A una semana de las elecciones, las encuestas seguían dado al candidato Jair Bolsonaro el triunfo en las elecciones del próximo domingo en Brasil, donde se deberá decidir, en un segundo turno, quien asumirá la presidencia de la República el próximo 1 de enero. Ganador del primer turno con 46% de los votos, Bolsonaro reúne […]
A una semana de las elecciones, las encuestas seguían dado al candidato Jair Bolsonaro el triunfo en las elecciones del próximo domingo en Brasil, donde se deberá decidir, en un segundo turno, quien asumirá la presidencia de la República el próximo 1 de enero.
Ganador del primer turno con 46% de los votos, Bolsonaro reúne una variopinta gama de extremistas que han hecho de las elecciones en Brasil una preocupación mundial.
Disputará con él la presidencia el candidato del Partido de los Trabajadores (PT), Fernando Haddad, quien asumió el relevo de la candidatura del que era, hasta entonces, el candidato ampliamente favorito: el expresidente Luis Inácio Lula da Silva. Encarcelado por una condena por corrupción cuyos objetivos políticos fueron quedando cada vez más en evidencia a medida en que ha transcurrido la campaña, Haddad asumió la candidatura del PT y obtuvo 29% de los votos en el primer turno, hace tres semanas.
El fin de semana pasado dos encuestas confirmaban el favoritismo de Bolsonaro, pero con resultados distintos. La de Datafolha le daba 59% de las preferencias, contra 41% de Haddad. Ya VoxPopuli/CUT, la que mejor acertó en el primer turno, daba un resultado mucho más estrecho: 44% para Bolsonaro, 39% para Haddad, con 12% de blanco y nulos y 5% de «no sabe» o «no respondió». O sea, un resultado aun por definirse.
Escenario rabioso
Lo que ha hecho de esta elección motivo de particular preocupación internacional es un escenario rabioso que han ocupado los partidarios de Bolsonaro, estimulados por el propio candidato, capitán de la reserva militar, y por su candidato a la vicepresidencia, el general Hamilton Mourão. Ambos son entusiastas apoyadores de la dictadura militar que asumió el poder en Brasil en 1964 y públicos defensores de la tortura y de reconocidos torturadores de ese período.
El escenario político brasileño, en todo caso, no depende solo de las elecciones presidenciales y se ha ido dibujando con más claridad una vez conocida la integración del parlamento, que el periodista Breno Costa describe bajo el título de «El ejército bolsonarista».
El discurso rabioso del sargento Fahur, el más votado en el sureño y rico estado de Paraná tiene un éxito notable en las redes sociales, con casi tres millones de likes, afirma Costa. Sus posts «incluyen anatemas civilizados, como ‘a los vagabundos los trataremos con palo en el lomo y bala en el culo'».
Paraná es un bastión del nuevo conservadurismo brasileño, recuerda el periodista. «De allá viene también para la Cámara el periodista Paulo Martins, un joven de 37 años que adopta uno de los discursos más radicales de la derecha brasileña».
«La tropa de choque del bolsonarismo en Paraná está conformada también por otros dos jóvenes de 27 años, potenciales gladiadores del combate a la izquierda ‘depravada’ en los salones de Brasilia». Son Felipe Francischini, hijo del delegado de la policía federal Fernando Francischini, al que Costa califica de «uno de los artífices de la campaña de Bolsonaro», y Felipe Barros, un abogado que se define como «conservador, de derecha», que defiende al reducción del Estado, el liberalismo económico y la iniciativa privada, así como «defensor de la vida, de la familia y de los niños».
Casi ocho millones de electores votaron en los 52 candidatos del Partido Social Liberal (PSL), el de Bolsonaro, elegidos para el congreso en las pasadas elecciones, transformado una bancada prácticamente inexistente en la segunda mayor, solo detrás de la del PT, con 56. El congreso federal brasileño tiene 513 diputados.
Pero la bancada bolsonarista es, en realidad, mucho mayor, ya que se le pueden sumar representantes de diversos otros partidos que integran lo que, en Brasil, se conoce como la bancada de las tres B: buey, bala, biblia. La primera es la de los ruralistas, representante del agronegocio, un sector violento que verá su espacio agrandado si Bolsonaro triunfa. La de la bala está integrada por los que creen que el problema de la violencia se resolverá con más violencia. Bolsonaro ha hecho campaña reivindicando esa violencia y se hizo viral una foto suya, con una niña en brazos, haciendo con los dedos como si estuviera disparando una pistola. Y, finalmente, la bancada de la biblia, los neopentecostales que han crecido enormemente en Brasil, conformando, entre los tres, una bancada que el Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria (Diap) estima en 233 representantes.
Privatizaciones
Con la promeso de liquidar la deuda pública, Bolsonaro y su anunciado ministro de Hacienda, el economista Paulo Guedes, proponen vender lo que se pueda de las empresas públicas, en particular las enormes reservas de crudo del llamado pre-sal, que transformaron Brasil en una virtual potencia petrolera. Ya se vendió la empresa área brasileña, Embraer, y el gobierno actual ha avanzado también en la privatización de la petrolera nacional, Petrobrás.
El año pasado, el gobierno que asumió luego del golpe parlamentario contra Dilma Rousseff, gastó en el pago y refinanciamiento de la deuda pública más del doble de lo invertido en educación, salud y programas de asistencia social, como la Bolsa Familia, según datos del órgano de Ejecución Presupuestaria del Gobierno Federal, de diciembre del 2017.
La deuda pública brasileña se acerca a 80% del Producto Interno Bruto, a cerca de 1,1 millón de millones de dólares, y el año pasado creció un 14,3% con respecto al año anterior, de acuerdo con el Tesoro Nacional.
Apoyo y resistencia
Las particulares condiciones de la disputa han llamado la atención internacional hacia la campaña presidencial brasileña. La semana pasada provocó sorpresa, especialmente en Chile, la reunión de la senadora Jacqueline Van Ryselberghe, presidente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), uno de los partidos de gobierno de ese país, con Bolsonaro, en su apartamento en Rio de Janeiro.
Es «una vergüenza la visita de Jacqueline Van Rysselberghe, Presidenta de la UDI a Bolsonaro. Es una ofensa a todos los demócratas chilenos y a las mujeres chilenas… Sobre ellas sus declaraciones son tan ofensivas como la de los DDHH», escribió el periodista chileno Jorge Andrés Richard.
Como contrapartida, se publicó un «Manifiesto Internacional contra el fascismo en Brasil» en el que se afirma que «el candidato de la extrema derecha defiende abiertamente los métodos violentos utilizados por las dictaduras militares, incluyendo torturas y asesinatos».
Un documento que fue firmado, entre muchos otros, por el senador norteamericano Bernie Sanders; por el expresidente francés François Hollande y Dominique de Villepin, exprimer ministro de ese país; por el socialdemócrata alemán Martin Schulz, expresidente del Parlamento Europeo; por Massimo D’ Alema, exprimer ministro italiano; por la expresidente argentina, Cristina Fernández de Kirchner y el expresidente uruguayo, José Mujica, y los economistas Thomas Piketty y Yanis Varoufakis, exministro de Economía griego, o Dani Rodrik, profesor de la Universidad de Harvard.
Varoufakis también aparece en la lista de economistas que lanzaron un manifiesto a favor de Haddad, entre los cuales está el norteamericano George Akerlof, premio Nobel de economía en 2001 y marido de Janet Yellen, expresidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos.
Los firmantes de este manifestó -afirmaron- «tienen posiciones distintas sobre economía; algunos son, inclusive, críticos contundentes de las políticas económicas adoptadas por los gobiernos del Partido de los Trabajadores. Lo que está en juego ahora, sin embargo, es el régimen democrático brasileño y las instituciones del estado de derecho».
Política exterior
En ese clima tenso, no podía quedar fuera del debate la política internacional, con los militares cercanos a Bolsonaro reiterando la visión del período de la Guerra Fría, con alusiones a Cuba y a los «comunistas».
Consultado sobre su posición frente a Venezuela, Haddad adelantó una visión sobre sus políticas en esta materia.
Cuando el entrevistador le preguntó cual era la posición del PT sobre Venezuela, respondió: – ¿Qué sentido tiene esto? Estoy compitiendo posiblemente con el mayor verdugo que ya tuvo este país. Él lo dice con la mayor naturalidad. Y la prensa ahora lo popularizó: es «Bolsonaro paz y amor». ¿Qué pasa en la cabeza de las personas? Con 26 años, en 1989, publiqué mi primer libro, que es una crítica, de la primera a la última página, a los regímenes autoritarios de izquierda. Hace casi 30 años. No es de hoy que me decidí a firmar el manifiesto por la democracia. Bolsonaro es lo contrario. Desde que se dio a conocer defiende la dictadura. Entonces crea el fantasma de Venezuela para tratar de cambiar la señal del juego. Yo no tengo compromiso con ningún régimen autoritario. Pero no voy a declarar la guerra al vecino. No voy a permitir la instalación de una base militar norteamericana aquí. A los Estados Unidos le importa un comino la democracia en el mundo. Lo de ellos es el petróleo. Este desmadre tiene mucho que ver con el descubrimiento del pre-sal (las enormes reservas descubiertas del crudo frente a las costas de Rio de Janeiro y Espíritu Santo, en Brasil). Enfrentar a Brasil y Venezuela, que son los dos países con mayores reservas petrolíferas del subcontinente?, se preguntó.
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