He terminado estos días de leer La frontera, la novela más reciente del escritor norteamericano Don Winslow, tercera y última parte de la trilogía sobre el mundo del narcotráfico en los Estados Unidos y México, y que completan dos grandísimas novelas anteriores: El poder del perro y El cártel. Traigo esto a colación porque en […]
He terminado estos días de leer La frontera, la novela más reciente del escritor norteamericano Don Winslow, tercera y última parte de la trilogía sobre el mundo del narcotráfico en los Estados Unidos y México, y que completan dos grandísimas novelas anteriores: El poder del perro y El cártel. Traigo esto a colación porque en las páginas de La frontera me topé de bruces con esta frase de la escritora mexicana Rosario Castellanos: «La muerte será la prueba de que hemos vivido». La hermosa y certera frase está extraída de uno de los libros más populares de la poeta, dramaturga, novelista y ensayista mexicana, su obra de teatro El eterno femenino.
Quiero aprovechar esta tribuna para reivindicar la figura de esta extraordinaria mujer, una de las grandes intelectuales de América, de todas las Américas que son y han sido, las de habla hispana, las de habla inglesa, las de habla francesa y aquellas donde se hablan idiomas nativos del continente. Castellanos fue una gran pionera de las luchas de la mujer no sólo contra la discriminación de género, sino contra cualquier tipo de discriminación: la de raza, la de clase, etc. Una persona inteligente y combativa que hizo de la cultura su caballo de batalla. No en vano, hasta el Subcomandante Marcos ha alabado, en más de una ocasión, su obra y su compromiso con los indígenas chiapanecos.
Rosario Castellanos Figueroa nació el 25 de mayo de 1925, en Ciudad de México, aunque fue en el sur del país, en el estado de Chiapas, entre la comunidad indígena, donde se crió y donde vivió de primerísima mano las injusticias de todo tipo. Tal vez por eso siempre levantó la voz contra ellas. En una ocasión, José Saramago dijo de ella «que supo contar las vicisitudes de los indios y las tropelías de los blancos». Si Chiapas es uno de los estados más pobres de México hoy en día, ya nos podemos imaginar cómo era hace noventa años. La poeta solía decir que en Chiapas «la humillación es un hábito.» Y no andaba errada.
Y tampoco es complicado imaginar cómo debía ser, en aquel lugar y en aquel momento, la vida de una mujer. Ser mujer en Chiapas cuando Rosario era joven equivalía prácticamente a no ser nada, o tal vez, a algo aún peor: ser la propiedad de un hombre. Las mujeres chiapanecas de esa época carecían de cualquier tipo de derecho -algo que, por otra parte, no era exclusivo de México: ocurría prácticamente en cualquier parte del mundo-. La mujer indigena, por la sola condición de serlo, estaba sometida a una triple discriminación: por mujer, por indígena y por pobre. Esto fue algo que dejó una profunda huella en la futura escritora y contra lo que levantó su voz durante toda su carrera. Su obra está impregnada de ese sentimiento de rebeldía y de lucha contra la opresión patriarcal absolutamente despreciable que vivía la mujer mexicana en aquel momento.
Dos acontecimientos relacionados con la muerte marcaron a fuego la vida de esta mujer. Cuando era niña, la muerte de su hermano menor, la traumatizó de una manera inimaginable. Algunos años más tarde, cuando ya era adolescente, Rosario Castellanos quedó muy pronto huérfana de padre y madre. Sin embargo, estos hechos no supusieron un impedimento para que la joven pudiera estudiar Filosofía y se convirtiera en la primera mujer escritora de Chiapas. Su gran capacidad intelectual le permitió estudiar y dar clases en distintas partes del mundo, incluidos España y los Estados Unidos, entre otros lugares.
Castellanos fue una escritora prolija y muy versátil que dominó diversos géneros literarios. No obstante, si tuviéramos que elegir una de sus facetas, -por suerte, no hemos de hacerlo- nos quedaríamos con su poesía. A lo largo de su corta vida, publicó once colecciones de poesía: Trayectoria del polvo , 1948; Apuntes para una declaración de fe, 1948; De la vigilia estéril, 1950; El rescate del mundo, 1952;Presentación al templo: poemas, 1952; Poemas (1953-1955), 1957; Al pie de la letra, 1959; Salomé y Judith: poemas dramáticos, 1959; Lívida luz, 1960; Materia memorable, 1960; Poesía no eres tú: obra poética, 1948-1971, 1972. Este último volumen recoge su obra poética completa.
En opinión de Carlos Monsiváis, la poesía de Castellanos es «una poesía admirable, despojada de cualquier velo retórico, directa, crítica… una poesía claramente autobiográfica, pero no poesía ‘confesional'». Los temas preferidos de la autora son el amor -en sus diferentes facetas- y el desamor, la soledad, la nostalgia, la desilusión por los anhelos no cumplidos, su propia situación como mujer con respecto al mundo que la rodea. Todo ello salpicado de lo que podríamos denominar «lo político», que, para ella, suponía una manera de estar en el mundo.
Rosario Castellanos fue una escritora todoterreno. Además de poeta, también fue una destacada novelista, ensayista, dramaturga y articulista. A lo largo de su carrera escribió tres novelas: Balún Canán (1957), Oficio de tinieblas (1962) y Rito de iniciación (Edición póstuma, 1996). También escribió diversos ensayos, como por ejemplo: Sobre cultura femenina (1950), La novela mexicana contemporánea y su valor testimonial (1960), Mujer que sabe latín (1973), El mar y sus pescaditos (Edición póstuma, 1975) o Declaración de fe. Reflexiones sobre la situación de la mujer en México (Edición póstuma, 1997). Como escritora de cuentos, publicó: Ciudad Real (1960), Los convidados de agosto (1964) y Álbum de familia (1971). En estos libros llevó a cabo una profunda reflexión sobre la relación del pueblo indígena con la mayoría blanca que domina la sociedad mexicana y, al mismo tiempo, la del hombre con la mujer. Son libros de un marcado carácter social donde el dominio del vocabulario por parte de la autora es apabullante. Esa es sin duda una de sus grandes aportaciones al mundo de la literatura.
Como ya hemos señalado, Rosario Castellanos fue una pionera en el ámbito del feminismo mexicano y, por extensión, del hispanoamericano. Como señala Marta Lamas en un artículo titulado «Rosario Castellanos, feminista en sus propias palabras», (muy recomendable y muy clarificador) la autora mexicana «escribe mucho sobre mujeres, sobre sus emociones, sobre cómo viven el amor, el matrimonio, la maternidad, la soledad». No resulta descabellado señalar que la escritora sitúa en el centro de su escritura la médula espinar del pensamiento feminista. A partir de planteamientos previos, Castellanos va a crear una obra absolutamente original, moderna y crítica, intentando, en todo momento, escapar de lo que se suponía que eran los cánones de la literatura femenina de la época. Y, que a nadie le quepa ninguna duda, consiguiéndolo. El feminismo es un tema transversal en la rica obra de esta escritora. Su poesía, sus novelas, su teatro, se empapan de él. Sin embargo, son sus numerosos artículos periodísticos (más de quinientos en el último recuento llevado a cabo por la estudiosa de su obra Andrea Reyes, quien se ha encargado además de editarlos en tres magníficos volúmenes titulados Mujer de palabras. Artículos rescatados de Rosario Castellanos, Tomo I, II y III ) donde da rienda suelta a su compromiso feminista. En cualquier caso, debemos señalar que las armas más importantes de Rosario Castellanos para afrontar tan espinoso y delicado tema no son otras que una audaz ironía y una tremenda lucidez. El pensamiento feminista de la escritora mexicana queda sintetizado magistralmente por Marta Lamas en el artículo citado más arriba. Escribe Lamas:
Castellanos rechaza el victimismo, reivindica la necesidad de terminar con la autocomplacencia femenina y propone que las mujeres se responsabilicen de sus vidas, madurando y puliendo ideas que todavía hoy en día tienen vigencia y radicalidad notables.
En 2018, la directora de cine mexicana Natalia Beristáin llevó a la gran pantalla la relación tumultuosa que la poeta mantuvo durante mucho tiempo con su esposo, el filósofo Ricardo Guerra, con quien tuvo un hijo llamado Gabriel, protagonista de alguno de sus poemas más memorables. La película, titulada Los adioses, se centra en dos momentos concretos de la vida de Rosario: durante su etapa como estudiante en la universidad y cuando ya es una escritora consagrada en el mundo de las letras mexicanas. Para la directora de cine adentrarse en el universo de la escritora ha supuesto todo un hallazgo. Así lo contaba en una entrevista en el diario El País:
Descubrí a una mujer sin un parangón en cuanto a su brillantez, su lucidez y su vanguardismo de pensamiento. Pero además una mujer con la que podía conectar muy en lo íntimo, una mujer contradictoria, falible, frágil, insegura, divertida, con un sentido del humor muy peculiar, alguien con quien podía entenderme.
Y durante este mismo año, la novelista Rebeca Orozco ha publicado la novela El aire en que se crece, (título sacado de un verso del poema «Monólogo en la celda», de Castellanos), una biografía donde se da cuenta de los momentos vitales más importantes de la escritora mexicana. «Quise, con ese experimento narrativo, rendir un homenaje con su presencia y sus versos, unida mi voz con la suya. Ese fue mi concepto al escribir esta novela», ha dicho Orozco sobre su libro.
Rosario Castellanos murió el día siete de agosto de 1974, cuando aún no había cumplido ni siquiera cincuenta años. Su muerte se debió a un accidente doméstico estúpido. Al enchufar una lámpara recibió una descarga eléctrica que terminó con su vida. Esto ocurrió en Tel Aviv, donde había sido destinada como embajadora de su país. Aquel día se truncó para siempre una de las carreras literarias más sólidas de la literatura hispanoamericana, cuando lo mejor, con toda seguridad, aún estaba por llegar. Había ganado los más importantes premios literarios de México y probablemente, de no haber muerto tan joven, hubiera aspirado al Nobel. Su compatriota el poeta José Emilio Pacheco recomienda: «Que lean sus libros quienes no han tenido acceso a ellos y los relean quienes los conocieron».
Quiero acabar este humilde homenaje con estos versos que escribió en su poema «Entrevista de prensa» de su libro Poesía no eres tú, en el que da su principal razón para escribir:
Pregunta el reportero, con la sagacidad
que le da la destreza de su oficio:
-¿por qué y para qué escribe?
-Pero, señor, es obvio. Porque alguien
(cuando yo era pequeña)
dijo que la gente como yo no existe.
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