Usted se ha preguntado cuál es la razón por la que el magnate estadounidense Donald Trump ha lanzado una agresiva guerra económica contra diversos países lo que pone en peligro la recuperación económica mundial que aun no se ha podido levantar completamente de la última crisis iniciada en 2008. Trump ha ido contra todos bajo […]
Usted se ha preguntado cuál es la razón por la que el magnate estadounidense Donald Trump ha lanzado una agresiva guerra económica contra diversos países lo que pone en peligro la recuperación económica mundial que aun no se ha podido levantar completamente de la última crisis iniciada en 2008.
Trump ha ido contra todos bajo el enunciado de su política «América primero» y ataca con impuestos aduaneros, bloqueos y fuertes medidas económicas no solo a Irán, China, Rusia, Corea del Norte, Siria, Venezuela o Cuba, sino también a aliados como Japón, Corea del Sur, Canadá y la Unión Europea.
En realidad es que su colimador esta dirigido hacia China y Rusia, sus dos principales potencias enemigas desde los ámbitos económicos políticos y militares, las que a mediano plazo podrían limitar la hegemonía universal que ha mantenido Estados Unidos desde principios de la década de 1990 cuando desapareció la Unión Soviética y se desintegró el campo socialista de Europa Oriental
A Rusia le ha impuesto cuantiosas sanciones económico-financieras desde hace dos años las que han sido apoyadas por la aliada Unión Europea. Ante esa situación, el gigante euroasiático ha enfilado sus negocios y comercio hacia otros destinos, principalmente Asia, Medio Oriente, Lejano Oriente, África y América Latina.
China, por su parte, sigue diversificando sus relaciones y se ha convertido en los últimos tiempos en uno de los principales socios comerciales e inversionista en numerosos países del planeta.
El paso que acabó de abrir la actual guerra comercial lo dio Trump cuando en un acto publicitario efectuado en Washington, firmó y enseñó en marzo pasado los documentos que imponían un arancel del 25 % sobre las importaciones estadounidenses de acero y del 10 % a las de aluminio.
De ahí en adelante, se han sucedido gravámenes de nuevos aranceles sobre todo a productos importados desde China con las consecuentes respuestas por parte del gigante asiático.
Otros países se vieron en la necesidad de hacer algo similar con los productos estadounidenses que importan y también han recurrido a la Organización Mundial del Comercio para denunciar las prácticas anticomerciales llevadas a cabo por Washington.
El presidente estadounidense se ha lanzado contra Pekín para tratar de detener sus constantes avances económicos y tras imponer aranceles desde julio a los productos chinos por valor de 50 000 millones de dólares, el pasado 13 de septiembre se anunció que aplicaría otros por 200 000 millones, aunque se desconoce cuando entrarán en vigor.
Con su decisión, Trump ha creado una interrupción de gran alcance en el comercio internacional con consecuencias negativas sustanciales para empresas y consumidores.
Pero vayamos a la verdadera razón de la agresiva política sancionadora que ha tomado fuerza dentro de la Casa Blanca.
El analista chino Chen Ping, en un reciente artículo publicado en varias páginas web, indica que dos sucesos similares ocurrieron después de la Segunda Guerra Mundial.
El primero, la llamada Guerra Fría desatada por Estados Unidos contra la antigua Unión Soviética que incluía fundamentalmente un fuerte enfrentamiento ideológico- comercial con el fin de estrangularla en todos los campos y evitar que lo sobrepasara como potencia mundial.
El segundo sucedió al observar que el desarrollo industrial y tecnológico de Japón resultaba vertiginoso.
Tokio se acercaba al 60 % del Producto Interno Bruto estadounidense y al considerarlo como una de las mayores amenazas contra su hegemonía emprendió medidas comerciales y económicas para debilitar al país del sol naciente.
De esa forma, limitó el acceso a su mercado de productos como automóviles, telecomunicación, equipamientos médicos, semiconductores y también prohibió una serie de exportaciones de alta tecnología hacia ese país. El resultado ha sido la detención durante dos décadas del crecimiento acelerado que llevaba Japón.
En estos años, China ha mantenido un desarrollo incontenible y en la actualidad su Producto Interno Bruto (PIB) se ubica en el 65 % del estadounidense con la expectativa real de sobrepasarlo en los próximos cinco años, según varios expertos.
Esa perspectiva ha puesto nerviosos a los magnates políticos norteamericanos.
A esto se suma el super-megaproyecto denominado la Franja y la Ruta de la Seda que con una fuerte inversión china enlazará y beneficiará a cerca de 100 países del orbe con enorme predominio para el gigante asiático.
Pekín también ha puesto en ejecución el Plan Nacional de Fabricación 2025 para incrementar el desarrollo de alta calidad en las industrias y las tecnologías.
Aquí se encuentran las auténticas razones de toda esta furia de sanciones y severas medidas comerciales adoptadas por la Casa Blanca.
En conclusión, el objetivo de Estados Unidos no es disminuir su déficit comercial con China, sino detener el auge estable y progresivo del gigante asiático que de no presentarse ningún obstáculo se convertirá en pocos años en la primera potencia económico-científico-industrial del mundo.
Hedelberto López Blanch, periodista, escritor e investigador cubano.
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