Los caminos que me hicieron conocer al filósofo argentino Nicolás González Varela fueron, creo que no casualmente, múltiples. Nada mejor que comenzar con una pequeña biografía para situarlo. Nació en Buenos Aires pero, hace casi dos décadas, reside en Sevilla. Estudió Filosofía en la Universidad de Morón. En la Universidad de Buenos Aires fue profesor […]
Los caminos que me hicieron conocer al filósofo argentino Nicolás González Varela fueron, creo que no casualmente, múltiples.
Nada mejor que comenzar con una pequeña biografía para situarlo. Nació en Buenos Aires pero, hace casi dos décadas, reside en Sevilla. Estudió Filosofía en la Universidad de Morón. En la Universidad de Buenos Aires fue profesor en el Ciclo Básico Común. En los ochenta, trabajó en la mítica librería porteña Gandhi. Publicó ensayos en revistas como Babel, Crisis y el diario Perfil. Asimismo ejerció como editor, tradujo un amplio campo de autores (Heidegger, Graves, Marx, Pessoa, entre otros).
Desarrolló gran parte de sus investigaciones en su blog fliegecojonera.blogspot.com, que recomiendo hurgar. Entre sus publicaciones, tenemos dos extensos libros, «Nietzsche contra la democracia. El pensamiento político de Friedrich Nietzsche (1862-1872)» y «Heidegger. Nazismo y política del ser», ambos publicados por Montesinos. También editó el «Cuaderno Spinoza» y «Cuaderno sobre el suicidio» ambos de Marx y una antología de textos de Fernando Pessoa (Fernando Pessoa: Política y Profecía. Escritos políticos 1919-1935).
Filósofo en su tierra
Diez años atrás, inicié una investigación sobre Jorge Tula, un mentor y amigo, que había sido parte del colectivo de Pasado y Presente y colaborador del mítico José «Pancho» Aricó. En esa tarea, entre mis búsquedas se encontraba Mario Tronti y su clásico libro «Obreros y Capital». Este libro era para Tula fundante en su pensamiento. En ese momento, aún en internet, encontrar algo en español referido a Mario Tronti y su libro era difícil. Grata sorpresa fue encontrar un artículo en rebelión.org, «Leggiamos Tronti? Obreros y capital hoy» que no solo remitía a «Obreros y capital» sino, también, a cómo accedió NGV a ese difícil material: fue un préstamo de un editor de siglo XXI.
Dadas las casualidades, me decidí a escribirle para despejar mi duda, acertada finalmente. El autor había conocido a Tula en la década de los ochenta, cuando trabajaba en la mencionada Gandhi. En ese momento, la librería formaba parte de la escena principal del pensamiento de izquierda argentino. Funcionaba en ella el club de cultura socialista, donde participaba Tula, Aricó, Portantiero, Beatriz Sarlo, entre tantos otro. Gandhi tenía la virtud de conseguir materiales exclusivos para el circuito de librerías. En ese ámbito, comenzó la formación de González Varela.
Tiempo después, me encontré nuevamente con el autor en una entrevista que le realizaron en la revista SinPermiso sobre otro tema que me interesaba, el pensamiento político de Nietzsche. En la entrevista que le realizó Salvador López Arnal, a contra marcha del mainstream , aún el de izquierda, González Varela analizaba críticamente la filosofía de Nietzsche. En una hipótesis de trabajo que todavía lo acompaña el filósofo argentino sostenía que
«Más que irracionalista podemos decir que a inicio del siglo XIX en Europa se desarrolla una «reacción» (no sólo al nivel filosófico), en varias etapas distintas y perfectamente visibles, que intenta a través de varias vías introducir formas intuitivas, vitalistas, naturalistas, incluso el mito en la forma y el modo en que accedemos al conocimiento. Yo no hablaría de irracionalismo sino de anti o contrarracionalistas. Las causas son múltiples pero todas tiene que ver con una respuesta al modernismo, a la secularización, al surgimiento de la «cuestión social» y, a largo plazo, un gesto anti 1789 y contra la Ilustración.»
En línea con la entrevista, si se recorre la obra de González Varela se puede encontrar un claro interés y una clave de lectura. Este interés se centra en la filosofía política, velada, de los pensadores «irracionalistas» de fines y principio del siglo XX. La clave de lectura se conjuga en dos hipótesis: La primera es un análisis no-inocente de la obra, es decir una lectura política de lo que se escribe. La segunda es situar rigurosamente estas obras en su contexto de producción, las respuestas filosóficas a la ilustración, y en su actual contexto de lectura, el posmodernismo como lógica del capitalismo tardío, lectora de la tradición filosófica mencionada.
Su hipótesis de trabajo recuerda al ambicioso «El asalto a la razón» de Georg Lukács, pero con diferencias.
La obra de González Varela se propone desmenuzar desde sus fundamentos la gran operación intelectual reaccionaria a lo largo del siglo XX. En sus raíces es que descubre la influencia del pensamiento de Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger.
Los fundamentos filosóficos políticos del capitalismo tardío. Nietzsche.
El primer libro que publicó fue «Nietzsche contra la democracia. El pensamiento político de Friedrich Nietzsche (1862-1872)». Gran parte de lo publicado puede encontrarse en su blog ya mencionado. El libro consta de seis capítulos más un extenso aparato crítico compuesto de importantes y eruditas notas
Como una crítica directa al mainstream que considera una línea de continuidad a Marx y Nietzsche, González Varela sostiene que el autor de El Nacimiento de la Tragedia es un «Anti Marx», cosa que busca demostrar a lo largo de la obra. Debate con posiciones como la de Michel Foucault y su hipótesis de los «filósofos de la sospecha», que sitúa a Marx y Nietzsche en una misma línea, como teóricos críticos del poder.
Por el contrario, para el argentino esta hipótesis es insostenible y forzada, pero de moda y de fácil lectura. Pensar en clave de un Nietzsche «de izquierda» es para el autor una contradicción en su esencia. El cuerpo de ideas que elaboró el filósofo alemán es una contraposición «polémica y mortal» contra el socialismo. Forma parte de la reacción frente a la Gran Revolución francesa y sus oleadas sucesivas a lo largo del siglo XIX. Una revolución que era vista como una revuelta bárbara y niveladora.
En este sentido, González Varela hace una curiosa comparación «Si Sade es la contracara al jacobinismo y a Babeuf; Nietzsche es a la revolución de 1848 y a la Commune de Paris». Debatiendo frente a otros estudiosos de Nietzsche, demuestra que ya era radicalmente reaccionario antes de leer a Schopenhauer y de relacionarse con Wagner. De estos afirma:
«Hagiógrafos y editores-traductores intentan salvar-exorcizar al filólogo-filósofo reduciéndolo a diversas lecturas «parciales» (crítico del nihilismo, crítico de la cultura y la razón científica, crítico de la moral, metafísico del arte, filósofo trágico de la estética, etc.) o interpretaciones cercanas al absurdo (Vattimo o Sloterdijk). Todas tienen un denominador común: son textualmente arbitrarias, por lo que sólo teniendo bien presente la Kulturkritik reaccionaria al Jetzeit burgués y la denuncia militante reaccionaria a la revolución es posible aprehender la unidad/coherencia del pensamiento filosófico-político de Nietzsche y eliminar contradicciones que sólo existen en la telaraña ideológica de sus intérpretes. No es casualidad que el grueso del Nietzschéisme de izquierda, en todos los países, sea en realidad una ala izquierda liberal-libertaria, individualista pero servil a las instituciones del estado, antisocial, paternalista, estética. Una contradictio in adjecto, al tributo no coincide con el sustantivo, pero es válido a nivel ideológico.»
Con erudición, realiza una historia de estas lecturas ingenuas que lo lleva hasta los anarquista de fines del XIX y algunos bolcheviques (Lunacharski, entre ellos). Polemiza directamente con estas lecturas poéticas y afirma, por el contrario, que Nietzsche es un pensador totalmente político desde su juventud; minimizar las consecuencias políticas de su obra implica recortarla en un importante grado. Hace un recorrido por la vida del filósofo alemán y demuestra de forma concluyente cómo, desde su juventud, tuvo un compromiso social ultraconservador.
Para comprender la radicalidad del análisis de Nietzsche de la decadencia democrática, señala González Varela, se puede observar el ataque al cristianismo que toma como «continuador moderno del ciclo de subversión y decadence iniciado en Grecia por el socratismo». Es decir, toma las lecturas que encuentra una continuidad entre Sócrates y el cristianismo pero, en este caso, como furibunda crítica.
Por último, en relación al filósofo alemán, González Varela por su crítica ideológica no reduce la genialidad de su obra. Por el contrario, sostiene que «En Nietzsche grandeza y horror se entremezclan en un estilo fascinante y seductor. Hay que leerlo con la agudeza y la lentitud de un filólogo, si no jamás entenderemos su mensaje. `ensayos no es lo que yo escribo: el ensayo es para los asnos y para los lectores de revistas»
En la labor interpretativa del autor argentino se reconoce la búsqueda de rigor. Aunque pueda resultar algo denso para la lectura, desde un comienzo se destaca el trabajo minucioso para comprender la intención de los textos de Nietzsche y su contexto histórico. El esfuerzo hermenéutico se desarrolla como necesidad argumental al entrar en abierta polémica con el mainstream interpretativo hegemónico. Paradójicamente, ante la desvirtuación del pensamiento nietzscheano en sus exégesis estéticas, individualistas, apolíticas, etc.la recuperación plena de su pensamiento devuelve al autor alemán una lucidez sino perdida.
A lo largo de los capítulos las citas son concluyentes y el pensamiento antidemocrático de Nietzsche queda en evidencia. Ya en el prefacio, el autor afirma
«Las lecturas marginalmente políticas que se han realizado de la filosofía de Nietzsche,…paradójicamente nos representan un Nietzsche hiperliberal, anarquista individualista, antiimperialista, que incluso puede ser una fuente valorable de recursos para el desarrollo de una teoría democrática posmoderna» (González Varela, 2010: 12)
Por el contrario, el autor nos advierte
Nietzsche nunca fue un demócrata. Una y otra vez en sus obras esotéricas y exotericas acomete contra las amenazas que los limitados avances democráticos le acarrean a Europa. Y como reacción propone, no un retorno a antiguas jerarquías medievales, no un retorno a formas de restauration dinásticas o monárquicas, sino el nacimiento y cultivo de una nueva casta de dominadores que gobierne Europa y luego la tierra. Su ideologiekritik a la modernidad burguesa implica una reversión epocal de todo el movimiento democrático desde 1789. (2010: 14)
El primero de los capítulos funciona como una introducción con claves de lectura del filósofo decimonónico. Por eso se llama «Una política de lectura: Nietzsche como lector». Al comenzar advierte cómo «La escritura es un velo que hace difuso el razonamiento que se despliega detrás y adelante de lo que estamos leyendo». Luego, a lo largo del capítulo, va describiendo las lecturas e influencias de Nietzsche así como la historia de las interpretaciones de esta. Contrariamente a como el propio filósofo alemán se presenta, detalla su manía por los libros y su rigurosidad a la hora de estudiarlos. Relata también la presencia de figuras como Schopenhauer, Emerson, Wagner, entre tantos autores conservadores de la época.
El segundo capítulo se llama «Nietzsche y el Partei Wagner» y es el más político, en el sentido estricto, de los capítulos. Describe los compromisos sociales del filósofo alemán con los sucesos de su época. También sitúa las dificultades para caracterizar el primer libro publicado del autor, El Nacimiento de la Tragedia. Por supuesto que también describe y desmenuza el vínculo entre Nietzsche y Richard Wagner, así como también las opiniones del primero sobre el segundo. De forma contundente, González Varela sintetiza «El Nacimiento de la Tragedia es el ´Manifiesto Comunista´ del partido wagneriano, su profesión de fe. Su carencia de rigor filosófico, su profetismo desencadenado, su anacronismo y falta de rigor histórico son justamente los límites de una forma de escribir y comunicar políticamente que Nietzsche no repetirá en lo sucesivo». El mal que denuncia, y remonta a Grecia, es el «socratismo», fundamento de la degeneración de la modernidad.»
Por su parte, la cita que comienza el tercer capìtulo, «Nietzsche y la Commune de París» adelante la visión radical reaccionaria del autor de El Nacimiento de la Tragedia hacia las concepciones ligadas a lo popular
«Quién garantizará que la moderna Democracia (moderne Demokratie), el todavía más moderno Anarquismo (modernere Anarchismus) y de manera especial aquella tendencia (Hang) hacia la `Commune`, hacia la forma màs primitiva de la sociedad (primitivsten Gesellschafts-Form), por otro lado usual en todos los socialistas de Europa, no significa esencialmente un gigantesco contragolpe (Nachschlag) -y que la Raza de los Señores (Herren Rasse), la de los Arios (Arier), no está incluso sucumbiendo fisiológicamente?» (Cita de Nietzsche en González Varela, 2010: 80)
Para sumar argumentos del hilo ideológico que recorre toda la obra de Nietzsche, el autor argentino exhuma los textos juveniles. Nos encontramos aquí con una alabanza aristocrática a Napoleón III frente al «hombre ordinario». También, en «Destino e Historia» de 1862, se observa un análisis teñido de biologicismo. En el plano de la filología clásica, profesión de Nietzsche, su primer trabajo se refiere a Theognis de Megara, un poeta aristocrático dorio.
González Varela advierte cómo Nietzsche sí creía, a diferencia de sus exégetas, en la unidad entre obra y autor, en una visión totalizadora que podemos ligar a una concepción filosófica materialista. Por eso, el autor busca polemizar con los nietzscheanos al estilo de Giorgio Colli que planteaba que (A Nietzsche) había que leerlo «como se escucha música».
En cuanto a la comuna de París, este fue un hecho que sacudió a las élites europeas como un fantasma del terror democrático de la revolución francesa. Gracias a sus rápidos reflejos para apropiarse de este acontecimiento como hecho político, a partir de su texto «La Guerra Civil en Francia», Marx saltó a la fama y se lo tomó como el jefe de una conspiración internacional para derrocar el orden existente.
La conmoción reaccionaria también fue compartida por Nietzsche. Sus opiniones quedaron plasmadas en varios de sus escritos. Por ejemplo, en una carta de junio de 1871 a un aristócrata prusiano, Carl Ernst von Gersdorff, Nietzsche sostiene «Si hay algo que puede subsistir para nosotros tras este bárbaro período de guerra, es el espíritu heroico y al mismo tiempo reflexivo de nuestro ejército alemán..Más allá del conflicto de las naciones, nos ha dejado aterrorizados, por lo terrible e imprevista, la sublevación de la Hidra Internacional presagio de muchas otras luchas futuras». González Varela desarrolla a lo largo del capítulo polémicas con las lecturas fuera de contexto de los nietzscheanos. A partir de una sistematización de los textos del filósofo alemán reconstruye su pensamiento político.
A lo largo de los siguientes capítulos encontramos el desarrollo de las ideas de Nietzsche como respuesta a la modernidad. La modernidad entendida como una continuidad de la cultura socrática, con el «optimismo» y el igualitarismo como características. A esta cultura renacida en la plebeya revolución francesa, Nietzsche le contrapone el «radicalismo aristocrático» como se lo definió a George Brandes. En su crítica total y radical entran categorías tan amplias como el liberalismo, la dignidad del trabajo y del hombre, el comunismo y la cuestión social.
A esto le opone un proyecto de educación de los obreros como esclavos, recuperando el concepto de Estamento. Para este plan encuentra en la disciplina del soldado prusiano una imagen de su futuro anhelado. También recupera la propuesta platónica de la República y la figura del Genio.
En el análisis de la obra de Nietzsche, González Varela detalla las lecturas y, lo que Quentin Skinner define como «matriz social e intelectual». Se estudian figuras de la reacción europa del siglo XIX como Jacob Buckhardt, Otto Bismark, Ralph Emerson, Heinrich Gotthard von Treitschke y Joseph Gobineau, entre tantos otros.
Al terminar el libro lo que genera es una inquietud en cuanto a lo habituada que está nuestra sociedad al discurso democrático. Esta cultura hegemónica, es decir sentido común instalado históricamente, genera extrañeza o dificultades para entender tal como está escrito una propuesta ultrarreacionaria como la de Nietzsche. Lo segundo, la profundidad del pensamiento de Nietzsche que en una búsqueda asimisma realista y radical analiza hasta los hábitos gastronómicos para extirpar ese mal democrático.
Los fundamentos filosóficos políticos del capitalismo tardío. Parte 2, Heidegger
Su segundo libro podemos leerlo en sintonía con el primero. El libro se titula «Heidegger. Nazismo y política del ser» y se publicó en el 2017.
Nos encontramos con una obra extensa. La bibliografía abarca treinta y tres páginas, contiene 830 notas al pie, además del léxico heideggeriano, datos biográficos del filósofo alemán y un índice de autores. Comenta el autor del libro que este trabajo le implicó veinte años de trabajo. El libro también cuenta con un elogioso prólogo de Salvador López Arnal que lo define sin más como un «clásico de la filosofía hispánica y europea».
El libro está dividido en seis capítulos. El primero, como introducción, con el atractivo título de «Política como Ontología», luego: «II. Volk y Estado. El Da-sein alemán elige a su héroe»; «III. Repetición, Reacción y Revolución»; «IV. Krisis , Aristóteles y el Da-Sein histórico alemán»; «V. Kant, Holderin, Nietzsche, Hitler y el contramovimiento antinihilista»; «VI. Heidegger Wars, o los textos de un filósofo como ´campo de batalla´» y, por último, «VII. Retorno a Syracusa: De Die Tat a la Gelasseinheit , bancarrota de la phronesis y ascenso profético de la poiesis «.
Esta labor no estuvo exenta de una evolución conflictiva del propio González Varela, como lector, en cuanto a la obra del filósofo de Friburgo. Por ejemplo, con el descubrimiento de la relación de éste y su apoyo activo al nazismo. Para lograr una lectura certera, González Varela debió reconstruir el pensamiento de Heidegger. Tanto por lo críptico de sus textos ligados a lo político como por la interpretación hegemónica, que lo exorciza de toda afinidad reaccionario.
Es interesante el método que el autor elige en su crítica. A diferencia del estilo oscuro del autor de «Ser y tiempo», NGV hace un elogio de la cita erudita. Afirma que esta «además de cumplir una función formal ´antidilettante´, es la posibilidad infinita de la intertextualidad..es ir a contracorriente, es una postura ideológica precisa, antipostmodernista».
Para resumir podemos reducir a cuatro las hipótesis que se encuentran a lo largo de la obra. Primero, si existe un vínculo intrínseco entre construcción filosófica de Ser y Tiempo.
La central sostiene que es absurdo elucubrar si existe un vínculo obligado entre la construcción filosófica de Ser y Tiempo y las posiciones políticas del autor. Más bien, la tarea es des-velar los indicios de una filosofía política en la ontología heideggeriana. Esto implica una continuidad, una filosofía práctica, hacia el nazismo, anterior a la década del 30. En este sentido, González Varela recupera la confesión de Heidegger a Karl Lowith cuando afirma que «en su concepto de ´historicidad´ (Geschichtelichkeit) estaba el verdadero fundamento (Grund) de su compromiso político con Adolf Hitler».
Agrega también elementos desconocidos y esclarecedores para comprender la hegemónica presencia de la tradición filosófica contra-racional actual. Por ejemplo, con el caso del filósofo francés Maurice de Gandillac que servirá de puente entre Heidegger y los emergentes filósofos franceses de los años 60. Fuertemente influido por la tradición nietzscheano-heideggeriana, en la temprana posguerra se vinculará con Heidegger, exculpándolo de sus vínculos con el nazismo. Justificará su compromiso político como «un niño entusiasmado». En este sentido, también abstraerá la teoría de «Ser y tiempo» de las condiciones biográficas del autor. Luego, Gandillac, casualmente, dirigirá los primeros trabajos de Michel Foucault, Jean Francois Lyotard, Louis Althusser, Jacques Derrida y Gilles Deleuze. Es clara la continuidad de la influencia de Heidegger así como su exculpación. Además del caso Condillac, con una nutrida bibliografía, relata también González Varela, el paso por esos años de Herbert Marcuse, Ernst Cassirer, Karl Lowith, entre tantos.
En definitiva, por la labor hermenéutica, el análisis sin concesiones y, sobre todo, por la valentía acompañada de rigurosidad de buscar entender la filosofía a contrapelo, nos encontramos con un libro ineludible a la hora de abordar la obra de Martin Heidegger.
Fuente: http://sociedadfutura.com.ar/2019/05/23/nicolas-gonzalez-varela-resena-de-su-obra/