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¿Por qué no derrumban al gobierno militar?

Fuentes: Diálogos del Sur (Brasil) [Imagen: Hamilton Mourão despide el 21 de septiembre de 2021 a Jair Bolsonaro, que partía con destino a Nueva York. Créditos: Alan Santos/PR. Fotos Públicas]

En este artículo el autor sostiene que la coyuntura brasileña actual es de guerra, por lo que no cabe improvisar, lo que hace imperiosa la necesidad de «anular la elección de Bolsonaro y Mourão».


Es un escándalo tras otro, y cada uno peor que el otro. Los crímenes acaecidos son más que evidentes. Sin embargo, lo que prevalece es el discurso de que el gobierno acabó con la corrupción, que los corruptos y los comunistas quieren volver al poder y que ellos están ahí para impedir que eso ocurra.

Pedro Castillo, presidente de Perú, se levantó de su silla y salió de la plenaria de la Asamblea General de la ONU cuando el representante del gobierno militar de ocupación brasilero asumió la tribuna para discursar. Actitud digna de quien tuvo la legitimidad de su elección puesta en duda por ese gobierno. Este si, un gobierno ilegítimo.

Para muchos, Bolsonaro puso a desfilar una serie de mentiras e incongruencias. Pero ese es el discurso que queda en los anales de la ONU, que ha sido oído por todos los representantes de los países miembros, que ha sido publicado en el Diario Oficial de la Unión. Es la versión oficial la que vale. Tenemos dos Brasil, uno del gobierno y otro real, del “pibito”, del pueblo con hambre que le gusta ser engañado.

En mi vida de periodista he tenido oportunidad de cubrir importantes foros mundiales, reuniones de Unctad, Onudi, Países no Alineados, Asambleas en el ámbito de la OEA y otros. En ninguna de ellas, ningún de los representantes de los países ha tenido tanta presencia en los medios de comunicación. Aquí en Brasil, los militares son los que dictan las pautas para la media local y se mostraron capaces de dictar las pautas para la media mundial.

La única periodista de la media hegemónica que se ha dado cuenta de lo que realmente ocurrió ha sido Eliane Brun, de El País. Bolsonaro se burló de la ONU y se burló del mundo. “Bolsonaro se burló de la democracia en el palco global, tuvo sus mentiras traducidas en varias lenguas y volvió a la casa aclamado por sus seguidores por su autenticidad y coraje de afrontar la parte del planeta que el desprecia”.

Comitiva con 50 personas

Otra gran burla. Alguien salió de paseo con el coronavirus y esta con la Covid-19. Justo el ministro de Salud, el médico negacionista Marcelo Queiroga -quien hizo un gesto obsceno para el público que protestaba. Resultado, está de cuarentena, por diez días, en Nueva York al costo de R$ 30 mil. Claro que pagados con dinero público, si no la burla no sería completa.

Yo me acuerdo de que, en los primeros meses de gobierno, en 2019, Bolsonaro con su comitiva hizo una visita oficial a Donald Trump, que estaba de presidente de Estados Unidos. Al regresar a Brasil, de los 48 viajeros, 28 estaban con Covid. En esa ocasión le puse al SARS-CoV-2s el apodo de Virus de Trump. A Bolsonaro lo internaron en el hospital militar de Brasilia y salió diciéndose curado. Esa cuestión de que él tomó o no tomó la vacuna, se ha tornado secreto por 100 años por decreto presidencial. Y… dale burla. Ese pueblo le gusta ser engañado.

Todos de la comitiva hicieron gala de un gran cinismo. Se ve en los videos que se divertían con las protestas contra ellos por las calles de Nueva York.

Estrategia de comunicación

André Singer, en artículo publicado en el periódico Estado de São Paulo en 12 de noviembre, advierte que el objetivo de la estrategia de comunicación adoptada es causar confusión. Así de simple. ¿Cuántas veces advertimos sobre las técnicas de diversionismo utilizada por los militares en el gobierno? Para el científico, político y profesor de la Universidad de SP, “la estrategia visa causar confusión, desorganizar a los adversarios y a la sociedad, que no están entendiendo que este proceso tiene que ser parado”.

Eso es. Es necesario acabar con esa farra. Un asalto a mano armada a las arcas públicas, literalmente, pues son los que tienen las armas.

Mientras tanto, gente que se dice de izquierda no se une ni para decir “Fuera Bolsonaro”. Ni siquiera han sido capaces de identificar la naturaleza de ese gobierno: un gobierno militar de ocupación; tropas pretorianas al servicio del Imperio.

De los banqueros y empresarios, a los sin tierra y sin techo, pasando por los cardinales católicos y los pastores evangélicos, y más de una docena de partidos políticos, una sola voz a gritar “Fuera Bolsonaro”. Hay quienes acreditan que hay consenso en la sociedad civil sobre el impeachment.

¿Por qué no cae el gobierno?

La Conferencia Nacional de los Obispos se manifestó oficialmente y hay cantidad de videos en las redes de pastores evangélicos contrarios a la dictadura y al gobierno de ocupación. Se han cansado. Conviven en el día-a-día con la miseria que cunde en las familias en las periferias. 

Documentos de la Federación de los Bancos y de distintos grupos de empresarios afirman que la sociedad brasileña no aceptará soluciones autoritarias, pero insisten en una tercera vía, que de tercera no tiene nada, es apenas más del mismo. Nunca se habló tanto de tercera vía, pero son incapaces de presentar un nombre viable.

Es cómico si no fuera trágico, pues les falta un personaje para conducir el proceso. No cuentan con líderes notables que alcancen los dos dígitos en las encuestas preelectorales. Cuentan con mediocridades de oportunistas como Aécio Neves, João Dória o con el vetusto Fernando Henrique Cardoso. Procuran astros de la televisión creyendo que con su notoriedad pueden lograr votos.

Cuentan con los medios que critican el gobierno por lo poco que ha avanzado en la agenda neoliberal de liquidar con las empresas estatales y en la desregulación total de la economía.

¡Qué frustración!

Por otro lado, Lula del PT, desde 1989, perdió tres elecciones, ganó dos, al reelegirse y más dos al elegir Dilma Rousseff. Ganaría una más si en 2018 pudiera haber competido en igualdad de condiciones. Esa elección le fue robada, no solo a él y al PT sino a toda la nación brasileña que tenía el derecho de votar en quien eligiera.  Lula tiene, por lo tanto, todo el derecho de disputar en 2022. La Nación le debe eso como una reparación.

Los Tribunales Judiciales y Electorales tienen que hacer el mea culpa. Son responsables por la farsa electoral de 2018. Había un general actuando como asesor del presidente de la Corte Suprema y fue en obediencia a los comandantes de las fuerzas armadas que el Supremo mantuvo Lula fuera de la elección.

Una posible tercera vía, la verdadera, pasa por ellos. Sin Bolsonaro y las fuerzas armadas en la disputa, se deshace ad nutum la polarización. Cualquiera que se disponga será el segundo o el tercero nombre para una disputa electoral en igualdad de condiciones para todos los candidatos.

El gran problema para la elección de 2022 es el gobierno militar de ocupación. Ellos planearon la captura del poder y están planeando la permanencia a perpetuidad. Así son los planes de guerra.

Solo el peso del pueblo en las calles cambia eso: la victoria electoral a través del fraude – farsa judicial tal como hicieron en 2018. Por eso es imperativo derrumbar a todo el gobierno, no basta el impeachment a Bolsonaro; hay que derrumbar todo el gobierno para que no sean los miliares quiénes presidan el proceso electoral. Hay que repetir eso hasta el cansancio.

Michel Temer, el ilegítimo, asumió el poder después del golpe de Estado contra Dilma, un especialista en impeachment, ya dio su veredicto: en año de elección impeachment es brutal. No es solución para la crisis. De facto, no lo es. Tiene que caer el gobierno entero, anular la ilegítima elección de 2018, mandar a los militares de vuelta a los cuarteles.

Hay quien diga que el capitán Bolsonaro está enfermo, sin condiciones de seguir en el puesto. Sus vísceras lo llevarán de nuevo al hospital y puede ser un viaje sin vuelta. Por eso apela. Quiere consolidar su historia como mito. El show que ha dado en Nueva York corrobora la imagen del mito.

Lo cierto, convengamos, ha pautado a la media local e inclusive la media estadounidense. No hay precedente de presidente a tener tanto espacio en los medios en Estados Unidos. En Brasil solo se habla de eso. Sin embargo, a cada día, en las sombras, nos brindan con una nueva ley de seguridad, o la reedición del antiguo Servicio Nacional de Información de la dictadura. La actual Agencia Brasileira de Información es hoy una réplica del SNI, con ramificaciones en todos los órganos de la administración pública, en las empresas y en las universidades.

Con Bolsonaro fuera del pleito se tranquilizaría a los representantes del PIB y de la sociedad organizada, y la transición seria conducida por el general Hamilton Mourão, vicepresidente, y los 15 generales para garantizar la victoria electoral en 2022.

Hay que tomar en cuenta que Mourão tiene agenda propia, encuentros con políticos, eventos con empresarios, artículos en los periódicos, buena acogida en los medios. Caso Bolsonaro renuncie o muera, o simplemente sea depuesto, Mourão asume con un discurso a satisfacer a los de tercera vía, a los que no quieren ni Bolsonaro ni Lula, a los empresarios y los financistas preocupados con que Guedes, el superministro de Economía, no está cumpliendo con la agenda prometida: más privatizaciones, más desregulaciones.

Con un año más en el gobierno y propaganda intensa esperan cambiar la escena política y los resultados de las encuestas. Aseguran también que sean las fuerzas armadas a presidir a las elecciones. Un gran triunfo. Al final se impone el discurso: Lula es ladrón, Lula es comunista, vamos liberar el país del socialismo como hicimos en 1964 y en 2018.

Sobre Lula, observando su trayectoria desde los años 1970, no es ni nunca ha sido un revolucionario. Era anticomunista, antigetulista, antibrizolista, domesticó al movimiento sindical. El resultado está ahí. Pulverizado en 14 centrales sindicales el movimiento sindical ha sido incapaz de detener el desmonte de los derechos laborales y del mismo movimiento sindical. Les quitaron el alma al quitarle las fuentes de sostenimiento.

Pero, Lula es lo que tenemos. Haber vivido intensamente esa última década lo ha transformado para mejor. Ha evolucionado, sin duda. Ahora se ha reconciliado con Vargas y se dio cuenta de que detrás de todas las maniobras para liquidar políticamente con él, están los Estados Unidos. La conciencia antimperialista es fundamental para entender el Brasil. Esa conciencia antimperialista hizo de él un nuevo hombre, capaz de entender que la lucha es de liberación nacional.

El frente de salvación nacional es un frente amplio. En ella caben todos los demócratas, antimperialistas y antifascistas.

Lula quiere volver al poder y tiene todo el derecho de querer. Quiere gobernar para los pobres. Eso ya basta como bandera desde que asociada a la recuperación de la soberanía y construcción de la independencia.

Pero, la coyuntura, como vimos, no es de paz y amor. Es una coyuntura beligerante. El pueblo necesita quién le diga la verdad. Las manifestaciones de calle deben tener el foco correcto: mandar a los militares de vuelta a los cuarteles antes de las elecciones.

Hay una nueva convocación para el pueblo ir a las calles en 2 de octubre. Millones de familias están a llorar a los más de 600 mil muertos por la Covid, consecuencia de la necropolítica del gobierno. Es correcto asociar los muertos a la necesidad de derrumbar el gobierno. Si cada familia que perdió uno de sus miembros por la pandemia salir a las calles superaremos los récords de movilización.

Paulo Cannabrava Filho es periodista latinoamericano, director de la revista multimedia Diálogos del Sur.

Fuente: https://dialogosdelsur.operamundi.uol.com.br/brasil/71471/por-que-no-derrumban-al-gobierno-militar