El cierre de un año turbulento, marcado por una infinidad de crisis, exige el análisis del cuadro general y una reflexión sobre sus causas y consecuencias. A continuación, editamos los pasajes más destacados de la entrevista que el periodista Alexandre Haubrich le realizara a Plínio de Arruda Sampaio Júnior, economista y profesor da Unicamp (Universidad […]
El cierre de un año turbulento, marcado por una infinidad de crisis, exige el análisis del cuadro general y una reflexión sobre sus causas y consecuencias. A continuación, editamos los pasajes más destacados de la entrevista que el periodista Alexandre Haubrich le realizara a Plínio de Arruda Sampaio Júnior, economista y profesor da Unicamp (Universidad Estadual de Campinas). En ella, Plinio analiza la coyuntura política económica de 2015, debate la actual crisis de la izquierda recurrente del quiebre del pacto lulista, y propone la unidad en torno del «partido de las luchas reales». (Redacción de Correspondencia de Prensa)
– ¿ Cuáles las diferencias más importantes entre el inicio del segundo gobierno Dilma y los tres primeros gobiernos del PT?
El segundo gobierno Dilma sufre las consecuencias de las graves contradicciones acumuladas en los tres gobiernos anteriores. Los problemas de agravaron por la metástasis de la crisis económica y por la absoluta falta de liderazgo y creatividad de la presidente. El agotamiento del ciclo de crecimiento impulsado por la bola especulativa internacional destruyó las bases del llamado neodesarrollismo, dejando como legado una crisis económica de gran envergadura y difícil solución.
El fin de la «paz social», cuyo marco puede ser asociado a las revueltas urbanas que paralizaron el país en 2013, solapó el apoyo del llamado lulismo, desatando una monumental crisis política institucional, cuya esencia radica en el quiebre espectacular del sistema de representación que sustentaba la Nueva República. Las falsas soluciones del modo petista de gobernar explotaron en las manos de Dilma, probando que es imposible resolver problemas fundamentales de la sociedad sin enfrentar sus causas estructurales, la segregación social y la dependencia externa. La fantasía construida por Lula se deshizo en las manos de Dilma.
– ¿El segundo gobierno de Dilma te sorprende?
Para quien observa la realidad desde una perspectiva crítica, era previsible que, para la clase trabajadora, el segundo gobierno Dilma sería más desastroso que el primero. La campaña de 2014 fue una disputa cerrada entre candidatos comprometidos con el status quo, donde cada uno buscaba calificarse delante de la burguesía nacional e internacional como el mejor apto para hacer el «ajuste» de la economía y de la sociedad bajo las exigencias del capital en tiempos de crisis económica mundial.
Cuando la Dilma candidata decía que no haría el «ajuste» contra los trabajadores ni que la vaca tosiese, camuflaba sus compromisos con los dueños del poder. Su programa electoral se encuadraba integralmente en la agenda liberal. Las grandes constructoras, mineras, empresas de agronegocios e instituciones financieras sabían de eso y no ahorraban recursos para financiar su elección. Tampoco le faltó apoyo de la comunidad internacional (eufemismo para designar el imperialismo). Por tanto, era previsible que Dilma estaba comprometida hasta el pescuezo con el «ajuste neoliberal». Reconozco, sin embargo, que no esperaba una rendición tan rápida a la pauta reaccionaria, su patente cobardía y su total falta de sensibilidad para con el sufrimiento de los trabajadores.
– ¿Cuál es el momento de inflexión que llevó a la ofensiva conservadora que hemos visto en la sociedad brasileña?
La giñada conservadora fue doblemente condicionada. Por un lado, la sociedad brasilera recibió los eventos del «régimen de austeridad» que se impuso sobre el mundo capitalista a partir de 2010. La «solución norteamericana» para la crisis económica supone una brutal ofensiva sobre el trabajo con los retrocesos democráticos correspondientes. El deterioro del nivel tradicional de vida de los trabajadores requiere de un padrón de dominación más duro y autoritario. No por casualidad, las calificadoras internacionales de riesgo incluyen en su análisis la presencia o no de leyes antiterroristas que criminalizan la lucha social. Por otro lado, el giro conservador responde a la necesidad de contener los vientos de cambios provocados por las revueltas urbanas de 2013.
La polarización de la lucha de clases, provocada por el agotamiento del ciclo de crecimiento y por la quiebra del lulismo, queda patente cuando se observa el contenido de la lucha de clases. Para los de abajo, el «mejorismo» de los años Lula fue poco. La juventud fue a la calles para exigir políticas sociales y reformas democráticas. Para los de arriba, el «mejorismo» petista fue mucho. Sintiendo que sus privilegios seculares pueden ser amenazados, la plutocracia brasilera muestra los dientes y afilas sus uñas.
La clase dominante sabe que el ajuste ortodoxo implica grandes sacrificios para la población y ve con miedo la emergencia del pueblo en la historia. Juventud luchando por la movilidad urbana, estudiantes ocupando aulas para exigir enseñanza pública, trabajadores haciendo huelgas por salarios y derechos, indios luchando por su tierra y sus ríos, protestas contra la falta de agua, sin techos ocupando terrenos, etc. Todo eso es altamente subversivo y aterroriza a las clases dominantes.
– ¿ Cuáles las raíces de las crisis económica y política? ¿Alguna vino antes del otra?
Las crisis económicas y políticas se condicionan recíprocamente, pero poseen dinámicas propias no pueden ser reducidas una a la otra. La crisis económica es determinada en última instancia por la necesidad de «ajustar» la economía brasilera a una posición todavía más subalterna en la división internacional del trabajo. La crisis política, evidencia la quiebra del sistema de representación y es determinada por el fin de la «paz social».
La primera queda patente con el fiasco del llamado neodesarrollismo. Donde una nueva rodada de modernización de los padrones de consumo, profundizó el carácter subdesarrollado y dependiente de la economía brasileña. La segunda es caracterizada el agotamiento del «mejorismo» lulista, cuya esencia consistía en aprovechas el pequeño aire generado por el crecimiento económico para reforzar las políticas asistencialistas y mitigar (no revertir) el proceso de concentración de ingreso característico del modelo económico brasilero.
La crisis política extrapola el problema de la crisis insoluble del gobierno Dilma. Es el régimen instaurado en la Nueva República que ya no agrada a los de abajo, que exigen que las promesas de la Constitución Ciudadana sean cumplidas; ni a los de arriba, que precisan erradicar lo que resta de contenido democrático de la Carta de 1988 para tener condiciones de profundizar la reversión neocolonial exigida por el ajuste liberal.
– ¿Cuál es la mejor forma de que los trabajadores y la izquierda se organicen para enfrentar tanto el avance conservador como en general el ajuste fiscal?
La lucha de clases se polariza entre dos partidos: el partido del «ajuste» y el partido «contra el ajuste», el polo conservador y el polo de la transformación democrática. Las formas más eficaces de frenar la ofensiva del capital serán definidas concretamente en el proceso de la propia lucha. Algunas directrices generales, no obstante, pueden ayudar a la tarea de la reorganización de la clase trabajadora.
Para vencer al partido del «ajuste» es preciso, en primer lugar, salir de la trampa que reduce la política a las opciones binarias, dejando a la sociedad brasilera entre la cruz y la calderita, la opción del ajuste duro y franco y la opción del ajuste un poco menos duro y disimulado. En tanto el horizonte político siga monopolizado por las propuestas del orden liberal, el radio de maniobra de los trabajadores es mínimo. Para salir de ese antro estrecho, es preciso dejar de lado cualquier ilusión de una vida mejor sin romper con los parámetros del orden global.
Esto coloca la necesidad de radicalizar la crítica y crear instrumentos políticos necesarios para el cambio. Es el proceso de lucha y aprendizaje que hace avanzar la constitución de un sujeto histórico capaz de abrir nuevos horizontes para la sociedad. En términos prácticos, los trabajadores precisan comprender que para derrotar el ajuste, precisan derrotar la política económica, precisan derrotar el modelo económico, precisan cambiar las bases del Estado brasilero y crear alternativas económicas concretas. No es una tarea fácil, pero es la tarea histórica que se coloca (…)
– ¿Cómo ves la formación de los frentes como el Pueblo Sin Miedo y el Brasil Popular, en la actual coyuntura ?
La iniciativa del Pueblo Sin Miedo de organizar a la población para enfrentar el ajuste neoliberal es positiva, pero insuficiente. El ajuste no es una política del ministro Levy que puede eventualmente ser derrotada con su sustitución (1) por un nombre más potable. Es un engaño imaginar que el gobierno Dilma esté en disputa. Dilma está totalmente sometida al gran capital y actúa de acuerdo con los dictámenes del ajuste neoliberal.
Por tanto, es imposible ser contra el ajuste y apoyar veladamente al gobierno. El hecho de que Dilma sea un «mal menor» comparada a Aécio (Neves) y Temer no cambia en nada la situación. Si los que combaten el ajuste quedan presos de la disyuntiva del «mal menor», el partido «contra el ajuste» -el partido de las víctimas del capitalismo- no tiene como afirmarse como una referencia capaz de abrir nuevos horizontes para la sociedad brasileña. Los que luchan contra el ajuste no pueden quedar rehenes del Estado.
El Frente Brasil Popular es una iniciativa desesperada de los petistas para intentar salvar a Dilma. Compuesto de movimientos sociales y sindicatos enroscados al Estado, el Frente no dio ninguna señal de vigor para liderar grandes movilizaciones de masas. El agravamiento de la crisis económica y del desempleo debe disminuir todavía más su capacidad de convocatoria. No creo que consigan ir más allá de un amague.
– ¿Qué alternativas ofrecer hoy a los partidos de izquierda y movimientos sociales? ¿Están prontos para hacer ese enfrentamiento?
La izquierda precisa organizar a los trabajadores para resistir la nueva ofensiva del capital y crear una alternativa al capitalismo. Sin lucha, el costo de la crisis será volcado en las espaldas de los trabajadores. Sin grandes transformaciones sociales, no hay como evitar el avance de la barbarie. Lo fundamental es crear una fuerza política para que la economía y la sociedad sean organizadas en función de las necesidades efectivas del conjunto de la población.
El punto de partida es superar cualquier ilusión de que los problemas graves de la población brasileña pueden ser resueltos con crecimiento y «mejorismo». El crecimiento y el «mejorismo» mitigan los problemas del pueblo, pero son funcionales a la reproducción del subdesarrollo y de la dependencia. El compromiso de la izquierda es con la «revolución brasilera».
– ¿La socialdemocracia en Brasil llegó a su límite?
La socialdemocracia no llegó al límite porque ella en verdad nunca existió en Brasil. No hay bases objetivas y subjetivas para una política reformista en Brasil. De un lado, el capitalismo brasilero depende de un padrón de acumulación que se sustenta en la superexplotación del trabajo y en la presencia dominante del capital internacional. En esas condiciones, no hay espacio para políticas que pretendan enfrentar la segregación social y la dependencia externa, las dos causas fundamentales de los males del pueblo. De otro lado, la sobrevivencia del capitalismo dependiente requiere de un padrón de acumulación que funciona como una democracia restringida, herméticamente cerrada a las demandas de las clases populares.
En tales circunstancias, no hay espacio real para que la lucha política institucional avance al punto de poner en riesgo las estructuras del capitalismo dependiente: la segregación social y la dominación imperialista. La intolerancia en relación a la movilización del conflicto social como forma de conquista de los derechos colectivos -la esencia de un régimen político democrático- cierra las puertas a cualquier tipo de experiencia reformista.
En Brasil, el compromiso de la burguesía con la democracia acaba en el momento en que ella pone en riesgo sus privilegios. El «mejorismo» de Lula pasó muy lejos de cualquier propuesta socialdemócrata. Lula no reformó nada. Su gobierno profundizó el subdesarrollo. El PT representa la «izquierda» del orden, el orden comprometido con la reproducción del capitalismo dependiente.
– ¿Cuáles son los elementos que ya tenemos para desencadenar la Revolución Brasilera y cuáles nos faltan?
La revolución brasilera está en curso. Ella es impulsada por las luchas reales de todos los que se baten con intransigencia contra la intolerancia de los ricos en relación a cualquier cambio que amenace sus privilegios. En perspectiva histórica, ella debe ser entendida como el desenlace de un largo proceso histórico, impulsado por la necesidad de concluir la larga transición del Brasil-Colonia de ayer al Brasil-Nación de mañana. Su punto culminante es la superación definitiva de las estructuras económicas, sociales, políticas y culturales responsables por los dolores del pueblo (…)
Las condiciones objetivas que determinan la revolución brasilera ya están maduras hace algún tiempo y quedan patentes en la relación perversa entre desarrollo capitalista y reversión colonial. En otras palabras, es la absoluta incapacidad de la burguesía brasilera en defender los intereses nacionales y resolver los problemas fundamentales de la población lo que pone a la revolución brasilera en el orden del día. La revolución social es el único medio de evitar la barbarie.
Las condiciones subjetivas de la revolución brasilera todavía faltan construirse. El sujeto de la revolución está ahí para quien lo quiera ver. Son los trabajadores sin tierra que luchan por un lugar al Sol, son los sin techos que luchan por vivienda, son los estudiantes y los profesores que defienden la escuela pública, y la juventud que exige movilidad urbana, son los indios que luchan por su sobrevivencia, son las mujeres que batallan contra la doble explotación, son los trabajadores que no aceptan el quite de derechos sociales. En fin, es el pueblo brasilero que lucha por una vida digna.
Las formas de la revolución también ya fueron esbozadas en la Jornadas de Junio de 2013. La fuerza propulsora de la transformación social es la revuelta avasalladora del pueblo contra sus opresores. Eso ya existe de manera difusa y fragmentada. Falta unificar los sujetos dispersos en torno de un programa revolucionario. Falta crear instrumentos políticos que permitan transformar la energía difusa de las masas inconformes en fuerza política condensada. Falta organizar el partido de las luchas reales. Esto está siendo construido lentamente por todos los que luchan con intransigencia en defensa de los intereses estratégicos de los trabajadores. Es imposible prever cuando tal construcción sufrirá un salto de calidad. Si demora mucho, Brasil se hundirá en un dantesco mar de barro.
* Alexandre Haubrich es periodista de los sitios Jornalismo B y Jornal del Sintrajufe.
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Traducción de Ernesto Herrera – Correspondencia de Prensa
Nota de Correspondencia de Prensa
1) La entrevista fue realizada el 8 de diciembre de 2015 para el Jornal del Sintrajufe, unos días antes de que Joaquim Levy fuera remplazado por Nelson Barbosa como ministro de economía.