Al parecer, ¡sí puede! El magistrado Luiz Fux, del Supremo Tribunal Federal (máxima instancia judicial en Brasil) acaba de determinar a suspensión da la investigación a Fabrício Queiróz, chofer y asesor de Flávio Bolsonaro, reconociendo la estrecha relación entre el delincuente y el futuro senador. La decisión expone la torpeza o la total certeza de […]
Fue emblemático el video mostrando el baile burlón de Fabrício Queiróz en su cuarto de hospital, junto con su mujer e hija, como si fuera un carnaval, pese a que debería estar convaleciente. La enfermedad fue la excusa usada para evadir a las citaciones a testificar junto a la fiscalía, por las sospechosas operaciones financieras encontradas el mes pasado, entre las cuales se identificó decenas de depósitos en la misma fecha, con grandes sumas de dinero a la cuenta de la primera-dama Michelle Bolsonaro y otros asesores que, como él, trabajan en las oficinas parlamentarias del clan Bolsonaro – sea para Jair o para algunos de sus tres hijos parlamentarios, y en el caso de Queiróz, trabajaba como asesor de Flávio Bolsonaro, otrora diputado regional en Río de Janeiro y hoy senador de la República. En la escena, los involucrados claramente se mofan de la Justicia y de aquellos que creyeron en el discurso del «combate a la corrupción», y que por eso votaron por Jair Bolsonaro.
Según el presidente, se trata de «otro rolo más de Queiróz» (rolo es un término que en el portugués callejero sirve para describir un negocio raro, y no necesariamente legal). ¿No será que llegamos a una nueva orden en el país, por la cual los amigos del presidente se presentan a la Justicia cuando se les da la gana? De hecho, no hace mucho tiempo desde que un presidente de la República fue forzado a ir a dar un testimonio, aunque no había sido citado para ello y pese a que jamás se negó a hacerlo en las veces anteriores en que fue citado correctamente, en las que entregó todas las aclaraciones solicitadas. Y ¿qué hará la Orden de los Abogados de Brasil? ¿No se va a manifestar sobre el caso?
De ahí viene otra pregunta: ¿qué debemos hacer ante eso? Dirigida a las izquierdas y las organizaciones sociales.
En primer lugar, hay que cobrar el estricto rigor en el cumplimiento de la ley a todas las autoridades (policías, Ministerio Público, Poder Judicial).
En segundo lugar, no podemos caer en las trampas y polémicas creadas por los miembros de este gobierno. Las tonteras propaladas por ministros e hijos de Bolsonaro son parte de una estrategia comunicacional que también ha sido usada por el gobierno de Donald Trump: la de crear una polémica tras otra, y de esa forma evadir los escándalos reales con polémicas verbales. Claro que debemos repudiar los absurdos, incluso para evitar que se naturalicen, pero también hay que mostrar el objetivo por detrás de esas declaraciones: prender la atención del público en la diseminación de la ignorancia y de la confusión, generar más odio y división social, para consolidar la imagen del enemigo interno. Cuanto más tiempo perdamos con esos absurdos (los que estamos respondiendo diuturnamente) menos nos quedará para hacer el verdadero debate y dedicarse a las pautas que realmente importan.
En marzo de 2016, Lula fue llevado a la fuerza a dar su testimonio (Marcio Fernandes/Estadão)
En tercer lugar, hay que estar atentos a dos pautas fundamentales: el saqueo al patrimonio nacional y la cacería a todos los tipos de derechos civiles, sean derechos humanos, sociales, laborales o individuales. También hay que estar atento a una práctica iniciada con el golpe de Estado de 2016: la venta del patrimonio nacional y la destrucción de la capacidad competitiva de sectores importante de la economía (Petrobras, Embraer entre otras) que deben ser aceleradas por los chicago boys instalados en puestos clave de la equipe económica del nuevo gobierno.
De igual modo, presenciamos la deslegitimación de las conquistas sociales alcanzadas durante décadas en Brasil. Es espantoso asistir el desmonte de una legislación laboral que garantizaba derechos a los trabajadores, en especial el sistema de seguridad social, hoy considerado una pieza de museo.
Tampoco debe haber duda en que una posible confrontación entre parte de la prensa (liderada por la conservadora Globo) y el gobierno de Bolsonaro incluye un pacto de no agresión a las políticas lideradas por el ministro de Economía, Paulo Guedes, por razones ideológicas.
Los vehículos de comunicación, piezas decisivas en el engranaje del proceso contra Dilma Rousseff sin crimen de responsabilidad, y en la persecución y prisión de Lula da Silva, todavía trabajan concertadamente en la defensa de la agenda neoliberal, incluyendo privatizaciones (ahora existe incluso una secretaria para eso), límite de gastos sociales y disminución del Estado, la fórmula que ellos aseguran ser la única posible para salir del abismo al que nos llevó el gobierno de Michel Temer, que tomó estas mismas medidas.
En cuarto lugar, hay que unir a la oposición en una gran plataforma alternativa, con un proyecto de desarrollo, de sociedad y de país capaz de traer esperanza y un nuevo aliente a la lucha. Solamente una propuesta comprendida y asumida por cada brasileña y brasileño como su proyecto de país podrá combatir este y otros gobiernos de la derecha.
Estamos lidiando con gente que se eligió aceptando procesos fraudulentos, que huyeron del debate por preferir confundir a los electores en vez de aclarar sus ideas, por jugar la difusión de mentiras y calumnias como estrategia política. No es que la izquierda perdió el debate, simplemente no hubo debate.
Vivimos una de las peores elecciones de la historia, basada en prejuicios y slogans. La democracia tendría que ser perfeccionada durante los gobiernos de Lula y Dilma, pero no lo fue, pese a algunos avances con los consejos de Educación, Salud y Cultura. En las comunicaciones, por ejemplo, ustedes saben lo mucho que he utilizado este espacio para denunciar el gigantesco fracaso de las gestiones del PT (Partido de los Trabajadores).
Me siento avergonzado de ver a un diputado de la derecha liderando un proyecto que podrá, efectivamente enfrentar el poder de Globo, con el apoyo de emisoras como Record, SBT, Bandeirantes y Rede TV, combatiendo finalmente el absurdo «bono por volumen» -un pago extra que Globo le da a las agencias de publicidad para que sea la emisora preferida en cualquier campaña, garantizando a la empresa de la familia Marinho el monopolio de la publicidad en Brasil, una práctica que se mantuvo también gracias a la complicidad de los gobiernos petistas, porque dejó de ser un rolo similar a los de Queiróz y pasó a ser legal a partir de una ley impulsada en el 2010 por el diputado del PT José Eduardo Cardozo, que después sería ministro de Dilma.
Las negociaciones sobre los apoyos políticos de la prensa hegemónica están en abierto, aunque parece que Globo trata de guardar sus fichas. Se negó a investigar sobre el caso de Queiróz, diferente de lo que hizo con los rolos de PC Farias, el empresario que llevó a la caída de Fernando Collor en los Años 90. Tampoco se refirió al baile burlesco del asesor en el hospital, prefiriendo una postura totalmente opuesta a la que tuvo con relación a la diputada petista Ângela Guadagnin, cuando esta bailó en el Congreso por la absolución de un colega suyo de partido que sí fue investigado, gesto que fue atacado por la emisora con términos como «la danza de la impunidad» -hay que destacar aquí, sobretodo, que Ângela no debía nada a la Justicia, diferente de Queiróz, y que el compañero por el que ella celebró también entregó sus declaraciones a la Justicia como corresponde.
Otro aspecto que hay que destacar: diferente de lo que vivimos a lo largo de trece años de gobiernos petistas, la emisora de los Marinho no contará más con la ventaja de acceder exclusivamente a informes clasificados del Poder Judicial y del Ministerio Público Federal, al menos mientras Moro sea ministro – y pese a su gran colaboración con Globo para perseguir a Lula da Silva. El caso Queiróz ha mostrado eso, con las investigaciones protegidas por el más completo sigilo.
El resultado de esa pelea entre el nuevo gobierno y la prensa tradicional es incierto. Lo importante es no perder el enfoque sobre los temas importantes en Brasil. No podemos perder el tiempo discutiendo con seguidores del charlatán Olavo de Carvalho y los bolsofans en general. No llegaremos a ninguna parte con esa estrategia. Lo que hay que hacer es discutir y hacer política.
Partidos orientados por principios de izquierda, que tienen un compromiso con la democracia, tienen que poner a sus integrantes en comisiones de la Cámara y del Senado, para que podamos hacer un seguimiento de cerca de lo que sucede. Los grandes temas empiezan a ser debatidos en esas comisiones. No podemos ser rehenes de los noticieros de Globo, SBT, Record y otros, tenemos que acceder nosotros a la información y difundirla, para generar el debate que necesitamos.
Joaquim Ernesto Palhares es director de Carta Maior.