El Partido Socialismo y Libertad (PSOL) tiene diez diputados federales y 53 concejales en todo Brasil. Marcelo Freixo es diputado federal por el estado de Rio de Janeiro y una de las voces más activas contra las milicias que asolan el estado. Hace diez años que lleva escolta. Marielle Franco, concejala de la ciudad de […]
El primero
Durante sus 28 años como diputado y a lo largo de la campaña electoral de 2018 Bolsonaro repitió, en numerosas ocasiones, frases hirientes y repulsivas contra la población LGTB, pavoneándose con una típica postura de macho asqueroso: «Al hijo que empieza a verse, así, un poco gay, hay que darle una buena paliza para cambiar su comportamiento», «No podría amar a un hijo homosexual, prefiero que muera en un accidente», «El 90 por ciento de los hijos de parejas homosexuales van a ser homosexuales y se van a prostituir, con seguridad», «No voy a combatir ni discriminar, pero si veo dos hombres besándose en la calle, los voy a golpear». Ahora, ya en el poder, el horror aumenta. El caso más llamativo del ultraconservadurismo del nuevo gobierno es el de la ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves, una pastora fundamentalista que dijo en su discurso de asunción que Brasil podía ser laico, pero que ella era terriblemente cristiana y que iba a luchar incansablemente por recuperar los valores de la familia tradicional. La familia tradicional es una de las obsesiones del nuevo gabinete, pero en la familia tradicional cabe poca gente, es patriarcal y heteronormativa. Las personas LGTB no caben en este modelo y, por tanto, tienen que ser políticamente exterminadas. Muy preocupante fue una de las primeras medidas de este ministerio: retirar a la población LGTB de las direcciones de los organismos de derechos humanos. En la estructura del ministerio habrá secretarías para mujeres, adolescentes, promoción de la igualdad racial, indígenas, pero no para personas LGTB. En un país donde en 2017 hubo 445 homicidios por fobias de género no habrá un organismo dentro del ministerio de la Mujer, Familia y Derechos Humanos que se encargue de gestionar políticas públicas para la población LGTB.
Reconocer al opresor
Desde que anunció su decisión públicamente, Jean Wyllys está recibiendo una multitud de mensajes de apoyo en las redes sociales, pero también de odio. Los más trágicos son los que vienen de miembros también LGTB. Uno de ellos, Alan, 22 años, de São Paulo, me dice que no soporta la figura de Wyllys y que ojalá nunca vuelva a Brasil: «Yo soy gay de derecha. Odio a Jean Wyllys. Qué cosa folclórica, ridícula, exagerada. A mí me dan vergüenza los gays como él, siempre haciéndose los pobrecitos, siempre con el victimismo. Consiguen todo porque siempre lloran y lloran como si el mundo fuese contra ellos. Que se vaya y no vuelva».
Es quizá un tanto obvio, pero la izquierda muchas veces comete el error de pensar que las identidades subalternas deben, automáticamente, identificarse con el campo progresista. Si eres pobre, tienes que ser de izquierda. Si eres mujer, no puedes votar a un candidato ostensivamente machista, que alardea de su machismo, tienes que votar alternativas políticas feministas. Pues no. La realidad nunca es tan simple. El hecho de pertenecer a un grupo pauperizado, oprimido, no significa que se tenga la percepción de este hecho ni que la persona se encuadre instintivamente en esta categoría. Las relaciones de poder son tan sofisticadas y enrevesadas que tomar conciencia de la propia opresión es un acto que nada tiene de evidente. Reconocerse como oprimido y reconocer a tu opresor ya es un enorme paso para la emancipación. Por otro lado, la lógica con que opera la operativa de comunicación de Bolsonaro contra los movimientos feminista, negro y LGTB es contundente: ellos tienen la culpa de las diferencias entre los brasileños. Las feministas, una locas e histéricas, son las culpables de aumentar la diferencia entre hombres y mujeres. El movimiento negro tiene la culpa de que aumente el racismo porque, según repetía su campaña: «Somos todos iguales, no hay razas, el verde-amarillo es nuestro color». Los gays son unos pederastas que quieren sexualizar a nuestros hijos. Es como si nos estuvieran diciendo que los negros, las mujeres y las personas LGTB son los culpables de morir.
Pero el fascismo no vence siempre. El odio no vence siempre. Quien va a substituir a Jean Wyllys es David Miranda, negro, gay, padre de dos hijos y originario de una región periférica de Rio de Janeiro. Como él mismo escribió en un tuit: «Sale un LGTB pero entra otro», o, como repetimos estos días en Brasil, «ellos decidieron matarnos, pero nosotros decidimos no morir».