En 1999, 200.000 agricultores y 600.000 ganaderos abandonaron el campo en la UE; en EE.UU., la población dedicada a tareas agrícolas es menor que el numero de presos en las cárceles; en el Estado indio de Andhra Pradesh, entre 2.000 y 3.000 agricultores se han suicidado en los últimos seis años, ante la desesperación de no poder continuar el oficio que les legaron sus antecesores.
En muchos manuales de economía, la disminución de agricultores se considera un indicador del grado de desarrollo. Los dramas personales, el despoblamiento rural, la desertización del territorio y el deterioro ecológico de una producción de alimentos sin ellos parece algo ajeno a estos indicadores. Hoy, en los países que se consideran desarrollados ser agricultor es algo heroico; en los empobrecidos, la imposibilidad de serlo resulta dramática. La hacinación de los inmigrantes en los cinturones de miseria de las grandes ciudades procede de aquellos que no pueden seguir viviendo de la agricultura. Millones de personas no pueden ejercer su derecho a producir alimentos por culpa de un proceso que se ha fortalecido, cobrando una agresividad y extensión nunca vistas.
Todo pensado para el mercado mundial
Ser competitivos para el mercado internacional es lo que políticos, medios de comunicación y la mayoría de académicos entienden como la única forma de sobrevivir en el mundo de la economía. Hoy, con la globalización, lo que era una clásica máxima liberal se ha extendido a todos los terrenos y ha llegado a la agricultura.
Pero únicamente un 10 por ciento de los cereales del mundo se comercializan en el mercado mundial y sólo el 8,2 por ciento de la carne se destina al mismo. ¿Por qué entonces tanta insistencia en dejarse determinar por un mercado tan minoritario? Algunos rasgos nos dan las pistas para responder.
Una de las primeras características del mercado mundial es la caída, más allá de vaivenes coyunturales, de los precios de las materias primas. Los modelos teóricos liberales que se explican hasta la saciedad en la facultades poco tienen que ver con la formación de los mismos, ya que vienen determinados por aquellos lugares donde una combinación de condiciones ecológicas excepcionales, una concentración de capital fruto de siglos de desigualdades, el apoyo público, ya sea mediante subvenciones, infraestructuras o ayuda a la investigación1, han permitido costes monetarios más bajos para producciones con capacidad de incidencia en un mercado internacional. A ello hay que sumar las maniobras especulativas que dominan este mercado. Así, los precios mundiales expresan las relaciones de desigualdad acumuladas a lo largo de siglos de explotación y de desigualdad de los nichos ecológicos.
El precio mundial del trigo ha sido fijado sobre la base del de EE.UU., cuya producción no representó más del 5,84 por ciento de la producción mundial entre 1985 y 1998. Se trata casi siempre de precios de dumping (venta por debajo del coste de producción) y no son económicamente sostenibles para los agricultores exportadores, sino por las ayudas a la exportación que reciben. Incluso en una región altamente productiva como Europa, los precios mundiales no cubren los costes de producción de las grandes explotaciones, a menudo mostradas como ejemplo de la llamada competitividad. En Francia, en 1997, el resultado corriente medio de las explotaciones cerealistas especializadas estaba próximo a cero, hecha la deducción de las ayudas directas.
La ruina de los agricultores del Norte y del Sur
¿Cómo pueden los agricultores mantenerse con precios inferiores a los costes? La respuesta está en las subvenciones: un agricultor de la UE recibe un promedio de 16.028 dólares anuales. Sirva de referencia que la renta media de un agricultor del Sur es de 420 dólares al año. Pero, como siempre, las medias no dejan ver la distribución real: en EE.UU., el 3 por ciento de los rentistas percibe el 66 por ciento de las subvenciones. En la UE, las explotaciones que tienen mas de 100 hectáreas obtienen un promedio de 15.000 euros anuales, mientras que el resto de los pequeños agricultores consiguen sólo 8.000 euros de promedio. La persona que recibe mas subvenciones de la UE es la reina de Inglaterra. En el Estado español, el 20 por ciento de los rentistas perciben el 80 por ciento de las subvenciones; quien obtiene la mayor cantidad es la duquesa de Alba.
Pero si la situación de los agricultores en los países ricos es dura, la de los de los países empobrecidos resulta dramática. En México, cuna del maíz, la invasión de maíz americano subvencionado a precios inferiores a los costos de producción está arruinando al 50 por ciento de las 2,4 millones de familias campesinas que dependen de este producto.
En Jamaica, hasta principios de los años noventa los trabajadores del sector lácteo estaban razonablemente protegidos contra las importaciones y la producción del sector aumentaba rápido. Pero cuando el gobierno jamaicano liberalizó el mercado lácteo como parte de las políticas de ajuste del Banco Mundial, el país fue progresivamente inundado por leche en polvo importada principalmente de la UE, que gastó unos 4 millones de euros anuales en subsidiar sus exportaciones a este país. El resultado fue la ruina de los pequeños ganaderos. Algunos argumentan en que los países empobrecidos también se pueden beneficiar en aquellos productos en los que sean competitivos y que puedan exportar al mercado mundial. Esta argumentación ha sido rebatida por Vandana Shiva2:
«Tres áreas de exportación fuertemente impulsadas bajo el nuevo régimen de liberalización del comercio han sido el cultivo acuático, la floricultura y la carne. Según la ideología oficialmente admitida del libre comercio, los beneficios de las exportaciones de gambas cultivadas, de flores y carne deberían financiar las importaciones de alimentos y por ello, más compensarían toda escasez causada por la diversión de la capacidad productiva del cultivo de alimentos para el consumo interno a la producción de productos de lujo para el consumo por consumidores ricos en el Norte.
Sin embargo, no es ni eficiente ni sostenible producir gambas, flores y carne para la exportación en India. En cada uno de estos casos se destruye más capacidad nacional de producción de alimentos debido a la diversión de recursos y a la destrucción de ecosistemas que el alimento que puede ser comprado en los mercados globales mediante las exportaciones. En el caso de las exportaciones de flores, India gastó 1.370 millones de rupias en divisas extranjeras para promover las exportaciones de la floricultura y ha ganado sólo 320 millones de rupias. India puede comprar sólo un cuarto de los alimentos que podría haber cultivado, con los beneficios de exportación provenientes de la floricultura.
Nuestra seguridad alimenticia ha disminuido por lo tanto en un 75 por ciento y nuestra pérdida en divisas extranjeras aumentó en más de 1.000 millones de rupias. En el caso de las exportaciones de carne, por cada dólar ganado, India está destruyendo 15 dólares en funciones ecológicas realizadas por los animales en las granjas para la agricultura sostenible. El ganado en India es la fuente de fertilizantes orgánicos y de energía renovable. Cuando es sacrificado para la exportación, esos servicios esenciales provistos gratuitamente por el ganado al campesino son destruidos y tenemos que importar fertilizantes químicos y combustibles fósiles, aumentando así los gastos en moneda extranjera y llevando a una mayor inestabilidad del clima.
En el caso de las exportaciones de gambas, cada rupia de beneficios de la exportación ha generado más de cinco rupias de destrucción ecológica del agua, de la biodiversidad, de la agricultura y la pesquería. La producción industrial de gambas destruye 200 veces más superficie que la extensión real de los estanques, a través de la salinización del agua subterránea, la contaminación de las aguas costeras y la destrucción de la agricultura y de los manglares. Por cada puesto de trabajo que se crea, se destruyen quince. Se destruye más producción de alimentos mediante la destrucción de la agricultura nacional y de las pesquerías de la que puede ser adquirida con los beneficios de la exportación de gambas de producción industrial. Además, los beneficios de la exportación van a las acaudaladas firmas industriales y el precio de la destrucción es pagado por los campesinos pobres y los pescadores artesanales.
Por lo tanto, como sociedad, estamos pagando más en inseguridad alimenticia y en destrucción ecológica de lo que ganamos con exportaciones de cosechas de lujo tales como gambas, flores y carne.»
¿Quién gana con la situación?
Aunque los precios mundiales han bajado por debajo de los costes de producción hasta arruinar a millones de campesinos, esta bajada no ha repercutido en los precios que paga el consumidor. En Francia y según estudios de la Confédération Payssanne, si las materias primas agrícolas habían disminuido de 1990 a 1998 el 11,1 por ciento, los precios en el consumo habían subido el 10,7 por ciento.
Entonces, ¿quién gana? El caso del grupo Doux, tercer productor mundial de pollos, descrito por Confederation Paysanne es ilustrativo:
«Su imperio es el de la integración: al inicio de la cadena está un criador a quien Doux vende los pollitos y los alimentos para animales antes de comprarle los pollos a los precios que el fija. ¿Por qué tanta insistencia en volverse hacia el mercado mundial en el que los precios son muy bajos y los sobresaltos de la coyuntura internacional hacen ir a las exportaciones como un yo-yo (caída de los mercados iraquí y iraní al final de los años 80, luego crisis rusa y asiática en los años 90 )?
Tranquilidad, el emperador de los pollos no se ha vuelto loco. Él se engancha como una sanguijuela a la concurrencia salvaje que provocan las exportaciones sobre los productores autóctonos (hundimiento de los precios, ruina de los agricultores que se van a los cinturones de miseria de las grandes ciudades). El dumping social practicado por los nuevos países exportadores para bajar sus costes de producción y seguir siendo competitivos no le impide dormir. La lógica es simple: se llama absorción de las subvenciones europeas, del dinero público, bautizadas restituciones. ¿Si algunos años más tarde los Acuerdos de Marrakech prevén una bajada de estas últimas? No hay porque preocuparse, la solución ya está encontrada: la deslocalización. Dirección: los países donde las reglamentaciones sociales y medioambientales son mas ligeras. Doux ha comprado en Brasil la cuarta sociedad productora de pollos, Frangosul, en la que el coste de producción se sitúa en torno a los 5 francos el kilo frente a los 7,5 de Francia. Así pues, trabajadores, campesinos integrados, ciudadanos europeos, agricultores brasileños… mientras haya gente en algún lugar a la que desplumar….»
La ruina de los pequeños agricultores y la privatización de los recursos están llevando a una concentración total de las empresas que controlan los mercados. Así, tres firmas controlan el 80 por ciento del mercado mundial de plátanos y cinco, el 77 por ciento del de cereales. La lista de mercados en manos de unas pocas empresas hace que se pueda afirmar que los de materias primas son hoy oligopolios. Los precios cada vez más bajos y la sobreproducción son la fuente de sus beneficios y de su concentración de poder.
Por ello, reivindicar el derecho de los agricultores a producir dignamente, a recibir un precio que renumere sus costos, a reivindicar que éstos tengan en cuenta el respeto al medio ambiente y permitan una amplia distribución de los beneficios exige poner las bridas un mercado mundial desbocado. Los intereses colectivos, la política en definitiva, deben estar por encima del mercado y los pueblos deben recuperar su soberanía alimentaria.
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Xavier Montagut es miembro de Xarxa de Consum Solidar. Este artículo fue publicado en el n° 13 de la edición impresa de la revista Pueblos, septiembre de 2004, pp. 31-33.
NOTAS
1 Diversos estudios demnuestran que practicamente la totalidad del I+D no está destinada a dar herramientas para viabilizar pequeñas explotaciones, a permitir alimentarse a los campesinos o a producir alimentos sanos, sino a facilitar la produccion de grandes cantidades de alimentos a grandes empresas a un coste monetario menor, dirigidas a producir de la mejor forma para concentar beneficios en pocas manos.
2 Los textos del debate se puden encontar en la pagina web de la campaña «Comercio con Justicia» de Oxfam.