Alemania pasará a los libros de historia como uno de los culpables de agravar en Europa las consecuencias económicas y políticas de la Gran Recesión. Berlín forzó a los poderes de la UE la imposición de políticas de austeridad en el continente y, especialmente, a los países del sur, llamados despectivamente PIGS, cerdos en inglés […]
Alemania pasará a los libros de historia como uno de los culpables de agravar en Europa las consecuencias económicas y políticas de la Gran Recesión. Berlín forzó a los poderes de la UE la imposición de políticas de austeridad en el continente y, especialmente, a los países del sur, llamados despectivamente PIGS, cerdos en inglés y acrónimo de Portugal, Italia, Grecia y España. La misma capital que se había saltado a la torera las normas fiscales en 2003 frente a la oposición de cuatro países, España, Holanda, Austria y Finlandia, que pedían una sanción.
Durante estos años de la Gran Recesión, Alemania ha podido imponer su visión económica en la UE al contar con estrechos y firmes aliados. Una década y media después de ese pequeño enfrentamiento presupuestario con Berlín, Holanda mantiene su dogmatismo fiscal y sigue exigiendo a todos los socios del euro que cumplan. Ahora en el mismo bando que Alemania, o debería decirse al revés. El ministro de Finanzas neerlandés, Jeroen Dijsselbloem, preside el Eurogrupo desde 2013, puesto que durante ocho años ostentó el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker.
Las manos de Juncker atenazaron en marzo de 2012 el cuello del ministro español Luis de Guindos, al inicio de una reunión del Eurogrupo y con España al borde del rescate internacional por el hundimiento de Bankia y el déficit desbocado. Holanda mantiene ahora ese ahogamiento fingido aunque a su lado tiene una Comisión que apuesta por la «aplicación inteligente de las normas» fiscales y un francés socialdemócrata, Pierre Moscovici, dirige la cartera de Asuntos Económicos y Monetarios.
El rigor holandés con sus socios europeos no se corresponde con sus importantes desequilibrios en la recaudación de impuestos. Ni con el trato de favor que dispensa a las multinacionales en su territorio. Los ingresos de la Hacienda holandesa procedentes de las cotizaciones de los trabajadores son los segundos más altos en términos porcentuales de toda la UE, en torno a un 15% de la carga impositiva sobre el salario que se suma a un 22% de media en el impuesto sobre la renta, un motivo de preocupación para Bruselas. Al mismo tiempo, los gobiernos de la Unión están embarcados en una carrera que lleva a sus sistemas fiscales a ser usados para planes fiscales agresivos.
¿Es Holanda un paraíso fiscal?
La respuesta a esta pregunta varía según el interlocutor. Oxfam, en un ranking mundial publicado en diciembre de 2016 sobre paraísos fiscales corporativos, coloca a Holanda en tercer lugar, por detrás de las Islas Bermudas y las Islas Caimán y por delante de Suiza (cuarto), Irlanda (sexto) y Luxemburgo (séptimo).
Bruselas sabe de esta competencia entre países para atraer capital extranjero. Un informe encargado por la Comisión Europea en 2015, analizando los sistemas fiscales de todos los Estados miembros de la UE, señalaba que todos sin excepción mantienen «estructuras de planes fiscales agresivos». No obstante, el documento establece diferencias a la hora de señalar cuántos indicadores de esos planes fiscales agresivos tiene cada uno. Holanda, con 17, se lleva la palma. Los siguientes en la lista son Bélgica (16 indicadores), Chipre (15) y Malta (14). Lejos quedan países del sur de Europa como España (7), Grecia e Italia (9) o Portugal (10).
Las autoridades fiscales holandesas han recogido el guante. Su secretario de Estado de Finanzas, Eric Wiebes, reconocía en una carta enviada a la Cámara Baja neerlandesa que «siempre ha sido atractivo para las empresas establecerse en Holanda», entre otras cosas, porque su «clima fiscal es benigno». El ataque de sinceridad iba a más: «Las empresas se sienten tentadas de usar el sistema fiscal holandés y su red de tratados para propósitos no deseados. Estructuras artificiales se utilizan para erosionar las bases tributarias de otros países y evitar así impuestos extranjeros». Blanco y en botella.
Wiebes aseguraba en la misiva que trabajan para evitar que las multinacionales caigan en esas «tentaciones» y que aplicarán las medidas de la Directiva Anti Evasión de Impuestos, aprobada por la Comisión Europea en 2016. No obstante, el margen que da Bruselas para implantar la directiva es amplio y establece que los Estados miembros «deberían aplicar estas medidas a partir del 1 de enero de 2019».
Pero hay más. El secretario de Estado de Finanzas holandés aconseja bajar el impuesto de sociedades, actualmente en el 25%, para competir con los países del entorno que lo han reducido por debajo del 20% o tienen planes de hacerlo, tales como Reino Unido, Irlanda, Suiza o Bélgica. «Si no tomamos medidas, la tasa del 25% disuadirá a las multinacionales de invertir aquí», señala Wiebes.
Es lo que la ONG Oxfam llama «carrera cuesta abajo». Con el objetivo de atraer inversión extranjera, los países inician una competición para ver cuál le da más ventajas fiscales a las multinacionales. «En el caso de los países del G20, la tasa media del impuesto de sociedades ha bajado del 40% hace 25 años a menos del 30% actual», añade el informe.
Los trucos fiscales holandeses
Además de esta carrera tributaria, desde hace un año la Comisión Europea detecta otros males que favorecen los tax rulings o las estructuras empresariales de grandes corporaciones para reducir los impuestos que pagan. No practican la ilegal evasión fiscal, sino lo que los expertos llaman ‘elusión fiscal’, exprimir al máximo los agujeros del sistema tributario para tributar menos.
En Holanda no existen, por ejemplo, acuerdos de doble imposición para evitar que las grandes empresas deduzcan gracias a los dividendos pagados a inversores no holandeses. Un hecho «particularmente relevante» para la Comisión, que en su último informe específico sobre el país enumera varias medidas fiscales más, entre ellas la innovation box, capaces de «dar pie o facilitar» la ingeniería fiscal agresiva.
Según el informe de Oxfam, la innovation box supuso el año pasado un ahorro de unos 1.200 millones de euros para las grandes empresas. Puesta en marcha en 2007, grava con solo un 5% los beneficios derivados de bienes intangibles, tales como patentes y marcas registradas. La ONG denuncia que, en realidad, sirve para trasladar «los beneficios de los países donde hacen negocios a una caja de patentes en un país extranjero» con una fiscalidad más baja.
Conscientes de que la Unión Europea tiene en el punto de mira este tipo de alicientes fiscales, las autoridades holandesas han prometido que harán cambios a partir de este año para «alinear la innovation box con las normas internacionales adecuadas».
Todos estos agujeros fiscales convierten el sistema impositivo holandés en un queso gruyer por el que se cuelan las grandes multinacionales para reducir su factura tributaria. Según el propio gobierno holandés, la innovation box supuso para sus arcas solo en 2010 unas pérdidas de 360 millones. La Comisión denuncia que estas prácticas fiscales no favorecen la I+D+I y pone el ejemplo de países como Alemania, que sin este tipo de incentivos, «han tenido más éxito en atraer e impulsar negocios innovadores».
En la UE cada socio tiene soberanía para decidir su régimen fiscal y sus tipos impositivos. Holanda, Irlanda o Luxemburgo llevan años aprovechándose de ello y ofreciendo cientos de tax rulings a multinacionales, en una competencia fiscal que el gran público empezó a conocer en noviembre de 2014 con la publicación de LuxLeaks, el escándalo financiero que desveló las operaciones de cientos de empresas para evitar el pago de impuestos.
No es ilegal mientras no altere la libre competencia del mercado único europeo, mientras no se ofrezcan a determinadas empresas unas condiciones ventajosas frente a sus competidoras. Es el único resquicio por el que Bruselas ha podido atacar la elusión fiscal y lo que ha mostrado la investigación sobre el tax ruling de Starbucks en Holanda.
En octubre de 2015, el Departamento de Competencia de la Comisión declaró que Holanda había otorgado una ventaja selectiva a la cafetera estadounidense. Su pacto fiscal de 2008 garantizaba a Starbucks una sede europea en un territorio con baja fiscalidad, desde donde vendía el café molido y derivados a todas sus tiendas en Europa, Oriente Medio y África. El engranaje ahorró entre 20 y 30 millones de euros en impuestos a Starbucks, que ahora debe devolver.
Holanda ha recurrido la decisión ante la justicia europea. «Sentimos que hemos aplicado los estándares internacionales desarrollados en la OCDE y la Comisión dice que deberíamos haber aplicado estándares diferentes o de otra manera», afirma su ministro de Finanzas, Jeroen Dijsselbloem, que considera el caso de Competencia como «no justificado».
Las rebajas fiscales de Ikea y Zara
Las denuncias de la Comisión Europea sobre la facilidad que ofrecen los agujeros fiscales holandeses para la elusión de impuestos se han visto confirmadas recientemente en Bruselas con dos informes del grupo de Los Verdes en el Parlamento Europeo. Tax shopping, explorando el negocio de la evasión fiscal de Zara acusa a Inditex de usar «técnicas corporativas agresivas para evadir impuestos», muchas de ellas en Holanda. El documento Ikea, evasión fiscal para ensamblar en casa señala que la empresa sueca «evadió al menos 1.000 millones de euros en impuestos entre 2009 y 2014 en Europa».
En Holanda, filiales del grupo gallego pagan los derechos de propiedad intelectual, royalty fees, a una empresa en ese país, donde sólo tributa un 15%. Esta subsidiaria obtuvo 3.700 millones de euros en ingresos entre 2011 y 2014. La permisividad fiscal holandesa supuso durante ese periodo de tiempo una merma de ingresos de 200 millones de euros para la Hacienda española, 80 millones para la francesa o 20 millones para la griega, entre otras.
Inditex rechaza estos cálculos. En un comunicado el mismo día de presentación del informe aseguró que las empresas españolas «reciben beneficios de su explotación», no pagan por esos derechos de propiedad intelectual o royalty fees. Para los ecologistas, la textil gallega utilizó también otros dos países, Irlanda y el paraíso bancario de Suiza, desde 2011 a 2014 para ahorrar hasta 588 millones de euros en impuestos.
Los royalty fees holandeses engrasan la ingeniería fiscal de otra gran multinacional, Ikea, cuyas subsidiarias y franquicias reducen sus impuestos pagando sólo un 3% por ese derecho de autor. Entre 2012 y 2014, 3.100 millones de euros volaron directamente a Holanda para ser canalizados por Inter Ikea Group, que luego movió un tercio del dinero a otra empresa en Luxemburgo. La ausencia de los acuerdos de doble imposición en Holanda hace que esa transferencia de dinero tampoco tribute y que el dinero permanezca dentro del grupo Ikea en Luxemburgo, libre de impuestos.
En el Departamento de Competencia de la Comisión estudian estos acuerdos fiscales entre las multinacionales y el fisco holandés pero de momento no han abierto ninguna investigación oficial, es decir, aún no cuestionan formalmente si han reducido artificialmente la carga impositiva de la empresa. Actualmente, el equipo que dirige la responsable de ese departamento, la comisaria Margrethe Vestager, tiene encima de la mesa cerca de 300 tax rulings y Holanda aparece en muchos de esos dossieres.
Vestager, que acaba de visitar Irlanda para defender su multa de 13.000 millones de euros a Apple, una investigación que dio sus frutos siguiendo el mismo patrón, atacando los privilegios fiscales exclusivos otorgados a una empresa particular, avisa: «Vamos a seguir haciendo preguntas, en Irlanda, en Luxemburgo, en Holanda, en Alemania… en cualquier Estado miembro donde encontremos que hay algo que debemos saber».
Las autoridades holandesas no se dan por enteradas. Para el primer ministro, Mark Rutte, esta carrera fiscal no supone hoy en día un problema económico y, de hecho, los PIGS siguen siendo uno de los principales focos de crisis. Recientemente, en el Foro de Davos, Rutte aseguró que «el euro todavía está en dificultades porque demasiados países no están haciendo lo prometido, la aplicación de reformas, principalmente en el sur».
Fuente: http://ctxt.es/es/20170208/Politica/11022/Holanda-elusion-fiscal-multinacionales.htm