El Financial Times publicó recientemente un «Informe Especial» de cuatro páginas sobre el «uso y posibles peligros de la inteligencia artificial (IA» ‘. A diferencia del habitual periodismo de la chatarra, que sirve de megáfono de Washington en páginas editoriales y columnas políticas, el Informe Especial del Financial Times es un ensayo reflexivo que plantea […]
El Financial Times publicó recientemente un «Informe Especial» de cuatro páginas sobre el «uso y posibles peligros de la inteligencia artificial (IA» ‘. A diferencia del habitual periodismo de la chatarra, que sirve de megáfono de Washington en páginas editoriales y columnas políticas, el Informe Especial del Financial Times es un ensayo reflexivo que plantea muchas cuestiones importantes, pero sus conclusiones son fundamentalmente equivocadas…
Richard Walters, redactor del Informe, cita varios de los principales problemas que provocan inquietud en la opinión pública por la instauración de la IA: «angustias por el aumento de las desigualdades y por inseguridad en el empleo». Walters suplica a los que el llama «controladores de sistemas autónomos» a que «‘presten atención a los conflictos políticas y sociales» que pueda irrumpir desde la sociedad.
En realidad, desde hace tiempo expertos y periodistas de chatarra tecnológica vienen sosteniendo que la destrucción a gran escala del trabajo (en la clase obrera y en los servicios) puede ser superado mediante la gestión y la ingeniería social.
En este artículo planteo algunas preguntas fundamentales que conduzcan a un enfoque alternativo para la inteligencia artificial basándome en un análisis de clase. Rechazo la idea que la inteligencia artificial es un moderno ‘Frankenstein’ pero considero imprescindible analizar a que sectores sociales beneficia y cuál es el impacto social negativo de una Inteligencia Artificial que este controlada por las finanzas.
Preguntas básicas para desmitificar la IA
Los mejores expertos en IA afirman, sin distinción, que se trata de un sistema autónomo, desprovisto de cualquier relación con la estructura de clases en la que opera. Este «determinismo tecnológico», concebido por encima y más allá de las necesidades y demandas del capital, encaja perfectamente con la ideología corporativa de periodistas expertos en cacharros tecnológicos.
Las preguntas fundamentales que nunca se plantean son:
1) ¿ A quién sirve la IA ?
2) ¿A quién favorecerá el aumento de la productividad?
3) ¿Cómo se distribuirá el tiempo de trabajo, los ingresos y las pensiones, entre los propietarios de la tecnología y los trabajadores?
4) ¿A qué tipo de actividad socioeconómica sirve IA?
La inteligencia artificial y las innovaciones tecnológicas relacionadas están diseñadas, financiadas, controladas y – en última instancia- serán aplicadas por las grandes corporaciones y las instituciones financieras, con el fin de reducir el costo de la mano de obra, aumentar las ganancias y la competitividad entre rivales capitalistas.
La IA y otros cambios tecnológicos similares, además de la reubicación en el extranjero de las tecnologías de la información y de la producción manufacturera son los dos principales destructores del empleo y del nivel de vida de los trabajadores en los EE.UU.
Las tecnologías de IA, el gran gasto de las guerras imperiales, las adquisiciones de armamento, el rescate de los bancos con miles de millones de dólares y la promoción del capital-financiero sobre el productivo representan las fuerzas que empujan a la una constante reducción de los salarios, los niveles de vida, las pensiones y, últimamente, a la esperanza de vida de la clase obrera y a la población rural marginada.
Aunque los innovadores y promotores de la inteligencia artificial -sean individuos o grupos pequeños- necesitan la financiación capitalista para sus «descubrimientos» hay que dejar en claro que toda la nueva industria tecnológica se ha levantado sobre los hombros de la investigación de centros públicos, de laboratorios universitarios y del trabajo de profesores y científicos pagados con impuestos y fondos públicos.
La mayoría de los beneficiarios de las tecnologías relacionadas con la IA se encuentran en el complejo militar-industrial, los monopolios agroindustriales químicos, el transporte y la fabricación de bienes de consumo para las élites.
Sin embargo, los periodistas de los cacharros tecnológicos sostienen que la IA servirá para la salud, la educación y los servicios sociales. Olvidan en aclarar que estas «innovaciones» están controladas por empresas privadas y que su objetivo «natural» es aumentar los beneficios aunque esto signifique reducir el salario de los maestros, disminuir los programas de estudio y deteriorar el aprendizaje de los estudiantes.
El pésimo estado de la asistencia sanitaria y de la educación en los Estados Unidos nunca se discute; en cambio, se promueven de manera sistemática fabulaciones absurdas acerca de los beneficios de la IA.
Lejos de ser «autónoma» y con sujeción a unos «controladores abstractos» la inteligencia artificial y la alta tecnología sirven para concentrar la riqueza, el poder y los beneficios para sectores de la clase dominante que determinan las modalidades en que dicha tecnología será utilizada.
Los financiadores de la IA y sus socios dirigen a científicos, ingenieros y distribuidores. A los periodistas de los cacharros tecnológicos se les pagan por contar la historia de las «innovaciones» y anunciar su llegada al mercado.
Los medios de comunicación describen a la IA como «‘aprendizaje automático, una forma de tecnología avanzada de reconocimiento de patrones para hacer juicios mediante el análisis de grandes cantidades de datos (que) podría complementar el pensamiento humano «(Informe Especial FT 17/02/2017).
En realidad, el supuesto ‘aprendizaje automático» estará al servicio de la clase dominante, el uso de parámetros y métricas será determinados por la élite, el tipo de ‘patrones que deben ser reconocidos» tendrá como finalidad obtener la información que necesitan para aumentar beneficios, hacer la guerra, matar con ingeniería de última generación y despedir masivamente a los trabajadores. En una palabra, los intereses de clase dictan la utilización de la inteligencia artificial y otras innovaciones.
Alternativas
Si la clase dominante, en Estados Unidos, determina las funciones que cumplirá la inteligencia artificial no habrá una respuesta positiva a los problemas planteados originalmente. La IA y otras innovaciones beneficiarán a la mayoría de la población solo si se agudiza la lucha de clases y se cambia la estructura de bancos, fábricas e instituciones sociales.
Los trabajadores, los profesionales y los científicos, pueden cambiar la prioridad del capital, por aumentar las ganancias por la prioridad en la satisfacción de las necesidades sociales. La inteligencia artificial puede reducir la edad de jubilación, aumentar la atención en salud, facilitar la toma de decisiones de los trabajadores, impartir una educación de alta calidad, mejorar la información a la ciudadanía, reducir las desigualdades y limitar los rendimientos del capital a costa de una mano de obra barata.