Libro inédito hasta su publicación por Éditions du Seuil en enero de 2018, La monnaie. Un enjeu politique, tiene la peculiaridad de estar organizado a modo de manual crítico de economía monetaria (según queda resaltado en la portada), es obra de Les Économistes atterrés (que podemos traducir por «Los Economistas consternados», aunque uno tenga la […]
Libro inédito hasta su publicación por Éditions du Seuil en enero de 2018, La monnaie. Un enjeu politique, tiene la peculiaridad de estar organizado a modo de manual crítico de economía monetaria (según queda resaltado en la portada), es obra de Les Économistes atterrés (que podemos traducir por «Los Economistas consternados», aunque uno tenga la tentación de dejarse arrastrar por la similitud aparente y traducirlo por «aterrorizados»), aquellos economistas que, en plena crisis económica, en el año 2010, lanzaron un Manifiesto que les dio a conocer allende las fronteras francesas. Si bien no están todos los que son, sí son los cinco que firman este libro, como puede comprobarse en la página web del grupo: http://www.atterres.org/qui-sommes-nous ). Jean-Marie Harribey, nacido en 1948, fue profesor adjunto de ciencias económicas en la Universidad de Burdeos, copresidente del comité científico de ATTAC y Director de su revista Les Possibles, además de cronista de la revista Politis y miembro de la fundación Copérnico. Esther Jeffers es profesora de economía en la Université de Picardie Jules Verne (UPJV). Investiga la economía bancaria y la política monetaria. Jonathan Marie, profesor en la Universidad de París 13, investiga en el seno del laboratorio CEPN (Centre d’Economie de Paris Nord). Dominique Plihon, es profesor en la universidad París 13 y dirige en el CEPN el polo especializado en economía financiera y publica regularmente en Politis. Finalmente, Jean-François Ponsot es Profesor de ciencias económicas de la Universidad de Grenoble Alpes, tras haber sido Assistant Professor à Laurentian University, Canada, y consultor para la Comisión técnica sobre la Nueva arquitectura financiera regional de la presidencia de Ecuador.
El libro está compuesto por una introducción, seis capítulos y la conclusión. En la introducción podemos encontrar los motivos inductores a escribir el libro: El primero, reconocer que la moneda y las instituciones bancarias y financieras han jugado un papel determinante y detonante de la crisis económica; sin señalar al causante responsable principal para mí: los bancos centrales y la política monetaria previa a la crisis. El segundo motivo, reflexionar sobre las transformaciones del capitalismo en los últimos cuarenta años, particularmente por lo que hace al restablecimiento de la rentabilidad del capital deseado por las clases dominantes, que ha comportado una etapa «neoliberal» que ha conducido al sometimiento a los mercados de la moneda, la política monetaria y bancaria hasta el estallido de la crisis en 2007. Y el tercero es el interés suscitado en la ciudadanía por el papel de la moneda y la indignación por el comportamiento de la banca. De los teóricos del capitalismo, destacan a Marx, Keynes y Polanyi como pertinentes para la comprensión de la crisis.
El capítulo 1 versa sobre la naturaleza de la moneda y es claro, suficiente y muestra claramente el enfoque multidisciplinar, de carácter social que consideran imprescindible para comprender el papel que juega la moneda en la sociedad, en el pasado y en la actualidad, sin que falte un recuadro dedicado a las criptomonedas, señalando las limitaciones del bitcoin en tanto que moneda. En este capítulo, los autores señalan que el capitalismo es una economía monetaria de producción, adentrándose en la concepción de Marx, si bien en anexo al capítulo nos muestran «las diferentes teorías económicas sobre la moneda»: La neoclásica, destacando Milton Friedman y señalando que la escuela austríaca, que consideran dentro de la corriente neoclásica, se aparta de la idea dominante en esta: la neutralidad de la moneda, tanto a largo como a corto plazo (p. 45). La marxista, según la cual la moneda es necesaria en la relación de producción capitalista: «Para Marx, el crédito es una prevalidación de la valorización futura del capital», la acumulación de capital necesita una creación de moneda (p. 47). La concepción keynesiana, que pone fin a la dicotomía entre una esfera real y otra monetaria, destacando la incertidumbre y la preferencia de los individuos por la liquidez; sobresaliendo Minsky entre las escuelas de pensamiento recientes que han prolongado el análisis de Keynes. Finalmente, incluyen la teoría «chartalista» de la moneda (debida a Georg Friedrich Knapp y Alfred Mitchell-Innes y en la que parcialmente se inspiró Keynes), según la cual, esta es una creación del Estado. Finalmente, los autores sitúan su concepción socioeconómica de la moneda, con base en la antropología de Mauss, de Marx, de Keynes, de Polanyi y que abarca desde un marxismo renovado hasta el poskeynesianismo, destacando a los autores Michal Kalecki y Hyman Minsky. Consideran que puesto que la moneda se inserta en las relaciones sociales, debe ser un instrumento dominado por la colectividad y puede por ello ser una palanca de la acción política. (p. 52)
El capítulo 2 recoge, con gran claridad y pedagogía, el asunto de la creación monetaria tal y como se estudia en las facultades y que podemos presuponer que imparten en sus clases, de ahí que no estorbe la idea de que es un «Manual crítico de economía monetaria», pues se apoya en ejemplos clarificadores y en recuadros de profundización en algún aspecto. La descripción del proceso de cómo se crea moneda a partir del crédito bancario y su relación con la moneda del Banco central, me parece muy clara. Recogen las posiciones de las concepciones opuestas de la creación monetaria: la creación monetaria sería exógena para los monetaristas y endógena para los keynesianos y sus correlatos de multiplicador y divisor del crédito por la respective. En recuadro, el papel del tipo de interés y a qué corresponde. Una sección del capítulo la dedican a la política monetaria en relación con el Estado y su financiación, dando paso a otra sobre la creación monetaria en economía abierta, seguida de otra que reúne las tres fuentes de la creación monetaria, para aproximarse finalmente a la necesidad intrínseca de la banca para el funcionamiento de una economía monetaria. Anejo al capítulo tenemos el tratamiento de la deuda.
En el capítulo 3, nos adentramos, con la moneda, en el corazón de la acumulación y de las crisis capitalistas. Consagran el capítulo a demostrar que la moneda es indispensable a la acumulación de capital e incluso a todo proceso de desarrollo económico (olvidan decir que es en el contexto de una economía monetaria de producción, para salvar la validez de «todo…»). La idea inicial es que la creación de moneda anticipa el crecimiento económico a través de la inversión de todo tipo que conduce al incremento de productividad, por lo que se convierte en una condición de la producción y «el sistema bancario anticipa el hecho de que las empresas harán beneficios y, por esta anticipación, permite la realización simultánea del beneficio no distribuido y de la acumulación.» (p. 94) En recuadro, tratan la polémica sobre el equilibrio entre el ahorro y la inversión, que contrapone a clásicos y neoclásicos (si bien citan a Hayek) frente a keynesianos y otros. Si bien la creación de moneda por el sistema bancario es necesaria para la acumulación, su exceso conduce a una burbuja financiera, lo cual abre la reflexión sobre la inestabilidad financiera intrínseca y a la sobreacumulación de capital, cuyo mecanismo ilustra mediante un gráfico muy interesante que abarca desde 1960 hasta 2010, la evolución de la tasa de beneficio y la productividad en EE. UU., Europa y Japón agregadas, hasta el año 1983 con tendencias similares, pero divergentes después, cayendo persistentemente los aumentos de la productividad (hasta situarse conjuntamente en el 1%), en tanto la tasa de beneficios conjunta presenta una tendencia pronunciadamente alcista (hasta rozar el 4% conjuntamente). En otro gráfico muestran las caídas de la parte de los salarios en el PIB entre 1960 y 2018, esta vez de tres países separadamente: Francia, Italia y EE. UU., que merecen estudiarse con detenimiento, aunque no podamos hacerlo aquí, con caídas desde el 66% al estallar la primera crisis del petróleo, hasta el 51% en el año 2000 en el caso de Italia; caída en Francia hasta el 55% en el 2007 y desde el 63% en EE. UU., en el año 1971 (recuérdese la pérdida de convertibilidad del dólar en oro) hasta el 57% en el año 2013, valores apreciados visualmente sobre el gráfico y, por ende, susceptibles de pequeñas inexactitudes. Acaba el capítulo con la relación entre inflación y paro, la deflación y un anexo sobre la financiación de la transición ecológica, aspecto este muy a la moda entre la izquierda bien pensante y de interés objetivo empresarial, que, cuando la izquierda se percate, será otra vía de acumulación de capital «consentida» por los valores «progres».
El capítulo 4 está dedicado a la regulación monetaria y la política económica, más concretamente, los autores explicitan su centro de interés: «la implementación de la política monetaria en el marco de una misma comunidad de pagos, de una zona en la cual se reconoce y acepta una moneda dada.» (p. 123) Dejan claro que se trata de un capítulo descriptivo en el que pretenden cubrir tres objetivos: 1) Mostrar las modalidades, las prácticas y los objetivos perseguidos por un banco central. 2) Analizar los cambios derivados de la implementación de las políticas monetarias llamadas «no convencionales» (flexibilización cuantitativa, modificación de la estructura de los balances y procedimientos de refinanciación). Y 3) Definir cuál debería ser la política monetaria de hoy en día. Para ello, sugieren «seguir el hilo conductor cronológico, constituido por las evoluciones del pensamiento económico, así como por las transformaciones de la política monetaria y de los propios bancos centrales.» (p. 125). Lo desarrollan en cinco apartados: «1. Los bancos centrales evolucionan», sucinta evolución desde los orígenes de estos (con el Riskbank del Reino de Suecia, creado en 1668), hasta el presente, en poco más de dos páginas, dejando para el apartado 4 el desarrollo de las prácticas actuales. «2. Política monetaria y soporte de la actividad», en dos apartados: uno que trata el mix monetario y presupuestario, y otro subrayando la prioridad de la acción sobre la economía real. «3. Política monetaria y estabilidad de precios», recogiendo la controversia de principios del siglo XIX entre currency principle y banking principle y trayéndola a sus versiones presentes. «4. Las prácticas actuales de los bancos centrales», partiendo del abandono del policy mix keynesiano, señalando los cambios en dos planos: el institucional y el de los instrumentos de política monetaria y repasando su evolución y prácticas con la crisis de 2007-2008 hasta la aplicación de la ZIRP (Zero Interest Rate Policy), dedicando un recuadro de dos páginas y media a la imagen del «helicóptero monetario», empleada por primera vez por Milton Friedman en 1969 sugiriendo lanzar dinero desde un helicóptero sobre los individuos, lo que supondría un impuesto negativo, retomada por Ben Bernanke en el año 2002 y algunos sugieren un parecido con la práctica del quantitative easing, por ser ambas inyección de dinero nuevo en la economía. Se me hace de difícil comprensión el crítico párrafo final, con la frase siguiente: «Pero un helicóptero para el pueblo dejaría de lado lo esencial: la transformación de las relaciones de producción, que no deriva de la dirección tomada por el helicóptero, aunque fuera hacia los consumidores.» (p. 144, recuadro). Y «5. Política monetaria versus estabilización financiera», con dos aspectos sobresalientes: la separación entre la política monetaria y la política de estabilización financiera y, como consecuencia de la crisis, la necesaria estabilización financiera, lo que comprometería la política monetaria. A modo de conclusión del capítulo, proponen que la política monetaria sea repensada completamente. Con el ejemplo de la zona euro consideran imprescindible una articulación estrecha entre ´la política monetaria y la política presupuestaria, para lo cual, el banco central ha de poder adquirir deuda del Estado en los mercados primarios de dichos títulos, evitando así que los tipos de interés exigidos por los mercados financieros puedan elevarse brutalmente. Es sorprendente que estos autores aparentemente críticos no insistan en los bancos centrales como causantes de la crisis, si bien reconocen que aparecen como «bomberos pirómanos» preparando con sus actuaciones la próxima crisis financiera inundando de liquidez los mercados financieros, alimentando las burbujas financieras futuras. (p. 154) Su propuesta es «revisar los objetivos confiados a los bancos centrales a fin de favorecer el empleo y la transición ecológica.»
El capítulo 5 lo destinan a los bancos y su regulación, en el que hacen un repaso amplio y crítico del sistema bancario, siempre subrayando o subyaciendo la necesidad de aquella, sin incidir en una verdad de Perogrullo: que antes de la crisis ya existía regulación y poder bastante de los bancos centrales para supervisar o subir los tipos de interés para evitar las burbujas, pero no hicieron uso debido de esas potestades, ¿Qué seguridad podemos tener de que cambiando y ampliando la regulación, no harán lo mismo que hicieron? Al cabo, la mayor regulación redunda en poder burocrático de un ente no elegido: los bancos centrales; en un mayor coste para las entidades bancarias, derivado de un refuerzo de informaciones a los clientes de los bancos, que acaban pagando en tiempo y dinero, sin contrapartida efectiva, elevando las barreras de entrada en el negocio bancario y, por ende, reduciendo la competencia que, por otra parte, se alaba cínicamente, con la sola pretensión de esquivar las responsabilidades de las Administraciones públicas. Para eso, mejor renacionalizar la banca.
Finalmente, el capítulo 6 lo destinan a tratar las dimensiones internacionales de la moneda, básicamente con un repaso crítico a la evolución del sistema monetario internacional tras los famosos acuerdos de Bretton Woods, y a los sistemas de cambio posibles, con un recuadro para explicar qué cualidades ha de tener una moneda internacional. Encontraremos también sucinta historia de las uniones monetarias y usa sección específica sobre la experiencia del euro, dejando claro que es un factor de desequilibrio entre los países de la zona euro, y tratan otras tentativas de integración monetaria que se han dado, por ejemplo, en América Latina o en el Sudeste asiático. Analizan brevemente alternativas posibles para una regulación monetaria global, considerando regresiva la opción de volver al oro como patrón, cuestionan la libre circulación de capitales y valoran la extensión de los Derechos especiales de Giro del FMI, a la búsqueda de una nueva moneda supranacional. Consideran que las relaciones monetarias internacionales hoy en día se basan en la competencia, incluso la guerra entre las monedas, por lo que consideran que la mundialización (que no cuestionan y es este, a mi entender, un punto débil en su supuesta visión crítica) sólo se puede desarrollar armoniosamente si las relaciones monetarias internacionales están reguladas y fundadas en la cooperación entre países y no en base a la lógica actual de los mercados y de la competencia (pág. 224).
Fernando G. Jaén es doctor en Economía. Profesor titular del Departamento de Economía y Empresa en la Universidad de Vic-UCC.
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