La manifestación feminista del 8M y las de jubilados, celebradas antes y después, mandan mensajes nítidos al poder: de un lado, una demanda intensa por la igualdad de genero y contra la discriminación; de otro, un rechazo a los recortes crecientes en pensiones, la nueva fuente del ajuste en gasto social que dominará las próximas […]
La manifestación feminista del 8M y las de jubilados, celebradas antes y después, mandan mensajes nítidos al poder: de un lado, una demanda intensa por la igualdad de genero y contra la discriminación; de otro, un rechazo a los recortes crecientes en pensiones, la nueva fuente del ajuste en gasto social que dominará las próximas décadas.
Son aparentemente diferentes pero tienen mucho en común porque, en su raíz, ambas responden a la llamada «crisis de los cuidados». Y es que los jubilados son, por un lado, los principales demandantes de cuidados, sobre todo cuando se acercan o superan los 80 años. Pero antes de que el envejecimiento les convierta en sujetos dependientes, son también cuidadores, y como parte de la oferta, un complemento esencial del «trabajo femenino» en el hogar. Son ellos los que están asumiendo la descarga asistencial a hijos y nietos y son ellos los que les aportan recursos económicos que les alivian la vida.
La invisibilidad económica de los cuidados
Las actividades indispensables de reproducción social que asociamos con los cuidados, tienen dos rasgos evidentes: por un lado, la sociedad patriarcal los considera fundamentalmente trabajo de mujeres; por otro, se realizan, en buena medida, sin remuneración, y, por tanto, son invisibles en las estadísticas y en el PIB.
También las ayudas de los jubilados a sus familias son invisibles. Solo a través de encuestas privadas s e puede estimar el tamaño ingente de la transferencia de rentas que esto provoca, que puede ascender al 1,5% del PIB(un 60% de jubilados aportan a sus descendientes entre 150 y 300 € al mes, alrededor de 15.000 mill € en total)
Ese sacrificio se suma a la merma de las pensiones que supone una descapitalización que, en valor actual, equivale a 63.000 € por jubilado. Ese es el tamaño del capital que la consultora AFI estima necesario para obtener una renta perpetua de 350€ al mes, que es la pérdida estimada de las pensiones futuras.
El estudio va dirigido a UNESPA, la patronal del Seguro, que lo ha festejado imaginando el negocio que les puede inducir el recorte de las pensiones públicas. UNESPA no parece contemplar el escenario alternativo más probable: familias desahuciadas viviendo en la calle, viejos recogiendo cartones y residuos para complementar su raquítica pensión, violencia y tensiones sociales por doquier.
La crisis de los cuidados, el principal problema en todo el mundo
Esa doble descapitalización de los mayores es el precio oculto pagado por la ausencia de recursos públicos en la ley de dependencia y en asistencias a la familia y guarderías. No es solo en España: junto a las mujeres, los jubilados conforman hoy los principales grupos sacrificados por la ausencia de red social y la privatización de los riesgos futuros en todo el mundo. Representan la tercera fase de la crisis y la recuperación de la movilización social dominante en los años siguientes al 2008.
A menudo relacionado con ideas como conciliación familiar, desigualdad de genero, sostenibilidad de las pensiones, precariedad del empleo juvenil, privatización de la sanidad… la crisis de los cuidados hace referencia a las presiones que desde diversos puntos están actualmente exprimiendo un conjunto clave de capacidades sociales: las disponibles para tener y criar niños, formar a los jóvenes, cuidar a los abuelos, atender a los enfermos, mantener hogares y comunidades y sostener las relaciones sociales más imprescindibles para la reproducción de la vida.
Este capitalismo suele olvidar que ese «reproducir la vida» es la actividad económica esencial para la sostenibilidad del sistema pues tiene como finalidad reponer a los trabajadores existentes y producir y preparar las nuevas generaciones. Ninguna sociedad que sistemáticamente debilite su reproducción social logra perdurar mucho.
Sin embargo, el neoliberalismo gestor del último capitalismo financiarizado, está haciendo exactamente eso. El resultado es una enorme crisis, no solo de los cuidados, sino también de la reproducción social en su sentido más amplio.
La actual crisis es una crisis de reproducción
El feminismo es hoy una fuente imprescindible para comprender y cambiar la sociedad actual y sus desigualdades. Pero también lo es para analizar con perspectiva crítica la realidad económica. Basta leer a la socióloga norteamericana Nancy Fraser y su artículo » Las contradicciones del capital y los cuidados»
Sostiene Fraser que la denominada crisis de los cuidados no es algo soluble desde la óptica neoliberal. La razón es que forma parte de la contradicción principal del capitalismo actual que tiende a la acumulación ilimitada, desestabiliza los procesos de reproducción y hace peligrar las capacidades sociales necesarias para sostener la vida, que es el nutriente de la acumulación económica a largo plazo.
Mientras que el Estado de Bienestar permitía subordinar los intereses cortoplacistas de las empresas privadas al objetivo de la acumulación sostenida a largo plazo, estabilizando la reproducción mediante la provisión de servicios públicos, el régimen actual impone la disciplina a los Estados y toma como bandera la desinversión pública en los servicios asociados a los cuidados y la reproducción social.
Al optar por la socialdemocracia en el siglo XX las clases trabajadoras estaban valorando no solo los salarios y el empleo estable, votaban por la familia y la recuperación del tiempo libre y la calidad de vida y contra el tiempo dedicado al trabajo y a las fábricas. Votaban por un modelo de vida completa frente al devorador dinamismo de la producción económica.
La naturaleza de la crisis define la naturaleza de las luchas
Lo que se denomina «crisis de los cuidados», tiene sus raíces en la dinámica estructural del capitalismo financiero que obtiene su rentabilidad de cualquier espacio. No solo extrayendo plusvalía de las clases populares tradicionales (del viejo proletariado, del autónomo, de las clases medias profesionales, de la pyme nacional) sino también de cualquier empresa, administración o familia endeudada, de cualquier recurso público estatal, regional o local (pensiones, desempleo, dependencia) y de cualquier estructura social debilitada.
Los movimientos contra los desahucios en la vivienda, la atención sanitaria, la seguridad alimentaria, la lucha por un permiso de paternidad intransferible, los impulsos por reducir la jornada laboral, las batallas de las camareras de pisos contra la sobreexplotación, la demanda de recursos para la ley de dependencia o por el mantenimiento de pensiones dignas o de una renta básica… demandan una profunda reordenación en las jerarquías actuales entre producción y reproducción.
Son luchas situadas en los espacios de la reproducción social, tan centrales para la actual coyuntura como las luchas de clases en el ámbito de la producción en el capitalismo tradicional.
Fuente: https://economistasfrentealacrisis.com/mayores-y-mujeres-tercera-fase-de-la-crisis/