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Es hora de una reforma fiscal justa en Europa

Fuentes: CTXT

La UE debe negarse a participar en la carrera por gravar cada vez menos las ganancias empresariales y apostar por un impuesto común de sociedades

 

PIXABAY

En los últimos segundos de sus primeros 100 días en el cargo, Donald Trump publicó el «mayor recorte fiscal de la historia de EE.UU.». La espectacular rebaja del impuesto de sociedades demuestra que el mandatario quiere hacer que Estados Unidos sea grande de nuevo en el nefasto juego de la competición tributaria internacional. Para resistirse a ello, Europa debería acelerar sus esfuerzos por establecer un impuesto común a las ganancias.

Parece difícil conciliar ambos extremos: el hombre que se presenta como el paladín del pueblo estadounidense propone reducir drásticamente la base imponible a los emprendedores y a las multinacionales, que pasaría del 35% al 15%. Al mismo tiempo, deroga el impuesto de sucesiones y baja los impuestos a los más pudientes. Perdonar a los ricos y no a las clases medias es engañar a su electorado, de la mano de Steve Mnuchin, secretario del Tesoro y antiguo banquero Goldman Sachs, que defiende que la rebaja fiscal se pagará sola al estimular la inversión y el crecimiento. Se parece a la política económica vudú de Ronald Reagan, que se basaba en la lógica de que unos impuestos más bajos generarían un mayor crecimiento, pero que al final solo generaron mayor deuda.

La propuesta de Trump cabe en una sola página, un formato que se asemeja al programa electoral tamaño A4 que presentó el populista holandés Geert Wilders: poblado de expectativas y promesas, pero falto de detalles. Un asunto no menor que sí figura en el documento es que EE.UU. tiene la intención de adoptar un sistema según el cual las empresas estadounidenses ya no tendrán que pagar impuestos por sus ganancias en el resto del mundo, lo que se conoce como sistema tributario territorial. Si sumamos esto a la tarifa sorprendentemente baja del 15%, no deberían faltar alicientes para que las empresas trasladaran su actividad y su recaudación de vuelta a EE.UU. Lo que esto significa es que Estados Unidos pretende alcanzar el primer puesto en la carrera por gravar las ganancias cada vez menos.

No es seguro que el proyecto de ley logre superar ambas Cámaras, ya que los republicanos no están cómodos con la falta de justificación financiera y evidentemente los demócratas discrepan sobre los aspectos fundamentales. Además, completar los detalles del plan llevará su tiempo.

Si se realiza, la propuesta no solo perjudicaría a EE.UU., un país en el que la desigualdad sigue aumentando, sino que el resto del mundo también se vería afectado. Esta táctica encaja dentro del renovado patrón proteccionista y de las políticas de empobrecer al vecino. En la década de 1930, se persiguió el mismo objetivo mediante devaluaciones competitivas, pero hoy en día (con una movilidad de capital mucho mayor), los principales resortes que se activan son los impuestos a las empresas.

Algunas plataformas internacionales han intentado detener esta espiral proteccionista. El G20 ha reclamado a la OCDE que actúe para evitar la elusión de impuestos. Los acuerdos de la OCDE, adoptados en Europa mediante una directiva contra la elusión fiscal, han ayudado a erradicar las grandes rutas de desviación de ganancias libres de impuestos. Sin embargo, las medidas no prestan la suficiente atención a la competición entre regímenes arancelarios y reducciones fiscales entre países.

En este sentido, es de suma importancia que Europa responda con firmeza a esta estrategia unilateral de EE.UU., sobre todo si consideramos el Brexit. En el Reino Unido, hay quien defiende un impuesto de sociedades ultra bajo como parte de una estrategia para convertirse en la Singapur de Europa. Europa podría ceder a esta lógica de «a ver quién baja más», pero eso solo conllevaría un perjuicio para la renta pública y, en última instancia, para el contribuyente. También podría optar por dar ejemplo, poner fin a esta carrera a la baja, e implementar un sistema tributario que exigiera una contribución justa a todas las empresas dentro y fuera de Europa.

Este último método sería preferible. Actualmente, las pymes pagan un 30% más que las empresas multinacionales, y esto supone jugar en desigualdad de condiciones. Actualmente, los empleados aportan una contribución cada vez mayor al pastel tributario. Para jugar en igualdad de condiciones y competir de manera justa es necesario poner fin a la elusión fiscal.

La nueva propuesta europea de establecer una base imponible consolidada común del impuesto de sociedades garantiza a las empresas que solo tendrán que lidiar con una en lugar de 28 autoridades. Además, ya no se podrán obtener ganancias mediante turbias prácticas de fijación de precios de transferencia, sino a través de factores reales como facturación, empleo y capital. Esto detendría el juego del traslado de beneficios. Si además introducimos un límite mínimo, es decir, un arancel mínimo necesario sobre las ganancias, ausente en la propuesta actual, sería prácticamente imposible intentar competir por los motivos equivocados. Europa podría ejercer el mando dando ejemplo.

Europa puede y debe idear una respuesta apropiada a la retórica de Trump, y negarse a abrazar el clamor que demanda proteccionismo y una reducción del impuesto sobre sociedades, bajo la falsa promesa del crecimiento y el empleo. La respuesta debería ser un impuesto común a las ganancias. Ya es hora de que los países miembros de la UE comiencen a trabajar para lograr, parafraseando a Trump, «la mayor y más justa reforma fiscal de la historia de Europa».

Paul Tang es un eurodiputado holandés del grupo S&D (Grupo de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas).

Traducción de Álvaro San José

Este artículo está publicado en Social Europe

Fuente: http://ctxt.es/es/20170531/Firmas/12869/Reforma-fiscal-UE-EEUU-impuesto-de-sociedades-Paul-Tang-CTXT.htm