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Capitalismo y decadencia

Los oligarcas rusos ansían la inmortalidad

Fuentes: iar noticias

En Rusia aumenta el número de capitalistas que pueden comprarse a un mismo tiempo avión personal, club de fútbol británico y la, ya no tan fantástica, esperanza de ser inmortal. En la otra punta, una tercera parte de sociedad rusa vive por debajo del nivel de la pobreza.

Cuando se vive bien, es especialmente amargo pensar que la vida de uno puede terminar. Precisamente este sencillo pensamiento incita a muchos de los nuevos ricos de Rusia, o oligarcas, según los suelen llamar aquí, gastar respetables cantidades de dinero para todo tipo de tratamientos de rejuvenecimiento y financiar las búsquedas científicas de un «elixir de juventud».

Las personas que tienen de todo -desde castillos en Escocia hasta garajes con una decena de «Ferrari»- ansían encontrar la alegría absoluta de la vida en su propia inmortalidad.

Vladimir Brintsalov es uno de ellos. Es más, el rey farmacéutico de Rusia quiere asignar 2 millones de dólares para crear su propio laboratorio de rejuvenescencia. El millonario acaba de pasar un tratamiento en que se le inyectaban células madre y se siente como un joven de 20 años, aunque su edad biológica es de 60.

Yo tenía arrugas profundas en el rostro, que han desaparecido, dice Brintsalov, acariciándose las mejillas. – Las inmensas cicatrices que había en mi cuerpo desde infancia tampoco se ven ahora.

Las células madre se extraen de la capa grasosa del propio paciente bajo anestesia local (ello se llama trasplante autógeno) o del embrión humano abortado. En ambos casos el tejido se desmenuza en «shaker» y luego se pone en incubadora. En ésta las células se multiplican vertiginosamente durante varias semanas, luego la valiosa substancia obtenida se inyecta en la vena del paciente. También se suele hacer inyecciones en el cutis, para lograr un milagroso efecto cosmético, según creen muchos.

El tratamiento no es de los baratos: en clínicas de Moscú puede costar de 10 a 20 mil dólares, depende de la duración de la aplicación. Pero pese a ello goza de mucha demanda tanto entre la élite financiera como entre estadistas.

En muchos países de Occidente con sólo abrir tal clínica sus puertas, la visitaría la policía. El presidente George Bush en una de sus recientes intervenciones calificó de «impía» tal terapia. La Administración de EE UU, al igual que los Gobiernos de otros muchos países industrializados, se niega a financiar del presupuesto nacional semejantes investigaciones. En algunas partes éstas están prohibidas simplemente. En Rusia la terapia con el uso de células madre tampoco está autorizada, pero ello no les impide a unas dos docenas de médicos practicarla abiertamente en Moscú.

Las ventas de la juventud compiten por su rentabilidad, al parecer, con las de petróleo crudo. El doctor Alexander Tepliashin, uno de los especialistas muy de moda en materia de rejuvenecimiento, posee dos cínicas, en la parte céntrica de Moscú y en la prestigiosa zona residencial de la carretera de Rubliovskoe. La arquitectura modernista de los edificios en que se ubican las clínicas podría servir de adorno a cualquier capital europea. Tepliashin está muy solicitado por los ricachones dispuestos a revertir el proceso del envejecimiento.

Siempre aconsejo a mis pacientes que reserven un poco de dinero para sí mismos, no para adquirir aviones o yates, sino para sí mismos, dice él.

Muchos de los oligarcas ya desde hace tiempo ignoran la necesidad de elegir entre lo uno y lo otro. En Rusia aumenta el número de las personas que pueden permitirse comprar a un mismo tiempo avión personal, club de fútbol británico y la no tan fantástica ya esperanza de ser inmortal.

Según datos recientes que ofrece la revista «Forbes», Rusia ocupa el segundo lugar en el mundo, después de EE UU, en cuanto al número de multimillonarios. La fortuna de 27 rusos excede mil millones de dólares (un capital así lo poseen 69 estadounidenses), los haberes de los multimillonarios rusos suman en total 90,6 mil millones de dólares. El tercero en la lista de los hombres más ricos de Rusia elaborada por «Forbes» figura Oleg Deripaska, un magnate de aluminio, con 5,5 mil millones de dólares.

Tampoco él quiere soltar de las manos los frutos de su trabajo cuando toque su hora de abandonar este mundo de pecado. Ello significa que la hora no debe tocar. Deripaska ha donado 120 mil dólares para el trabajo de creación del «elixir de juventud», que está desarrollando el Instituto de Biología Físico-Química de la Universidad Lomonosov de Moscú. La donación fue recibida por el académico Vladimir Skulachev, director del Instituto. Su idea de eterna juventud puede parecer no muy original, pero él ha avanzado más que otros en su realización, al parecer.

El envejecimiento es un programa biológico, en el que como el «killer» principal de las células actúa el oxígeno, afirma Skulachev. Pero igual que todo programa, puede ser desconectado. Se debe crear un potente antioxidante que proteja el organismo contra la destrucción.

El dinero de Deripaska y largos meses de ataques cerebrales le aportaron, al parecer, un éxito sensacional al equipo de Skulachev. En el frigorífico del académico se guarda una probeta llenada en una tercera parte de una sustancia viscosa de color de ámbar. Es el elixir que quizás podrá obsequiar a alguno de los rusos con el destino de Peter Pen.

El propio Skulachev prefiere hablar de ello en tono más moderado. No le he prometido vida eterna a Deripaska. Pero por lo menos su nombre podrá figurar en los anales de la ciencia como el de un hombre que donó cuantiosos recursos para la realización de unos estudios únicos, dice el profesor. Según Skulachev, el sentido de las investigaciones consiste en comprobar la hipótesis del envejecimiento y las probabilidades de alargar la vida.

De momento los experimentos se montan en los ratones. Dentro de un año se sabrá qué perspectivas tienen los roedores de ser eternamente jóvenes. Para proseguir la labor, Skulachev necesita que se le den otros 500 mil dólares para 5 años, y su equipo confía en que el entusiasmo de Deripaska no se agote próximamente.

Por lo menos la Fundación «La ciencia de la longevidad», instituida por el más eletista club ruso «Monolito», está llena de entusiasmo. Es club lo integran las familias de la cúpula financiera del país. No hay nada de extraño en que esa gente quiere prolongar hasta lo infinito la bienaventuranza que descendió sobre ella tras la ruina del comunismo.

El consejo de directivos de la Fundación, entre cuyos patronos figuran el presidente de la Academia de Ciencias de Rusia, Yuri Osipov; el presidente de la Academia de Ciencias Médicas, Yuri Pokrovski, y el ex ministro de Salud Pública, Yuri Shevchenko, ha exhortado a los científicos de Rusia a participar en el certamen «por el mejor programa de prolongación de la vida del ser humano». Ya se han recibido más de 300 sugerencias y proyectos.

Pero en la sociedad rusa, una tercera parte de la cual vive por debajo del nivel de la pobreza, hay opiniones muy variadas respecto a la aguda necesidad de garantizarles inmortalidad a los oligarcas. Por ejemplo, Mijaíl Rechkin, conocido estudioso de fenómenos paranormales, sostiene que Rusia no necesita tener nuevos ricos siempre jóvenes. En el país hay un abismo entre los ricos y los pobres, y no se les permitirá a los primeros vivir eternamente. Estallará una revolución, dice él.

Valery Poliakov, astronauta y asesor del director del Instituto de Problemas Médico-Biológicos, expresó una opinión más conciliante al rotativo «Komsomolskaya Pravda». Está bien que Deripaska haya invertido dinero en investigaciones.

Quizás gracias a él científicos van a encontrar cómo se puede prolongar la vida, y no solamente a los oligarcas, sino también a otras personas. Y en cuanto a los oligarcas, ellos deben pensar no en la inmortalidad, sino en cómo limpiar su conciencia de los negocios sucios del pasado, dijo Poliakov.

Los propios seguidores rusos del doctor Fausto a veces demuestran tener una noción bastante primitiva de la inmortalidad. Quiero vivir más para ganar más dinero, dijo uno de ellos en el quirófano, donde le efectuaban el trasplante de células madre.

Tales personas tendrían que escuchar e intentar comprender la súplica de la persona más anciana de Rusia, la chechena Pasijat Dzhukavleva, quien entre las explosiones y ruinas de Grozny ha logrado cumplir 124 años. Antes yo vivía normalmente, pero me he demorado mucho en este mundo. Estoy cansada de vivir. Perdónenmelo, susurra ella con labios exangües.