El 30 de junio pasado, Barak Obama, anunció durante una conferencia de prensa en la Sala Este, de la Casa Blanca, que había estado discutiendo asuntos globales con la presidenta de Brasil. Para que Dilma Roussseff pudiera lidiar de tú a tú con el presidente de Estados Unidos, fue necesario que el pueblo brasileño realizara […]
El 30 de junio pasado, Barak Obama, anunció durante una conferencia de prensa en la Sala Este, de la Casa Blanca, que había estado discutiendo asuntos globales con la presidenta de Brasil. Para que Dilma Roussseff pudiera lidiar de tú a tú con el presidente de Estados Unidos, fue necesario que el pueblo brasileño realizara una proeza que le llevó medio siglo. En 1964 el embajador estadounidense, Lincoln Gordón promovió la operación Hermano Sam, destinada a derrocar al presidente Joao Goulart, medio siglo después, tras establecer un gobierno del PT, el pueblo brasileño logró convertir su país en activo promotor de la integración latinoamericana. Pero, tanto el gobierno de Dilma, como la conversión de Brasil en potencia global instilan contrastantes clarouscuros.
Obama y Rousseff caminan por el memorial de Martin Luther King
Los días 29 y 30 de junio, y 1° de julio, de este 2015, la presidenta de Brasil viajó a Estados Unidos y visitó New York, Washington y California. El lunes 29 de junio, Dilma Rousseff y Barack Obama, visitaron el memorial a Martin Luther King, en Washington D.C. El evento debe haber concitado muchas reverberaciones entre los brasileños de diversas edades. El 13 de mayo de 1888 se abolió la esclavitud en Brasil: ese día «los tambores africanos tocaron más alto que nunca». La manumisión ocurrió en realidad hace poco tiempo: todavía hay muchos brasileños cuyos abuelos fueron esclavos. La lucha por la libertad, la democracia y la inclusión ha sido ardua. Todavía a mediados del siglo XX, los negros y los pobres seguían siendo los más discriminados en Brasil; por ejemplo, en Bahía de todos los santos, región de raíz africana por excelencia, era común que los niños de familias sumidas en la miseria, se convirtieran en niños de la calle, y formaran extensas bandas avocadas a asaltar en las playas. Jorge Amado, el prestigiado escritor comunista, describe en Los capitanes de la arena, la mezcla de violencia y ternura practicada por los niños asaltantes, para los cuales, su banda constituía una especie de familia extensa, en la que se tejían fuertes lazos de solidaridad entre ellos, tan intensos, que en ocasiones esa responsabilidad por el otro, llegaba a una auténtica conciencia de clase. El presidente Joao Goulart se propuso cambiar el pacto social existente en Brasil poniendo en marcha una reforma agraria y aumentando los salarios. Ambas medidas enfurecieron a los latifundistas (llamados coroneles) y a los grandes empresarios. El 1 de abril de 1964, un grupo de militares -apadrinados por EEUU- derrocó al presidente constitucional e inauguró una oscura era de golpes de estado en la región orquestados por Uncle Sam.
México abrió sus puertas al exilio brasileño y apostó por la democracia
Durante su reciente visita a México, Dilma Rousseff recordó emocionada que México asiló a muchos exilados brasileños que luchaban contra la dictadura. A ello podemos agregar, que según la joven historiadora mexicana Daniela Morales: «desde las primeras horas del golpe de estado que derrocó al Presidente Constitucional de Brasil, Joao Goulart, amplios contingentes de perseguidos políticos acudieron a las embajadas latinoamericanas en busca de protección», el embajador mexicano, en Brasil, Alfonso García Robles abrió sus puertas y protegió en la embajada mexicana a los primeros 81 asilados de muchos más que encontraron refugio en territorio mexicano durante los siguientes 21 años.
El camino sudamericano rindió frutos
El pueblo brasileño fue tenaz en su lucha por la democracia. Algunos años después de haber reconquistado la democracia formal, se propuso una alternancia de clases en el poder y llevó a la presidencia al minero y sindicalista, Luis Ignacio «Lula» da Silva. El lugar que hoy ocupa Brasil en el mundo se construyó a partir de diversos capítulos. E l investigador mexicano Juan Manuel Sandoval, recuerda que en septiembre de 2003, durante una reunión de la Organización Mundial de Comercio, celebrada en Cancún, México, el gobierno de Estados Unidos intentó aprobar un acuerdo contra los subsidios agrícolas. La tenaz oposición de Luis Ignacio Lula da Silva de Brasil, en alimón con Hugo Chávez de Venezuela, Nestor Kichner de Argentina y Oscar Nicanor Duarte de Paraguay, logró bloquear el acuerdo que hubiera conducido a la ruina a millones de agricultores del continente.
Brasil y Estados Unidos más lejos y más cerca que nunca
Si bien Brasil ha obtenido triunfos sociales y diplomáticos indudables que permitieron a Dilma discutir con Obama sobre el desarrollo de la agricultura en África, el cambio climático, Irán, la integración latinoamericana, etc., también mostró signos de grave penetración estadounidense en la economía brasileña. La presidenta informó que en 2013 las empresas estadounidenses invirtieron 116 mil millones de dólares en Brasil y empresas brasileñas invirtieron 15 mil millones de dólares en EEUU. Dilma le ofreció a los empresarios norteamericanos beneficiarse de la extensa privatización de ferrocarriles, aeropuertos, puertos y carreteras. Informó también la firma de GSOMIA, un acuerdo militar para propiciar entrenamiento conjunto e intercambio de información. Finalmente anunció que al día siguiente viajaría a California para lograr un acuerdo de cooperación nuclear civil, entre el Laboratorios Nacional de Argonne, de Estados Unidos, y el Centro de Investigación Brasileño en Energía y Materiales.
Los claroscuros del gobierno de Dilma
De acuerdo a un estudio realizado por el Banco Mundial, Brasil ha sacado de la pobreza extrema a 24 millones de personas en el siglo XXI: eso significa que muchos potenciales «capitanes de la arena» tienen ahora un lugar en la escuela. El gobierno del PT ha hecho grandes contribuciones a la integración latinoamericana: consolidó Mercosur, promovió UNASUR, impulsó la CELAC y promovió la reintegración de Cuba al sistema latinoamericano. Pero el gobierno brasileño también muestra tinieblas como la corrupción en Petrobras, la desigualdad, y la mercantilización de la naturaleza (mediante la mal llamada economía verde). Bennet, caricaturista de Le Monde Diplomatic Brasil, dibujó a una niña Dilma, elaborando su agenda semanal: favorecer a los agro-negocios, maquillar las cifras económicas, agradar a los mercados y a los inversionistas, favorecer a los aliados que se oponen al PT. Para Emir Sader, las recientes elecciones representaron una decisión existencial colectiva de autoestima y autoconstrucción de subjetividad política de masas. Cuando la derecha intenta destruir simbólica o realmente a Lula, apuesta a diseminar el pesimismo histórico del: «todos son iguales» y pretende cuestionar la posibilidad de que un trabajador, digamos un minero, pueda tomar y ejercer el poder. El gobierno actual oscila entre el ajuste estructural -que privilegia a los empresarios- y la agenda social basada en la inclusión social y la demostración de que la democracia puede hacerle un lugar a cada integrante de la sociedad, en la economía, en la política y en la cultura.
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