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Mario Amorós, historiador y periodista español

«Mi libro es una invitación a la esperanza»

Fuentes: El Siglo

«Después de la lluvia… o la memoria herida de Chile» (ediciones Cuarto Propio), se titula el libro que recientemente lanzara en Chile el periodista e historiador español Mario Amorós en la Biblioteca Nacional, reuniendo en la Sala América al mundo de los derechos humanos. El texto, que reúne una concienzuda investigación y 86 testimonio de […]

«Después de la lluvia… o la memoria herida de Chile» (ediciones Cuarto Propio), se titula el libro que recientemente lanzara en Chile el periodista e historiador español Mario Amorós en la Biblioteca Nacional, reuniendo en la Sala América al mundo de los derechos humanos. El texto, que reúne una concienzuda investigación y 86 testimonio de sobrevivientes y familiares de víctimas, ofrece una visión global del período más negro de nuestra historia.
 
Mario Amorós, es un antiguo amigo de El Siglo. Llegó a nuestro periódico por primera ves hace 7 años y mostró todo su interés por nuestra historia y por su gente. Ahora vuelve con su libro «Después de la Lluvia…» a mostrarnos nuestro reflejo como país luego de 17 años de dictadura y una retardada transición.
 Volvemos a encontrarnos en la redacción de este medio, y la conversación fluye como si no hubiese pasado el tiempo.
 -Tú has hablado de una obsesión que tienes con Chile… ¿Por qué decides profundizar en una historia que afectó, y que sigue afectando, a los chilenos?
 «Antes de viajar a Chile y antes de que nos conociéramos, descubrí en el año 1993, en un afiche de las Juventudes Comunistas de Madrid, la cara de Allende con la frase famosa de «las grandes alamedas». A mí me impactó mucho conocer aquello y empecé a leer de manera desordenada. Tenía 20 años y mi formación política era más genética, como dice Saramago. Entonces, hice un trabajo para un profesor muy bueno de periodismo, en diciembre del año 95, que me permitió conocer un poco más el gobierno de Allende y decidí hacer un doctorado sobre la Unidad Popular. Me fui a Barcelona por distintas razones académicas, y ahí descubrí por casualidad un archivo fantástico creado por sacerdotes catalanes que habían trabajado en Chile en los años 60, principalmente en Santiago y en Antofagasta. Hubo muchísimos sacerdotes como Joan Alsina y compañeros de él que mandaban de Chile, la Punto final, la Chile Hoy, aquella revista fantástica que dirigía Marta Harnecker en la UP. Toda la documentación de partidos políticos. Ahí está todo, hay centenares de libros sobre Chile y miles de documentos. Sobre la represión de la dictadura, por ejemplo, hay muchos testimonios que nombro en el libro y que son desconocidos en Chile: a las propias personas que dieron esos testimonios, como Galdys Marín o Angela Jeria, la viuda del general Bachelet, yo les envié los testimonios y ellas ni siquiera los recordaban. Hay mucha documentación dispersa sobre Chile en España, que he ido recogiendo. También en el plano personal, el viajar a Chile y conocer a personas como Gladys o Jacques Chonchol o Luis Corvalán. Aunque sólo sea por el contacto personal, porque yo entrevisté a Don Lucho y fue una entrevista lamentable la que le hice. Todavía la tengo grabada».
 -¿Por qué lamentable?
 «Porque le pregunté puras huevadas, como dicen ustedes; fue un desastre de entrevista. Pero conocer a personas tan protagónicas de aquellos hechos, te impacta mucho. Luego también la acogida cariñosa de la que El Siglo fue parte. Cuando uno llega aquí con 23 años, a los confines del mundo, y está dos meses dando la lata en El Siglo y con los compañeros del ICAL, eso también te impacta mucho. Y claro, cuando empiezas a conocer a la gente de las agrupaciones, a Sola Sierra, a Viviana Díaz, se juntó lo personal con lo profesional».
 -Pero, ¿cuándo decidiste investigar sobre lo ocurrido bajo la dictadura chilena?
 «Hay dos fases: una periodística; yo hasta el año 2000 lo que hacía era reportajes sobre Chile. La segunda vez que vine, hice más, porque estaba Pinochet en Londres, estaba el tema de la Caravana de la Muerte empezando… Primero fue una cosa periodística, de mi supervivencia… Me dije, coño, es un buen método de escribir, yo tenía muy buenas fuentes en Chile y era cosa de coger el teléfono. Entonces, primero fue eso: hacer reportajes periodísticos para medios españoles, y después, hace tres o cuatro años, decido hacer un libro sobre la dictadura. Empecé mal, de una manera muy rápida pero me pareció que era importante simultanear toda esa documentación que tenía, que es minuciosa, con los testimonios. Aunar el relato periodístico con la documentación histórica. Por una parte la documentación le da mucha solidez y los testimonios le dan mucha humanidad al relato. Me parecía que era una visión original y global. Creo que es necesario hacer una visión global de la dictadura. Los libros sobre episodios concretos son muy importantes porque son exhaustivos, y permiten luego vincularlos a las visiones globales, pero una visión global de la dictadura con testimonios y con documentación creo que es importante porque te permite ver la totalidad de lo que fue aquel espanto en su conjunto».
 -También aporta una nueva perspectiva, porque acá en Chile es difícil volver a tomar el tema sin que sea redundante…
 «Es redundante si uno no aporta nada nuevo. Para mí fue un orgullo cuando entrevisté a Gladys y ella me dijo que Jorge (Muñoz, su marido), le enviaba cartas desde la clandestinidad y le pregunté si se habían publicado alguna vez y ella me dijo que no, y me envió las cartas de Jorge y para mí fue muy impactante. Yo me siento muy orgulloso de que ella haya confiado en mí para publicarlas, porque hay algunas cartas que aparecen en su libro de memorias: «La vida es hoy» pero hay otras que yo publico por primera vez. Acá hay muchas personas que dan por primera vez su testimonio, y también quería resaltar los testimonios de grandes personalidades, desde la propia Gladys, Moi de Tohá, su hija Carolina, Isabel Letelier, y el de gente anónima. Aquí hay mapuches de la cordillera de Melipeuco, está la gente de Lautaro, hay profesores de Paine, los nietos de los campesinos masacrados en Lonquén. Ese es el contraste, y salen cosas reveladoras porque, siendo víctimas todos, no es lo mismo ser viuda de un ministro de Allende que ser viuda de un campesino masacrado por haber participado en la reforma agraria».
 -¿Cuál de estos testimonios te costó más conseguirlo…?
 «Yo prefiero decir cuál me sorprendió más. No es fácil para uno entrevistar al hijo de Lumi Videla y de Sergio Pérez, por ejemplo. Con algunas personas yo tenía temores, con la mamá de Michelle Peña, con doña Gregoria, o la mamá de Carlos Lorca, porque es muy duro pedirle que te lo vuelvan a contar… O sea, todos los casos son dolorosos, pero algunos me producían especial dificultad… no sé. Por ejemplo, el testimonio del hijo de Lumi Videla, de Dago, es impresionante y a mí me dejó paralizado, porque todos recordamos lo terrible que fue el asesinato de su mamá, las torturas de su papá que está desaparecido, y el me dijo: «yo creo que mis padres en su lucha fueron victoriosos porque ellos me entregaron una serie de valores que hacen de mí un hombre libre. La llama aún está encendida». Hay muchos testimonios que te impactan. El testimonio de los hijos es muy interesante, por cómo ellos recuerdan a sus papás, cómo han ido superando en la infancia y en la adolescencia el tema de la ausencia y la desaparición».
 -¿Qué sentiste cuando tuviste todo el trabajo listo, con todo lo que constata tu libro?
 «Como la mayoría de las cosas las conocía, por lo menos por encima, no me paralizó todo el dolor que aquí se muestra. El libro lo que intenta es rescatar la esperanza y la lucha. No quedarnos sólo en el dolor de unas personas que fueron asesinados, como ha habido tantos genocidios en el siglo XX, sino que intenta rescatar que a pesar de todo mucha de esta gente fue parte del movimiento que derrotó a la dictadura, ha sido parte de la lucha contra la impunidad en los 90. Esa lucha permitió la detención de Pinochet en Londres y todos los avances que ha habido ahora con militares y la cúpula de la DINA procesada por varios casos, y con el horizonte abierto porque en mayo pasó lo que no pensábamos que iba a pasar: Pinochet fue desaforado. El libro acaba con una invitación a la esperanza».