1. En líneas generales, parece posible definir tres momentos de la estrategia antichavista: – El primero se define por la confrontación violenta de la revolución bolivariana: inicia en 1998, con la tentativa de desconocimiento del triunfo electoral del comandante Chávez el 6 de diciembre, pasa por el paro empresarial del 10 de diciembre de 2001, […]
1. En líneas generales, parece posible definir tres momentos de la estrategia antichavista:
– El primero se define por la confrontación violenta de la revolución bolivariana: inicia en 1998, con la tentativa de desconocimiento del triunfo electoral del comandante Chávez el 6 de diciembre, pasa por el paro empresarial del 10 de diciembre de 2001, el golpe de Estado del 11 de abril de 2002, el lock outempresarial y sabotaje de la industria petrolera entre diciembre de 2002 y febrero de 2003, las guarimbas de febrero y marzo de 2004, y la decisión de no participar en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2005. Durante estos años se cimentará la identidad antichavista, de fuerte contenido clasista y racista. La mirada hacia el chavismo se caracterizará por el miedo y el desprecio. Abundarán los discursos que criminalizan y demonizan lo popular. Culmina con la derrota en las elecciones presidenciales del 3 de diciembre de 2006.
– La realineación de fuerzas posterior a diciembre de 2006 se expresará en un desplazamiento progresivo de la clase política más tradicional. En 2007, y por primera vez, el sujeto «movimiento estudiantil» asume la vanguardia, ya no en plan ofensivo y por la vía violenta, sino enarbolando la defensa de los derechos civiles y políticos, amenazados por el «cierre» de RCTV. La campaña contra la reforma constitucional, en cambio, se centra en la defensa de la pequeña propiedad privada. Durante la misma campaña se producen los primeros ensayos de mimetismo de los símbolos del chavismo. Predominio casi absoluto del discurso sobre la ineficiencia gubernamental, que desplaza al discurso sobre la ilegitimidad del Presidente Chávez, característico del primer momento. El esfuerzo está dirigido a demostrar que el chavismo es incapaz de gobernar, y que la retórica socialista no es sólo un exceso ideológico, sino un pretexto para disimular la ineficiencia gubernamental. Primeros episodios de escasez inducida. El discurso sobre la ineficiencia alcanzará su pico más alto en 2010, año en que el país padece el período de sequía más severo de su historia, lo que provoca una grave crisis eléctrica, y cierra con las lluvias más fuertes de que se tengan noticia, lo que produce una fuerte crisis humanitaria, con más de 120 mil personas que pierden sus casas. Durante estos años ocurrirá un progresivo apaciguamiento del discurso de criminalización del chavismo, que será directamente proporcional al intento de apropiación de algunas de sus principales ideas-fuerza. El ejercicio de mimetismo del chavismo alcanzará niveles sin precedentes durante la campaña presidencial de 2012.
– La derrota en las elecciones presidenciales del 7 de octubre de 2012 abre un período signado por la precariedad estratégica : derrotada la estrategia de desgaste del segundo período, se producirán episodios aislados de violencia y rebrotará el discurso clasista y racista . Desmoralizado, el antichavismo asistirá a una nueva derrota en las elecciones regionales del 16 de diciembre de 2012. Se agudizarán las tensiones internas. Un liderazgo político cada vez más cuestionado llega al extremo de poner en duda públicamente la fecha de la muerte del comandante Chávez. Desconocimiento de los resultados de las elecciones presidenciales del 14 de abril de 2013. Nuevos hechos de violencia dejan como saldo 11 muertos. Se acentúa la guerra económica: la escasez inducida, el acaparamiento, la especulación en el mercado de divisas. En febrero de 2014 retoma una táctica que había abandonado diez años atrás: la guarimba, que deja un saldo de 43 víctimas mortales. Derrotada políticamente la guarimba (incluida una campaña publicitaria a escala global que movilizó a figuras del espectáculo), y en medio de fuertes disputas por el liderazgo, arreciará la guerra económica.
2. Durante los primeros días de 2015 ha comenzado a transparentarse el esfuerzo que realiza el antichavismo por superar la situación de precariedad estratégica que arrastra desde octubre de 2012. Para comprender a cabalidad este movimiento táctico es necesario situarnos, en primer lugar, al nivel de su relación con el chavismo en tanto identidad política. El tránsito parece claro: del desconocimiento total del primer período, con su pesada carga de deshumanización y criminalización del adversario, de subestimación de sus capacidades políticas, todo lo cual tendrá consecuencias catastróficas y aleccionadoras, a un segundo período de reconocimiento de la fuerza del chavismo, de identificación de los principales rasgos de su cultura política, y el consecuente trabajo de mimetismo, a un tercer período en que, resultando infructuoso el giro del período anterior, vuelven a ganar terreno las fuerzas que promueven la confrontación violenta con el chavismo. Ahora bien, es preciso ver en el protagonismo circunstancial de estas fuerzas una señal de desvarío, y por tanto de debilidad. Mejor alineadas las fuerzas, la estrategia parece apuntar no al desconocimiento original, sino a la identificación del chavismo con los peores rasgos de su adversario histórico: el propio antichavismo.
3. Ya no se trata de colarse por los intersticios de la cultura política del chavismo para colonizarlo y derrotarlo desde dentro. Eso no funcionó. Ahora se trata de horadarlo, de tasajearlo. Al chavismo deben vérsele todas las costuras. Lo que está en marcha es un denodado intento de acabar de una vez por todas con la épica chavista, por vulgarizar el mayor esfuerzo de transformación social que haya protagonizado el pueblo venezolano en su historia.
4. Cuando el antichavismo estimula y, eventualmente, crea las condiciones para la práctica de formas diversas de «viveza criolla» (cadivismo, bachaqueros, coleros, etc.), para luego celebrarlo como signos de descomposición moral del régimen, pero sobre todo de su base social de apoyo, no está «descubriendo» la esencia del chavismo, hábilmente maquillada por la propaganda oficial, sino que está emparentándonos con lo que alguna vez fuimos y comenzamos a dejar de ser con el chavismo: pueblo luchando contra pueblo, exacerbación del individualismo, del egoísmo, imposición de la ley del más fuerte.
5. No podemos olvidar que fue la oligarquía la que construyó el mito de la «viveza criolla», del venezolano flojo e inculto que se vale de determinadas circunstancias, pero sobre todo de los demás, para sacar provecho personal, sin mucho esfuerzo. Pero este mito a quien realmente retrata es a la propia oligarquía, mediocre e improductiva, que caricaturiza y estigmatiza al pueblo trabajador. Este mito de la «viveza criolla» es alentado por las elites para estimular conflictos intra-clase, procurando evitar, por supuesto, que el pueblo venezolano olvide que el conflicto antagónico es con la oligarquía.
6. La estrategia va orientada a la descomposición moral de la base social de la revolución bolivariana, para lo que resulta indispensable que el pueblo deje de creer en sí mismo, en su potencia creadora y transformadora. Con la guerra económica, el antichavismo estimula el cinismo: si el acceso a los productos de primera necesidad, logro indiscutible de la revolución, comienza a percibirse ya no como expresión de la construcción de una sociedad justa y solidaria, sino como ocasión para la competencia, la trampa, la mentira y la «falta de autoridad», pues evidentemente ya no estamos frente a un logro, sino ante una dolorosa y frustrante derrota. La circunstancia induce al error de pensar: después de todo no fuimos capaces, porque después de todo somos lo mismo que decíamos combatir.
7. Este conjunto de circunstancias, es decir, las expresiones cotidianas de la guerra económica, con énfasis en las colas, tienen lugar en un momento en que el chavismo ha perdido su principal referente ético: el comandante Chávez. La estrategia del antichavismo se articula en torno al discurso: en ausencia de Chávez el incorruptible, lo que nos queda es el chavismo corrompido y corruptor. He aquí el significado del «Maduro no es Chávez» en boca de la vocería antichavista, que no implica en lo absoluto reconocimiento del comandante Chávez. Veintiún meses después de gobierno del Presidente Nicolás Maduro, habiendo demostrando el chavismo que era capaz de vencer sin el comandante Chávez a la cabeza, y habiendo demostrado Nicolás Maduro su capacidad para liderar el chavismo, el antichavismo va por esa cultura política que logró sobrevivir a su líder original.
8. Por eso el énfasis del antichavismo en el tema de la corrupción: si en el primer período el chavismo era ilegítimo, poco menos que humano, y en el segundo era ineficiente pero con rostro humano, en el tercero es corrupto, ladrón, mafioso. Es decir, calco y copia de la oligarquía venezolana.
9. Se trata de un gobierno corrupto, ineficiente e ilegítimo, en ese orden. Ineficiente porque además no hace nada para solucionar los problemas de desabastecimiento y escasez, discurso que hace resonancia con una parte del chavismo. Y es aquí donde nos enfrentamos, en el chavismo, con nuestras propias limitaciones: puesto que al gobierno le corresponde asumir su responsabilidad, por supuesto que sí, pero también al pueblo organizado. Porque esto no se trata de un gobierno más o menos eficiente, sino de un pueblo que está haciendo una revolución y que, en alianza con su gobierno, está llamado a actuar con eficacia política.
10. Si vamos a cuestionar la lógica rentista, hagámoslo en serio. El rentismo en el campo económico tiene su correlato político. La política revolucionaria produce nuevas relaciones sociales. La política rentista administra el status quo. El antichavismo repite hoy que «Maduro no es Chávez» porque hay una parte del chavismo que se lamenta: «Si Chávez estuviera vivo». Más que a derrotismo, la expresión alude a nuestra dificultad como pueblo en revolución para superar la vieja cultura política, para terminar de asumir que el destino de esta revolución depende de nosotros mismos. En otras palabras, alude a nuestra dificultad para superar una cultura política fundada en la lógica rentista.
11. Todavía presa de la cultura política asociada al rentismo, una parte del chavismo reclama, exige, y si su demanda no es satisfecha, se lamenta: «Si Chávez estuviera vivo». Imposible superar esta lógica perversa pretendiendo, por ingenuidad o voluntarismo, por demagogia, que es posible satisfacer cada demanda. Gobernar no es satisfacer, o hacerse de una clientela satisfaciendo a unos pocos. Gobernar en revolución es crear las condiciones para que el pueblo gobierne. Gobernar en revolución es producir otra sociedad, no administrar la vieja sociedad.
12. La idea misma de la política como algo que se produce, y no como una renta (política) que se administra mejor o peor, implica abrirnos a la posibilidad de interpelar a nuestros gobernantes, pero también a la posibilidad de ser interpelados en tanto que pueblo que desea gobernar. Que tiene «voluntad de poder». Implica igualmente no olvidar que el comandante Chávez fue producto, consecuencia, de un pueblo que decidió hacer una revolución. Chávez es también «creación heroica» del pueblo venezolano.
13. Respecto del gobierno, de nuestra responsabilidad, de la necesidad de reconocer nuestras incapacidades, cabría esperarse un ejercicio similar al hecho aquí, identificando lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer en idénticos períodos, de manera simultánea a los movimientos del antichavismo para intentar, sin éxito, derrotar a la revolución bolivariana. Identificar, por ejemplo, cuándo y cómo permitimos que una «nueva clase» creciera al amparo de la revolución, y cuándo y cómo ella misma terminó siendo un obstáculo para liberarnos de las amarras de la economía rentista. Cómo y cuándo, por acción u omisión, contribuimos a crear las condiciones para la aparición del fenómeno del cadivismo.
14. Como suele ocurrir, al antichavismo le ha dado por sacar a relucir su amplísimo conocimiento del problema de las colas. Una de las referencias al uso es la « psicología de la espera «. Haciendo analogías aquí y allá, se pretende explicar por qué las colas en Venezuela son el preludio de una catástrofe social. Lo que curioso es que si nos permitiéramos idéntico desliz (la analogía fácil para «demostrar» lo que está afirmado de antemano), la tal «psicología de la espera» nos aportaría alguna información valiosa sobre eso que los aparatos de propaganda del antichavismo han hecho con su base social: «si la espera se considera injusta, se tolera mal», «los nervios hacen que las esperas parezcan más largas y se vivan peor», «las esperas sin explicación son peor toleradas». Es decir, la base social del antichavismo ha sido condicionada para experimentar la revolución bolivariana de la misma forma que el pueblo chavista hoy experimenta las colas. Algo así como: ¿ustedes no querían patria? Bueno, cálensela. Las colas serían una particular forma de venganza por todo lo que el chavismo les ha hecho padecer.
15. Con las colas que estimula, cuando lo hace, el antichavismo está provocando al que tal vez sea el sujeto más potente de la revolución bolivariana: la mujer de barrio. Cualquier chavista sabe que los procesos de organización barrial son fundamentalmente dirigidos por nuestras mujeres. Mujeres que se emanciparon, en buena medida, en el espacio privado, y pasaron a protagonizar en el espacio público, con su infinita fortaleza, con su perseverancia, con su sabiduría forjada en la lucha cotidiana para sacar adelante a sus hijos, generación tras generación. Yo no he conocido a mujeres más hermosas que las mujeres de nuestros barrios. Con las colas, la oligarquía venezolana le envía el siguiente mensaje a nuestras mujeres: debes regresar al espacio privado, al de la economía doméstica, tú no tienes otra misión en este mundo que administrar la escasez, ir de un lugar a otro buscando qué darle de comer a tus hijos. No conocen a nuestras mujeres del barrio.
16. Ay de aquellos cuya forma de concebir la política se reduce a expresiones del tipo: quisiera ver a este pueblo muerto de hambre a ver si por fin cae el gobierno.
17. Por último, falta responder a la pregunta: ¿por qué la estrategia del antichavismo se orienta a la identificación del chavismo con los peores rasgos del propio antichavismo? Porque con la muerte del comandante Chávez se ha quedado también sin referentes éticos. Porque nunca los tuvo entre sus filas. Porque se siente desolado. Porque el chavismo está en vías de construir nuevos referentes y nuevos liderazgos, que superen todo lo que de vetusto aún persiste en filas bolivarianas, y en el antichavismo nada apunta en esa dirección. Porque prefieren un país desolado a un país en revolución, con una democracia de alta intensidad, que avanza en la lucha por erradicar la pobreza, la criminalidad, los privilegios de clase; una sociedad en la que la población tiene acceso progresivo a bienes y servicios, al libre ejercicio y disfrute de sus derechos. Una sociedad como la que comenzamos, apenas, a construir con Chávez. Y esa sociedad tenemos que construirla con buena parte de quienes hoy militan contra la revolución. Ahora es que nos queda trabajo por delante.
Caracas, 20 de enero de 2015.
* Reinaldo Iturriza López es Ministro del Poder Popular para la Cultura de la República Bolivariana de Venezuela.
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