Son incontables las teorías económicas que existen en torno al dinero, la inflación y el vínculo que une a ambos conceptos. Pensadores clásicos de la talla de David Hume o economistas célebres de la altura de John Kenneth Galbraith o John Maynard Keynes han reflexionado profundamente en torno a una relación para la que se […]
Son incontables las teorías económicas que existen en torno al dinero, la inflación y el vínculo que une a ambos conceptos. Pensadores clásicos de la talla de David Hume o economistas célebres de la altura de John Kenneth Galbraith o John Maynard Keynes han reflexionado profundamente en torno a una relación para la que se requiere una elevada dosis de abstracción al objeto de penetrar en su comprensión.
La pretensión de este post es facilitar el acercamiento intelectual -en la medida de lo posible- al significado conceptual de dicho vínculo, simplificando para ello al máximo tanto el marco teórico como la interrelación existente entre ambos conceptos.
Así, podemos partir definiendo inicialmente el dinero como el medio de pago comúnmente aceptado -por ejemplo, el «euro»- que sirve para intercambiar todos aquellos bienes y servicios cuyo valor o precio de referencia establecido en dicho medio de pago -moneda, papel- no es estático, sino que puede variar en el tiempo: fenómeno, este último, que entendemos por inflación si la variación de los precios se produce al alza, o por deflación, si por el contrario se produce a la baja.
De modo que podemos encontrar ya en esta contextualización inicial varios elementos que nos conducen a reflexionar en torno a cuestiones de carácter crucial tales como la idoneidad o no de que los precios puedan fluctuar en el tiempo depreciando o apreciando con ello el valor del medio de pago empleado para intercambiar los bienes y servicios producidos en la economía por la sociedad.
Pero como también sabemos por la experiencia acumulada que nos confiere el conjunto de disertaciones que solemos realizar con regularidad en el blog, nunca hay que dejar de ser lo suficientemente cauto como para que a consecuencia del ejercicio de cualquier tipo de simplificación obviemos todo el conjunto de posibles interpretaciones, restringiendo por ejemplo en este caso el rol del dinero exclusivamente al de un mero elemento pasivo, sobre el que actúan los influjos, tanto beneficiosos como perjudiciales, de la volatilidad en los precios.
Porque como recalcaron en su momento algunos autores o economistas clásicos, si la oferta de artículos o bienes producidos permanece constante, un incremento del dinero en circulación -es decir, la creación, impresión o emisión de más dinero, de más billetes y monedas- termina generando un efecto directo que resulta relativamente fácil de comprender; el propio aumento de los precios de los bienes y servicios.
Por eso también podríamos pararnos a reflexionar acerca de si el sistema financiero, los bancos centrales y las instituciones clave que lo componen pueden, gracias al conjunto de instrumentos monetarios de que disponen -creación, absorción, canalización de dinero, crédito, préstamos…-, condicionar la evolución no solo del nivel de precios, sino también de los salarios, los beneficios empresariales o incluso del propio Producto Interior Bruto (PIB).
De esta manera tal vez podríamos descubrir que algunos de los debates que tradicionalmente orbitan en torno a la configuración y evolución de los precios, a saber, que la inflación subyacente depende de manera fundamental de la variación del precio del petróleo y las materias primas, por poner un ejemplo, o que el acercamiento de la trayectoria de los precios hacia entornos deflacionarios surge como efecto de la contracción salarial, por poner otro, no constituyen sino debates cuya andadura inicial ya pudo comenzar apoyándose en hipótesis inciertas, con destino a la misma y eterna trayectoria errática y enferma.
Fuente original: http://www.elcaptor.com/2015/10/polemica-relacion-dinero-inflacion.html