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El cine de una nación que empieza a dejar de sufrir en silencio

Spiderman vs. el Hombre Almorrana

Fuentes: La Cartelera de Levante

Uno de los tesoros de mi infancia era un comic donde se enfrentaban Spiderman y Superman. Este verano las taquillas han enfrentado directamente al lanzarredes con Michael Moore, que por ese desaliñado aspecto podría pasar por un Octopus en horas bajas. Pero a pesar de sus defectos es para muchos un nuevo adalid heroico, tanto […]

Uno de los tesoros de mi infancia era un comic donde se enfrentaban Spiderman y Superman. Este verano las taquillas han enfrentado directamente al lanzarredes con Michael Moore, que por ese desaliñado aspecto podría pasar por un Octopus en horas bajas. Pero a pesar de sus defectos es para muchos un nuevo adalid heroico, tanto más cuanto su huracanada elocuencia panfletaria lo convierte en la molestia que ya no se sufre en silencio del imperio yanki: el hombre-almorrana del presidente Bush.

Spiderman como origen y fin de tendencias: origen de un nuevo régimen y su sistema de representación cuando se convirtió en la primera referencia de censura cultural al hilo del 11S. Spiderman como fin de un plan trazado por Hollywood una década antes para adaptar la completa caterva de grillados enmascarados desde que el Batman de Tim Burton abriera esta veda. Este mismo verano además del arácnido la mujer felina y el chico del infierno, pero la nueva tendencia ya está marcada. Los próximos años nos espera una inexorable línea de adaptación de videojuegos: Doom, Alone in the Dark, Silent Hill y otros muchos ya firmados al hilo de Tomb Raider y Resident Evil. Lo cual degrada el guión exponencialmente, esto es, el material humano que compone el film como artefacto cultural. Los guiones de videojuegos son tópicos rebajados de los guiones del cine de género, que se construyen a base de golpes de efecto y reducir a clichés los personajes. Así que tendremos una adaptación de una adaptación donde se degradaba la expresión más degradada del guión cinematográfico; una yuxtaposición de clichés en vez de una trama de sentimientos e inquietudes propios de la complejidad humana. Porque Hollywood no confía en que seamos personas. Porque Hollywood nos trata como a niños. Porque Hollywood nos trata como masa. ¿Qué más da que roben el Grito de Munch si esta dinámica cultural viene socavando nuestra auténtica capacidad de gritar? ¿No es perfectamente lógico?

Hollywood anda con el mundo del espectáculo al completo encastillado en su propia lógica mientras su atalaya productiva se desmorona por momentos. Las pelis se descargan de internet antes de estrenadas. Cualquiera dispone de una cámara de vídeo para expresar lo que le venga en gana. Farenheit 9/11 marca un antes y un después de muchas cosas. Tras ella ya no es igual la figura del presidente de Estados Unidos ni la legitimidad del sistema democrático que representa. Tampoco el valor cinematográfico de segundo orden del género documental. Y con él, la distinción entre realidad y ficción administrada por un cine dedicado a construir ideología desde la exposición tradicional de ficciones ejemplares. El día de los superhéroes de ficción, esculpidos como un torso griego, defendiendo su anonimato, traumatizados de tanto mirarse el ombligo como Spiderman están contados: son los días de un sistema que traslada el despotismo de la educación al entretenimiento para ahondar en tratarnos como a niños. Mientras Michael Moore obeso, real, con toda su jeta siempre por delante, mira los males del mundo que su nación genera. Spiderman sufría persecución porque generaba miedos irracionales. Moore nos recuerda que este sistema utiliza el miedo como sustrato. Que vivimos un momento donde toca, más que quitarse la máscara, elegir la que ponerse. Recordar que máscara es el sustrato etimológico de la persona. De cuya elección se deriva lo humano como ser social, esto es, zoon-politikon.