? ¿quién controla la reglas de la distribución de riqueza? ¿en qué dirección se organiza el poder del Estado? Estos asuntos no están resueltos, esta situación acumula miles de contradicciones que derivan en crisis. Esta crisis se manifiesta, por la vía de los hechos, en desregulación absoluta del mercado, en corrupción generalizada, en desamparo institucional para garantizar derechos, en éxodo económico de millones y en mucha pobreza. Las razones de la crisis son de origen externo e interno, pero en términos concretos este es el saldo de hoy.

2019 aparece con una inmensa complejidad para el chavismo y, sin chantajes, exige lecturas críticas que permitan apuntalar transformaciones importantes en la conducción del proceso político, sobre todo de cara a la preservación del Proyecto Bolivariano como alternativa político-ideológica ante la restauración conservadora continental. La superación de la situación actual y el futuro político de la izquierda en Venezuela exige, de manera imperativa, colocar al Proyecto Bolivariano por encima de todas las personas y circunstancias. Lo que se juega es la victoria o la derrota cultural de la izquierda-popular, de su proyecto de sociedad, de su programa y sus valores. Orientar la acción política desde esta perspectiva es la verdadera responsabilidad que hoy se tiene con la historia de luchas en América Latina.

1. El Proyecto Bolivariano es lo único que por ahora tienen las clases populares

Erosionar la legitimidad y viabilidad del Proyecto Bolivariano ante un escenario de devastación política y económica en Venezuela dejará sin alternativa política a las clases populares y estrechará aún más el margen de maniobra de las nuevas generaciones de la izquierda latinoamericana.
Como ya se constata en la Argentina de Macri, implicará un retroceso grave para el bienestar de miles de personas y para la posición geopolítica de América Latina en el tablero mundial. Las generaciones destinadas a dirigir los procesos de transformación en el continente se verán empujadas a asumir posturas moderadas para poder ingresar al campo de las disputas políticas, lo cual puede suponer negociar derechos de mayorías por restitución de privilegios para las élites históricas a cambio de estabilidad política. Sin embargo, en el medio de la crisis económica generalizada y la polarización suscitada por la ultraderecha, bien vale interpelar sobre la necesidad de sostener el Proyecto Bolivariano no sólo como contrapeso a los ultraconservadores sino también como horizonte de construcción de un nuevo orden.

El desafío venezolano reside en la construcción de una estrategia de renovación del Proyecto Bolivariano. Próximos a cumplir el primer siglo petrolero del Estado venezolano, lo principal será: 1) asumir con valentía, honradez y sin cortapisas los errores de implementación del Proyecto Bolivariano, 2) comprender las razones históricas de sus inercias, 3) atreverse a superar las fórmulas articuladas por sus grandes referentes y, también, 4) trabajar en la restitución y asunción de responsabilidades individuales ante las heridas sociales generadas.

Lo central es lograr producir una nueva ruta de viabilidad del proyecto, de eso se trata defender su marco estratégico, que es lo único que funcionará como motor de recomposición política hacia delante: la soberanía como eje de la producción y distribución de riqueza para el bienestar de las mayorías a futuro, y la democratización radical del poder como eje de la transformación política.

2. El tiempo dejó de ser un factor 100% ganador para el chavismo

El tiempo ya no es una variable 100% favorecedora de la estrategia chavista. Hoy cada día en el gobierno que no se resuelva la situación económica es un tiempo de desgaste de los referentes, objetivos concretos y símbolos del chavismo, con lo cual diariamente se erosiona su capacidad de renovación política y sostenimiento en el tiempo. Aún cuando para a algunos dirigentes en la escala individual es la única posibilidad de sobrevivencia política, para el Proyecto Bolivariano no es garantía de sustentabilidad histórica.

El tiempo más significativo para la legitimidad del proyecto es el que se destine a abrir, convocar e incluir a la mayor cantidad de actores en las acciones resolutivas de los problemas más urgentes. La recuperación de Venezuela no dependerá de un grupo, dependerá de todo un país. Liderar una nueva estrategia de reconstrucción de mayorías políticas y sociales implica promover un espacio de negociación política de nuevo calado, que amplíe círculos y estrategias de poder, lo cual implica situar criterios de unificación nacional, diseñar acuerdos respetuosos de los actores involucrados, tejer alianzas múltiples, informar e involucrar al país en el diseño y ejecución de las soluciones. Este espacio debe tener como objetivos: la repolitización nacional, nuevos espacios de contienda electoral legitimados por la mayor cantidad de actores y una verdadera estabilidad política derivada de la superación del estado de excepción, en tanto logre derribar las sanciones económicas contra Venezuela y la convivencia de todos los poderes del Estado.

3. La recuperación económica está subordinada a un acuerdo político

2019 exige un nuevo encuadre político para salir del laberinto económico. Éste solo podrá armarse en términos favorables para las mayorías si se crean condiciones para su participación. La única forma de superar el bucle recursivo de la historia política venezolana, marcado por el pacto entre élites, será abrir un espacio político donde la mayoría confíe en que su voz será escuchada y su voluntad respetada.

Pese a que la recuperación de PDVSA debe ser la principal prioridad del Estado, el debate sobre la re-activación productiva, la racionalización de importaciones, la asignación de divisas y la promoción de exportaciones se vuelven discusiones secundarias mientras no exista acuerdo político efectivo, única condición que hará posible un plan general que impacte realmente la economía nacional. Sin un acuerdo político real, esta es una discusión voluntarista.

4. Existe una crisis de representación dentro del Chavismo

Existen importantes sectores del chavismo que no se sienten representados en los actuales dirigentes del Proyecto Bolivariano. Esto constituye un problema para la legitimidad del proyecto, que se manifiesta en despolitización, retirada masiva de la política y, en lo electoral, en abstención.

La corporativización del poder popular, a través del Congreso de la Patria, ha debilitado al bloque popular que logró articular el chavismo. Al trabajar en la atención de demandas por sector se rompen los sentidos que unificaban un bloque popular. Esto es crítico para el chavismo en un momento donde las demandas de cada sector no pueden ser atendidas sin desmejorar a otro, no hay suficiente dinero para mantener a todos los sectores contentos, con lo cual es claro que la lógica corporativa no es funcional a la situación objetiva de la fuerza que conduce el proceso.

Esta situación es particularmente preocupante en un clima de crisis económica, puesto que la repolitización de las masas puede venir de propuestas de extrema derecha que aún cuando en Venezuela parecieran no contar con condiciones subjetivas para proliferar, nunca es descartable. La despolitización de las mayorías sólo favorece a las élites políticas y/o económicas. Ante tal escenario, es prioritario que el Proyecto Bolivariano diversifique sus estrategias de politización lo cual implica apostar por sentidos colectivos y problemas generales; y respetar espacios y perfiles beligerantes que tensionen por la reconducción del proceso político. En este momento, el Proyecto está urgido de estos espacios. La lógica política del chavismo siempre implicó la ida hacia las masas en cualquier circunstancia, y las permanentes contiendas electorales no son sino un dispositivo radical para movilizar a los aparatos hacia el trabajo político en las calles.

Pastillas para historias e hilos

1. El primer tiempo pactado entre el pueblo y el gobierno de Nicolás Maduro para reconstruir orden y garantizar la gobernabilidad de la gente frente a la gobernabilidad de las élites económicas ha llegado a un límite, y para recargar nuevo tiempo político hará falta un nuevo pacto. La incógnita: ¿las actuales relaciones de fuerza permitirán un nuevo pacto con la gente o entre élites?

2. La superación de la situación actual y el futuro político de la izquierda en Venezuela exige, de manera imperativa, colocar al Proyecto Bolivariano por encima de todas las personas y circunstancias. Lo que se juega es la victoria o la derrota cultural de la izquierda-popular, de su proyecto de sociedad, de su programa y sus valores a escala continental.

3. Erosionar la legitimidad y viabilidad del Proyecto Bolivariano ante un escenario de devastación política y económica en Venezuela dejará sin alternativa política a las clases populares y estrechará aún más el margen de maniobra de las nuevas generaciones de la izquierda latinoamericana.

4. La recuperación de Venezuela no dependerá de un grupo, dependerá de todo un país. Liderar una nueva estrategia de reconstrucción de mayorías políticas y sociales implica promover un espacio de negociación política de nuevo calado, que amplíe círculos y estrategias de poder. Este espacio debe tener como objetivos: la repolitización nacional, nuevos espacios de contienda electoral legitimados por la mayor cantidad de actores y una verdadera estabilidad política derivada de la superación del estado de excepción.

5. No existe plan económico alguno que funcione en Venezuela sino se logra una nueva correlación de fuerzas. 2019 reafirma que la discusión sobre lo económico está subordinada a un nuevo encuadre político. Pese a que la recuperación de PDVSA debe ser la principal prioridad del Estado, todo la discusión sobre la recuperación del aparato productivo no-petrolero sin un acuerdo político real que le dé viabilidad, es una discusión voluntarista.

6. Existen importantes sectores del chavismo que no se sienten representados en los actuales dirigentes del Proyecto Bolivariano. Esto constituye un problema para la legitimidad del proyecto, que se manifiesta en despolitización, retirada masiva de la política y, en lo electoral, en abstención.

7. La corporativización del poder popular, a través del Congreso de la Patria, ha debilitado al bloque popular que logró articular el chavismo. Al trabajar en la atención de demandas por sector se rompen los sentidos que unificaban al bloque popular. Trabajar en la repolitización en torno a sentidos colectivos y problemas generales se convierte en una prioridad.

@lorenafreitez

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.