La profundización del gran conflicto político venezolano, expresión de la extendida batalla de modelos en América Latina, es inevitable. No importa cuál sea el resultado electoral del domingo 6 de diciembre, las fuerzas antagónicas presentes en el escenario marchan hacia una confrontación más o menos cruenta, según las circunstancias, pero de cierto inevitable. El 6 […]
La profundización del gran conflicto político venezolano, expresión de la extendida batalla de modelos en América Latina, es inevitable. No importa cuál sea el resultado electoral del domingo 6 de diciembre, las fuerzas antagónicas presentes en el escenario marchan hacia una confrontación más o menos cruenta, según las circunstancias, pero de cierto inevitable.
El 6 de diciembre no es un día cualquiera, no solo por todo lo que está en juego, sino sobre todo por la resonancia mundial que están alcanzando estas elecciones parlamentarias. Es mucho lo que dicen los acontecimientos recientes, dignos de un análisis que vaya más allá de si ganamos o perdemos esos comicios.
El plan de la derecha para ese día puede que se cumpla o no, pero es claro que su designio es el sabotaje, aunque sea parcial, del proceso eleccionario que apunta a la deslegitimación del mismo. Esto ha sido expresado claramente por el presidente nicaragüense Daniel Ortega, al opinar que existe » Una campaña feroz para deslegitimar las elecciones legislativas en Venezuela «. Los hechos hablan sin dejar lugar a dudas.
La MUD ha exigido un imposible: que el CNE anuncie los resultados electorales una hora después del cierre de las mesas para «garantizar la transparencia», petición que rechazó el organismo, por supuesto. Pero hay más: el secretario ejecutivo de la entente derechista, Chuo Torrealba, anunció que la alianza contrarrevolucionaria ofrecerá sus propios resultados, basados en los datos de sus testigos, después de que el CNE proporcione los oficiales. Es decir, la idea es montar una especie de CNE paralelo, dentro del plan de desconocimiento de los resultados. Nunca antes la derecha ha llegado a ese extremo de provocación y de negación del árbitro oficial. Esto podría ser un detonante de violencia, sobre todo porque seguramente será respaldado por los «observadores» invitados por la MUD, entre los cuales se ha dicho que habrá algunos ex presidentes neoliberales y otros personajes de la farándula politiquera internacional.
La rectora del Consejo Nacional Electoral Socorro Hernández ha dicho que no se puede precisar a qué hora se ofrecerán los resultados, ya que la ley establece que deben anunciarse solo cuando sean irreversibles. Esto es racional y verdadero, pero la derecha ha demostrado más de una vez que le importa un bledo el ordenamiento jurídico y que siempre está dispuesta a saltarse a la torera cualquier racionalidad.
En el terreno internacional la campaña de deslegitimación se acentúa y se extiende. Los jefes de Gobierno de España , Mariano Rajoy, y del Reino Unido, David Cameron, pidieron hoy unas «elecciones libres, transparentes y en paz» en Venezuela y llamaron a los «demócratas» a unirse a su petición sobre los comicios legislativos del domingo 6. El ex presidente del Gobierno español Felipe González, el ex presidente de Chile Ricardo Lagos y el secretario general del Consejo de Europa, Thorbjorn Jagland, firmaron también el documento que publicaron ayer varios diarios, entre ellos el derechista español El País. En el panfleto de marras se exige además «la liberación inmediata de todos los detenidos arbitrariamente«, entre ellos Leopoldo López, Antonio Ledezma y Daniel Ceballos: «Hacemos un llamamiento a Venezuela para asegurar una justicia independiente; y llamamos a la justicia venezolana a que libere inmediatamente a Leopoldo López y a todos los opositores políticos encarcelados«.
Según esa caterva de neocolonialistas, es «especialmente preocupante» que varios candidatos hayan sido inhabilitados por las autoridades, y que las autoridades venezolanas «además rechazan la presencia de los observadores internacionales independientes propuestos por la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea«. Y afirman también que «La democracia no funciona cuando el ambiente electoral está dominado por la violencia, las amenazas y la intimidación a la oposición… Reclamar la libertad, la democracia y el respeto de los derechos humanos en Venezuela no es injerencia: es nuestra obligación como demócratas… Denunciemos lo arbitrario y defendamos la democracia y la libertad«.
Por otro lado, la inefable Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de la OEA pidió a Venezuela que tome medidas para poner fin a la «escalada de violencia y al hostigamiento contra algunos sectores políticos para que las elecciones parlamentarias del próximo 6 de diciembre se celebren con libertad y seguridad » . En un comunicado, la puñetera Comisión condenó además el asesinato, en un acto de campaña, del malandro opositor Luis Manuel Díaz.
Nuestra misión en la OEA rechazó en una nota oficial el comunicado de la CIDH y denunció, con absoluta claridad de miras, que « no es coincidencia que la interpretación arbitraria y maliciosa de la CIDH se emita en vísperas de las elecciones legislativas … Este comunicado evidencia la estrategia de sectores y actores nacionales e internacionales dirigida a desconocer el resultado de las elecciones y generar un clima de zozobra y violencia en la población venezolana«. La nota de la misión plantea finalmente que «El Gobierno bolivariano alerta una vez más que estamos enfrentando una campaña internacional que pretende legitimar las acciones violentas de la derecha extrema nacional e internacional que atentan contra la democracia venezolana «.
Ahora bien ¿hacia dónde marcha todo esto? Por supuesto, la respuesta a esta interrogante va mucho más allá de las elecciones parlamentarias. El destino nos tiene reservado que Venezuela se convierta en el mero vórtice del huracán transformador que sacude a América Latina y en el foco de la confrontación histórica entre el imperialismo y las oligarquías, por un lado, y las naciones y pueblos del continente, por el otro. Se está urdiendo, en torno a nuestro país, la tormenta perfecta. Esto viene dado no solo por la ferocidad de la ofensiva internacional contra nuestro país, sino también por la irrenunciable decisión de nuestro pueblo y de la dirigencia revolucionaria de no ceder ni un ápice en la defensa de la independencia nacional y en la construcción paulatina de la democracia participativa y protagónica, y del Estado de Derecho y Justicia.
En ese sentido, ha sido muy claro el presidente Maduro: «Yo lo que voy hacer es radicalizar la revolución para acabar la guerra económica con ustedes, por ustedes y para ustedes ¡eso es lo que vamos hacer!.. Yo no me voy a entregar bajo ninguna circunstancia, si hubiera una circunstancia negativa, yo me lanzaría a las calles con el pueblo como siempre lo hice, y la revolución pasaría a otra etapa… no esperen de mí un cobarde, esperen un hijo valiente de Chávez en la calle con el pueblo«. El cielo encapotado anuncia tempestad.
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