Un estudio de la empresa LCA Consultores -con base en datos recientes del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE)- indica que el número de personas viviendo en la extrema pobreza en Brasil aumentó en más de 1 millón. Estos datos, divulgados este miércoles (11), apenas comprueban la imagen que cualquiera de nosotros -caminantes de […]
Un estudio de la empresa LCA Consultores -con base en datos recientes del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE)- indica que el número de personas viviendo en la extrema pobreza en Brasil aumentó en más de 1 millón. Estos datos, divulgados este miércoles (11), apenas comprueban la imagen que cualquiera de nosotros -caminantes de nuestras ciudades- ya constatamos en la práctica.
Es visible el aumento del número de personas viviendo en la calle, de mendigos en los semáforos, en las puertas de los mercados y afines. A los habitantes de la gran São Paulo les asusta el escenario reciente de personas vendiendo cualquier tipo de cosas en el metro, desde chocolates y accesorios hasta su «arte», músicos, cantores, poetisas que entran en los vagones buscando algún sustento.
No fue solamente la extrema pobreza que creció. Esos datos muestran la opción actual por la manutención y ampliación de las desigualdades sociales. La investigación reveló que el 5% más pobre de la población brasileña dejó de ampliar su ingreso real -como venía ocurriendo en los gobiernos petistas- y vio disminuir su ingreso medio en 18% en 2016.
Veamos el ejemplo de las empleadas domésticas. Esa masa de trabajadoras -mayoritariamente mujeres y negras- alcanzaron un aumento en su ingreso medio de 76% por sobre la inflación entre 2003 y 2014.
La fórmula económica es simple: si hay la misma cantidad o más de personas buscando empleadas domésticas y menos empleadas domésticas ofertando trabajo en el mercado, los salarios tienden a subir. De hecho, menos mujeres prestaron servicio doméstico.
Mientras en la década de 1990, 19% de la fuerza de trabajo femenina estaba ocupada en el trabajo doméstico, en 2014 ese percentaje cayó a 15%.
Sin embargo, después de 2016, el número de empleadas domésticas se amplió significativamente. Eso porque, en momento de crisis, de cierre de puestos en el mercado de trabajo y de disminución del ingreso de las familias, las mujeres encuentran en el trabajo doméstico la única alternativa de inserción laboral. Por la misma lógica, si más empleadas domésticas buscan empleo, los salarios caen. De 2016 a 2017 las trabajadoras domésticas tuvieron una perdida salarial de 8,3%.
Los datos actuales de aumento de la extrema pobreza, de las desigualdades y de la caída del ingreso de la clase trabajadora tienen dos motivos principales. El primero es el aumento del desempleo. Entre 2014 y 2017 Brasil duplicó el número de desocupados. La falta de empleo sumada a la ausencia o disminución de los servicios y políticas públicas tiende a aumentar la extrema pobreza.
La mayor parte de los desempleados se concentra en la base de la pirámide social, el mismo sector en el que el gobierno del presidente golpista Michel Temer recortó a 326 mil hogares el beneficio del Programa Bolsa Familia . Además de eso, la inexistencia de políticas públicas de vivienda, de restaurantes comunitarios o de generación de renta agrava aún más el cuadro de la tragedia.
Por la Ley de oferta y demanda, cuanto más trabajadores desempleados buscando empleo, menores son los salarios ofertados. De esa forma, el desempleo ayuda a presionar para abajo el salario de los ocupados, lo que disminuye el ingreso y aumenta la desigualdad entre Capital y Trabajo.
En segundo lugar, los empleos creados en ese período son, en su gran mayoría, precarios -y pagan salarios más bajos. Eso todo debido a la aprobación de la Reforma Laboral, que «legaliza» lo que antes era considerado trabajo temporal.
Con eso el país va a volver a presentar crecimiento del número de empleados, sin embargo, esos empleos creados seguirán la regla de la precarización, con bajos salarios, ausencia de derechos fundamentales y vínculos temporales.
El año de 2017 es el primero en la historia brasileña en que el número de trabajadores informales superó al de trabajadores formales. Como si no bastase eso, la política de desvalorización del salario mínimo, en los últimos dos años, también contribuye a la caída del ingreso de los trabajadores, sobre todo los más pobres, que se concentran en las mujeres, negros y jóvenes
¡Pero aún no estamos en el fundo del pozo! Si la reforma de las Pensiones fuera aprobada, la crisis social aún se puede agravar. Si no existiese la Seguridad Social brasileña, ¡el porcentaje de personas viviendo en la extrema pobreza sería 12% mayor!
Esos son los datos de los estragos en el Brasil del golpe. Primero sacaron a Dilma. Después nos quitaron los derechos. Congelan los gastos, se derrumba la inflación, se retrae el crecimiento económico, aumentan las desigualdades, se exacerba la concentración de la renta y se infla el número de miserables.
Juliane Furno es doctoranda en Desarrollo Económico en la Universidad de Campinas, formadora de la Central Unica de Trabajadores – CUT y militante del Levante Popular de la Juventud.
Traducción: Pilar Troya, para Brasil de Fato.