Por desdolarizar se entienden dos asuntos de la economía global. Por un lado, liberar al comercio internacional de su atadura del dólar como medio de pago internacional. Por el otro, librar a las economías internas de los países en desarrollo del dólar en su rol de moneda de reserva. El factor común de estas dos […]
Por desdolarizar se entienden dos asuntos de la economía global. Por un lado, liberar al comercio internacional de su atadura del dólar como medio de pago internacional. Por el otro, librar a las economías internas de los países en desarrollo del dólar en su rol de moneda de reserva.
El factor común de estas dos acepciones de la desdolarización es la idea de recuperar la soberanía monetaria, ya que tanto para las economías domésticas como para la economía global, la política monetaria es un asunto demasiado importante como para dejarla como rehén de los intereses de un solo país, o peor aún, de un organismo, la Reserva Federal, sobre el cual la banca privada de EEUU tiene mucho poder.
Sin ambages puede afirmarse que la dolarización de las economías internas y de la economía global es uno de los principales determinantes de la inestabilidad financiera que enfrentan los países en desarrollo. Tan inestable es el mundo actual que se ha naturalizado la idea de que para ser un país solvente es necesario acumular miles de millones de dólares en reservas internacionales, cuando es evidente, como mostramos en nuestra nota anterior «Las consecuencias económicas de la dolarización», que no tiene sentido que los países en desarrollo malgasten esfuerzos en acumular reservas que podrían tener usos más productivos para sus economías.
Si existiese un mínimo esfuerzo de coordinación monetaria global, la dolarización no sería un problema ni una fuente de grandes riesgos y debilidad para nuestros países. Por tanto, la pregunta inevitable es ¿por qué no existe esta coordinación sobre la que se han planteado varias propuestas (que se resumirán en una próxima nota)? Como decía JK Galbraith, para saber lo que se oculta detrás de toda iniciativa (o falta de iniciativa) es conveniente averiguar quién se beneficia con este desorden.
Un informe de la Reserva Federal [1] estimó que aproximadamente un 75% de le impresión anual de dólares va al extranjero. Si tenemos en cuenta que de acuerdo a los datos que suministra la Reserva Federal el stock de billetes y monedas en circulación suman casi USD 4 billones (4 seguido de 12 ceros), esto significa que el mundo le ha entregado a EEUU bienes y servicios por un valor de USD 3 billones. Esto equivale a ¾ partes del PIB anual de toda Sudamérica.
Si partimos del análisis de los flujos anuales, desde 2010 EEUU ha creado billetes y monedas por un valor promedio de USD 300 mil millones anuales, lo que significa que cada año EEUU vende sus billetes al mundo y recibe en contrapartida un valor anual en bienes y servicios equivalente a poco menos que el PIB generado anualmente por países como Egipto, Finlandia o Chile.
Cada año este aporte representa para EEUU aproximadamente un 1.5% del PIB de su economía, prácticamente el doble de lo que recibieron los países menos desarrollados de la Unión Europea en concepto de aportes de la Unión para el desarrollo. Este enorme aliciente que disfruta la economía norteamericana es la contracara del padecimiento que anualmente lastra a las economías en desarrollo. Es una moraleja que los países en desarrollo, que son los que tienen más dificultades para evitar la dolarización de sus economías, sean quienes estén contribuyendo al bienestar del país más desarrollado del planeta. Este es el mundo de la realpolitik que tenemos, el mundo ideal que queremos debe construirse superando estos obstáculos.
Ya el presidente francés Charles De Gaulle reclamó que la utilización del dólar como moneda de intercambio global era una estafa global y su ministro Giscardd’Estaing lo llamó el «privilegio exorbitante Americano». EEUU es un exportador de billetes y monedas que no tienen valor intrínseco, es decir, vende al mundo un papel cuya producción y distribución cuesta apenas centavos, a cambio de lo cual recibe bienes y servicios del resto del mundo por el valor nominal de la moneda.
Que ni EEUU ni las Instituciones financieras que controla, como el FMI, hayan promovido este «privilegio exorbitante» por acción o inacción, es una muestra cabal de la enorme voluntad de este país para contribuir con el desarrollo, de EEUU claro. Es difícil esperar que del actual estatus quo surjan iniciativas que reviertan esta descoordinación monetaria global, por lo que Latinoamérica debe apostar por innovar para desdolarizar las economías internas y coordinar regionalmente alternativas que representen alternativas a la dolarización en los intercambios internacionales, temas que trataremos en una próxima nota.
Nota:
[1] Porter, RD y Judson RA (1996). «The Location of U.S. Currency: How Much Is Abroad?». Federal Reserve Bulletin.
Guillermo Oglietti, investigador de la Unidad de Debates Económicos de CELAG
Artículo publicado en http://www.celag.org/quien-
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