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Méjico: Las facturas del libre comercio

Fuentes: ARGENPRESS

La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) constituyó la integración subordinada y asimétrica de la economía mexicana a la dinámica global del comercio, particularmente la estadounidense y donde los trabajadores nacionales y sus familias han resultado los grandes perdedores: sin futuro en la generación de empleos y mejores salarios; coinciden […]

La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) constituyó la integración subordinada y asimétrica de la economía mexicana a la dinámica global del comercio, particularmente la estadounidense y donde los trabajadores nacionales y sus familias han resultado los grandes perdedores: sin futuro en la generación de empleos y mejores salarios; coinciden en señalar académicos e investigadores del tema.

Para Laura Juárez Sánchez, investigadora de la Universidad Obrera de México (UOM) el TLCAN es a todas luces injusto e inequitativo, rebasó la cuestión meramente comercial e incluyó la movilidad de inversiones y la circulación de servicios, ‘con la excepción de la libre circulación de personas, porque no se integró un capitulo migratorio’, y a la fecha la administración del presidente George W. Bush, se niega reiteradamente a firmar un acuerdo binacional en la materia’.

Y es que en 1994 el mercado laboral mexicano tenía un particular atractivo: la mano de obra barata que ofrecía dentro y fuera de nuestras fronteras; sin embargo, la homologación salarial a la alza de los tres países (Canadá, México y Estados Unidos), así como la revisión de los derechos laborales con el propósito de nivelarlos, estuvieron muy lejos de ser contemplados por las naciones firmantes, debido a que son justamente las significativas diferencias que existen en los mercados laborales de la región y que han aprovechado las grandes empresas trasnacionales estadounidenses con el propósito de abatir sus costos y ganar competitividad, afirma la investigadora.

Abrupta apertura comercial

El gobierno mexicano esperó, ‘ingenuamente’ o ‘fingidamente’, que la liberalización de la economía llevaría al país a un crecimiento económico sostenido, a la diversificación de la planta productiva; al aumento de la inversión extranjera directa (IED) y a la multiplicidad de los mercados y, por consiguiente, a la elevación de los salarios; la mejora de las condiciones de trabajo y de vida; el arraigo de la población en sus comunidades y la suficiente generación de empleos que la población demanda, señala la investigadora.

Al inicio de la década de los 90, expertos en el tema alertaron que el famoso TLCAN era abismalmente ventajoso para Estados Unidos, como Baltasar Cavazos Flores -asesor jurídico de la Coparmex durante dos décadas y autor de obras como La Ley Federal del Trabajo: sistematizada y comentada-, quien en su momento adelantó que México no estaba preparado y que de concretarse no redituaría ningún beneficio: ‘es una broma, ni siquiera tenemos la infraestructura industrial para competir’. Sin duda, tenía razón.

A más de 10 años, las pruebas demuestran que las expectativas gubernamentales se cumplieron parcialmente, porque los trabajadores de México lejos de mejorar, vieron acentuada la precarización de sus condiciones de trabajo y por ello, Darío Rojas Macías, director de la UOM, pronostica que aunque el gobierno foxista logre en 2005 un crecimiento de 4 por ciento (calculado por el Banco de México), el déficit de desempleo será de por lo menos 800 mil plazas, más lo acumulado (1 millón 220 mil empleos cada año).

Añade que la continuidad del modelo económico de la presente administración ha contribuido en la disminución de la inversión de nuevos capitales, ‘con la falta de fuentes de empleo formales, obliga a que 51 por ciento de la población ocupada se contrate de manera temporal y verbal, se incrementen los trabajadores a destajo o quienes laboran por cuenta propia y en la economía informal’.

Lejos de crear nuevas fuentes de empleo, salarios remuneradores y empleos de calidad, sostiene Rojas Macías, el gobierno foxista ha endurecido la contención salarial, disminuyendo la capacidad de consumo de la población, lo que provoca la baja en la inversión productiva, el encarecimiento del crédito y la apertura comercial, ‘en el presente año no habrá variación laboral y salarial, con lo que una vez más los obreros se enfrentarán a la subsistencia’.

Estudios de la UOM, explican que debido a que el salario mínimo es utilizado como el referente del mercado laboral, es recurrente la imposición de los topes salariales en el país, ‘esta política posibilita la disminución del costo de la mano de obra de las empresas y sirve, por lo tanto, como un elemento de atracción fundamental de las inversiones extranjeras directas’.

En un análisis de la tasa de inflación y los incrementos anuales del salario mínimo general y contractuales de jurisdicción federal en el sector industrial y en el de servicios, entre 1989 y 2004, la institución académica observó que la inflación llegó a 19.7 por ciento y el aumento a los salarios mínimos, industriales y de servicios fue de 17.8, 12.4 y 13.3 por ciento, respectivamente; sin embargo, en 1995, año en el que se registró una de las crisis económico-financieras más severas en el país, la inflación llegó a 51.9 por ciento, en tanto que el minisalario, el industrial y el de servicios, alcanzaron sólo 17.6, 11.6 y 12.8 por ciento, respectivamente.

Asimismo, estima que el salario mínimo perdió 48.7 por ciento del poder adquisitivo en términos reales, de la devaluación de diciembre de 1994 a agosto del 2004 y para que el minisalario estuviese al nivel de 1994, requiere de un aumento no menor de 303.4 por ciento, debido a que se requieren cuatro salarios mínimos para adquirir una canasta básica indispensable, de apenas 40 productos.

Y de entre las ‘bonanzas’ generadas por el TLCAN, se desprende que entre diciembre de 1994 y agosto de 2004, la tortilla aumentó 570.5%, la sal 446.0%, el pan blanco 495.5%, la harina de trigo 465.3%, el frijol 318.5%, la leche 314.8%, el huevo 286.5%, la tarifa del Sistema de Transporte Colectivo Metro 400.0%, el ‘pesero’ 354.5% y la gasolina 357.0%, mientras que el salario mínimo sólo aumentó 197.6% en términos nominales.

Ilusión económica

De poco o nada sirvió que las exportaciones se multiplicaran al pasar de 60 mil 882 millones de dólares en 1994, a 164 mil 860 millones de dólares en 2003 (un aumento de 170.7 por ciento), ya que las importaciones pasaron de 79 mil 346 millones de dólares a 170 mil 551 millones de dólares en el mismo periodo, con lo cual la balanza comercial de México se ubicó en 5 mil 690 millones de dólares.

Pero dicho superávit de la balanza comercial que tiene México con Estados Unidos -ubicado para 2003 en 40 mil 973 millones de dólares- es deficitario a consecuencia del aumento significativo de las exportaciones manufactureras que fundamentalmente son de tipo maquilador y petroleras. Así se explica la abrupta apertura comercial, el abandono de una política industrial y la pérdida de millones de empleos por la quiebra de miles de pequeñas y medianas empresas que producían para el mercado interno.

Otra ilusión económica es: aunque la captación de la IED alcanzó los 10 mil 973 millones de dólares en 1994, llegando a su máximo histórico en 2000, con 16 mil 449 millones de dólares, para luego desplomarse en 10 mil 731 millones de dólares en 2003. La mayor parte de estos capitales sólo sirvieron para comprar empresas ya existentes, bajo la forma de fusiones y adquisiciones, reemplazando la inversión nacional por la extranjera y prácticamente no representó generación nueva, tal es el caso de las trasnacionales financieras que compraron casi todos los bancos de México y la gran trasnacional Wal-Mart que adquirió la mayor parte de las cadenas comerciales del país.

Consecuentemente, entre 1994 y 2004, la población económicamente activa creció en 12.6 millones de personas, y sólo se generaron 2.7 millones de plazas; por lo que el desempleo acumulado ascendió a 9.8 millones de puestos, y el producto interno bruto sólo creció en 2.6% en promedio anual. La Organización Internacional del Trabajo (OIT), señala que en los próximos 10 años se espera la incorporación de aproximadamente 11.4 millones de personas al mercado laboral mexicano, es decir, 1 millón 140 mil personas en promedio anual.

Y si de buscar consuelo se trata, en su informe anual sobre Tendencias mundiales del empleo, la OIT afirma que el crecimiento económico registrado en 2004 no logró estimular una mejoría importante al mercado laboral mundial, pues el desempleo en el planeta bajó de 6.3 a 6.1 por ciento, es decir, de 185.2 millones de personas en 2003 a 184.7 millones en 2004 y que la reducción más fuerte en la tasa de desempleo se produjo en América Latina y el Caribe, donde pasó de 9.3 por ciento en 2003 a 8.6 por ciento en 2004, mientras que en Europa y Asia Central el número total de desempleados se mantuvo sin cambios en 35 millones de personas.

Efectivamente, de acuerdo con estudios de la UOM, los grandes ganadores del TLCAN son las trasnacionales financieras, comerciales e industriales que se benefician de la contención salarial, el desempleo y la precarización de las condiciones de trabajo, lo que les retribuye en la disminución de costos de producción a costa del empobrecimiento de los trabajadores de la ciudad y del campo, mientras que el gobierno de Vicente Fox alienta una reforma laboral encaminada a la flexibilización de las relaciones laborales en las empresas, relacionada con paros técnicos, contratación verbal o por tiempo, violación a las prestaciones de ley, despidos masivos, mutilación de los contratos de trabajo y la presión de los salarios a la baja.