Hubiera resultado tan fácil que Cristina al siguiente día de terminado su mandato presidencial en Argentina, agarrara sus tiliches y se largara al extranjero; total que había cumplido lo que le correspondía como jefa de gobierno. Lo mismo hubiera hecho Dilma cuando le dieron el golpe de Estado, lo más fácil: largarse y no voltear […]
Hubiera resultado tan fácil que Cristina al siguiente día de terminado su mandato presidencial en Argentina, agarrara sus tiliches y se largara al extranjero; total que había cumplido lo que le correspondía como jefa de gobierno. Lo mismo hubiera hecho Dilma cuando le dieron el golpe de Estado, lo más fácil: largarse y no voltear atrás. Pero se quedaron y no para estar de brazos cruzados, lo mismo que Lula que no ha parado un día.
Ejemplos claros de convicción y de la responsabilidad histórica como seres políticos en un tiempo en el que la mayoría dobla las manos. Es medular, la conciencia política no se aprende, nace la conciencia del día a día cuando uno se pone en los zapatos del otro.
El ejemplo de Venezuela, en medio de una crisis política constante, porque esto es de todos los días, desde que llegó Chávez al poder; Maduro en lugar de renunciar y largarse, sorprendió con una Asamblea Nacional Constituyente que a muchos los dejó desculados. Cosa que exigen los pueblos de América Latina a los gobiernos neoliberales que los reprimen. Jamás se verá a un presidente de corte neoliberal, llamar a una Asamblea Nacional Constituyente. Y mucho menos obrera y feminista como lo dijo el mismo Maduro. Palabras poderosas que abren una brecha en materia de derechos de género.
Un ejemplo vital de resistencia es el pueblo ecuatoriano que votó de nuevo en apoyo a la Revolución Ciudadana, respaldando con esto el proceso iniciado por Rafael. Un ejemplo de lucidez, de agradecimiento y de fuerza colectiva, porque esto lo que dice al mundo es que Ecuador está dispuesto a defender lo que tanto trabajo le ha costado reconstruir. Recordemos que somos pueblos mancillados milenariamente y que hablar de progresismo y llevarlo a la acción es una obra titánica. Más difícil aún es lograr su permanencia. Ecuador con esto nos dictó cátedra.
Bolivia con su presidente indígena sigue afrontando el estigma milenario del racismo y abriendo paso al respeto y admiración por la resistencia de los Pueblos Originarios. Mucho debemos aprender de este triunfo histórico de la identidad sobre la exclusión. Nos han enseñado a avergonzarnos de lo que somos milenariamente y con esto nos han debilitado como latinoamericanos hermanos.
Cada vez que un pueblo elige a un presidente de corte neoliberal, perdemos todos. Perdemos en materia de Derechos Humanos, justicia, educación y salud, perdemos en identidad y progreso. Porque un sistema neoliberal lo único que lleva a los pueblos es la destrucción total y con esto la represión, el hambre y las migraciones forzadas.
Cada vez que los medios de comunicación nos digan que en Venezuela hay dictadura y que Maduro es el opresor, pensemos en México, en Guatemala, El Salvador y Honduras. Palpemos la realidad de Panamá, Chile y Colombia, la tragedia de Perú y Paraguay. Países a los que las dictaduras capitalistas han dejado en los puros huesos, sin moral, identidad y dignidad. Entonces tengamos la capacidad y la responsabilidad de analizar las distintas realidades para tomar nuestro lugar en la historia y lo que nos corresponde políticamente desde nuestros lugares. Cuando nos digan que el progresismo es populista, creámoslo porque lo es, el progresismo es pueblo.
Cuando nos digan que Venezuela necesita inmediatamente ayuda extranjera y que por eso Estados Unidos invadirá para salvar a ese pueblo, pensemos en lo que ha quedado en América Latina de esas invasiones estadounidenses. Venezuela no necesita ser salvada, se vale por sí misma, cosa que no han logrado la mayoría de países latinoamericanos.
Cuando nos bombardeen con noticias falsas sobre Venezuela, olfateemos la urgencia por convencernos de lo que nos venden. ¿Quiénes saldrán beneficiados con una invasión? ¿El pueblo o las oligarquías? No tenemos que ser revolucionarios, ni de izquierda ni ser afines a Maduro para defender la soberanía de Venezuela, solo hay que tener sentido común y dos dedos de frente.
Vayamos un poquito más allá y dejemos la pereza, busquemos en el mapa a Argentina, realidad próxima de lo que es capaz de hacer el neoliberalismo cuando el pueblo vota equivocadamente. Cuando no tiene una ideología política bien definida y cuando es mal agradecido. Ahora busquemos a Brasil y veamos el retroceso de 30 años que Temer ha hecho desde el golpe de Estado a la fecha.
Veámonos ahora frente al espejo, nuestro país, ¿cómo está nuestro país en materia de Derechos Humanos, educación, salud, infraestructura, medio ambiente? ¿Quiénes nos gobiernan?
El progresismo no es la receta perfecta, no existe la receta perfecta. El cambio lo hacemos todos, cuando creamos políticas de inclusión y para eso debemos escoger muy bien a quién colocamos en el gobierno. No esperemos que los presidentes progresistas borren más de 500 años de opresión, desfalcos y genocidios. Ellos son parte de la reconstrucción de lo que nos dejaron, pero no lo pueden hacer todo solos, curar herida llevará décadas y algunas son incurables, forman parte de nuestra Memoria Histórica y colectiva para que no se vuelvan a repetir.
Cosa contraria ofrecen los gobiernos neoliberales, la continuidad de los genocidios, masacres, ecocidios, desapariciones forzadas y pobreza extrema.
La resistencia es todos los días, en todos lados: leyendo, cuestionando, observando, despertando, tomando acción. Porque no hay otra cosa más que resistir, resistir y resistir, hasta que salga el sol.
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