Siempre es un gran riesgo hacer generalizaciones, sin embargo, son inevitables. Entonces, lo que debe hacerse es aprender a lidiar con ellas. En estas líneas, no puedo dejar de hacer generalizaciones. Solo aclaro, esto no es una crítica a economistas, sino una de esas palmadas en la espalda que tanto necesitamos. La ciencia económica, no […]
Siempre es un gran riesgo hacer generalizaciones, sin embargo, son inevitables. Entonces, lo que debe hacerse es aprender a lidiar con ellas. En estas líneas, no puedo dejar de hacer generalizaciones. Solo aclaro, esto no es una crítica a economistas, sino una de esas palmadas en la espalda que tanto necesitamos.
La ciencia económica, no ha dejado de ser limitada. Su nacimiento, aun fuera de los marcos del positivismo, cargaba los encasillamientos, como el mecanicismo de los precursores de la fisiocracia francesa, o de un exceso empírico de los ingleses. A pesar de ello, fue esa misma economía inglesa, la que sirvió de base, de fuente de inspiración a una posterior dialéctica hegeliana, y a un Marx que lograría unir la economía, y la dialéctica que de ella nació.
Su destino -el de la economía- se complicó en época de vida de Marx. Fue invadida por el positivismo, y la segregación de ciencias que lo acompañaba. El pretendido enfoque moral, social, político, económico, cultural y jurídico unificado, que comprendía todas las relaciones como una, y que alcanza su punto cumbre en el tomo I de El Capital, vio su final.
Con ello se daba paso a una ciencia, separada del estudio de lo social (sociología) y de lo relativo al estado (las ciencias políticas clásicas). Aquella noción de que la forma de la sociedad es efecto y causa de sí misma, se cambió por un mercado libre, por la autonomía de las dinámicas de las instituciones del estado, y la economía se convertía en una ciencia pura.
Figuras como Walras y Marshall -quien selló el tránsito definitivamente hacia la Economics-¸ marcarían un punto de no retorno. Ahora, se trataba de una ciencia exacta -pretendida así-, que apostaba por el uso de la lógica formal, renegando -y desconociendo- cualquier otra lógica. Ello, trajo consecuencias que son arrastradas hasta hoy, y de las que es difícil desprenderse.
Se ha difundido entre buena parte de la ciencia económica de izquierda, que ratifica que hay un carácter clasista de ese enfoque económico dominante, y que por eso, hay razón para desechar a esa ciencia burguesa. Pero ello no es una buena argumentación para explicar las deficiencias de la ciencia económica. Tal enfoque, sería equivalente a decir que el buró donde se sienta quien hace ciencia -su lugar de ubicación, cómo se financió-, determinarán «el bando» de la teoría, lo que reduce toda la cuestión del resultado teórico a la intencionalidad -condicionada- del que la hace. Si ciertamente el status social determinará un partidismo, un pronunciamiento, una postura a favor o contra del poder, eso no garantiza que el pensamiento que se estructure y se aplique por esa persona sea orgánico a sus deseos (porque de buenas intenciones está construido el camino al infierno, recuérdese). El resultado dependerá aun más de otro factor, y es, a qué tributa la organización del pensamiento, es decir, su lógica. Entonces, las lógicas de pensamiento, determinan la utilidad de una teoría -por su funcionalidad-, tanto o más que la clase social del pensador. La primera dirá más o menos la intención, la segunda, como realmente la expresará. Prueba de ello es que si se mira con detenimiento, se encontrará mucho pensamiento revolucionario, generado desde los sectores más bajos -portadores de la revolución social-, y que sin embargo le son funcionales al capitalismo. Marx lidió mucho con todo ello; y comprendía como el socialismo utópico, el pequeño burgués, los argumentos religiosos de Weitling, lejos de debilitar el capitalismo, lo afianzaban, entre otras cosas porque movilizaban a la gente alrededor de una idea que no conduciría a ningún cambio orgánico del sistema.
Tampoco tales argumentos «clasistas» son suficientes para desacreditar una teoría, porque la ciencia económica usa un fuerte instrumental que respalda lo que plantea, y se le impone al pensamiento todos los artilugios de la matemática que muchas veces da resultados contrarios a los «intereses clasistas». A ello, se pudiera refutar que simplemente el economista asumió supuestos equivocados, diseñó mal su modelo teórico, y solo hay que cambiar este. Así, la mala aplicación del instrumental económico se convierte en la escusa para que la ciencia económica continúe reproduciéndose a este. Y esto nos conduce a una cuestión: más allá de la clase social de los teóricos, el instrumental dará un resultado. La ciencia que quiera tener buen resultado, debe saber usar bien el instrumental. Así, surgen incluso partidismos, sobre los métodos de izquierda y los de derecha -buen ejemplo es de los keynesianismos y los neoliberalismos-.
El éxito de aplicar economía está dado por la racionalidad de la ciencia -es su constante, y su variable es como la aplica-, pero, por qué no cuestionar la esencia de la aplicación: el método, es decir, el propio uso del instrumental.
Cuando se habla de método aquí, no se trata de un método específico de la economía, sino de conjunto de estos, y que comparten un paradigma lógico formal. Así vemos, que el método consiste en un conjunto de formulaciones y modelaciones matemáticas. Estas, claro está, dentro de un mismo marco referencial pueden ser contradictorias y apostar por tendencias opuestas (invertir más o menos en un sector, etc). Sin embargo, en esencia todas son modelos. ¿Y de qué son los modelos? No me refiero al nombre, sino que cual es el objeto teórico a que responden.
La sociedad es la abstracción que agrupa a un conjunto de personas en relación. La economía convencional, reflexiona a las relaciones en torno al papel moneda. Cuando se hace eso, se hace abstracción de factores políticos, ideológicos, marco institucional, entre otros, pero están ahí. Así, por ejemplo, para que determinada política económica de expandir el consumo de un producto y la inversión, al aplicarse de resultado, significa que estaba creado el marco político e institucional normativo que lo propiciase, que su relación con otros capitales y ramas de la economía lo permitió, y sobre todo, que dicho producto se insertaba (por estarlo culturalmente) en la dinámica de consumo de los individuos. Para ese caso, no fue la relación mecánica inversión que devino en crecimiento, sino ahí se daban muchas lógicas en la manera en que relacionaban los miembros de esa sociedad, que condicionaba, que al tomar esos dos elementos como indicadores, se estableció esa relación. Sin embargo, esta ocurrió en un lugar específico, y se convierte en un modelo para explicar. Lo resultante, no será, como se piensa, un modelo económico, sino el modelo económico de determinada sociedad en determinado período histórico.
¿Y cuando se convierte ese esquema específico en algo general? Cuando coyuntura de una explosión demográfica, del entusiasmo de la necesitada reconstrucción de las capacidades productivas destruidas y la necesidad de crear empleo, se encontró la respuesta en modelos inspirados en Keynes porque respondían a contextos similares, es favorable el panorama.
Pero allá, donde las condiciones eran otras, y las necesidades de reproducción de un todo social orgánico no eran las mismas a allá donde si funcionó, comienzan los fallos. Porque los miembros de esa sociedad se relacionan de manera diferentes, y la abstracción -que es el modelo- no se corresponde con las relaciones que se dan en esta, los resultados de aplicación de políticas, cuando menos, no serán los esperados.
Entonces aparece un problema: seleccionar el modelo correcto a la hora de explicar las relaciones de una sociedad. Resulta que el modelo, para saber a qué circunstancias responde, implica saber el marco cultural en que se desenvolvían los hombres que en él se reflejan, es decir, implica conocer, explicar, las tendencias generales del modo en que se producía la realidad en un contexto. El conocimiento requerido para saber si es aplicable un modelo en una sociedad, conlleva, poder desentrañan la lógica de dicha sociedad, en la que, la circulación monetaria, es apenas, uno de los reflejos que se puede tomar de su movimiento. Al buscar dicho conocimiento, ya se elaborará una concepción propia de la sociedad en cuestión, se tendrán explicadas las relaciones en esta, es decir, se tendrá ya un modelo de esta, por lo que no hará falta aplicar otro. Pero pensar la propia lógica de una sociedad, implica trascender el esquema de la economía convencional: se trata, de explicar toda la sociedad, y de ahí obtener la dimensión económica de esta, por tanto, hacer economía, incluye cuestionar el propio método lógico formal de la economía para poder pensar el movimiento social como sistema. (No se olvide que la lógica formal no salió del estudio de la economía, por lo que es un resultado, un modelo de pensamiento, no resultante de ella. De ahí la necesidad de cuestionarse incluso el método de pensar la sociedad -y la economía de esta-).
Así, el ejercicio de la ciencia económica, puede hacer a ciegas la aplicación de modelos económicas surgidos del estudio de otra sociedad y con la aplicación de sus métodos que no devienen del estudio de la sociedad, que puede darse o no la correspondencia; o puede, estudiar la sociedad que desea explicar, hallar su lógica, y por tanto, el esquema relacional para explicar sus tendencias -su modelo-. Se deberá decidir, entre aplicar o hacer economía.
Fuente: http://www.desdetutrinchera.com/economia-politica/aplicar-hacer-economia/