En el libro de quien fuera ministro del Interior y Asuntos Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher «Erinnerung» (Memorias) se relata que en la segunda Conferencia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (CSCE), celebrada en Madrid -y precedida de una tormentosa sesión preparatoria que duró dos meses y que logró cerrarse sólo […]
En el libro de quien fuera ministro del Interior y Asuntos Exteriores alemán, Hans-Dietrich Genscher «Erinnerung» (Memorias) se relata que en la segunda Conferencia de la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (CSCE), celebrada en Madrid -y precedida de una tormentosa sesión preparatoria que duró dos meses y que logró cerrarse sólo días después de que comenzara la etapa principal- entre octubre de 1980 y septiembre de 1983, continuando el Acta Final firmada en Helsinki en agosto de 1975, se creó el Foro de la Cultura.
«La simple observación de los tres años de duración de la etapa española induce a pensar que algo funcionó mal en el panorama político del comienzo de los ochenta. En efecto, redactar el histórico documento del Acta Final de Helsinki con sus 60.000 palabras, había exigido un esfuerzo de veintitrés meses. La reunión de Belgrado, de idéntica naturaleza a la de Madrid, duró cinco meses (octubre 1977-marzo 1978) y produjo un breve texto de 800 palabras. En España se ha alcanzado un documento de 11.000 palabras con un ritmo que exigió casi tres horas para escoger cada vocablo», comenta Jorge Fuentes.
Hans-Dietrich Genscher, en su libro «Erinnerung» (Memorias), pag. 316, dice que el Foro de la Cultura se fijó en Madrid durante esta conferencia de la CSCE. «Para el 4 de octubre de 1985 invité a todos los participantes alemanes en Munich y allí les hablé de mi visión sobre las tareas a llevar a cabo por el Foro de la Cultura: Queríamos inmiscuirnos realísticamente en este diálogo global europeo de la cultura; y a pesar de todas la diferencias con los estados socialistas, la organización del Foro de la Cultura serviría para concienciar y reforzar en los pueblos de Europa su identidad europea. La cultura común, la historia colectiva y la responsabilidad por la supervivencia solidaria serían hoy los factores de identidad más potentes. La creciente concienciación de la identidad histórica y cultural de Europa lleva a un mayor acercamiento de los hombres, incluso allí donde todavía las fronteras les separan. Aquí remarqué la especial responsabilidad de los alemanes. En definitiva, se trataría de crear no sólo elementos que nos pudieran aportar confianza mediante el intercambio cultural y la cooperación, sino también en identificar comunidades en Europa y hacer útil y provechosa la colaboración futura.
Les recordé que el Consejo de Europa ya en 1983, en Stuttgart, determinó declarar cada año una ciudad como capital cultural de Europa. El comienzo se inició con Atenas en 1985.
En el fortalecimiento de la concienciación de la identidad cultural de Europa veía yo la oportunidad de minar el suelo a esa política europea tendente al amojonamiento y la frontera. En el fondo este Foro Cultural fue una organización importante para despertar las fuerzas creadoras culturales e intelectuales de Europa contra la división del continente -como yo denunciaba, anacrónica- y al mismo tiempo actuar contra la partición de Europa y de Alemania. La política de acantonamiento de la DDR tendría que sentirse especialmente provocada por esta iniciativa».
Y lo que al principio se denominó ciudad europea de la cultura (1985-1999) ha pasado a denominarse capital europea de la cultura desde el 2000, que en ese año fueron 9 al mismo tiempo para luego pasar a ser normalmente dos, salvo en el 2003 que fue Graz, en el 2005 Cork y en el 2006 Patras. Este año son Donosti y la ciudad polaca de Breslavia (Wroclaw).
Resulta mueca del destino celebrar en Donosti un acto de apertura como encuentro entre orillas distintas, como puente ancho de encuentro, o escuchar a políticos y gobiernos proclamar solemnemente la destrucción de amojonamientos en Europa, pregonar abrazos culturales fraternos cuando son miles los hombres, mujeres y niños que hoy pululan por Europa sin puerta que se les abra, colocando alambres de espino, policías represores, maltrato y desprecio humano en su recorrido por la nieve y el frío invernal, arrojándolos de sus países con caras destempladas.
Hoy Donosti cumplirá con su objetivo si es referencia, apoyo, altavoz y casa para estos peregrinos, que huyendo de sus países en guerra encuentran una ciudad que, rompiendo amojonamientos y fronteras, enseña a los pueblos y ciudades de Europa cultura humana y acogida, hermandad cultural.
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