Traducido del portugués para Rebelión por Alfredo Iglesias Diéguez
(Geraldo Amancio, poeta y repentista)
Brasil atraviesa una grave y profunda crisis, que amenaza su futuro de Nación libre, próspera y soberana. El esfuerzo de nuestros antepasados, que no dudaron ante los sacrificios y las renuncias con tal de construir un País, está siendo puesto a prueba por la actual desorientación ante el rumbo que se debe tomar para ampliar la independencia y autonomía nacionales, elevar el bienestar material y espiritual de la población y proteger la convivencia democrática entre los brasileños. Las rupturas operadas en el ámbito institucional generaron un panorama de aguda polarización, agravado por la recesión económica, los altos niveles de paro y precarización y la violencia en todas sus formas. La sociedad brasileña se encuentra dividida, desorientada y desalentada, con su agenda organizada por actores e intereses minoritarios, incluso antinacionales, ambiente ideal para la proliferación de diferentes formas de morbidez social, entre ellas la corrupción.
Únicamente la unión de amplias fuerzas políticas, económicas y sociales, en torno a una propuesta de reconstrucción y afirmación nacional, puede abrir camino ante la crisis actual. Semejante propuesta, por supuesto, no puede limitarse a ser una plataforma de metas económicas y sociales, tiene que estar inspirada en un estado de ánimo tal que sea capaz de movilizar intensamente a los más diversos sectores sociales que compartan un objetivo común: ver avanzar al País de tal forma que los beneficios del desarrollo sean percibidos por todos, animándolos a sentirse protagonistas activos del cambio. Este proyecto exige como presupuesto que la defensa del desarrollo de Brasil sea el fundamento para asegurar la efectiva expansión de los derechos sociales y de la democracia.
La elaboración del proyecto de construcción y afirmación nacional no podrá limitarse a la clase política, tendrá que ser compartido por los sectores más representativos de la sociedad. Eso implica separarse de cualquier prejuicio ideológico y de los maniqueísmos, que impiden comprender la situación actual. Pero, ante todo, es necesario abandonar la engañosa dicotomía entre Estado y Mercado, que tan sólo sirvió para disimular el sometimiento de las estructuras del Estado por coaliciones de intereses particulares, substituyéndola por una eficiente cooperación entre el poder político y la iniciativa privada, en pro del bien común, como ocurrió y ocurre en todos los países que consiguieron enfrentarse a retos semejantes en el camino del desarrollo duradero y sostenible.
Las generaciones que nos precedieron, construyeron material y espiritualmente Brasil en cuatro grandes fases o movimientos, a saber:
1) la formación de la base física, la conformación del territorio, desde el año cero de 1500 y de la originaria Tierra de Santa Cruz, hasta el Tratado de Madrid, en 1750, que configuró de forma aproximada las actuales fronteras nacionales e inició el proceso de mestizaje que caracterizó la formación social brasileña;
2) la epopeya de la Independencia, consolidada en 1822, representada en las ilustres figuras de Tiradentes y de José Bonifácio, patriarca idealizador de un proyecto de Nación que aun está de actualidad;
3) la fase de la defensa y mantenimiento de la unidad territorial, con Dom Pedro I e Dom Pedro II y que termina con la liberación de los esclavos en 1888; y
4) la República proclamada por Deodoro da Fonseca y consolidada por Floriano Peixoto, que alcanzó su máximo apogeo con Getúlio Vargas y su ambicioso programa de industrialización y modernización del Estado, poniendo en práctica aspiraciones anteriores de los movimientos Sanitarista, Tenentista [1] y de la Nova Educação (Nueva Educación). Después del gobierno de Vargas, Brasil osciló al son de las corrientes varguista y anti-varguista hasta nuestros días.
Hoy, en el contexto de una economía globalizada y con el País en condiciones más favorables que en el pasado, tenemos la misión de iniciar un nuevo proyecto nacional, el quinto movimiento, en tres direcciones y con tres objetivos:
1) ampliar la soberanía nacional mediante el pleno desarrollo económico, científico, tecnológico y de los medios de defensa del País;
2) elevar la calidad de vida del pueblo brasileño mediante la reducción de las desigualdades sociales, la protección de la infancia y de la maternidad, el acceso a la educación de calidad y a la salud y el combate sin cuartel al crimen organizado y la promoción de la seguridad pública contra el bandolerismo en todas sus formas; y
3) fortalecer la democracia y la tolerancia entre los brasileños, mediante la realización de una reforma política que libere a nuestro sistema político del control por parte de intereses corporativos y oligárquicos y que asegure el debate de los grandes temas nacionales en el ámbito público.
La crisis nacional está teniendo lugar en el contexto de un cambio de época marcado por:
a) el agravamiento de las consecuencias socioeconómicas negativas de la globalización dirigida por el sector financiero especulativo internacional;
b) la alteración del eje geoeconómico mundial hacia Eurasia-Pacífico;
c) la emergencia de un escenario de poder multipolar, en contraposición a la unipolaridad del período posterior al fin de la Guerra Fría; y
d) el desarrollo de nuevas revoluciones científicas y tecnológicas y la rápida introducción de tecnologías innovadoras (Cuarta Revolución Industrial), que genera profundos impactos sobre las formas de producción de bienes y servicios, los niveles de empleo, las relaciones de trabajo, la cualificación de la fuerza de trabajo y las propias relaciones sociales en general.
Todos esos aspectos tendrán una influencia determinante en el necesario proyecto nacional brasileño, que, a su vez, es condición decisiva para influir en la dinámica global. Por esa razón, el proyecto nacional brasileño necesita contemplar la importancia continental del País, que ocupa media América del Sur, representa cerca del 50% de la economía de la región, tiene frontera con diez países y representa la fuerza motriz potencial para la integración física y económica del subcontinente. Brasil tiene que asumir definitivamente el papel de liderazgo benigno y no hegemónico del bloque suramericano, dándole «masa crítica» para participar de forma eficaz y positiva en la reconstrucción del orden mundial que está en marcha.
Es fundamental que el sistema financiero reoriente sus esfuerzos para estimular y apoyar las actividades productivas. Los títulos de deuda pública no pueden continuar siendo la inversión más rentable del País, como ocurría en el período de 2001 a 2016, muy por encima de cualquier otra actividad productiva. La aspiración al desarrollo no puede estar obstaculizada o bloqueada por intereses rentistas locales o extranjeros.
La reversión de la desindustrialización que afecta al País es crucial. Brasil retrocedió drásticamente en capacidad industrial, principalmente en el sector de la alta tecnología, impactando en las capas medias de la sociedad, debido a la pérdida de empleos cualificados e de mejor remuneración. No obstante, a pesar de la rapidez del proceso, aun tenemos una de las diez mayores y más diversificadas bases industriales del mundo. Más allá de recuperar la capacidad productiva, es imprescindible reorientar todo el sector industrial para enfrentarnos al reto de la Cuarta Revolución Industrial, basada en elevados índices de robotización y de conectividad y de intenso flujo de innovaciones en tecnología punta.
La recuperación del crecimiento brasileño exige la estructuración de cadenas productivas de mayor valor añadido, basadas en investigaciones de ámbito nacional. Eso, a su vez, requiere de mayores inversiones públicas y privadas en todas las dimensiones de la educación y la producción de conocimiento y de su aplicación innovadora en la economía nacional, incluyendo el apoyo efectivo y con criterio al aumento de la productividad de las empresas nacionales. El Estado Nacional deberá pasar, además, por una profunda reforma que incorpore e internalice en su sistema de controles el principio de incerteza que rige los descubrimientos científicos y la dinámica de la innovación, de tal manera que no obstaculice la actividad investigadora o inhiba la creatividad del emprendedor.
A los alarmantes índices de deficiencias educativas de la población matriculada en la red de centros de enseñanza, se suma la creciente degradación del ambiente escolar, con el aumento de la violencia y el abandono de las nociones de disciplina y jerarquía, sin las cuales el esfuerzo de aprendizaje está abocado al fracaso. La realidad demostró que más allá del destino de los recursos, es urgente retomar la cuestión educativa como una prioridad central del Estado, que debe protegerla de los vicios del corporativismo, enaltecer el papel del profesor y restaurar su autoridad dentro del aula y en la sociedad.
La agricultura, la ganadería y el sector agroindustrial constituyen activos económicos, sociales, culturales y geopolíticos de gran importancia para Brasil. Incluso frente a la fuerte y subsidiada competencia de los ganaderos y agricultores europeos y norteamericanos, nuestros pequeños, medianos y grandes productores abastecen el mercado interno y ganan cada vez más espacio en el comercio mundial de alimentos. El estatus de gran productor de granos y proteínas genera para Brasil, aparte de divisas, respeto creciente en un mundo cada vez más falto de seguridad alimentaria. Brasil debe dar valor social y culturalmente a sus trabajadores, ganaderos y productores rurales, protegiéndolos con financiación, crédito y seguros y destinando recursos para la ciencia, tecnología e innovación que les ayuden a mejorar la productividad de todas las actividades que realizan.
Las Fuerzas Armadas son una institución fundadora de la nacionalidad y del Estado Nacional y cumplen la doble misión de defender y construir el País. Desde el programa nuclear hasta nuestro primer ordenador, pasando por la investigación espacial, la industria aeronáutica y la defensa cibernética, el ejército ha cumplido un papel pionero y de vanguardia. Asimismo, cumplen misiones humanitarias socorriendo a los indios y a los ribereños de la Amazonia o a las víctimas de la sequía en el sertão nordestino sin perder el ethos de organización del combate y de defensa de la Patria.
En este sentido, es necesario valorar y reconocer a las Fuerzas Armadas brasileñas, sus actos y sus héroes, sus valores, su patriotismo y elevado espíritu de generosidad y solidaridad para con la comunidad. Semejante actitud tiene que tener un sentido educativo para la infancia y para la juventud, expuesta a un ambiente de corrosión de los valores de la nacionalidad como el que vivimos a diario.
La política ambiental debe reflejar un compromiso real con el desarrollo sostenible del País y no someterse al dictado de agentes e intereses externos. Entre otras prioridades, tendrá que enfocar las deficiencias higiene pública y saneamiento, tratamiento de los residuos sólidos urbanos, ocupación irregular de áreas de riesgo medioambiental y la ampliación de la infraestructura de previsión y respuesta inmediata a emergencias causadas por fenómenos naturales.
Asimismo, es necesaria una urgente redefinición de la política sobre poblaciones indígenas, haciendo que sea compatible con el derecho de toda población a una evolución civilizatoria digna, respetando sus tradiciones culturales y su contribución decisiva para la constitución de la identidad nacional. Únicamente así será posible asegurarles una integración gradual en la sociedad nacional, como ciudadanos de pleno derecho y aptos para abandonar, eventualmente, la tutela permanente del Estado.
Objeto de presiones y de la avidez internacional, la Amazonia necesita acciones efectivas de control y afirmación de la soberanía sobre su inmenso territorio, así como por políticas públicas de estímulo y apoyo a su desarrollo y de protección de sus poblaciones indígenas y ribereñas y de su biodiversidad.
Nuestra producción artística y cultural, en sintonía con los grandes movimientos de la Nación, inventó a Brasil a lo largo de su historia. Es imprescindible defender y promover el rico y variado patrimonio cultural de la Nación brasileña, su lengua, sus tradiciones, su creatividad y su potencial de desarrollo económico, oponiéndose a las prácticas monopolizadoras y restrictivas de los grandes conglomerados internacionales de los medios de comunicación y de internet.
Brasil debe promover la participación de la mujer en la construcción del País y reconocer en nuestras antepasadas indígenas, africanas y europeas un papel destacado en la constitución de la Nación y en la formación de la identidad del pueblo brasileño.
La lucha sin cuartel contra los prejuicios raciales en Brasil se impone debido a la puesta en valor de la herencia y contribución africana en la formación de la cultura y de la identidad nacional brasileña y por la celebración del mestizaje como un rasgo decisivo de nuestro legado civilizatorio. Tenemos que rechazar cualquier intento de introducir en Brasil modelos importados de sociedades que institucionalizaron el racismo en sus relaciones sociales.
La lucha contra la corrupción tiene que ser un objetivo permanente de la sociedad y del Estado, pero no se puede paralizar al País con el pretexto de que se tiene que eliminar un mal que es endémico en las economías de todo el mundo.
Brasil tiene que volver a crecer. Esa es la cuestión principal. No hay forma de sanear las finanzas públicas sin que crezca la economía y aumente la recaudación tributaria. No se puede negar que Brasil necesita reformas que corrijan distorsiones, eliminen privilegios corporativos, faciliten la creación de empleos y el funcionamiento de la economía. Pero no habrá equilibrio en las pensiones si no hay empleos y no se recauda suficiente. No habrá reforma que convenza al emprendedor privado a invertir si no hay una perspectiva de demanda. Y para que Brasil vuelva a crecer, el primer consenso que se tiene que alcanzar es que todos se convenzan de eso. Ningún hombre o mujer de buena voluntad se opondrá a sacrificio ninguno si eso significa esperanza para sí y futuro para sus hijos. Sin embargo, todo el mundo tiene que ceder en algo. Son inaceptables reformas que descarguen el peso del ajuste sobre los hombros de los más necesitados y proteja los intereses de los grupos elitistas que concentran el patrimonio nacional.
Brasil es un País rico, principalmente en recursos humanos. Si todos pudiesen compartir el desarrollo de esa riqueza sería un País más próspero y feliz. Nadie está en contra de que los más capaces y talentosos se enriquezcan. Nadie está en contra de que quien emprenda tenga una justa recompensa por su esfuerzo. Brasil no necesita, no debe y no puede ser tan desigual. Ese es el gran acuerdo que necesita contraer la sociedad brasileña. Es en torno a ese ideal transcendente de grandeza nacional y de justicia que se deben unir los brasileños de todas las clases, profesiones, orígenes, condición social y creencias.
* El Manifiesto por la Unión Nacional es un texto de Aldo Rebelo , cuatro veces ministro con gobiernos del Partido de los Trabajadores, ex presidente de la Cámara de los Diputados y militante del PCdoB, difundido el 7 de julio de 2017 por la página web Conversa Afiada.
Nota del traductor
[1] El tenentismo fue un movimiento político-militar surgido en la década de 1920 que inspiró la Rebelión del Fuerte de Copacabana (1922), la Revolución de 1924, la Comuna de Manaus (1924) y la Columna Prestes (1924) y que pasado el tiempo confluiría con la Alianza Liberal en la Revolución de 1930 que puso fin a la República Vieja. El tenentismo pretendía modificar las estructuras del poder político en Brasil, instaurando el voto secreto y desarrollando una amplia reforma educativa.
Fuente: https://www.conversaafiada.com.br/brasil/aldo-lanca-manifesto-pela-uniao-nacional
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