Cuando «socialismo» es sinónimo de zonas económicas especiales para desarrollar el más despiadado capitalismo. Cuando se habla de «minería ecológica» y se instaura un ministerio con ese nombre para designar a la barbarie extractivista del Arco Minero del Orinoco. Cuando «democracia» es igual a manipulación autoritaria por parte del ejecutivo, de todos los poderes públicos […]
Cuando «socialismo» es sinónimo de zonas económicas especiales para desarrollar el más despiadado capitalismo. Cuando se habla de «minería ecológica» y se instaura un ministerio con ese nombre para designar a la barbarie extractivista del Arco Minero del Orinoco. Cuando «democracia» es igual a manipulación autoritaria por parte del ejecutivo, de todos los poderes públicos contemplados en la actual y vigente Constitución de Chávez. Cuando «poder popular» significa, en el lenguaje de la cúpula, órganos administrativos locales de control clientelar social y político y distribución de la miseria por medio de los CLAPs, cuando sólo se realizan elecciones en los espacios, cada vez más reducidos, donde el PSUV se asegura el triunfo. Los nombres y los contenidos de las cosas que señalan han perdido toda correspondencia.
Esto sucede con la convocatoria de Maduro a la Asamblea Constituyente «Popular». Una Asamblea Constituyente sin partidos, sin referendo para aprobar la convocatoria y sin referendo para sancionarla, como si ocurrió con la Constitución del 99. Una «Constituyente» donde los constituyentistas serán elegidos por mitades, entre unos organismos del «poder popular» dedicado como decíamos, a cumplir las tareas que les asigna el Estado, Burgués por cierto, y el Partido Único de Venezuela, y un espacio «territorial» para cumplir la cuota que corresponde a gobernadores y alcaldes psuvistas.
Una «Constituyente» para que menos de la mitad del país apruebe la supuesta «radicalización» de un «socialismo» como el que señalamos al inicio de esta nota. Una «Constituyente» con la que se terminan de suspender las elecciones, se elimina toda posibilidad de legalizar partidos excepto el PSUV, y se eterniza el control alimentario del país, los salarios miserables, el desabastecimiento programado o no, el desfalco continuado a la nación y el pago de una deuda externa a todas luces ilegitima. Una Constituyente que «superará» la dependencia del petróleo, podemos imaginar cómo y a que costo, y sin ninguna duda podemos afirmar que será con la liquidación y descuartizamiento de PDVSA. Ya se ha dado el primer paso en este camino habiendo hipotecado CITGO para pagar deuda externa.
Una Constituyente cuya parte económica la escribirá sin dudas el capital transnacional de la Barrick Gold y las grandes petroleras, y los Cisneros y los Vollmer en nombre de la mafia burguesa local. En la que la decadente nomenclatura deposita su vana ilusión de permanencia, en el reparto y administración de la renta nacional y el control del Estado. Y lo peor una Constituyente que legitima de manera desgraciada a la oposición neoliberal de la MUD y a sus sectores más extremos y foquistas como si se estuviera buscando provocar una conmoción, un desastre. Y que brinda una excusa de oro para que el mismo gran capital y sus gobiernos imperialistas extorsionen a esa nomenclatura pusilánime para repartirse el país en las mejores condiciones.
La izquierda del GPP, la de Latinoamérica y la mundial que apoya este esperpento en el que se ha convertido la cúpula del PSUV, y que se alegran con la «buena noticia» de la «Constituyente Popular», esa izquierda boba, stalinoide, autoritaria, correrá a felicitar a un gobierno que acaba de clavarle el puñal por la espalda a la obra mejor de Chávez, y que lo hace justo en el momento en que es más necesaria que nunca, para evitar una escalada de violencia que puede convertirse en imparable. Esa izquierda quedará manchada por siempre con el estigma de la indignidad y la ignorancia.
Sin embargo el futuro no está escrito. Nunca lo ha estado. Con esta convocatoria del gobierno se abre un nuevo capítulo en la lucha por el rescate de las conquistas del Proceso Bolivariano y por la refundación de una izquierda verdadera y no domesticada por la defensa de sus miserables «espacios» de poder. Será una lucha desigual y difícil, pero no se ha podido demostrar nunca qué difícil sea sinónimo de imposible. Confiemos en la voluntad de un pueblo que venció adversidades mayores, que se levantó cuando todo parecía perdido, que arriesgó a pesar de las dificultades. Confiemos en el pueblo de Bolívar.