Consecuente con su filmografía Mike Leigh vuelca la sordidez de su planteamiento habitual en el controvertido tema del aborto. En Vera Drake, presentada ayer en el concurso de la Mostra, sitúa la acción en el Londres de 1950. La protagonista de la historia, Vera Drake, es un personaje de ficción que practica casualmente el aborto […]
Consecuente con su filmografía Mike Leigh vuelca la sordidez de su planteamiento habitual en el controvertido tema del aborto. En Vera Drake, presentada ayer en el concurso de la Mostra, sitúa la acción en el Londres de 1950. La protagonista de la historia, Vera Drake, es un personaje de ficción que practica casualmente el aborto de chicas y mujeres del mismo modo que un boy scout hace su buena acción diaria. No cobra dinero por sus elementales métodos de interrupción del embarazo, con la única intención de ayudar a mujeres con problemas. Pertenece a la clase trabajadora de menor escala y cuida de su familia.
Leigh señaló que había querido hacer una película sobre el aborto porque es un tema conflictivo que sigue necesitando el debate social con la película, pero pese a su buena acogida entre la prensa, Vera Drake no es la película más lograda del cineasta británico. Leigh no resuelve satisfactoriamente todos los interrogantes que plantea. Construye una historia con todas las connotaciones de lo políticamente correcto. Pero sólo es una apariencia. Al tema del aborto le añade la diferencia de clases: los ricos pueden abortar tranquilamente pagando a un psicólogo y los pobres han de acudir a inexpertas comadres. Lo muestra de un modo demasiado obvio, fácil y esquemático. Ahí le supera en creatividad dramática Peter Mullan.
Una de las relativas sorpresas de la Mostra competitiva ha sido el filme japonés de animación Howl’s moving castle, del maestro Hayao Mizayaki, autor del El viaje de Chihiro (Oso de Oro en Berlín), La princesa Mononoke y Porco Roso, entre otras. No es sorpresa que la invención creativa de Mizayaki siga progresando temática y formalmente. En el espléndido filme presentado en Venecia los personajes no son orientales, pero la invención imaginativa sigue impoluta, con un crescendo imparable y una banda sonora deliciosa de Joe Hisahishi, que recuerda a Michel Legrand. Un cuento maravilloso, con castillos que se mueven y todos los aditamentos de una fantasía sumamente depurada.
En concurso se han presentado dos cintas italianas. Lavorare con lentezza, de Guido Chiesa, reproduce la protesta estudiantil en Bolonia durante 1976, y Ovunque sei, de Michele Placido, es una pretenciosa evocación del universo pirandelliano, que fue abucheada en el pase para la prensa