El triunfo de Bolsonaro debe ser estudiado con atención y, cosa evidente, conviene aquí despojarse de los harapos de un dogmatismo que se incrusta como lepra sobre nuestra piel. Nada valen las excusas para explicar el triunfo por la campaña de los grandes medios. Los grandes medios, alcanza con recordar el caso Trump, no definen […]
El triunfo de Bolsonaro debe ser estudiado con atención y, cosa evidente, conviene aquí despojarse de los harapos de un dogmatismo que se incrusta como lepra sobre nuestra piel. Nada valen las excusas para explicar el triunfo por la campaña de los grandes medios. Los grandes medios, alcanza con recordar el caso Trump, no definen una elección, las que sí definen son otras variables, como las crisis endémicas que viven nuestros países y las tareas que llevan a cabo los partidos de gobierno.
Entre las falacias que se repiten sin demasiado esfuerzo neuronal, se encuentra una tan extendida como ridícula que informa que una década de gobierno desgasta a cualquier partido. Evidentemente, si ese partido aplica el mismo plan de siempre, en suma, si se convierte en un vector de un modelo macabro, es seguro que la gente, desesperada, buscará por otro lado, aunque su elección no sea otra cosa que salir del fuego para caer en las brasas. Ahora, si un partido aplica un mínimo de originalidad, si piensa al menos un plan y lo lleva a cabo para reactivar nuestras economías y nuestras culturas, tiene hartas posibilidades de aumentar su caudal social.
Una cosa es conquistar voluntades con la palabra y otra muy distinta, mucho más eficiente, es conquistar voluntades mediante los hechos, todo lo tergiversables que se quiera, pero bastante más contundentes que cualquier discursito.
¿Qué hizo el PT durante esos años en que dispuso de considerables dosis de poder como para auspiciar una profundización de la consciencia y organización social de los brasileros? Agudizó la primarización de la economía, permitió el avance del capital trasnacional sobre las riquezas del Brasil y generó, justo cuando grandes segmentos de la población de todo el continente miran de reojo a todo el sistema político, enormes dudas acerca de las ventajas de la democracia republicana y el Estado de derecho.
Ante la ruina de la derecha tradicional hace una década, el progresismo vino a cumplir el rol que ya no podía cumplir aquella derecha y además, pudo hacerlo con poca, muy poca resistencia social. Los resultados de este penoso modelo están a la vista: total desprestigio y preparación del terreno para que la otra derecha asuma el gobierno.
De nada sirve decir que Lula fue injustamente apresado y demás pamplinas. De nada sirve, a lo ñandú, meter la cabeza en un agujero. La verdad hay que mirarla de frente pese a quien pese y sin cobardías intelectuales. Ha llegado el momento en que debemos desconfiar de los discursos e instituciones que atendíamos a causa de un prestigio originado en el pasado, para comenzar a oír una voz interior que grita desesperada que algo no está cuadrando.
Queremos creer que el modelo adoptado por el gobierno, un modelo que se impone desde afuera, es el único modelo posible: apostar a la inversión del capital trasnacional para industrializar nuestros países. Pruebas al canto, ese modelo se ha mostrado ineficiente: industrializar, no se ha industrializado nada o se ha industrializado en rubros contraproducentes y nuestras economías han acentuado su primarización y lo que es peor, las grandes trasnacionales son ahora más dueñas de nuestras riquezas que el día previo al acceso al poder de los progresismos.
Esos son los hechos, los porfiados hechos, los hechos que hay que estudiar si no se quiere construir la casa sobre el pantano, el pantano donde medran los Bolsonaros.
Esos son los hechos, los porfiados hechos, los hechos que hay que estudiar si no se quiere construir la casa sobre el pantano, el pantano donde medran los Bolsonaros.
Sin embargo, toda acción tiene su reacción, aunque sea tardía, aunque no sea proporcional, aunque tenga su propio tiempo y dinámica. A fines del año pasado dieron nacimiento movimientos ciudadanos que fueron resultado de la atonía del sistema político, demasiado preocupado en discutir la mejor manera de hacer mandados, demasiado preocupado en discutir cómo repartirse los cargos para llevar a cabo esos mandados.
Aparecieron primero los cincuentones y luego los autoconvocados, el movimiento contra la Ley de Riego, el movimiento en defensa de la Rambla Sur y el movimiento en contra del monstruoso contrato ROU UPM.
Los cincuentones triunfaron, los de la Rambla Sur lograron una primera victoria que ha venido al pelo para demostrar que la lucha paga, que la fortuna ayuda a los audaces, que los ciudadanos tenemos un poder que debemos explotar.
Quedan sólo veinte días para alcanzar la cantidad de firmas necesarias para impedir que se privatice nuestra agua. Si no se imprime un último esfuerzo, después no vale quejarse con el manido «No se puede hacer nada. Está todo el pescado vendido». Vienen por nuestra agua, nada menos, y harán un desastre.
Pero amén del último esfuerzo contra la Ley de Riego, este jueves el movimiento contra UPM2 se juega su segunda parada pública, presentando en la Torre Ejecutiva una nueva tanda de peticiones. En tres meses este movimiento viene tejiendo lentamente, a partir de las Peticiones, una red que alcanza a toda la República, ha generado multitud de artículos y videos, ha realizado innumerables charlas, le ha dado una razón para luchar a mucha gente que no sabía por dónde ni con quién encauzar sus fuerzas y ha generado una página de facebook que ya supera los 10000 integrantes, llamada «Movimiento ciudadano UPM2 NO», donde se genera un constante debate y se lanzan y publicitan las diversas actividades.
El lector, por supuesto, puede seguir esperando que crezcan peras de los olmos o que los cangrejos den a luz corvinas. Si se trata de esperar milagros, se puede esperar cualquier cosa de cualquier cosa, pero lo más prudente es observar los brutales hechos y trabajar a partir de allí. El capital trasnacional se adueñó de la mitad de nuestro suelo y este proceso se aceleró en los últimos años y lo que es peor, este acaparar de ellos y esta pérdida nuestra, se agravará con la crisis que ineluctablemente se avecina.
Alcanza con imaginar que UPM, que ya cuenta con 200000 hectáreas, con los 800 millones anuales de ganancia que le reportará su segunda pastera, comprará más tierra, desplazará más gente de nuestro campo, profundizará aún más nuestra deteriorada cultura de trabajo rural y generará destrozos en todas las áreas imaginables, para concluir que si los cangrejos no dan a luz corvinas y que si las peras no crecen de los olmos, no tenemos más remedio que buscar las peras y las corvinas por otro lado.
Sí, muchos de los lectores no se animan todavía a dar el salto. Creen que esta campaña contra UPM es auspiciada por la más rancia derecha, pues habría encontrado un cachón (¡Y qué cachón!) para defenestrar al Frente Amplio. El lector también puede pensar que las denuncias de corrupción contra funcionarios que deberían servir al pueblo, también son usadas por la más rancia derecha para defenestrar al Frente Amplio. Pensar, se puede pensar lo que se quiera, pero la pregunta es si nos haremos los otarios cuando se le entregan nuestros principales rubros al capital trasnacional; si nos dedicaremos a papar moscas cuando algunos atrevidos se meten plata ajena en el bolsillo, no sea cosa de «desprestigiar a la herramienta que tanto esfuerzo costó construir», o en su defecto, si comenzaremos a confiar en nosotros mismos y a confiar en lo que sabemos: el proceso de la conquista iniciado hace 500 años no ha concluido; todo lo contrario, se ha agudizado y estamos sólo al principio de un nuevo tsunami que caerá sobre las riquezas y cultura de nuestro continente.
El movimiento para impedir que se lleve a cabo el contrato más indigno firmado en toda la Historia de nuestro país, ha entrado en una nueva y auspiciosa fase. A los artículos de Hoenir Sarthou, Daniel Panario, Ofelia Gutiérrez y tantos otros, ahora se le suman artículos y videos de ciudadanos desconocidos en la previa. Uno de ellos, llamado Miguel Arguello Cuello, asombrado por la difusión que tuvo su artículo colgado en la página de UPM2 NO, contó que hacía años que venía escribiendo, pero que sólo ahora empezaban a leerlo. Miguel nos da una información fidedigna de cómo sube la línea roja del termómetro.
Ayer, muy pocos lo leían, hoy, sus artículos se comparten por centenares ¡Qué victoria para Miguel y sobre todo para nuestro movimiento! Al parecer, ha encontrado a sus iguales, que no es poca cosa. Sus propias fuerzas ayer desperdigadas, se suman a una vasta obra colectiva y lo que es más importante, agrega una voz singular, la voz del hombre que vive el proceso destructor del monocultivo de eucalipto en sangre propia y por eso habla con un tono, desde una posición y con unas palabras que jamás conseguiría el más lúcido de los publicistas.
No se crea que desestimamos la obra de los eruditos y publicitas, todo lo contrario e incluso, en gran parte lo que nuestros nuevos amigos escriben, aúna y propulsa lo que han leído en los eruditos. Ningún erudito ni ningún artista ni nadie, dice algo exclusivamente suyo. Lo que hacen unos y otros es reunir el saber social, concentrarlo y devolverlo renovado y con un tono singular, al lugar de dónde se origina.
Mientras esto ocurre, negros nubarrones se ciernen sobre Latinoamérica y de nada sirve pensar que la culpa es de los otros. Miremos hacia adentro, pensemos cuál será nuestra responsabilidad al ceder tanto poder ciudadano, al ceder tanta confianza en vez de pensar por nosotros mismos. Aún estamos a tiempo, acaso siempre se esté a tiempo de tomar un camino nuevo. Mientras haya vida, habrá esperanza. De eso precisamente estamos hablando. Ha surgido una esperanza, una pequeña llama. O dejamos que fuerzas dudosas la apaguen, o auspiciamos al viento que encienda la pradera.
Luego no servirá lamentarse. Se están gestando lenta y laboriosamente, y ya los enjuiciamientos callejeros deberían ponernos en alerta, las condiciones para entrar a un proceso particularmente oscuro. Lo que se viene, si no miramos con coraje los hechos, es algo que la palabra «fascismo» no alcanzará a describir, pues hablamos de una mucho más eficiente y macabra forma de dominación.
Si no hallamos una estrategia para enfrentar ese nuevo modelo, muchas conquistas sociales serán arrojadas al basurero de la historia. La burguesía, para usar una plabra demodé pero sumamente eficiente para describir la realidad, en su conquista del poder en los siglos XVIII y XIX, hubo de defender la libertad de expresión y las democracias republicanas. Son conquistas más o menos acrisoladas, pero conquistas al fin y al cabo. Ahora bien, nada asegura el futuro de las democracias republicanas ni de la libertad de expresión y menos aún, cuando pasan a ser contraproducentes para quienes pretenden apoderarse de todo.
No se trata de avanzar. Ante el tsunami, se trata de resistir y mantener lo que tanto esfuerzo costó construir, pero a su vez, se trata de llevar a cabo lo nuevo, que significa reivindicar algo viejo y olvidado.
Asistimos a otro movimiento de tijeras: por un lado, se larva un nuevo y tenebroso modelo en las sombras, por el cual el mercado impondrá su dictadura en todos los terrenos. Por el otro, se gestan las condiciones para dar nacimiento a movimientos que exploren la sabiduría y en particular, el poder de los ciudadanos sin los cuales, ningún proyecto político puede llevar a cabo ninguna tarea noble ni duradera. Cada día que pase, la contradicción se mostrará de manera más evidente.
Normalmente, cuando se apela al lector, se lo trata de amable, de amigo lector, se le acaricia el lomo y no está mal, pues el escritor confía en la inteligencia del lector y por eso escribe, pero a fuer de sinceros, debemos decir algo más. Es muy fácil ver la espiga en el ojo ajeno, pero guay con no ver el tronco en el ojo propio. Los dados se han echado a rodar y no sabemos aún el resultado del juego. Si hay chances de vencer para los hombres de buena voluntad, esas chances radican en pensar la realidad con cabeza propia, al tiempo que cada uno busque a sus iguales.
Esperamos al lector el jueves 11 a las 11 en la Torre Ejecutiva. No es fácil movilizarse. Toda la cultura de la derrota que se pretende imponer como una losa sobre nosotros, nos divide y atomiza, pero eso le da mayor belleza al desafío.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.