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América Latina: los cuatro intereses estratégicos del imperialismo y el papel de la FLACSO-Ecuador (II)

Fuentes: Rebelión

2. Bolivarianismo militar o Monroeismo militar: la batalla por América Latina El proceso de recuperación de la soberanía nacional latinoamericana, iniciada por el Presidente Hugo Chávez hace cinco años ha llegado a la dimensión militar de la Segunda Independencia y la ha convertido en el principal campo de batalla entre el imperialismo estadounidense y las […]

2. Bolivarianismo militar o Monroeismo militar: la batalla por América Latina

El proceso de recuperación de la soberanía nacional latinoamericana, iniciada por el Presidente Hugo Chávez hace cinco años ha llegado a la dimensión militar de la Segunda Independencia y la ha convertido en el principal campo de batalla entre el imperialismo estadounidense y las fuerzas hemisféricas bolivarianas.

Bolivarianismo militar o, lo que es lo mismo, descolonización militar de Washington, significa alcanzar la siguiente arquitectura militar hemisférica, sostenida por seis pilares.

1.  El punto de partida de toda liberación es la ruptura del software de dominación que el amo implanta en la cabeza de sus víctimas. El sueño de todo amo es que la víctima vea el mundo con sus ojos. Esto lo han logrado el imperialismo estadounidense y el europeo, y las manifestaciones de este software van desde la intocabilidad del liderazgo del Primer Mundo en la dimensión militar hasta la idea de la imposibilidad de la soberanía militar nacional.

El General prusiano Carl von Clausewitz había observado hace casi dos siglos, que cuando pequeños Estados se apoyan en Estados poderosos, el Centro de Gravedad (CG) militar reside «en el ejército del aliado poderoso». En esa genial determinación radica la clave teórica para entender la sumisión total de la política militar del entreguismo criollo a Washington, durante los últimos doscientos años.

2. El sometimiento mental de los militares criollos «al ejército del aliado poderoso», caracterizado por un fuerte complejo de inferioridad, determina su praxis cotidiana. Hugo Chávez rompe ese complejo de inferioridad con cada discurso público, debido a que tiene por esencia espiritual la fe en las propias fuerzas y la capacidad de autoasumirse como sujeto; dejando de ser, en consecuencia, objeto y esclavo de otros, por más poderosos que sean.

En la medida en que avanza la sustitución del software del esclavo latinoamericano por la del sujeto, se vuelve posible la construcción real de las Fuerzas Armadas Latinoamericanas dentro de un Bloque Regional de Poder (BRP), tal como el Presidente lo ha propuesto en forma de la Organización del Tratado del Atlántico Sur (OTAS) que podría abarcar, en un primer paso, a los países del Eje atlántico progresista o del Mercosur, para después extenderse al resto de las naciones.

3. La tercera condición de un sistema latinoamericano de seguridad es la clausura de todas las bases militares externas y misiones militares en su masa territorial y la descontinuación de la formación de los militares latinoamericanos en el aparato militar-ideológico estadounidense. Venezuela ha dado pasos importantes en esta dirección, por ejemplo, al denegarle a Washington el derecho de patrullaje aéreo sobre territorio nacional, bajo el pretexto del combate al narcotráfico.

4. La integración militar latinoamericana requiere también la ruptura con la doctrina militar estadounidense que se encuentra en un estado de perversión antidemocrática y  antihumana que la hace inaceptable para toda Fuerza Armada democrática.

Se trata de una doctrina ofensiva de sometimiento del mundo entero a los intereses de explotación de la elite estadounidense,  con los medios más brutales y bárbaros pensables de la alta tecnología (véase mi artículo del 12.10., en rebelión.org), que se encuentra en diametral oposición a la ética de la defensa legítima de la integridad territorial de la Patria Grande y de los derechos de sus ciudadanos, tal como fue establecida por Simón Bolívar y  Antonio José de Sucre, entre otros libertadores.

5. La doctrina bolivariana de la guerra defensiva de todo el pueblo requiere, por supuesto, una tecnología y logística militar adecuada a esa doctrina y a los teatros de operaciones latinoamericanos, así como una industria bélica propia que pueda garantizar el suministro necesario en tiempos de crisis.

La lección militar de Irak es muy clara en cuanto a lo que podría llamarse «el piso más bajo del armamento necesario». Y, sin duda, Irak proporciona experiencias necesarias y hasta suficientes para determinadas áreas de conflicto, por ejemplo, en lo que sería la resistencia terrestre en Cuba durante  una invasión estadounidense.

Es insuficiente, sin embargo, para servir al Bloque Regional de Poder Militar latinoamericano como guía de doctrina militar, porque el conflicto bélico iraquí es demasiado rudimentario. En la Patria Grande será probablemente imprescindible una combinación de los siete tipos de pertrechos militares básicos necesarios para vencer en la guerra popular prolongada, con dispositivos militares de alta tecnología, como sería, v.g.,  un Sistema de Posicionamiento Global (GPS) propio.

La política militar venezolana parece reflejar esa comprensión.  La compra de cuarenta helicópteros de combate MI-35, de Rusia, para bases aéreas tácticas avanzadas en la frontera colombiana y la posible compra de helicópteros de transporte, en respuesta a los repetidos asesinatos de militares y civiles venezolanos por paramilitares colombianos; la eventual (¡!) compra de aviones de combate MIG-29 SMT y de radares de China, junto con la expulsión de «oficiales de enlace» estadounidenses de las instalaciones militares venezolanas, como es el cuartel general de Fuerte Tiuna, donde habían estado durante medio siglo, son ejemplos al respecto.

      Ninguna de esas medidas está dirigida contra Washington o algún Estado latinoamericano. De hecho, las razones de las respectivas medidas varían. Es, por ejemplo, un simple  asunto de soberanía, dignidad, sentido común y precaución nacional, no permitir que los militares gringos que participaron en el golpe militar contra el Presidente en el año 2002, tengan oficinas en el Cuartel General en Fuerte Tiuna, cerca de la Comandancia General del Ejército. ¿O, acaso el Pentágono estaría dispuesto a proporcionarle una oficina al agregado militar venezolano debajo de la oficina de Donald Rumsfeld?                                                                    

En lo referente a los helicópteros: el nuevo agregado militar de la Embajada de Estados Unidos en Caracas ha tocado las puertas de altos oficiales venezolanos para venderles el helicóptero estadounidense Black Hawk. Sin embargo, su lobbying ha sido infructuoso, por el simple hecho, de que los helicópteros rusos se adaptan mejor a las condiciones del teatro de operaciones previsto que los estadounidenses.

Y en cuanto a una eventual adquisición de los MIG-29, simplemente hay que tomar en cuenta que los cazas franceses Mirage de la Fuerza Aérea venezolana son ya un tanto obsoletos, mientras que los 22 cazas F-16 de fabricación estadounidense son modelos atrasados, con algunos de ellos no operativos por falta de mantenimiento y repuestos. Tienen, además componentes electrónicos, que los venezolanos no controlan.

La propaganda del Pentágono, lanzada a través de sectores colombianos y una agencia internacional de noticias, habla de 50 cazas MIG-29. Aunque ese número fuera cierto, sería absolutamente marginal comparado con las Fuerzas Aéreas de países en similitud de condiciones. Arabia Saudita, por ejemplo, que tiene reservas energéticas y un tamaño poblacional semejante al de Venezuela, cuenta con 285 aviones de combate F-15 y Tornado, además de AWACS y grandes contingentes de helicópteros de combate.

En todo este contexto hay que ser conciente de los siguientes antecedentes históricos. En la Guerra de las Malvinas, Washington proporcionó a las fuerzas militares de Su Majestad la inteligencia militar para sus operaciones bélicas, y Francia no sólo entregó las claves electrónicas de los cohetes «Exorcet», que había vendido a Argentina, a los ingleses lo que les dio la capacidad de evadirlos, sino entrenó también a los pilotos británicas en las tácticas aéreas necesarias para eludir los cohetes que eran claves para el desenlace de la guerra.

 En Nicaragua, durante la agresión de los paramilitares de Reagan al legítimo gobierno sandinista, el gobierno estadounidense entregó a sus mercenarios, los «contras», los planes de los puentes y carreteras construidos por el cuerpo de ingenieros del ejército estadounidense en sus «misiones de apoyo civil», para facilitarles la destrucción en sus operaciones de sabotaje a la infraestructura cívica del país.

    De tal manera, que la diversificación de la tecnología militar de las Fuerzas Armadas venezolanas es absolutamente racional y dentro del interés nacional, cosa que no ha impedido que Washington haya iniciado ya una campaña contra la «nueva alianza estratégica con Moscú» y acusando al Presidente de iniciar una «carrera armamentista» en América Latina; todo esto, con la ayuda de su caja de resonancia mayor, la CNN, y sus cajas de resonancia menores en Colombia.

6. La creación de una  industria bélica latinoamericana, limitada a garantizar la capacidad defensiva de la Patria Grande, es la última necesidad para la soberanía militar regional. Washington, con su habitual pragmatismo, se ha adelantado en este campo, para bloquear el camino. En la reunión preparatoria de la VI Conferencia de Ministros de Defensa de América, que tendrá lugar en Quito en noviembre, los militares delegados decidieron integrar en la agenda la posibilidad de aunar esfuerzos para «constituir una industria bélica común en el continente».

Según la información disponible fue Brasil el país que hizo la propuesta de que se incluya en las discusiones de noviembre la «cooperación e integración regional de industrias de la defensa», iniciativa

que sería congruente con la declaración pública del Ministro de Defensa brasileño, José Vieges, de que «La integración de industrias de defensa es algo deseable»; una posición, con la cual, por razones obvias,  Washington está totalmente de acuerdo.

 Los requisitos e implicaciones de una política de recuperación de la soberanía nacional militar latinoamericana como la que promueve el Presidente Chávez, entran en inevitable posición antagónica con los intereses de Washington. Entre el imperialista Monroe y el Libertador Bolívar no hay término medio posible.

Esto, por una simple razón. El poder de destrucción física, el militar, es el Centro de Gravedad de todo Estado y de todo sistema político de dominación. Cuando un sistema político de dominación pierde su fuerza de coacción material, se desintegra y desaparece. Por eso, los reyes prusianos grabaron en sus cañones la leyenda: ultima ratio regis  —  la última razón de los reyes.

Este es el problema de la política militar de Hugo Chávez para el imperialismo estadounidense. Será en la VI Conferencia de Ministros de Defensa de América en noviembre próximo en Ecuador, cuando el antagonismo  entre el bolivarianismo militar  y el monroeismo militar se hará manifiesto.

Para que el bolivarianismo  gane esta batalla tendrá que haber analizado con la genial claridad dialéctica del General von Clausewitz, cuál es el Centro de Gravedad del enemigo, contra el cual habrá de dirigir  sus fuerzas, con qué aliados y en qué tiempos.

Sin embargo, las fuerzas de Washington han llevado a cabo ya varias misiones de infiltración y exfiltración y han establecido varios Forward Operating Bases (FOL), Bases de Operación Adelantadas, tratando de ocupar posiciones ventajosas para la batalla de noviembre. De estas operaciones tratará la tercera parte de esta serie.

Ver Primera parte