Después de más de dos décadas de presidentes derechistas, François Mitterrand, del Partido Socialista Francés (PSF), venció en las elecciones presidenciales de mayo de 1981. En los comicios legislativos celebrados un mes después, el PSF logró la mayoría absoluta. Cuatro ministros comunistas ingresaron en un ejecutivo que tenía al socialista Pierre Mauroy como primer ministro. […]
Después de más de dos décadas de presidentes derechistas, François Mitterrand, del Partido Socialista Francés (PSF), venció en las elecciones presidenciales de mayo de 1981. En los comicios legislativos celebrados un mes después, el PSF logró la mayoría absoluta. Cuatro ministros comunistas ingresaron en un ejecutivo que tenía al socialista Pierre Mauroy como primer ministro. Las informaciones del diario El País subrayaron entonces el «mal precedente para Europa Occidental, según fuentes oficiosas de la Alianza Atlántica» así como «la conmoción en algunas capitales europeas».
En septiembre de 1981 el gobierno francés aprobó la nacionalización de los bancos y de 11 grupos industriales estratégicos, dentro de un programa keynesiano que incluía el incremento de la inversión y el empleo públicos, del salario mínimo interprofesional y las pensiones, además de la reducción de la jornada laboral y un impuesto sobre las grandes fortunas. La experiencia socialista concluyó en 1983, cuando según el historiador Perry Anderson, «Mitterrand dio el giro decisivo hacia la lógica de los mercados financieros» («El nuevo viejo mundo», Akal 2012).
El sociólogo portugués y teórico de los movimientos sociales Boaventura de Sousa Santos (Coimbra, 1940) ha publicado en 2018 «¿Unidad de las izquierdas? Cuándo, por qué, cómo y para qué» (Dyskolo). El ensayo de 76 páginas concluye con una respuesta en forma de desiderátum: «Izquierdas de todo el mundo, uníos!» Una de las razones es que tanto el neoliberalismo como el capitalismo financiero mundial «son enemigos de la democracia (liberal)», por lo que corresponde a la izquierda primero rescatarla y después ampliar los ámbitos de participación; todo ello, en un contexto de «fascismo social y político difuso», al que el autor recomienda combatir con humildad, ambición y empezando por pequeños pasos («estamos en un periodo de luchas defensivas»). Entre las últimas obras de Boaventura de Sousa Santos figuran «Penumatóforo. Escritos políticos (1981-2018)» (Almedina) y «Las bifurcaciones del orden. Revolución, ciudad, campo e indignación» (Trotta).
En el texto publicado por Ediciones Dyskolo, de Sousa Santos destaca el ejemplo de Portugal. En las elecciones parlamentarias de octubre de 2015 resultó vencedor el candidato de la derecha, Passos Coelho, pero sin la mayoría suficiente para formar gobierno estable. De modo que -a partir de noviembre- se abrió camino la «alternativa» de izquierdas, con un ejecutivo del Partido Socialista apoyado por su grupo parlamentario (86 diputados), el Bloco de Esquerda (19) y la coalición Partido Comunista-Os Verdes (17).
El gobierno portugués ha aumentado el salario mínimo, las pensiones y los sueldos de los funcionarios, ha reducido el desempleo (actualmente en torno al 6%) e incrementado los impuestos sobre los beneficios de las grandes empresas; también ha revertido algunos procesos de privatización. El país exhibe su crecimiento económico mientras reduce el déficit público. «Tras la violenta respuesta de la Troika a las políticas iniciales de Syriza, la solución portuguesa permitió que la sociedad respirara; pero esto no significa florecer, sino sobrevivir», concluye de Sousa Santos.
El libro del catedrático jubilado de la Facultad de Economía en la Universidad de Coimbra e intelectual del movimiento altermundista se aproxima al contexto del «Brasil profundo». La pobreza extrema afectaba a 14,8 millones de personas en 2017, un 11% más que el pasado año, según difundió en abril la empresa LCA Consultores a partir de datos oficiales. La recesión económica y las «reformas» neoliberales aplicadas durante la presidencia de Temer (2016-2018) explican en parte la pauperización. Un 60% de los niños y adolescentes brasileños son pobres, según UNICEF. En cuanto a las desigualdades, seis personas poseen en Brasil un patrimonio equivalente al de los 100 millones de ciudadanos más pobres (aproximadamente la mitad de la población), revela un informe de Oxfam. La ONG también recuerda que 28 millones de brasileños han salido de la pobreza en los últimos 15 años, gracias a programas como «Hambre Cero» o «Bolsa Familia» desarrollados por los gobiernos del Partido de los Trabajadores (PT).
Asimismo hay una influencia geopolítica de Estados Unidos. De Sousa Santos menciona la Red Atlas, a la que están asociadas 450 ONG, fundaciones, lobbies y think tanks de todo el mundo para extender la ideología del mercado libre. El sociólogo destaca, a partir de las investigaciones del periodista Lee Fang, la «discreta» financiación que las entidades asociadas a la red reciben del Departamento de Estado norteamericano y la National Endowment for Democracy (Fundación Nacional para la Democracia-NED). Según estas informaciones, Atlas Network apoyó al Movimiento Brasil Libre (MBL), que en 2016 se significó en las movilizaciones para derrocar a la presidenta Dilma Roussef. «La condena (judicial) de Lula es una victoria para Brasil», escribió en febrero, en The Wall Street Journal, la columnista Mary Anastasia O’Grady.
En Brasil operan los siguientes partidos de izquierda: el PT, el Partido Democrático Laborista (PDT), el Partido Socialista Brasileño (PSB), el Partido Comunista de Brasil (PCdoB) y el Partido Socialismo y Libertad (PSOL). De Sousa Santos recuerda «la fractura del desgaste de gobernar» en referencia a los gobiernos del PT (2013-2016); también resalta el cuestionamiento al ejecutivo «pietista» por otros partidos de izquierda, «precisamente por haber sido un gobierno de alianzas con la derecha».
A ello se agrega el gran peso en Brasil de los movimientos sociales, cada uno con su orientación dentro de la izquierda (por ejemplo en 2015 -en el contexto del asedio político a Dilma Roussef- se constituyeron el Frente Brasil Popular y el Frente Pueblo Sin Miedo; articulado en 1984, uno de los ejemplos principales es el MST, que ha hecho posible el acceso a la tierra de 350.000 familias). «Las fuerzas de izquierda tendrán que luchar por la democracia en un contexto adverso, parece que están condenadas a articularse», escribía Boaventura de Sousa Santos. Con apoyos importantes entre las iglesias evangélicas, los fabricantes de armas y la agroindustria, el ultraliberal y xenófobo Jair Bolsonaro asumirá en enero la presidencia de Brasil.
El uribista Iván Duque ganó en junio las elecciones presidenciales en Colombia, con diez millones de votos en la segunda vuelta; derrotó al candidato de izquierdas Gustavo Petro. El presidente Duque Márquez ya ha anunciado que, a partir de enero, el país romperá las relaciones diplomáticas con Venezuela. Además la reforma tributaria del nuevo presidente plantea un incremento del IVA a los productos de la «canasta» familiar, lo que ha provocado movilizaciones este mes de noviembre en todo el país.
Los estudiantes también han convocado paros y protestas en la calle contra la financiación insuficiente de la universidad pública. El 15 de noviembre TeleSur informó de la acción represiva del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD) contra la marcha pacífica de estudiantes, que se saldó con seis detenidos y un herido de consideración (cifra de un primer balance y sólo en Bogotá); los policías hicieron uso de bombas lacrimógenas. Por otra parte, la ONG Indepaz informa que en el primer trimestre de 2018 fueron asesinados 56 líderes sociales y defensores de los derechos humanos.
En el apartado dedicado a Colombia, Boaventura de Sousa Santos se centra en dos aspectos: la importancia estratégica del país para el imperialismo estadounidense y la fractura que históricamente ha producido en la izquierda la lucha armada. «Colombia fue el único país de América Latina que envió tropas para combatir junto a Estados Unidos en Corea, el que promovió la expulsión de Cuba de la Organización de Estados Americanos (OEA) y el que, a raíz de la firma del Plan Colombia con Clinton en el año 2000, se convirtió en el tercer país del mundo en ayuda militar estadounidense, tras Israel y Egipto», explica el autor en el libro de Dyskolo. En cuanto a la parcelación de las izquierdas, de Sousa Santos destaca la línea fronteriza que ha separado tradicionalmente en Colombia a las izquierda «reformista» y la «revolucionaria», cada sector con sus respectivas divisiones internas.
En noviembre de 2017 la revista Semana realizó el siguiente diagnóstico: «En la izquierda cada uno va por su lado. Sus candidatos tienen más comunicación con fuerzas de centro que entre ellos mismos. Un mal presagio para 2018». Tras la firma de los Acuerdos de Paz de La Habana, los exmilitantes de las FARC fundaron en agosto de 2017 el partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, que no presentó candidatura a los últimos comicios presidenciales pero sí cuenta con diez representantes en el Congreso de Colombia.
«Para la derecha colombiana todo lo que salga de las FARC es un blanco a batir», apuntó en Semana el excomandante guerrillero y sociólogo Yezid Arteta; «las diferentes fuerzas de izquierda ‘reformistas’ temen cualquier asociación con las FARC, ahora partido político», corrobora Boaventura de Sousa Santos. Otro estigma es el denominado «castrochavismo», que en la campaña electoral Duque utilizó contra Petro. El sociólogo portugués, autor de «Descolonizar el saber, reinventar el poder» y «Si Dios fuese un activista de los derechos humanos», alerta ante supuestas tentaciones de purificación que acerquen a las fuerzas de izquierda al neoliberalismo; «para huir del ‘infierno venezolano’ puede incurrirse en la más diluida versión de la socialdemocracia europea», advierte.
¿Unidad de las izquierdas?
Cuándo, por qué, cómo y para qué
Boaventura de Sousa SantosTraducción de Àlex Tarradellas y Antoni Aguiló
Edición 2.0. marzo 2018. Ampliada y revisada.
epub: 651 Kb.
mobi: 692 Kb.
pdf: 76 pág.Página del libro y descarga: http://www.dyskolo.cc/cat%C3%A1logo/lib040/
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