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¿Crecer o Compartir? De cocina familiar, distribución y otros

Fuentes: Rebelión

La cocina es tal vez la mejor facultad de economía popular. Allí se junta el trabajo familiar con el trabajo colectivo de muchas regiones y naciones para hacer de la mesa una fiesta donde todos quepan, dialoguen y queden contentos -al menos esa es la intención; que no se cumpla es parte del tema que […]

La cocina es tal vez la mejor facultad de economía popular. Allí se junta el trabajo familiar con el trabajo colectivo de muchas regiones y naciones para hacer de la mesa una fiesta donde todos quepan, dialoguen y queden contentos -al menos esa es la intención; que no se cumpla es parte del tema que nos ocupa-. Allí se define buena parte de la economía política de la familia y del barrio o de la vereda, de la relación entre géneros y generaciones, entre el adentro y el afuera del hogar.

¿Agrandar la torta y/o repartirla bien?

A la hora de la mesa, la cocina enseña que cualquier torta, por grande que sea, si no es repartida con cierta equidad siempre dejará insatisfechos a varios comensales. Otro caso extremo ocurre cuando la torta es insuficiente para la cantidad de invitados, y entonces se piensa «la próxima vez prepararé una más grande», pero cuando se es pobre no hay con qué agrandarla ni en el momento actual ni en el futuro. Algo similar pasa en una nación con insuficiencia alimentaria por causa de una producción escasa que sólo se corrige aumentando el producto (crecer). Aún hay muchas naciones en esa situación que conduce a la hambruna y sus secuelas, pero la gran mayoría de los países son capaces de autoabastecerse. Tragedias como la guerra, desastres naturales, la caída de los precios de exportación, sabotajes imperiales, deudas externas insostenibles y otras razones pueden llevar a cualquier nación a esos niveles críticos.

Cuando la torta es suficiente pero algunas tajadas quedan muy grandes y otras muy pequeñas, no hay otro modo de corregir el error que quitar trozos de las más grandes y pasarlos a las pequeñas hasta lograr una distribución mejor. Por eso se dice re-partir, porque se parten y asignan de nuevo las tajadas para lograr más equidad. Por negarse a repartir, el capitalismo impide la fiesta y sienta así las bases de la pobreza humillante de muchos en medio de la opulencia de unos cuantos. Puede decirse que se basa en el principio de exclusión, porque genera excluídos del consumo digno y les niega hasta el espacio para ser autosuficientes..

La equidad no significa tajadas idénticas sino porciones apropiadas que garanticen el bienestar mínimo a cada uno, dentro de lo disponible que guste producir cada cultura. Cualquiera sabe que una distribución justa reparte de acuerdo a las particularidades de cada invitado, teniendo en cuenta factores individuales como apetito, edad, tamaño, estado de salud, y otros. En la ceremonia de cierre de los juegos olímpicos de Atenas era claro el simbolismo de las mieses, las vides, las mesas, los convidados, la música, la danza y la alegría que se comparte luego de la faena y la cosecha. . Aunque la torta nacional ya tenga buen tamaño, el neoliberalismo pide hacerlas cada vez más grandes y a mayor ritmo, sin revisar la forma desigual de su reparto. A esa propuesta de crecer por crecer la llaman desarrollo y hasta le agregan el adjetivo sostenible para darle una pincelada atractiva de color ecológico y mejorar su presentación. Con mayor sensatez, sus críticos de todas las latitudes recomiendan mejorar la forma de distribuir la torta antes de decidir si conviene hacerla más grande o más pequeña. Está comprobado: 1) a mayor inequidad, o mayor índice de Gini, hay mayor pobreza relativa -y absoluta en muchos casos-; 2)a mayor equidad (o menor Gini) más rápido disminuye el número de pobres cuando la economía crece, y 3) aún sin crecer, los países de América del Sur pueden reducir drásticamente la pobreza y en ciertos casos eliminarla, si bajan sus índices de Gini del actual 50 o 60% a otro de 20% en pocos años mediante ajustes institucionales y profundas redistribuc iones. Bajar el índice de Gini es lo mismo que repartir bien, que compartir con equidad, que suprimir la exclusión.

La receta neoliberal es perversa porque exige más recursos, produce más desechos y se basa en el principio de exclusión desde antes de hacer la torta; por eso es injusta e insostenible con los que trabajan, con los que no pueden hacerlo por desempleo, maternidad, crianza de menores, enfermedad, vejez y escasos estudios; es una receta además injusta con la naturaleza y con las generaciones futuras. Visto así, el neoliberalismo es injusto, inviable, ineficiente, miope, violento, anti-ecológico, irracional y anti-humanista. Peor aún, no vacilan en usar todo el poder de sus armas, de sus academias y falsimedias con tal de impedir el desarrollo de una renovación distributiva pacífica que busque reparar sus daños sociales. Sobran los ejemplos históricos en todos los continentes y leer las noticias de actualidad.

Repartir el Tiempo disponible de Trabajo y Ocio

Muchos son los bienes y servicios a repartir en cada pueblo (tierra, ingreso, servicios básicos, educación, crédito, etc.). Entre ellos, el trabajo y el ocio disponibles pueden ser repartidos porque son escasos, en lugar de que unos tengan largas jornadas para lograr cierto sustento, mientras a otros no se les permite participar en la producción y son excluídos del ingreso y la participación activa en sus comunidades, para ser enviados a la pobreza con ocio forzoso -o desempleo-. Hace décadas lo propuso Bertrand Russel; otros como Erich Fromm, propusieron un salario garantizado a los jóvenes durante dos años para que pudieran viajar, conocer el mundo y desprenderse de los prejuicios inevitables de su propia cultura, enriqueciéndose con los aportes de otros pueblos y regiones. Marx estudió el reparto del producto social en los centros de producción de las sociedades industriales del siglo XIX y concitó a los trabajadores a tomar su control. En algunos países ya existe un salar io mínimo vital garantizado por el estado. De alguna manera, todas esas propuestas buscan socializar y compartir los productos y posibilidades derivados de los avances en la ciencia y la técnica y de la sabiduría multicultural de los pueblos. Todos ellos son parte de la mejor tradición humanista de la historia mundial.

El Estado Modelo según los ALCAlinos.

En un artículo reciente. Iñaki Errazkin y Antonio Maira citan el documento America Free Trade Act (Acta de Libre Comercio para América) que define el «estado modelo» capitalista así:

«los países que observen una política consistente de libre mercado, de promoción de la libertad de empresa y otras libertades económicas (incluyendo la protección efectiva de los derechos de la propiedad privada), de remoción de barreras a las inversiones directas extranjeras en el contexto de un gobierno constitucionalmente limitado y de la mínima interferencia en la economía, seguirán la más segura y más efectiva norma para aliviar la pobreza y proveer al desarrollo económico, social y político» http://www.aporrea.org/dameletra.php?docid=9513

Con tono imperial postulan que seguir las pautas neoliberales es la más segura y efectiva norma para aliviar la pobreza y para llegar al desarrollo económico, social y político. Quien no abra las puertas al inversionista internacional (capitalista dueño de derechos de propiedad privada con capacidad de invertir) obstruye la libertad y es constitucionalmente desbordado. Nótese que no buscan erradicar la pobreza, sino aliviarla. Nótese la contradicción: el estado puede interferir en la economía, siempre y cuando lo haga a favor del inversionista, o capitalista, como se les llamaba antes.

Quince años de fracaso neoliberal en el Tercer Mundo

¿Pero qué dicen las estadísticas más recientes sobre los resultados de las últimas dos décadas de práctica de esta receta neoliberal en el mundo? De las cifras del Banco Mundial y de la ONU en sus últimos reportes mundiales se desprenden varias conclusiones: 1) excepto China y algunas pocas naciones de la Periferia mundial, el crecimiento promedio del producto per-cápita (o tamaño de una tajada idéntica para cada persona) durante los últimos quince años fue muy bajo e insuficiente en esos países, -fue menor al uno por ciento anual, justo donde las tortas son algo pequeñas para la población- y fue más que suficiente en los países altamente desarrollados, donde no era necesario crecer tanto. 2) El índice de Gini, indicador del mal reparto de la torta y de la codicia de las élites nacionales, aumentó a un ritmo del dos por ciento anual durante esos años en ambas partes del mundo, lo cual aumenta el porcentaje de pobres. 3) la Meta del Milenio para acabar la pobreza extrema en e l año 2015 fue un fracaso pues tendrá que esperar algo así como un siglo y medio, y sólo la verían nuestros biznietos, si es que para entonces la Pacha-mama todavía aguanta tanto manoseo y tanta basura injustificada. 4) Contra la teoría neoliberal ortodoxa, muchas naciones con crecimiento han visto aumentar el desempleo y la precariedad laboral. En general, la participación salarial en el producto nacional ha disminuído, en buena parte a causa de las reformas laborales que han flexibilizado el trabajo -es decir, aquellas que le han aumentado las ganancias al capital bajando sus costos, reduciendo sus impuestos, y recortando los ingresos del trabajo o el gasto social del estado-. En eso consiste la mínima inteferencia del estado neoliberal en la economía.

Así las cosas, nadie más ineficiente que el neoliberalismo para impulsar el crecimiento donde no se necesita, para bajarlo donde hace falta y para aumentar la inequidad social. Eso no es noticia; lo nuevo consiste en que ya los neoliberales están reconociendo su fracaso histórico. Luego de dos décadas decepcionantes de capitalismo exacerbado, ya se oyen y leen llamados de última hora desde el Banco Mundial pidiendo redistribuír mejor, para que cualquier crecimiento que venga, por pequeño que sea, no resulte anulado.

La visión de un escritor y de un shamán indígena colombianos Alvaro Cepeda Samudio, un escritor colombiano que se nos fue muy joven, afirmó en alguna ocasión que compartir es vivir. Para comprobarlo, basta mirar el mundo natural y sus cadenas de producción y reciclaje donde se comparte hasta la vida misma para que la vida continúe, sosteniendo su variedad y libertad de ser y crecer a su ritmo. No hace mucho charlé con el taita Antonio, un indígena de la región del Putumayo, shamán-curador de su comunidad y de quienes no lo somos. Decía que la Pacha-mama nos da toda su belleza, su espíritu, su calor, su sabiduría, sus alimentos, su aire, su agua, sus secretos de arriba y de abajo, y hasta acepta que a ella vuelvan nuestros desechos. Pedía sólo respetarla y quererla, porque también es sensible, tiene límites y cuando enferma se sacude y da sorpresas que nos afectan y no entendemos siempre. Le hablé de eso que llamamos economía moderna y tan sólo comentó: Qué brutos que ser, ser como comer más para poder cagar más. ¿Será que crecer por cr ecer para consumir por consumir sólo traerá efectos benéficos? Al menos los reportes sobre obesidad y sus efectos en el campo de la salud social y los nuevos costos médicos para su atención ya se están divulgando, y si se incluyeran en el índice de desarrollo humano calculado por la ONU, seguramente le restarían puntos a más de una nación avanzada.

¿Cuánto nos faltará para llegar al límite? ¿Cuántos tienen que sufrir desnutrición, enfermedad, muerte temprana y exclusión para que el capitalismo imperial y sus defensores entiendan su responsabilidad en todo ello, si es que el ruido de sus armas en guerra permanente y la perorata continua de sus televisores les permiten escuchar?

Otro Mundo es Posible

Si Compartir es Vivir, entonces Excluír y Crecer por Crecer, se parecen a la muerte lenta. Pero la sensatez ética a favor de la vida también ha existido siempre: en las culturas supuestamente primitivas, en el arte, en la utopía que se construye y auto-revisa sin cesar y sin pedir permiso, en la ciencia honrada, en las cocinas de los hogares más sencillos, en los movimientos campesinos, en las ollas populares, en las mingas, y en los piqueteros del mundo, en los gobiernos que se preocupan por el bienestar de los de abajo, así los llamen populistas, como suelen hacerlo los políticos neoliberales. Otro Mundo es Posible, necesario y urgente si se diseña para convivir y nó para acaparar y consumir a costa del otro. Y como lo que no llega por diseño nos llega por azar, la sensatez mundial ya avizora en el horizonte los caminos básicos para diseñar otro mundo que no someta a nuestros niños a azares tan tristes como el de desayunar con albóndigas de papel periódico remojado en agua

de panela porque, según los padres, era necesario que mascaran algo, tal como lo mostraron los noticieros de televisión hace dos semanas en Colombia.

Constancia final

Y que conste, aquí no hemos tratado la costumbre de las élites colombianas de contratar mercenarios para silenciar a bala y motosierra a quienes piden tierra, justicia social y laboral, o derechos humanos; ni hablamos de quién es el intruso en Irak, o en Palestina o en Colombia; ni del indulto reciente de la Moscoso a genocidas financiados desde Miami; ni de los niveles de locura delirante entre las élites de oposición venezolana; ni de la violación de derechos de los cinco ciudadanos cubanos retenidos en mazmorras gringas. Todo eso es parte del terrorismo de estado que practican las élites imperiales y periféricas en su intento por doblegar y humillar a los pueblos insumisos.

NOTA: para quienes no están familiarizados, la panela -o azúcar morena- es melaza de caña enfriada en moldes. Tiene el aspecto de un ladrillo pardo-rojizo, puede pesar hasta un kilogramo. Diluída en agua caliente se convierte en agua-de-panela, una bebida muy común en la Colombia pobre (el 64%). Algunos la toman combinada con leche y con ella endulzan el café y otros alimentos. En trozos es golosina para los caballos y los niños pobres. Si se combina con limonada, o con gengibre, se obtienen dos bebidas de sabor muy especial y virtudes medicinales. Ayuda a sanar heridas abiertas y quemaduras graves si se aplica desmoronada sobre una gasa limpia mojada en agua de yerbamora, luego de limpiar la herida con agua hervida ya fría (debe repetirse el tratamiento cada día hasta que sane la herida). Nuestros ciclistas la mascan mientras pedalean porque repone energías, lo cual suele despertar suspicacias en los rivales. Ojalá que los investigadores del norte no decidan patentarla para saquearnos aún más, con la aprobación de los lacayos que andan negociando a nuestras espaldas la entrega de nuestras soberanías al ALCA.