El tema del uso de las redes sociales tiene sus bemoles. Nadie puede negar su importancia en las comunicaciones actuales mas tampoco que de alguna manera ha banalizado la comunicación y la ha convertido en un dominio incierto, manipulable, ideal para universales confusiones y conceptos falsos. Las redes sociales son un invento del capitalismo, sin […]
El tema del uso de las redes sociales tiene sus bemoles. Nadie puede negar su importancia en las comunicaciones actuales mas tampoco que de alguna manera ha banalizado la comunicación y la ha convertido en un dominio incierto, manipulable, ideal para universales confusiones y conceptos falsos.
Las redes sociales son un invento del capitalismo, sin duda, pero eso no es una razón para descalificarlas. También lo son el teléfono, el automóvil, el avión, la televisión y la computadora, y sin embargo los usamos sin ningún prurito ni prejuicio. Pero en nuestra opinión, el problema principal de todo esto lo plantea el conocido intelectual y escritor italiano Humberto Eco en algunas reflexiones que ha hecho sobre este tema fundamental de nuestra época, al afirmar que «no se puede frenar el avance de Internet«, y además añadir que el problema de la Red «no es solo reconocer los riesgos evidentes, sino también decidir cómo acostumbrar y educar a los jóvenes a usarlo de una manera crítica«. Las redes sociales no han sido desarrolladas para democratizar la información, sino para codificarla, banalizarla, manipularla y usarla como ariete en procesos de domesticación cultural y promoción de conflictos por parte de grandes intereses económicos y políticos.
En ese sentido, las redes se parecen a la televisión. Eco señala que «Si la televisión había promovido al tonto del pueblo, ante el cual el espectador se sentía superior, el drama de Internet es que ha promovido al tonto del pueblo como el portador de la verdad«. No sabemos exactamente a qué se refiere Eco con esta aseveración, pero arbitrariamente planteamos el asunto de esta manera: la televisión le ha permitido al capitalismo generar -o al menos ha contribuido enormemente a ello- un tipo de ciudadano acrítico, pasivo, superficial, sometido y conformista. Las redes han permitido a ese Frankenstein televisivo asumir el poder de la comunicación e influir de manera destacada en la sociedad, reflejando al hacerlo el inevitable carácter de su mediocridad.
No podemos poner en discusión la necesidad de usar las redes sociales. De hecho, la tendencia es que sustituyan, con el paso del tiempo, a otras formas de comunicación masiva, entre ellas la televisión tradicional. Es un proceso que está ya en marcha y que se desarrolla intensamente sobre todo entre la gente más joven. Desde el punto de vista de la comunicación masiva, las redes sociales electrónicas son el futuro. Aunque todavía no han alcanzado en el presente la versatilidad y la extensión que se requiere para que se les pueda considerar dominantes. Según Ignacio Ramonet, « Estar bien informado siempre es muy difícil; si antes no fue fácil, peor va a ser ahora; entonces el problema no ha cambiado. Lo que las redes añaden ahora es más confusión y más ruido. Las redes no imponen una versión dominante, aún no son el medio dominante. Son el perturbador dominante, pero no son el medio dominante. Por el momento, los medios dominantes siguen siendo los medios tradicionales. El problema de los medios tradicionales es que económicamente no son viables, tienen los pies sobre unos cimientos frágiles, pero siguen siendo dominantes «. «Más confusión y más ruido»: es verdad, esto tiene que ver con que se está generando una especie de universo informativo caótico. Se acumula la información de manera desordenada, incontrolada, a una velocidad de vértigo, y de algún modo se diluye la tarea y hasta la capacidad del análisis. Esto favorece cierta flojera mental que perturba (para utilizar el concepto asomado por Ramonet) la absorción conciente y crítica de ese caudal vertiginoso de informaciones. Esta situación es favorable, sin duda, a los intereses del capitalismo, así como lo ha sido la recepción pasiva que desarrolló la televisión, a pesar de los intentos, aun muy limitados e imperfectos, de establecer modos de interacción. Para Noam Chomsky, » Internet es una suma de ideas azarosas y es difícil distinguir entre lo que alguien pensó mientras cruzaba la calle y lo que otro estudió en profundidad«.
Por cierto que es emblemático lo que ha pasado con la televisión. Es uno de los grandes inventos del siglo XX y se convirtió sin duda en el principal y más influyente medio de comunicación social masiva, superando ampliamente a la radio, a la prensa escrita y al cine. Pero también terminó siendo el arma más poderosa de la dominación cultural, el transmisor por antonomasia de los valores decadentes del capitalismo y punta de lanza de la manipulación informativa para colonizar las mentes y construir escenarios favorables para los intereses del imperialismo, incluida la construcción de escenarios de guerras y agresiones.
Eco a veces habla, por supuesto, desde su condición de intelectual supremacista europeo y desprecia a las personas sencillas. Y no es que le falte completa razón, pero de alguna manera se muestra intolerante con los individuos y no tanto con el origen del problema, la sociedad capitalista. Cuando no se le otorga a la razón sistémica la importancia fundamental que tiene, se está obviando el meollo del asunto.
Eco acusa a las redes sociales de haber generado una «invasión de imbéciles»: «Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban sólo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos rápidamente eran silenciados, pero ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los imbéciles«. Nosotros simpatizamos con la inquietud de Eco, aunque no tanto con la forma en que la expresa, pues por otro lado hay el peligro de una especie de sacralización de las redes sociales y, sobre todo, de un abuso de ellas en tal forma que se puede caer en las trampas que el capitalismo ha venido montando a través de las redes.
En ese sentido, es claro que las redes sociales constituyen una de las herramientas de espionaje y control más útiles al imperialismo y al capitalismo en general. De alguna manera lo plantea Chomsky cuando se refiere a las revelaciones del ex operador de la CIA, Edward Snowden, que denunció el espionaje que Estados Unidos ejerce sobre la población mundial: «Sus revelaciones sobre el espionaje en Estados Unidos son una prueba de que los gobiernos pueden aliarse con las grandes corporaciones para usar la red contra los ciudadanos … Google y Amazon están coleccionando enormes cantidades de información de las personas; información que yo creo que no deberían tener. Rastrean tus hábitos, tus compras, tu comportamiento, lo que haces y están tratando de controlarte dirigiéndote en determinadas direcciones«.
Se sabe que la derecha mundial ha tenido en el Twitter una herramienta de primera línea para impulsar las «primaveras» desestabilizadoras. Pero también los revolucionarios hemos ido aprendiendo a usar las redes con provecho, como pasó con el caso de la orden ejecutiva de Obama o con @Chavezcandanga.
Las redes sociales, como la televisión, no son ni buenas ni malas en sí mismas, porque siempre dependerán del uso que les demos los humanos. Es lo que dice Chomsky sobre Internet: «Es como cualquier tecnología: es básicamente neutra, puedas usarla en formas constructivas o dañinas. Las formas constructivas son reales, pero muy pocas«.
En el caso de la televisión, lamentablemente no hemos podido aun superar la perversa creatividad que le imprime el capitalismo, aun tenemos mucho que aprender. Ojalá que con las redes nos vaya mejor. Sin embargo, en nuestra opinión no es un buen síntoma el uso excesivo y emocionalmente infantil (en algún sentido negativo que tiene esta compleja palabra) que se hace en los medios revolucionarios de las redes. Usándolas al gusto del capitalismo, se les echa mano en demasía para plantear falsos debates fundamentados en breves frases desprovistas de toda profundidad. Las más de las veces se utiliza para desahogo de angustias o convencimientos, y no para aportar verdaderos insumos a discusiones que están pendientes o que se abordan privilegiando lo propagandístico y el recurso de las frases hechas.
Para algunos conductores de programas, las redes, y especialmente el Twitter, son como un juguetico que les permite ganar tiempo en medio de programas tediosos dirigidos a militantes convencidos o simular una interacción que no es tal. Es el tipo de cosas que debemos considerar para no caer en las trampas caza bobos del capitalismo.
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